Novena
dispuesta por un devoto deseoso de sus cultos e impresa por Ruiz de Esparza en
Guadalupe (Zacatecas) en 1867, con las debidas licencias. Los Gozos son
tradicionales, sin autor ni fecha conocidos.
COMENZAMOS: 22 de junio.
FINALIZAMOS: 30 de junio.
FESTIVIDAD: 1º de julio.
AL
DEVOTO LECTOR
Siendo
la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según el piadosísimo Guillermo
Stanihursto SJ, la más terrible de todas las cosas terribles para los demonios
y la más maravillosa de todas las maravillas para los Ángeles, ¿Qué cosa más
digna de ocupar ni más capaz de absorber toda la atención de los hombres que la
devoción hacia Aquel por cuyo poder fuimos creados; por cuya bondad
conservados, por cuya caridad redimidos y por cuya Sangre lavados? ¿Ni qué
mejor devoción pudiera ofrecérsete, lector piadoso, que una Novena en honra de
la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, derramada por la salvación
del mundo? Si la sangre de las víctimas cabrías, como dice San
Pablo, si las hecatombes de toros y la ceniza de las terneras rojas esparcida
por el viento purificaba en otro tiempo a los inmundos según la antigua ley de
Moisés, ¿cuánto
más la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, hostia inmaculada, limpiará nuestra
conciencia de todas las obras muertas para servir al Dios vivo? Y
tanto más, cuanto que el Señor, como observa Santo Tomás, al mismo tiempo que
ha padecido por todos los hombres, ha tenido presente a cada uno de nosotros en
particular. Nos ha aplicado a cada uno todo el fruto de su Sangre, con tanta
abundancia y de una manera tan perfecta, como si no hubiera sufrido ni hubiera
muerto más que por cada uno en particular; de la misma manera que si cada
hombre recibiese él solo los frutos de sus sufrimientos y de su muerte y todos
los demás permaneciesen extraños a ellos. Por esto, pues, debemos mirar los
padecimiento de Jesucristo como si el Hombre Dios los hubiera sufrido por cada
uno de nosotros exclusivamente, a causa de la caridad con que nos ha
comprendido a todos, y que le ha hecho sufrir los tormentos y la muerte por
cada uno en particular; cada uno, pues, debe atribuírselos a sí mismo, y
manifestar por ello su amor y su reconocimiento al Dios reparador, como hacía
San Pablo, que se representaba continuamente a Jesucristo dando su vida por él
en particular, y exclamaba: «Yo vivo de la fe y en
la fe del Hijo de Dios; yo no pienso que Él sufrió y murió por los demás. Yo
pienso y considero que éste Dios Salvador me amó a mí mismo, y que se entregó a
la muerte por mí: In fide vivo Fílii Dei, qui diléxit me, et trádidit
semetípsum pro me»
(Vivo por la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por
mí). (Gálatas 2). Por otra parte; la
aspersión de la verdadera agua lustral se estableció para nosotros sobre esta
tierra desde que ella quedó empapada con la Sangre del Salvador, y nosotros
podemos disponer de la Sangre de la verdadera víctima divina como habla San
Pedro. ¡Desgraciados,
pues, de nosotros si vemos con indiferencia este inmenso beneficio!
La ley que prescribía el rito de la aspersión antigua concluía con estas
terribles palabras: «Todo aquel que no fuere purificado por éste rito, será
excluido de la comunión del pueblo, perecerá». Estas palabras eran
proféticas, y no se cumplen a la letra sino es aplicándolas a la aspersión de
la Sangre de Jesucristo; porque nadie se justifica sino el que se lava en esta
divina Sangre. El que no se aplica sus méritos, el que no lava sus manchas en
esta preciosa Sangre, se ve excluido durante su vida de la comunión y del
espíritu de la Iglesia, y después de su muerte será desterrado para siempre de
la asamblea de los Santos: «Si quis hoc ritu non
fúerit expiátus, períbit ánima illíus de médio Ecclésiæ» (“Si alguno no ha sido expiado por este rito, su alma perecerá
de en medio de la Iglesia”) (Números 19).
Recurramos, pues, al mérito infinito de la Sangre del Redentor, que corre
todavía abundantemente para nosotros, de una manera mística. Apliquémonos sus
frutos. Oremos, insistamos para que esta Sangre divina ablande nuestros
corazones y los penetre de un dolor profundo, que nos asegure el perdón.
Entonces esta preciosa Sangre que hemos profanado con nuestras culpas, pero que
obtiene por medio de esta Novena nuestros homenajes y nuestras adoraciones, se
derramará sobre nosotros; ella borrará de nuestra alma las obras de muerte, las
obras de pecado que la desfiguran, y nos volverá la vida con los adornos
preciosos de la gracia santificante. Solo resta decir que esta Novena puede
hacerse en todo tiempo; pero será el más a propósito nueve días antes de la
fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo que celebra la Iglesia en el día 1 de Julio: y siendo la principal diligencia
para practicarla con provecho y alcanzar el buen despacho en nuestras
peticiones limpiar el alma de los pecados por medio de la Confesión y
sacratísima Eucaristía, se encarga el uso de estos Sacramentos al menos para
los días primero y último de esta Novena.
NOVENA A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO
Puestos
de rodillas delante de una imagen de Nuestro Señor Jesucristo, se dice lo
siguiente:
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos
Señor
✠ Dios
nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO
DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre
verdadero, rico en misericordias y
piedades, que para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad e
infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu
Preciosísima Sangre en tanto grado, que después de haber expirado en la Cruz
para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca que
había quedado en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos los
hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús mío! ¿Qué es
lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto amor? ¿Qué? Ingratitudes,
ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa ley. Esto es verdad, y
ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso, mi Dios, delante del cielo, y de la
tierra. Ingratamente Te he agraviado, Te he ofendido con el continuo
quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de
todo pecador es que se convierta a ti y viva eternamente, heme aquí arrepentido
de lo íntimo de mi corazón. Pésame, mi Jesús, de haberte ofendido. Quisiera
morir a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname, mi Jesús, que yo te doy
palabra de ser en lo de adelante (ayudado
de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta
aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro
de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de
tantas ofensas. Misericordia, Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima
Sangre. Amén.
ORACIÓN
AL PADRE ETERNO
¡Oh Padre
Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended benigno y oíd
misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la derramada Sangre de
vuestro unigénito Hijo, vertida toda en beneficio de sus hermanos los hombres,
para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y satisfacer por ellos sobreabundantemente
la deuda de sus culpas y pecados, que tanto irritan vuestra divina Justicia, y
por respeto suyo perdonadnos, misericordiosísimo Padre, y derramad sobre
nosotros vuestras paternales bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para
detestar las culpas, amaros y serviros en todo el discurso de nuestra vida, y
otorgarnos benigno por su Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena
solicitamos, si es conforme a vuestro divino beneplácito; y si no lo es,
conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que agradándoos en todo, y en
nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte, y después de ella os
gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA PRIMERO - 22 DE JUNIO
MEDITACIÓN: LA CIRCUNCISIÓN DE JESÚS.
Contempla,
alma mía, cómo
viendo tu amorosísimo Jesús al mundo tan pobre de celestiales tesoros, deseó
con indecibles ansias su socorro, y enriquecerlo con abundancia; y sabiendo muy
bien que estos mismos ricos tesoros los tenía dentro de sí, y en sus propias
venas, deseaba mucho la hora de comunicarlos; y el excesivo amor que a los
hombres tenía, le tenían violento hasta enriquecerlos con ellos, y derramarlos
para su bien: porque como el amor es impaciente, no se puede contener ni sabe
disimular sus llamas, ni retardar su actividad, y mientras no ve cumplidos sus
deseos, un punto de dilación se le hacen mil años; por eso con el amoroso fuego
que ardía en su pecho divino hacia sus amados (aunque muy ingratos) los
hombres, a los ocho días de su nacimiento, vierte y derrama su Preciosísima
Sangre como primicias o señal que les dio de que en su edad crecida, la
derramaría con abundancia por su amor. Atiende, alma, la prisa que tu Jesús se
da a derramar su Sangre en tan tierna edad, y dile llena de humanidad y
agradecimiento: «Señor y Dios mío,
¿para qué tanta prisa? ¿Por qué tan presto derramáis esa vuestra Sangre? ¿Por
qué no esperáis a que haya más copia y más vigor en el cuerpo para
derramarla?». Y
haz cuenta que te dice su amor: «Alma, mi amor no
consiente esperas. El fuego del amor no sufre tardanzas: mi caridad aborrece
dilaciones. Desde que tuve Sangre en la Encarnación y me uní a la naturaleza
humana, estuvo hirviendo en mis venas con las llamas de mi caridad y amor, y
está buscando ocasión para salir, y así para desahogar y refrigerar esta llama
vierto desde ahora esta poca en testimonio y señal, que toda la he de derramar
por tu amor. Aprende a amar, alma mía, y a deshacerte toda en amor de quien
tanto te ama».
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN
PARA EL DÍA PRIMERO
¡Oh Jesús Dulcísimo de mi corazón! Que
no pudiendo sufrir tu grande amor y encendida caridad para con los hombres más
esperas ni dilaciones en manifestarla a los mismos hombres, quisiste derramar
tu Preciosísima Sangre tan de antemano, que apenas contabas solos ocho días de
nacido cuando comenzaste a verterla en prueba y señal de que la derramarías
toda con abundancia, hasta no dejar gota de ella en tu cuerpo en llegando el
tiempo decretado por tu Eterno Padre: te damos humildes y repetidas gracias por
la excesiva caridad con que nos amas, aun con el claro conocimiento de nuestra
torpe ingratitud y vil correspondencia. Lávanos pues, Jesús mío, con tu
Preciosísima Sangre, y enciende en nuestros helados corazones la dulce llama de
tu amor, para emplear todos los instantes de nuestra vida solo en amarte y
servirte con la pronta observancia de tu divina ley, y crucifícanos con tu
temor santo, para que, acabando la carrera de nuestra vida en gracia, pasemos a
gozar el fruto de tu derramada Sangre a la gloria por todos los siglos de los
siglos. Amén.
—Se reza
un Ave María a nuestra Señora y se concluye todos los días con esta oración:
¡Oh Purísima Virgen María, dignísima Madre
de mi Señor Jesucristo!
Dígnate, Señora mía, de ofrecer al Eterno
Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la
Encarnación, para que derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas
del paraíso que el pecado tenia cerradas; y alcánzanos de su Majestad amor a la
virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su
divino beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fe Católica; la
destrucción de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre
los cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los
cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la
perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este
infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra
mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos
de los siglos. Amén.
La
Preciosísima Sangre de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.
GOZOS
A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO
Pues
morís, Padre y Señor,
En
una Cruz afrentosa,
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Esposo
de sangre hermoso,
Que,
en vuestra Circuncisión,
Con
ternura y compasión
La
derramáis cariñoso:
Y
aunque tierno y amoroso
Lloráis
por el pecador:
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Entre
el huerto de las penas,
Entre
angustias y agonías,
Dais
amante por mil vías
La
Sangre de vuestras venas:
Y
pues con dulces cadenas
Rendís
nuestro desamor:
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Ríos
de Sangre corrieron
De
vuestro Cuerpo sagrado,
Cuando
a golpes maltratado
Con
tanto azote le hirieron:
Toda
una llaga os hicieron,
Siendo
el hombre el ofensor:
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Vos
de espinas coronado
Tanta
Sangre derramáis,
Que
casi, mi bien, cegáis,
Todo
el rostro ensangrentado:
Y
pues tierno y lastimado
Pagáis
por vuestro deudor:
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Al
llegar desfallecido
Y
sin aliento al Calvario,
Un
aleve y temerario
Os
arrebata el vestido:
Piel
y Sangre, mal herido,
Nos
dais en este rigor:
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Clavos
son nuestros delitos,
Que
en una Cruz os fijaron,
Y
pies y manos rasgaron
Con
dolores exquisitos:
La
sangre de Abel da gritos
En
favor de su agresor:
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Difunta
vuestra hermosura,
Un
ciego, el más atrevido,
El
dulce pecho os ha herido,
Derramando
con ternura
Raudales
de gran dulzura
La
Fuente del Salvador:
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
Pues
morís, Padre y Señor,
En
una Cruz afrentosa,
Por
vuestra Sangre preciosa,
Dadnos
Jesús, vuestro amor.
℣. Nos redimiste, Señor, con tu Sangre.
℟. Y nos hiciste un reino para tu Padre y Dios nuestro.
ORACIÓN
Omnipotente
y Sempiterno Dios, que
por la Preciosa Sangre de tu Hijo quisiste aplacarte y redimirnos, concédenos
te suplicamos, recordarte el precio de nuestra Redención, para que merezcamos
alcanzar en esta vida el perdón, y la gloria en la eterna. Por el mismo
Jesucristo, Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del
Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO - 23 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: JESÚS SUDANDO SANGRE EN LA AGONÍA.
Atiende, alma mía, que el inflamado deseo que
tenía tu amorosísimo Jesús de remediar pecadores, sacarlos de sus miserias, y
enriquecerlos de los celestiales tesoros de su Preciosísima Sangre, le traía
fatigado toda su vida, y no le dejaba reposar ni de día ni de noche, tanto que
vino a decir por San Lucas al capítulo 12 estas palabras: «Heme de dar un baño en mi propia Sangre, y con ella tengo de
hacer un repartimiento y derramamiento de mis tesoros». ¡Ah, y qué afligido me veo hasta que lo vea
cumplido, qué grandes congojas siento, hasta ver salir mi Sangre a borbollones,
darla, y derramarla toda por los hombres!
En efecto, llegado que fue el deseado tiempo, no se contentó con
derramarla poco a poco; antes quiso que fuese abierto todo su sagrado cuerpo
para derramarla con abundancia. Acércate, pues, con la consideración al Huerto,
y mira como habiendo su Majestad renunciado enteramente todas las consolaciones
divinas y humanas que pudieran redundar en sus sentidos, así interiores como
exteriores, por una parte se le representaba la voluntad eterna de su Padre
para morir por los hombres: por otra tenía una muy viva representación de los
dolores y penas que había de padecer, las afrentas de la Cruz, la ingratitud de
los hombres: por otra la perdición de tantas almas aun con una redención tan
superabundante, que por su querer no habían de aprovecharse de ella. La
humanidad rehusaba naturalmente el amargo cáliz: el espíritu pronto, y animoso
se abrazaba con todas sus amarguras, y con la fuerza del conflicto entre los
dos apetitos, superior e inferior, que (como
suele decirse)
luchaban a brazo partido. Vino por último a reventar la Sagrada Sangre
sudándola abundantemente por todos los poros de su cuerpo santísimo, hasta
bañarse con ella; y no solo esto; sino que abundó tanto este derramamiento de
Sangre, que corrió hasta empapar la tierra: y volviéndose su Majestad a ella le
dice (según sientan
varios contemplativos)
aquellas palabras de Job al cap. 16: «Terra, ne
opérias Sánguinem meum, neque invéniat in te locum laténdi clamor meus. ¡Oh tierra! no encubras, ni
ahogues mi Sangre, ni haya en ti lugar donde se sepulten mis clamores, y vengan
a echarlos en olvido los hijos de Adán». Estas
voces iremos ponderando en el discurso de la Novena. Y por ahora resuélvete, oh
alma mía, a no olvidar jamás esta derramada Sangre que por tu amor se vertió.
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO
¡Oh Jesús
Dulcísimo de mi corazón, triste y angustiado dueño de mi alma! en
qué términos tan amargos, y en qué desconsuelos tan indecibles te ha puesto el
amor que me tienes, y el deseo de redimirme y enriquecerme con el inestimable
tesoro de tu Preciosísima Sangre, pues parece no pudo llegar a más la congoja y
agonía de tu afligida alma, que hacerte sudar por todos los poros de tu
sacrosanto cuerpo arroyos de Sangre. Otras congojas cuando mucho suelen ser
causa de sudor de agua; más la vuestra, ¡oh
atormentado Jesús mío!, fue tan crecida, que destempló todo tu Cuerpo, y
tanto demudó la naturaleza que te hizo sudar copiosísima Sangre, hasta regar
con ella la tierra. Lávame, dueño mío, con este saludable baño, y no permitas
que se pierda en mí tanta Sangre derramada: antes sí, fijando continuamente en
mi corazón y memoria este inestimable precio que te costó mí pobrecita alma,
sepa apreciarla como merece ser apreciada, como comprada nada menos que con la
Sangre de un Dios hombre, para que este conocimiento me compela y obligue a
hacer obras dignas del nombre de cristiano, con que consiga la gracia, y una
muerte feliz para pasar a gozarte en tu eterna gloria, por los siglos de los
siglos.
Amén.
—Rezar un
Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de
la Novena.
—Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO - 24 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: ANHELO DE JESÚS POR QUE LOS HOMBRES
APRECIEN LA SANGRE QUE POR ELLOS DERRAMA.
Vuelve, ¡oh alma
mía!, a
aquel misterioso huerto, teatro memorable de las agonías y congojas de tu
atribulado Jesús, y considera cuán excesiva y terrible sería la angustia, y
congoja de aquel deífico Corazón, pues con tal fuerza le hizo hervir la Sangre,
que le llegó a brotar por todos los poros de su santo Cuerpo, y tan
copiosamente que corría hilo a hilo, hasta la tierra. Dime, alma: ¿pueden darse
mayores pruebas que éstas de congoja y agonía? ¿Ha habido hombre jamás a quien
haya sucedido cosa semejante, sin haber perdido la vida? En el entretanto que tú las consideras, medita
cómo viendo tu amante Jesús la tierra empapada y humedecida con aquella Sangre
preciosísima se vuelve a la misma tierra, y le dice las palabras del Santo Job
arriba citadas: «Terra, ne opérias
Sánguinem meum. ¡Oh tierra, y qué dichosa eres; una vez te maldije por el
pecado del hombre con lo que quedaste estéril, y disté fruto de abrojos! Pero
ya has quedado llena de bendiciones, después que con mi Sangre te regué,
después que con mi rostro, espejo de mi Eterno Padre y rayo de su resplandor,
te di la paz que prometían a los hombres los Ángeles en mi nacimiento; pues
ahora te ruego, tierra mía, que no encubras ni ahogues mi Sangre, ni haya en ti
lugar donde se sepulten mis clamores, para que el hombre oiga sus voces, y le
conste enteramente que la derramé por él, y le dejo en ella un riquísimo tesoro
con que pague todas sus deudas por muchas que ellas sean, y se liberte de la
tiranía en que vive. No la cubras, que servirá de saludable baño para que mis
amados los hombres limpien sus almas, y saquen de ellas las manchas de sus
culpas, para que con ella tiñan sus obras todas, y tengan el fino color y valor
de meritorias, y alcancen por ellas el resplandor de la gloria. No la cubras,
para que sepan que hallaran en ella todos los bienes juntos, y que, si saben y
quieren aprovecharse de su virtud, de tierra (que son) vendrán a parecer
cielo». Medita
todo esto, alma mía, con mucho espacio y ternura, y aprovéchate de este rico
tesoro.
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO
¡Oh
liberalísimo y amorosísimo Jesús de mi vida,
que pródigo de tus finezas has querido darme la más irrefragable
prueba de tu amor, derramando en el huerto tu preciosísima Sangre en tanta
abundancia, que corrió sobre la tierra, manifestando el deseo que tienes de que
ésta no la encubra o esconda; sino que teniéndola siempre patente y manifiesta,
acabemos de conocer los ingratos hombres el inestimable tesoro que en ella
tenemos y nos aprovechemos de tan saludable medicina para la curación perfecta
de nuestras almas enfermas con las culpas!: haz, Señor,
que cooperando nosotros de nuestra parte, logremos tan celestiales efectos; y
que meditando continuamente en tan amarguísima Pasión, esta memoria nos traiga
siempre compungidos y contritos de haber sido causa con nuestras culpas de tus
penas, para que aprovechándonos de tu derramada Sangre, produzcan nuestras
almas obras de tu sacratísimo agrado; para que cumpliendo exactamente con los
preceptos de tu acertada y santa ley, acabemos la vida en tu gracia, para
gozarte en tu gloria. Amén.
—Rezar un
Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de
la Novena.
—Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA CUARTO - 25 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: LA
FLAGELACIÓN DE JESÚS.
Vamos, ¡oh alma
mía!, acercándonos
al patio de Pilato a considerar el más lastimoso y tierno espectáculo que jamás
han visto los siglos: mira a tu atormentado Jesús desnudo su sacratísimo cuerpo
y amarrado fuertemente con sogas y cordeles a una columna de aquel edificio; y
que rodeado de seis feroces, robustos e inhumanos verdugos, le amenaza cada uno
con los crueles instrumentos con que intentan azotarle; y comenzando los dos
primeros con unas varas cuajadas de espinas, siguen los segundos, y acaban los
terceros, descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo más de cinco
mil azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas a la
fuerza de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último cubierto
de Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza a los pies, sino
también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino Cuerpo; pues con ella
quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como dichas
por el mismo Señor a la tierra cubierta con su Sangre: «Terra, ne opérias Sánguinem meum. Oh tierra, que quedaste llena
de bendiciones después que los frutos que has producido me han tocado y servido
de instrumentos en mi Pasión: tus sogas me ataron: de las pieles de tus
animales hicieron látigos que me despedazaron a puros azotes: por tanto te
ruego ahora que no encubras ni ahogues mi Sangre, para que beban las almas de
este manantial con el que apaguen los incendios carnales, las llamas de la
cólera, y todos los ardores y desordenados incendios de las pasiones amotinadas
contra ellas. No la encierres, para que dé voces a los hombres, y les asegure que,
si arrepentidos me buscan, los admitiré a mi reconciliación; y si me amaren, a
mi amistad, a mis favores y regalos. No la escondas, para que siempre les esté
diciendo que me hace grande injuria el que desconfía de mi misericordia, de la
verdad de mis promesas, de la caridad con que les amo, del poder con que los
redimo, y de los merecimientos de mi Pasión y muerte que tan liberal les doy». Aliéntate, alma, con tan
celestiales promesas, y correspóndelas con un incesante amor a tan dulce
Amante.
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO
¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de
mi vida! ¿Qué exceso
de amor es este que así te hace derramar tu Sacratísima Sangre con tanta
abundancia hasta regar la tierra? ¿Pero qué pregunto? ¡Oh corazón mío, ingratísima sobre manera! ¿Cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no te ablanda?
¿Cómo el calor de tanto fuego no te enciende? ¿Cómo no hierve viendo hervir por
tu amor la Sangre de Jesús? ¿Cómo vives viéndole atado en aquel helado mármol,
y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡Oh dolor! ¡Oh ingratitud!
Báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente
y encendida Sangre; baña mi corazón helado y frío, para que todo hierva y arda
en amor tuvo, y viva solamente para ti supuesto que tanto me amas, que derramas
toda tu Sangre por mí, y deseoso de verme todo abrasado en amorosas llamas de
tu amor; por tanto, mi Jesús, dígnate de derramar esta tu preciosísima Sangre
sobre este mi corazón: caiga siquiera una pequeña gota en él, para que le abrase
en tu amor, y en lo de adelante viva una vida toda empleada en amarte, para
merecer después de ella, una eternidad de gozarte en tu gloria. Amén
Jesús.
—Rezar un
Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de
la Novena.
—Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA QUINTO - 26 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: EL TRISTE ESTADO DE JESÚS DESPUÉS DE LA
FLAGELACIÓN.
Sigue, ¡oh alma
mía!, contemplando
atentamente la horrible carnicería que en el destrozado cuerpo de tu amante
Padre Jesucristo ejecutó la crueldad de aquellos inhumanos verdugos, y mira
cómo estando ya su Majestad casi en términos de morir, y con repetidos
parasismos de tal manera despedazado, que ya no había carne que azotar, sino
solos huesos descarnados, y como reveló nuestra Señora a Santa Brígida: «Como mi Hijo estuviese todo cubierto de su Sangre, y todo su
cuerpo tan rasgado, que ya de los pies a la cabeza no había parte sana en donde
pudiesen azotarle, entonces uno de los que estaban allí viendo que le mataban,
asustado y temeroso del mal que les podía venir a los verdugos si le quitaban
la vida antes de la sentencia, corrió y les preguntó qué ¿cómo sin estar sentenciado a muerte le quitaban la vida? Y sin aguardar respuesta sacó un cuchillo, y cortó las sogas». Hasta aquí nuestra Señora
y Santa Brígida; y ahora, alma mía, tú que lo consideras a tu Jesús nadando y
casi ahogado en aquel lago que de su preciosísima Sangre se había hecho sobre
la tierra, y haz cuenta que le oyes decirle a la misma tierra las palabras de
Job, que ya hemos meditado: «Terra, ne opérias
Sánguinem meum. ¡Oh tierra, depósito
de mi derramada Sangre! No la escondas ni
encubras, para que viéndola los hombres toda vertida y derramada por sus
pecados, se azore y amedrente el espíritu, y conciba un grande furor contra
estos mismos pecados, los aborrezca, les haga guerra y antes den la vida los
hombres, y mil vidas que tuvieran, que volverme a ofender, atendiendo al
encendido amor con que por ellos derramo mi Sangre. No la ocultes, para que
avise al hombre que le tengo que pedir rigurosa cuenta de ella, y de que vive
de la misma manera, y con el mismo descuido, después que a tanta costa fue
lavado con mi Sangre, como si no lo hubiera sido, le diga que se enmiende y no
multiplique pecados, para que pida perdón y no castigo: misericordia, y no
justicia». Repasa
bien, alma mía, estos puntos, y aprovéchate de tan celestial doctrina.
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO
¡Oh Jesús
amabilísimo de mi vida! ¡Oh maltratado y despedazado dueño de mi corazón! ¿Cómo no se me rasga éste en menudos pedazos al verte caído, y
casi ahogado en este lago de tu preciosísima derramada Sangre? ¿Cómo tengo
alientos para meditar estos tiernísimos pasos, sin derramar abundantes
lágrimas? ¿Qué haré yo, Jesús mío, para alcanzar este don de lágrimas, con que
deseo llorar tu amarga Pasión? Pero ya sé lo
que he de hacer, acogerme a esta misma Sangre preciosísima. Aquí me quiero
estar al pie de esta columna en que por mí sufriste tanta multitud de
cruelísimos azotes. Dame licencia, Señor, para estarme aquí, que según es tu
benignidad y amor, espero no me la negarás, ni te desdeñarás de que los arroyos
de tu preciosísima Sangre caigan sobre mí, pues los derramas con tanta
abundancia y liberalidad para lavar y sanar pecadores. Caiga, Señor, caiga
sobre mí este licor preciosísimo con que he de quedar tan limpio y tan hermoso.
Sí, mi Jesús, lávame y purifícame con tu preciosísima Sangre, de todas las
manchas que en mi alma han ocasionado la multitud y malicia de mis pecados,
para que limpio de todas ellas, alabe, ame y sirva con un corazón contrito,
limpio y humillado, a un Señor que me amó tanto, que no dudó derramar su Sangre
y perder su vida por mí; para que viviendo y muriendo en tu santísima gracia,
merezca tu eterna gloria, en donde te goce y alabe por todos los siglos de los
siglos. Amén.
—Rezar un
Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de
la Novena.
—Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SEXTO
- 27 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: LA CORONACIÓN DE ESPINAS.
Contempla,
alma mía, cómo
pasada aquella cruel carnicería de los desapiadados azotes, con que
atormentaron a tu dulcísimo Jesús, le previenen otro cruelísimo martirio que
fue el de la coronación de espinas, y para esto considera que formaron la
corona de juncos marinos, sobremanera gruesos, haciéndola en forma de casquete,
dejándola maliciosamente estrecha, de modo que entrara en la divina cabeza
sumamente forzada para causarle mayor dolor y tormento: en efecto; acabada que
fue la inhumana corona la trajeron, y con mucha irrisión y mofa, hincándole la
rodilla por burla, y tratándole como a fatuo, se la ponen sobre su sagrada
cabeza; y luego cogiendo unas horquillas de palo, la fueron encajando a fuerza
de golpes, con tal fiereza, que le pasaron las espinas el cráneo hasta llegar a
sus divinos ojos, comenzando a derramar arroyos de Sangre por los cabellos y
todo el soberano rostro entrándose por los ojos y boca santísima, en tanta
abundancia, que quedó (según
Santa Brígida)
la divina cabeza como si la hubieran metido en una tina de sangre. Medita
ahora, alma, que, atendiendo tu maltratado Jesús a su preciosísima Sangre
derramada por la tierra, le oyes seguir hablando con ella, con las palabras de
Job arriba citadas: «Terra, ne opérias
Sánguinem meum. Oh tierra, ya santificada con mi Sangre, no la encubras ni la
tapes, porque ya que el hombre no haga servicios ni obras que puedan alegar
delante de mi Padre Eterno, ni en que pueda estribar su confianza, quedando
esta mi Sangre descubierta y patente, confíe en ella, y se la presente a mi
Padre; pues basta para satisfacerle cuantas veces le ofendiere, si arrepentido
se vale de ella. No sepultes ni ahogues sus súplicas, para que, si las voces
del hombre fueren tibias, y no merecieren que mi Padre las oiga, alcance por
esta mi derramada Sangre y méritos, lo que por sus obras desmerece». Con estos sentimientos
santos anímate, alma mía, y acógete llena de confianza a esta preciosísima
Sangre, presentándosela al Padre Eterno para alcanzar perdón de tus culpas.
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEXTO
¡Oh
atormentado y afligido Jesús de mi vida!
Que
no contento con haber sufrido el inhumano tormento de los azotes, derramando en
aquella helada columna arroyos de tu preciosísima Sangre, quisiste sufrir el
inexplicable martirio de ser coronado de agudas y penetrantes espinas, con las
que te atravesaron tu divina cabeza, pasando sus agudas puntas hasta lastimar
los hermosos luceros de tus ojos, y corriendo por todo tu venerable rostro
tanta abundancia de Sangre, que corrió por todo tu cuello y cuerpo santísimo,
todo a fin de manifestarme lo excesivo de tu amor, y lo ardiente de tu caridad,
y el deseo que tienes de mi salvación: haz pues, Jesús de mi vida, que
conociendo el inmenso beneficio que tan liberal me haces con este abundantísimo
riego de tu sagrada Sangre, sepa aprovecharme de ella para poner los
proporcionados medios para asegurar mi salvación; y no permitas que con la
reincidencia y repetición de mis culpas, me haga indigno de los celestiales
tesoros que con ella pretendes darme, sino que apreciándola y venerándola como
es debido, fructifique en mi alma obras heroicas y propias de un cristiano,
esto es, de un discípulo de Cristo, para que con ellas unidas a esta tu
derramada Sangre, merezca en esta vida la gracia final, para pasar a alabarte y
gozarte en la eterna gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
—Rezar un
Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de
la Novena.
—Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SÉPTIMO - 28 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: DE CÓMO FUE JESÚS DESPOJADO DE SUS
VESTIDOS, Y CÓMO CLAVARON SUS MANOS A LA CRUZ.
Acércate
ya, alma mía, al
monte Calvario, y atiende con los ojos de la consideración a tu atormentado
Jesús (si todavía tienes
aliento para mirarle padecer)
cómo después de haber llegado con suma fatiga a la cumbre de aquel monte; después
de haberle desnudado con indecible crueldad, no solo de sus vestiduras, sino de
su propia piel por estar ya pegada y casi unida con la túnica interior: en fin,
después de haberle hecho tender en el duro y tosco madero para abrir los
barrenos, dejándolos maliciosamente cortos para más atormentarle, comienzan
aquellos feroces verdugos el más inhumano tormento que se había visto, le
mandan con imperio que se tienda en la cruz, y tomando un ministro la mano
derecha del Señor, la acomodó en el barreno, y otro tomó un largo y grueso
clavo, y poniéndoselo en la palma de aquella mano divina, comienza a descargar
muchos y repetidos golpes con un pesado martillo, hasta traspasar la mano y
clavar el clavo en la tierra; y queriendo clavar la otra sacrosanta mano,
mirando que no alcanzaba al barreno, por haber quedado (como ya dijimos) maliciosamente corto para
más atormentarle, le amarran fuertemente con un cordel la mano que ya estaba
clavada para más asegurarla, y con otro cordel le estiran fuertemente la mano
santísima que habían de clavar, haciendo hincapié en el mismo sacratísimo
cuerpo, y estirando con tal fuerza, que le desencajaron todos los huesos de
aquel sagrado pecho, hasta hacer llegar la mano al barreno de la cruz, y
clavándola con la misma fiereza que la otra, comienza a derramar de ambas manos
copiosos arroyos de Sangre, en tanta abundancia, que no solo teñía con ellos
los vestidos y manos de los verdugos y la cruz, sino que corría hasta la
tierra. Atiende cómo volviéndose a ella, lleno de los más vivos sentimientos le
sigue hablando con las palabras de Job arriba citadas, «Terra, ne opérias Sánguinem meum. Oh dichosa tierra regada ya
con mi Sangre, no la escondas ni encubras, porque esté siempre patente a los
ojos de mi Eterno Padre, y vea que, si está muy ofendido de los hombres,
también está muy bien pagado por aquellos que quisieron aprovecharse de ella, y
aplacándose en sus justas iras, se incline a hacer misericordias a mis amados (aunque ingratísimos hermanos) los hombres». Llénate
de aliento, alma mía; con este rico tesoro, que ya tienes con qué satisfacer a
la divina Justicia la deuda de tus culpas, y ama sin cesar a quien tanto te
ama.
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA SÉPTIMO
¡Oh
amantísimo y crucificado Jesús de mi vida! ¿Es posible,
dueño de mi corazón, que estas divinas manos que fabricaron los cielos se han
de ver traspasadas y rotas por la más vil criatura, como soy yo? ¿Es posible
que haya en mi ingrato corazón ánimo y valor para meditar estas finezas, y no
se me rompa en menudos pedazos de dolor al ver por los suelos derramada tu
preciosísima Sangre? ¡Oh Sangre
de mi Dios! ¡Oh licor de misericordia! Ya que el
mundo te desprecia tanto, y yo ingrato tantas veces lo he ejecutado, vente
ahora a mí, que ya arrepentido te busco y te deseo recoger; ven, te recogeré y
abrazaré dentro de mi corazón. Adórote, preciosísima Sangre, vida de mi alma: Adórote,
riqueza de los cielos y de la tierra. En ti deseo bañarme, por ti deseo
derramar la mía por no ofenderte más, mi dulce Jesús, por amarte de todo mi
corazón. ¡Oh, quién nunca te hubiera despreciado
por dar gusto a mis apetitos! Salgan, salgan fuera de mí todos tus
enemigos, que son mis culpas y vicios, por medio de tu preciosísima Sangre,
para que tú solo tomes posesión de este mi corazón que ansioso me pides, y yo
quiero darte: y pues tu amor te obligó a darme toda tu Sangre, y con ella tu
vida, tu divinidad, y todos tus infinitos méritos; este mismo amor y tu
misericordia te obliguen, Señor, a que esta misma Sangre me renueve todo, todo
me limpie, todo me purifique, todo me posea, todo me abrase, y todo yo quede
consumido en tu amor desde ahora y para siempre, en esta vida y en la otra que
espero gozarte por los siglos de los siglos. Amén.
—Rezar un
Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de
la Novena.
—Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA OCTAVO - 29 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: DE LA INAUDITA CRUELDAD COMO FUERON
CLAVADOS LOS PIES DE JESÚS
¡Oh alma
mía, no te canses de meditar penas y tormentos, supuesto que tu
amante Jesús no se causa de sufrirlos por tu amor! Considera, pues, como con
la crucifixión de las manos se encogió naturalmente todo el sagrado cuerpo, así
por el dolor vehemente que padeció, como por la contracción de nervios y
arterias que sufrió, y con esto no alcanzaban ni con mucha distancia los sagrados
pies al barreno de la cruz; pero instigados de los demonios aquellos inhumanos
verdugos, practicaron la misma impía diligencia que habían hecho en las manos,
atando éstas fuertemente con cordeles y sogas, y amarrando los sagrados pies
con una eslabonada cadena estiraron todos, y con tanta fuerza, que le
descoyuntaron cuadriles, cintura, y en fin, todos los huesos de aquella fábrica
divina sin quedar en ella hueso con hueso, y con esto llegaron al barreno los
pies, y para que el clavo no resbalase por ser partes nerviosas (como premedita San Buenaventura) se los barrenaron antes, y
tomando un mucho más largo y grueso clavo que los otros, lo comenzaron a clavar
con furiosos y repetidos golpes del pesado martillo; y al mismo tiempo se
desataron en arroyos de Sangre que derramándose por todo aquel ámbito, regaban
la tierra y la pisaban los inhumanos verdugos. Y tú, alma, que estas meditando
esto, haz cuenta que ves abrir a tu Jesús sus sacrosantos labios, y que,
hablando con la misma tierra, le repite las palabras de Job, ya citadas: «Terra, ne opérias Sánguinem meum. Oh tierra dichosísima (aunque
antes maldita), por verte fertilizada con el abundante riego de mi Sangre, no
la escondas, no la cubras para que vea el hombre su abundancia, y que le doy
toda la de mis venas, pues la derramé con la franqueza que se derrama el agua;
y vea lo que me debe, y la obligación que tiene a servirme y amarme con todo su
corazón y sin escasez de efecto, aunque sea a costa de su vida y de su sangre». Dile que sí, alma mía,
que en lo de adelante emplearás todo tu amor en amarle y servirle, y en venerar
su sacratísima derramada Sangre.
—Se rezan
tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO
¡Oh Jesús de mi vida, tan cruelmente atormentado por mi amor! ¿Qué haré yo, Señor, en obsequio vuestro, y en señal de gratitud
a tanto amor? Pero
¿qué he de
hacer, pobre de mí, si nada tengo que ofreceros? Mas ya Vos, Jesús
mío, me dais con abundancia lo mismo que os he de ofrecer; tan misericordioso
sois como todo esto, pues mirándome en tanta miseria queréis enriquecerme con
el rico tesoro de vuestras venas, que es vuestra preciosísima Sangre, tesoro de
valor infinito, y capaz de satisfacer sobreabundantemente todas mis deudas, por
muchas que ellas sean, y juntamente limpiar mi alma de todas las inmundas
manchas con que la han afeado mis culpas. Sí Jesús mío, yo os ofrezco esto
mismo que me dais para satisfacer por mis pecados. Yo quiero, y deseo lavarme y
purificar mi alma en este saludable baño. ¡Oh, y qué divina traza es bañarse con la continua
consideración de esta Sangre preciosísima!
Mas cuánto mejor será bañarse con ella en realidad de verdad, pues con
el deseo que teníais, oh Jesús de mi vida, de enriquecernos con este rico
tesoro, no os contentáis con derramarla toda en vuestra Pasión sacrosanta, sino
que quisisteis dejárnosla en el Santísimo Sacramento hasta la consumación de
los siglos, para que todos los días (si
quisiéramos),
y en tantas partes del mundo en que estáis Sacramentado, pudiéramos una y
muchas veces purificarnos con este saludable baño de vuestra sacratísima
Sangre. Haced, Señor, que apreciando como debemos este beneficio, nos hagamos,
dignos de recibirle con frecuencia, con lo que consigamos la gracia y vuestra
presencia en la gloria. Amén.
—Rezar un
Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de
la Novena.
—Los Gozos
y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA NOVENO
- 30 DE JUNIO
Por
la señal...
Acto
de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: EL COSTADO DE JESÚS TRASPASADO POR LA LANZA.
Lleguemos
ya, alma mía; pero
lleguemos con los ojos llenos de lágrimas y el corazón de amargura, exhalando
tiernos suspiros, a ver a nuestro amante Jesús derramar las últimas gotas de
Sangre que le habían quedado en su ya difunto cuerpo. Mira cómo después de
crucificado con la inhumanidad que has premeditado en los anteriores días, le
levantan en alto, y le dejan caer de golpe en la dureza de un peñasco; y
después de haber padecido tres horas en el aire, y de habernos dejado en sus
siete últimas palabras tan celestiales doctrinas: finalmente, entre dolores y
angustias murió entregando su espíritu en manos de su Eterno Padre; pero no
contentos los judíos con haberle quitado la vida, pasan a romperle y pasarle su
Sagrado Corazón con una cruel lanza (que
así la llama la Iglesia),
la cual hirió tan fuertemente aquel sagrado pecho, depósito del amor, que le
partió de parte a parte el corazón, derramando por aquella abierta puerta
abundancia de sagrada Sangre y agua, hasta no dejar gota de ella en aquel yerto
cadáver. Ea, alma mía, llégate ya y atiende a aquellas cinco fuentes manando
continuamente arroyos de Sangre, que corren hasta la tierra, y premedita que
ves a tu amante Jesús abrir sus sacratísimos labios, y hablando con la misma
tierra le dice las palabras de Job, arriba citadas: «Terra, ne opérias Sánguinem meum, neque invéniat in te locum
laténdi clamor meus. Oh tierra dichosa y santificada con el riego de mi Sangre,
no la encubras, ni halle en ti lugar donde se sepulten mis clamores y se
olviden de ellos los ingratos hombres. No la ahogues ni sepultes en tu seno,
para que en ella hallen los hijos de Adán el rescate de su cautiverio, la
hermosura de sus almas, limpieza de las manchas de sus culpas, medicina a sus
males, consuelo en sus trabajos, esfuerzo en los combates contra sus enemigos,
seguridad en sus peligros, esperanza en sus temores, dulzura en sus amarguras,
misericordia en sus pecados, y finalmente; en su muerte, vida, resurrección y
merecimientos para alcanzar la gloria»:
¡Oh consuelo
celestial! ¡Oh Jesús, dulce amor mío, y lo que haces por nuestro bien! Da voces, Sangre divina, grita misericordia para
nosotros. Y tú, alma mía que meditas estas ternuras, date por obligada,
aborrece el pecado y emplea todo tu amor en amar a quien tanto te ama.
—Se rezan
tres credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA NOVENO
¡Oh
amorosísimo Jesús de mi vida!
Ahora
sí, Señor, que ya has desahogado tu amante Corazón, viendo enteramente
derramada tu preciosísima Sangre, en beneficio de los ingratos hombres que
tanto amas: ahora sí que los ves ya remediados y ricos con este inestimable
tesoro. Sea en buena hora, Jesús mío, y caiga sobre mí esta celestial lluvia de
tu Sangre preciosísima; y como diestro labrador aparta primero de mi corazón la
tierra de los afectos humanos, para dar lugar al riego de tu Sangre. Envía ese
rocío soberano sobre este apocado espíritu mío. Ea, liberalísimas manos
abiertas para mi remedio, no me neguéis esos tesoros que tan de balde dais a
todo el mundo. Ea sagrados pies, cansados para mi descanso y heridos para mi
salud, derramad sobre mí lo que tan sin tasa estáis vertiendo. Ea sagrada
cabeza toda teñida de Sangre, adornada con esos celestiales rubíes: caigan
sobre mis ojos todas esas gotas: ea virginal y sacrosanto cuerpo, todo cubierto
de azotes, venga sobre mí ese licor de tu Sangre, que hilo a hilo destilan tus
llagas para sanar las de mi alma y dejarla hermoseada. Ea pecho sacratísimo, ea
Corazón rasgado de mi Jesús, caiga sobre mí la Sangre y agua que sacó la cruel
lanza de tus entrañas de misericordia. Ea Señor, acabe de darme esa derramada
Sangre de tu costado, abierto de par en par, derecho para que me abran el
Cielo, y me entren a la presencia de tu Eterno Padre. Así lo espero,
amorosísimo Jesús: tu preciosísima Sangre me lave, me limpie, me purifique de
todas las manchas de mis enormes culpas, para que, adornada mi alma con la rica
gala de tu gracia, te goce por eternidades en la gloria. Amén.
Alabada
sea la Sangre
de Jesús.
Glorificada
sea la Sangre
de Jesús.
Ensalzada
sea la Sangre
de Jesús.
Predicada
sea la Sangre
de Jesús.
Estimada
sea la Sangre
de Jesús.
Temida
sea la Sangre
de Jesús.
Amada de
todos los hombres sea, ahora y siempre, la Sangre sagrada de Jesús. Amén.
OFRECIMIENTO FINAL DE LA NOVENA
¡Oh Padre Eterno y Dios de todo consuelo! Recibid,
Señor, este corto obsequio de esta Novena que hemos procurado hacer en obsequio
y alabanza de la preciosísima Sangre que tan liberal como amante derramó por
nosotros vuestro santísimo Hijo en su dolorosa y amarga Pasión. No miréis, oh
Padre Eterno, Dios grande, Dios excelso, no nos miréis a nosotros llenos de
pecados y vacíos de merecimientos; poned, sí, vuestros amorosos ojos en vuestro
Unigénito Hijo, afrentado y atormentado con la Cruz, oíd sus clamores, alcancen
sus méritos lo que perdió nuestra miseria, reparad, Señor, por su inocencia lo
que destruyó nuestra malicia, sanad por sus Llagas lo que hicieron nuestros
pecados, limpiad por su preciosa Sangre lo que mancharon nuestras culpas,
enviadnos por sus abiertas Llagas la lluvia de vuestras piedades que sazone
nuestras costumbres, que refrene nuestros apetitos, que amortigüe nuestras
amotinadas pasiones, que fertilice nuestras almas y las llene de abundantes
virtudes. Haced, Señor, que jamás olvidemos que vuestro Hijo derramó por nosotros
su Sangre y dio su vida en una Cruz, para que esta continua memoria nos llene
de bienes del Cielo y favores de vuestra mano con la perseverancia en vuestra
gracia, para alabaros sin cesar en vuestra gloria. Amén.
—Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen,
pidiendo que deseas conseguir de la Novena.
—Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
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