Dispuesta por un hijo suyo de la Provincia de S. Diego.
Lleva añadidos los Gozos que se
cantaran.
Reimpresa a devoción del último de sus Hijos Fr. Francisco del Refugio
Sánchez, religioso del Colegio de
Guadalupe de Zacatecas.
León —1882. Tip. de J. M. MONZÓN. Calle de la Plaza de Gallos núm. 96
COMENZAMOS: 25 de septiembre.
FINALIZAMOS: 3 de octubre
FESTIVIDAD: 4 de octubre.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre,
y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
La preparación para todos los días será, después de hecha
la señal de la cruz, decir con fervor y de corazón los actos de fe, esperanza y caridad, en la
forma siguiente:
ACTO DE FÉ
Creo firmemente en el Misterio de la
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espirita Santo, tres personas
distintas y una sola naturaleza y esencia divina. Creo el Misterio admirable de
la Encarnación, por el cual la segunda persona de la Santísima Trinidad, que es
el Hijo, se hizo hombre por obra del Espíritu Santo, en las purísimas entrañas
de María, quedando ésta virgen siempre, y verdadera Madre de Dios. Creo que
Dios es remunerador, que premia a los buenos y castiga a los malos: y, por
último, creo y confieso todo cuanto nuestra Santa Madre la Iglesia católica
apostólica y romana, tiene y enseña: y protestó vivir y morir, con la divina
gracia, en esta fe y creencia; y si tuviera mil vidas todas las sacrificara y
ofreciera en su defensa, y rubricara gustoso con mi sangre todas las verdades
católicas que la Iglesia propone, como dichas y reveladas por el mismo Dios…
ACTOS DE ESPERANZA.
Dios mío, esperanza mía,
y único refugio mío: desconfiando
enteramente de mi miseria, en tí pongo todas mis esperanzas. Espero firmemente
en tu infinita bondad y misericordia, que arrepintiéndome como me arrepiento de
mis culpas, por ser ofensas contra tí, a quien amo con todo mi corazón como a
mi Dios y bienhechor, me las has de perdonar por los méritos de tu Santísimo
Hijo y Redentor mío Jesucristo. Espero que me has de dar gracia para perseverar
en este santo propósito quo ahora hago, de morir primero que volverte a
ofender: y espero así mismo que perseverando hasta la muerte en tu gracia y
amistad, me has de conceder la bienaventuranza eterna que me tienes prometida
por solo tu bondad y piedad infinita. Amén.
ACTOS DE CARIDAD
¡Oh vida de mi alma! ¡oh alma de mi vida! ¡Oh amor mío
dulcísimo, mi Dios y mi Señor! Te amo Señor y
Dios mío, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todos mis
sentidos, te amo sobro todas las cosas; y quisiera, Señor, abrazarme en el
fuego de tu amor y amarte como te aman los ángeles, los santos del cielo y
justos de la tierra: como te amo y ama la purísima Virgen María mi Señora; y si
fuera posible, quisiera amarte con el amor infinito con que te amas a tí mismo;
y quisiera que con ese amor te amaran las criaturas todas, y te hubieran amado
desde el principio del mundo, y lo continuaran por toda la eternidad. Amén.
Bendición de San Francisco
El Señor te bendiga y te guarde. ✠ El Señor
te muestre su rostro y tenga misericordia de ti. ✠ Vuelva el
Señor su rostro hacia ti y te conceda la paz. ✠ El Señor
bendiga ✠ este tu siervo.
Con esta
bendición acostumbraba el Santo Padre bendecir a todos, y con ella bendijo a
Fray León, su compañero, molestado por las tentaciones, librándole de ellas. Se
exhorta a todos a llevar consigo esta bendición, porque se sabe por experiencia
que es maravillosísima contra los demonios, tentaciones, asechanzas de
enemigos, tempestades, incendios, muertes repentinas y contra otros males y
peligros.
RESPONSORIO (se ha de decir todos los días).
El
mundo, Francisco, admira
tus
portentos y milagros,
rendidos
los elementos,
los
muertos resucitados:
la
naturaleza corre
a
obedecer tus mandatos.
Música
te dan las aves,
los
peces te escuchan gratos,
el
demonio huye vencido,
vuelve
atrás la muerte el paso;
y
los tristes y afligidos
se
levantan consolados.
PRIMER DÍA —25 de septiembre.
MEDITACIÓN
En el instante
mismo en que fué concebido el Seráfico Patriarca, fué tal el resplandor que
iluminó todo el valle de Espoleto, que espantado Lucifer y sus ministros
hicieron un conciliábulo, y diputaron en él una legión de espíritus infernales,
que le quitasen la vida. ¿Pero cómo podrían lograr este designio, cuando para impedirlo diputó Dios
una legión de ángeles santos que guardasen y defendiesen a aquel niño?
—Aquí te medita y se hace
la petición.
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, resplandor del
padre de las luces; que en señal de que el Seráfico Patriarca venía a iluminar
el mundo con las luces de su ejemplo y su predicación, derramaste en el punto
de su concepción, un raudal admirable de fulgores sobre el suelo de su patria. Te suplico, Señor mío, que, por su intercesión
y méritos, sea ilustrado mi entendimiento, para que conociendo la gravedad de
las culpas con que he ofendido a tu bondad, y confesándola con verdadero dolor
y arrepentimiento, camine con la luz de tus divinos mandamientos por las sendas
de la virtud, y libre de las asechanzas del demonio, llegue por fin a verte en
la claridad eterna de la gloria. Amén.
—Se rezan cinco Padre
nuestros y cinco Ave Marías, en reverencia de las cinco llagas que imprimió
Jesucristo Señor nuestro, en el cuerpo de N. S. Padre, y se dice después la
Oración de Seráfico Padre mío, que es para todos los días.
ORACIÓN FINAL
(Para todos los días)
Seráfico
Padre mío, prodigio de la
naturaleza, portento de la gracia, asombro del mundo, admiración de los
ángeles, gozo de los bienaventurados, imagen viva de Jesucristo, varón
apostólico, mártir de deseos, Ángel de la pureza, Serafín en el amor, crédito
de las maravillas del Señor, a quien los brutos obedecen, las aves festejan,
los peces escuchan y la naturaleza toda se le rinde, viéndose humilde contra
todos sus fueros, obligado a arrojar vivos de los sepulcros a los que escondía
muertos. Reparador del mundo, que como clarín evangélico sonó por todas partes,
despertando del funesto letargo de la culpa los pueblos, las ciudades, las
provincias. Vaso de elección, destinado como otro apóstol de las gentes, para
hacer se reverenciase en todo el mundo al verdadero Dios. Alférez de
Jesucristo, que con extraordinario privilegio lleva en su mismo cuerpo impresas
y estampadas las insignias y triunfos de nuestra redención. Padre mío
gloriosísimo, ¿qué son todos estos ilustres títulos
con que te saludo y reverencio, sino motivos poderosos que alientan mi
confianza, y empeñan tu piedad y compasión para dar favorable despacho a mis
humildes súplicas y ruegos? Triunfante ya en la gloria, y colocado junto
al trono de la Agustísima Trinidad, anegado en un piélago de gozo y alegría,
que ha de durarte por toda una eternidad; qué otra gloria puede desear sino la
gloria accidental de que los moradores de este mundo acabemos de conocer, que
no hay otro verdadero bien sino ese que posees; que no hay otras riquezas sino
esas que tú gozas; ¿que no hay otra hermosura, sino
esa que es objeto de tu amor? pues
esto es, Santo mío, lo que te pido y te suplico. Esas llagas, que son sello
real con que el Señor autorizó tu valimiento, esas son las que abogan por mí.
Muéstralas a Eterno Padre, para que reconociendo en ellas el precio con que su
Hijo compró nuestra salud eterna, y nuestra redención, se mueva a concedernos
los auxilios que necesitamos para cooperar a este fin. No cabe en la perfecta
caridad que arde en tu pecho, despreciar los clamores con que llega a tus
puertas un afligido corazón. No puede, no, sufrir tu compasión, que quien se
acoge a tu piadosa y poderosa protección, pierda a su Dios por una eternidad.
Mira que no es otro nuestro temor sino perderle, no es otro nuestro dolor sino
haberle ofendido, ni es otro nuestro deseo sino amarle y servirle, para después
gozarle y alabarle por toda la eternidad. Amén.
GOZOS A NUESTRO SANTO PADRE SAN FRANCISCO DE
ASÍS
Pues con tan altos favores
Te miras de Cristo honrado:
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
Con prodigio nunca visto
Un pesebre te dio cuna,
Para que seña ninguna
Falte al retrato de Cristo.
Sin duda Dios te ha provisto
Para portentos mayores:
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
Sale del vientre materno,
Impresa al hombro una cruz,
Llenando al mundo de luz
Y de sustos al infierno.
Quien esto hace niño tierno,
¿Qué
hará en sus años mayores?
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
Padre, parientes, riquezas,
A todos le das de mano,
Y vas a arrojarte ufano
En brazos de la pobreza.
Tu amor hacia ella aquí empieza
A publicar sus ardores.
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
Doce las columnas son
Que Cristo a su Iglesia pone,
Y en otras tantas dispone
Francisco su religión.
Menos fiel imitación
No cuadrara a sus fervores,
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
Finezas son peregrinas
Las que obras con tu pureza,
Pues defiendes su limpieza,
Con fuego, nieve y espinas.
A esta belleza encaminas
Tus más constantes amores;
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
La indulgencia general
De Porciúncula, es testigo
Que nada puede contigo
Sino el bien universal.
Nadie hay a quien diga tal
No abrase con sus ardores.
Ruega,
Serafín llagado,
Por nosotros
pecadores.
Por un favor sin igual,
Jamás en los siglos visto,
Su llaga imprime Cristo
En tu cuerpo virginal.
Para una copia cabal
Faltaban esos primores.
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
Aunque te dejó frio y yerto
De la parca el liado esquivo
Ni puedes juzgarte vivo,
Ni parece que estás muerto.
Que huyes puesto en pie, eso os cierto
De la muerte los horrores:
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
En la forma de un lucero,
Tu alma que tanto se humilla
Va al cielo a tomar la silla
Que dejó el ángel postrero.
Así honra el divino Azuero
Al padre de los menores:
Pues con tan altos favores
Te miras de Cristo honrado:
Ruega,
Serafín llagado,
Por
nosotros pecadores.
¡Oh mártir de deseo, Francisco! con qué afecto tan
tierno y compasivo sigues por el camino de la cruz, al que ves que la carga por
tu amor.
En vano suspiras por el martirio, pues ya el
mismo Señor crucificado imprime en ti sus llagas, y hace que sientas la
atrocidad de sus dolores. Atiende desde el cielo a tus devotas ovejuelas, y
alcánzales de Dios vayan a aumentar el número de tus dichosos compañeros en la
gloria. Amén.
℣. Ruega por nosotros,
Padre nuestro San francisco.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Dios, que por los
méritos del Bienaventurado Francisco fecundaste tu Iglesia con una familia
nueva; concédenos, que, a imitación tuya, despreciemos las cosas de la tierra,
y nos hagamos dignos de ser participantes de los dones celestiales; por
Jesucristo Señor nuestro.
—Tres Padre nuestros y
Ave Marías por la perseverancia en el cumplimiento de su Regla las tres Ordenes
Franciscanas.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.