miércoles, 28 de junio de 2023

NOVENA A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO.

 

Novena dispuesta por un devoto deseoso de sus cultos e impresa por Ruiz de Esparza en Guadalupe (Zacatecas) en 1867, con las debidas licencias. Los Gozos son tradicionales, sin autor ni fecha conocidos.

COMENZAMOS: 22 de junio.

FINALIZAMOS: 30 de junio.

FESTIVIDAD: 1º de julio.

AL DEVOTO LECTOR

Siendo la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según el piadosísimo Guillermo Stanihursto SJ, la más terrible de todas las cosas terribles para los demonios y la más maravillosa de todas las maravillas para los Ángeles, ¿Qué cosa más digna de ocupar ni más capaz de absorber toda la atención de los hombres que la devoción hacia Aquel por cuyo poder fuimos creados; por cuya bondad conservados, por cuya caridad redimidos y por cuya Sangre lavados? ¿Ni qué mejor devoción pudiera ofrecérsete, lector piadoso, que una Novena en honra de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, derramada por la salvación del mundo? Si la sangre de las víctimas cabrías, como dice San Pablo, si las hecatombes de toros y la ceniza de las terneras rojas esparcida por el viento purificaba en otro tiempo a los inmundos según la antigua ley de Moisés, ¿cuánto más la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, hostia inmaculada, limpiará nuestra conciencia de todas las obras muertas para servir al Dios vivo? Y tanto más, cuanto que el Señor, como observa Santo Tomás, al mismo tiempo que ha padecido por todos los hombres, ha tenido presente a cada uno de nosotros en particular. Nos ha aplicado a cada uno todo el fruto de su Sangre, con tanta abundancia y de una manera tan perfecta, como si no hubiera sufrido ni hubiera muerto más que por cada uno en particular; de la misma manera que si cada hombre recibiese él solo los frutos de sus sufrimientos y de su muerte y todos los demás permaneciesen extraños a ellos. Por esto, pues, debemos mirar los padecimiento de Jesucristo como si el Hombre Dios los hubiera sufrido por cada uno de nosotros exclusivamente, a causa de la caridad con que nos ha comprendido a todos, y que le ha hecho sufrir los tormentos y la muerte por cada uno en particular; cada uno, pues, debe atribuírselos a sí mismo, y manifestar por ello su amor y su reconocimiento al Dios reparador, como hacía San Pablo, que se representaba continuamente a Jesucristo dando su vida por él en particular, y exclamaba: «Yo vivo de la fe y en la fe del Hijo de Dios; yo no pienso que Él sufrió y murió por los demás. Yo pienso y considero que éste Dios Salvador me amó a mí mismo, y que se entregó a la muerte por mí: In fide vivo Fílii Dei, qui diléxit me, et trádidit semetípsum pro me» (Vivo por la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí).   (Gálatas 2). Por otra parte; la aspersión de la verdadera agua lustral se estableció para nosotros sobre esta tierra desde que ella quedó empapada con la Sangre del Salvador, y nosotros podemos disponer de la Sangre de la verdadera víctima divina como habla San Pedro. ¡Desgraciados, pues, de nosotros si vemos con indiferencia este inmenso beneficio! La ley que prescribía el rito de la aspersión antigua concluía con estas terribles palabras: «Todo aquel que no fuere purificado por éste rito, será excluido de la comunión del pueblo, perecerá». Estas palabras eran proféticas, y no se cumplen a la letra sino es aplicándolas a la aspersión de la Sangre de Jesucristo; porque nadie se justifica sino el que se lava en esta divina Sangre. El que no se aplica sus méritos, el que no lava sus manchas en esta preciosa Sangre, se ve excluido durante su vida de la comunión y del espíritu de la Iglesia, y después de su muerte será desterrado para siempre de la asamblea de los Santos: «Si quis hoc ritu non fúerit expiátus, períbit ánima illíus de médio Ecclésiæ» (“Si alguno no ha sido expiado por este rito, su alma perecerá de en medio de la Iglesia”) (Números 19). Recurramos, pues, al mérito infinito de la Sangre del Redentor, que corre todavía abundantemente para nosotros, de una manera mística. Apliquémonos sus frutos. Oremos, insistamos para que esta Sangre divina ablande nuestros corazones y los penetre de un dolor profundo, que nos asegure el perdón. Entonces esta preciosa Sangre que hemos profanado con nuestras culpas, pero que obtiene por medio de esta Novena nuestros homenajes y nuestras adoraciones, se derramará sobre nosotros; ella borrará de nuestra alma las obras de muerte, las obras de pecado que la desfiguran, y nos volverá la vida con los adornos preciosos de la gracia santificante. Solo resta decir que esta Novena puede hacerse en todo tiempo; pero será el más a propósito nueve días antes de la fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo que celebra la Iglesia en el día 1 de Julio: y siendo la principal diligencia para practicarla con provecho y alcanzar el buen despacho en nuestras peticiones limpiar el alma de los pecados por medio de la Confesión y sacratísima Eucaristía, se encarga el uso de estos Sacramentos al menos para los días primero y último de esta Novena.

NOVENA A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO

Puestos de rodillas delante de una imagen de Nuestro Señor Jesucristo, se dice lo siguiente:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN

   Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, rico en misericordias y piedades, que para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad e infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu Preciosísima Sangre en tanto grado, que después de haber expirado en la Cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca que había quedado en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús mío! ¿Qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto amor? ¿Qué? Ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso, mi Dios, delante del cielo, y de la tierra. Ingratamente Te he agraviado, Te he ofendido con el continuo quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de todo pecador es que se convierta a ti y viva eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón. Pésame, mi Jesús, de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname, mi Jesús, que yo te doy palabra de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de tantas ofensas. Misericordia, Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima Sangre. Amén.

ORACIÓN AL PADRE ETERNO

   ¡Oh Padre Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended benigno y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo, vertida toda en beneficio de sus hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus culpas y pecados, que tanto irritan vuestra divina Justicia, y por respeto suyo perdonadnos, misericordiosísimo Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros y serviros en todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por su Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si es conforme a vuestro divino beneplácito; y si no lo es, conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que agradándoos en todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte, y después de ella os gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.

DÍA PRIMERO - 22 DE JUNIO

MEDITACIÓN: LA CIRCUNCISIÓN DE JESÚS.

   Contempla, alma mía, cómo viendo tu amorosísimo Jesús al mundo tan pobre de celestiales tesoros, deseó con indecibles ansias su socorro, y enriquecerlo con abundancia; y sabiendo muy bien que estos mismos ricos tesoros los tenía dentro de sí, y en sus propias venas, deseaba mucho la hora de comunicarlos; y el excesivo amor que a los hombres tenía, le tenían violento hasta enriquecerlos con ellos, y derramarlos para su bien: porque como el amor es impaciente, no se puede contener ni sabe disimular sus llamas, ni retardar su actividad, y mientras no ve cumplidos sus deseos, un punto de dilación se le hacen mil años; por eso con el amoroso fuego que ardía en su pecho divino hacia sus amados (aunque muy ingratos) los hombres, a los ocho días de su nacimiento, vierte y derrama su Preciosísima Sangre como primicias o señal que les dio de que en su edad crecida, la derramaría con abundancia por su amor. Atiende, alma, la prisa que tu Jesús se da a derramar su Sangre en tan tierna edad, y dile llena de humanidad y agradecimiento: «Señor y Dios mío, ¿para qué tanta prisa? ¿Por qué tan presto derramáis esa vuestra Sangre? ¿Por qué no esperáis a que haya más copia y más vigor en el cuerpo para derramarla?». Y haz cuenta que te dice su amor: «Alma, mi amor no consiente esperas. El fuego del amor no sufre tardanzas: mi caridad aborrece dilaciones. Desde que tuve Sangre en la Encarnación y me uní a la naturaleza humana, estuvo hirviendo en mis venas con las llamas de mi caridad y amor, y está buscando ocasión para salir, y así para desahogar y refrigerar esta llama vierto desde ahora esta poca en testimonio y señal, que toda la he de derramar por tu amor. Aprende a amar, alma mía, y a deshacerte toda en amor de quien tanto te ama».

—Se rezan tres Credos con Gloria Patri.

ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO

   ¡Oh Jesús Dulcísimo de mi corazón! Que no pudiendo sufrir tu grande amor y encendida caridad para con los hombres más esperas ni dilaciones en manifestarla a los mismos hombres, quisiste derramar tu Preciosísima Sangre tan de antemano, que apenas contabas solos ocho días de nacido cuando comenzaste a verterla en prueba y señal de que la derramarías toda con abundancia, hasta no dejar gota de ella en tu cuerpo en llegando el tiempo decretado por tu Eterno Padre: te damos humildes y repetidas gracias por la excesiva caridad con que nos amas, aun con el claro conocimiento de nuestra torpe ingratitud y vil correspondencia. Lávanos pues, Jesús mío, con tu Preciosísima Sangre, y enciende en nuestros helados corazones la dulce llama de tu amor, para emplear todos los instantes de nuestra vida solo en amarte y servirte con la pronta observancia de tu divina ley, y crucifícanos con tu temor santo, para que, acabando la carrera de nuestra vida en gracia, pasemos a gozar el fruto de tu derramada Sangre a la gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.

—Se reza un Ave María a nuestra Señora y se concluye todos los días con esta oración:

   ¡Oh Purísima Virgen María, dignísima Madre de mi Señor Jesucristo! Dígnate, Señora mía, de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el pecado tenia cerradas; y alcánzanos de su Majestad amor a la virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fe Católica; la destrucción de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos de los siglos. Amén. 

La Preciosísima Sangre de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.

GOZOS A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO

 

Pues morís, Padre y Señor,

En una Cruz afrentosa,

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

  

Esposo de sangre hermoso,

Que, en vuestra Circuncisión,

Con ternura y compasión

La derramáis cariñoso:

Y aunque tierno y amoroso

Lloráis por el pecador:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

   

Entre el huerto de las penas,

Entre angustias y agonías,

Dais amante por mil vías

La Sangre de vuestras venas:

Y pues con dulces cadenas

Rendís nuestro desamor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

     

Ríos de Sangre corrieron

De vuestro Cuerpo sagrado,

Cuando a golpes maltratado

Con tanto azote le hirieron:

Toda una llaga os hicieron,

Siendo el hombre el ofensor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

    

Vos de espinas coronado

Tanta Sangre derramáis,

Que casi, mi bien, cegáis,

Todo el rostro ensangrentado:

Y pues tierno y lastimado

Pagáis por vuestro deudor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

      

Al llegar desfallecido

Y sin aliento al Calvario,

Un aleve y temerario

Os arrebata el vestido:

Piel y Sangre, mal herido,

Nos dais en este rigor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

    

Clavos son nuestros delitos,

Que en una Cruz os fijaron,

Y pies y manos rasgaron

Con dolores exquisitos:

La sangre de Abel da gritos

En favor de su agresor:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

    

Difunta vuestra hermosura,

Un ciego, el más atrevido,

El dulce pecho os ha herido,

Derramando con ternura

Raudales de gran dulzura

La Fuente del Salvador:

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

  

Pues morís, Padre y Señor,

En una Cruz afrentosa,

Por vuestra Sangre preciosa,

Dadnos Jesús, vuestro amor.

. Nos redimiste, Señor, con tu Sangre.

. Y nos hiciste un reino para tu Padre y Dios nuestro.

ORACIÓN

   Omnipotente y Sempiterno Dios, que por la Preciosa Sangre de tu Hijo quisiste aplacarte y redimirnos, concédenos te suplicamos, recordarte el precio de nuestra Redención, para que merezcamos alcanzar en esta vida el perdón, y la gloria en la eterna. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

viernes, 23 de junio de 2023

NOVENA EN HONOR A LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO.



Traducción de la Novena publicada en Montreal en 1867, con Imprimátur concedido por Mons. Ignacio Bourget Paradis, Obispo de Montreal.

COMENZAMOS: 20 de junio.

FINALIZAMOS: 28 de junio.

FESTIVIDAD: 29 de junio.


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén. 

. Oh Dios, ven en mi auxilio.

. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN

   Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa, Señor, de todo corazón de haberos ofendido, y propongo firmemente de nunca más pecar, y de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, y restituir y satisfacer si algo debiere; y por vuestro amor perdono a mis enemigos, y ofrezco vuestra santísima Pasión y muerte, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita que me los perdonaréis, por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar hasta la muerte. Amén.


DÍA PRIMERO – 20 DE JUNIO

   Gloriosos Príncipes de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo, que habéis sido los primeros para predicar la doctrina celestial, y quienes primero la pusisteis en práctica; cuyas acciones no tuvieron otro motivo que la divina voluntad, cuya muerte fue un holocausto de la más generosa obediencia, obtened para nosotros, ¡oh discípulos privilegiados de Jesucristo!, ese espíritu evangélico de perfecta obediencia, el cual muestra que somos fieles imitadores de vuestros ejemplos; concedednos que cumplamos la divina voluntad en todas las cosas hasta nuestra muerte, que después de haber seguido fielmente a Jesucristo con vosotros en la tierra, podamos ser recibidos en el Cielo, para cantar las victorias de la divina misericordia, victorias reservadas para los que son verdaderamente obedientes. Amén.

— Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN

   Santísimos Príncipes de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo, nosotros, vuestros siervos humildes y devotos, bendecimos, alabamos y damos gracias a Nuestro Señor Jesucristo por haberos designado como protectores y patronos de la Iglesia Católica. Habéis sido por todo el mundo los primeros predicadores de las verdades evangélicas, los fundadores de la Religión Cristiana, habéis sido los más perfectos modelos de todas las virtudes, y los principales ministros de las grandes misericordias de Dios. Santísimos Príncipes de los Apóstoles, maestros, abogados y padres nuestros, desde las alturas de vuestros resplandecientes tronos donde estáis sentados en el reino celestial, mirad con ojos de misericordia a toda la Iglesia Católica. Que vuestros oídos, que vuestros ojos estén continuamente sobre ella: mirad sus necesidades, escuchad sus oraciones, oíd sus votos. Orad sin cesar e implorad de Dios todo tipo de favores para la Cristiandad. Vosotros la establecisteis, la habéis preservado hasta este día, y también preservaréis en medio de ella la cátedra infalible de las verdades eternas. Extended sobre el que esté sentado en esa cátedra y la gobierna, extended sobre él vuestra mano benévola, y dadle esa espada dorada de la Divinidad, que exterminará gloriosamente a todos los enemigos de la verdad. Que la fe, la paz y la caridad de Jesucristo reinen en este mundo por vuestra intercesión; proteged a todos los habitantes de esta ciudad, a todos los miembros de la diócesis, y concededle que estas mismas virtudes divinas reinen, en medio de nosotros en una forma especial, para que, por vuestra intercesión, nosotros y todos nuestros hermanos en Jesucristo, puedan cumplir Sus preceptos evangélicos y, por tanto, tengan la felicidad de compartir con vosotros el reino eterno. Amén.

 Antífona: En este día subió al patíbulo de la cruz Simón Pedro, en este día voló gozoso a Jesucristo el Portero de los cielos; en este día el Apóstol Pablo, lumbrera del mundo, inclinando la cabeza, fue coronado con el martirio por el nombre de Jesucristo.

. Ellos han anunciado las obras de Dios.

. Y tuvieron entendimiento de Sus obras. 

ORACIÓN

   Oh Señor, atiende nuestras súplicas, y llenos de confianza en tu misericordia, te pedimos en tu bondad, por la intercesión de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, que nos asistas desde tu trono celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


miércoles, 21 de junio de 2023

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO.

Novena escrita por el Padre Ramón Sarabia Barbero CSSR, con aprobación eclesiástica. Los Gozos, de origen valenciano, son tradicionales, sin autor conocido.

COMENZAMOS: 18 de junio.

FINALIZAMOS: 26 de junio.

FESTIVIDAD: 27 de junio.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA

   ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

   Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

   Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

   Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a qué puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

   Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

   Madre mía del Perpetuo Socorro, vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

   Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

   Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida.

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!


DÍA PRIMERO - 18 DE JUNIO

   ¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Madre de Dios. Ese Niño que descansa en Tus Brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios, el Hijo de Dios, Tu Verdadero Hijo… Así lo declaran esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino Infante.

   Te lo anunció el Arcángel San Gabriel cuando te saludó llena de gracia y bendita entre las mujeres…. Lo viste por primera vez cuando en la cueva de Belén salió de Tus Purísimas Entrañas como un rayo de la Divinidad… Tuviste la dicha inefable de llevarlo en Tus Brazos y vivir toda Tu vida en Su compañía. Ni en la cruz quiso que te apartaras de Él….

   ¡Madre de Dios! A cada hora, a cada instante, en todos los climas y bajo todos los siglos, la Santa Iglesia cae rendida a Tus Plantas y proclama este título excelso que es la base de todas Tus grandezas y el fundamento de todos Tus privilegios: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

   Ante la gran Madre de Dios, ¿puede presentarse una ruin y pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de los reyes y de los poderosos cerradas están para los mendigos…, pero abiertas están de par en par las puertas del palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y cuanto más pecadores y desgraciados son, con más piedad y ternura son recibidos.

   Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, de la tierra vengo y sin más títulos que mis miserias me he atrevido a presentarme ante Tu solio maternal…. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras. Fíjate, Señora y Madre mía, en la pena que hoy me trae hasta aquí y verás que todo está perdido, que se han desvanecido todas las esperanzas humanas. Sólo me quedas Tú.

   También un día la reina Ester, que era tu figura, se presentó triste y llorosa ante el rey Asuero. «Señor -le dijo- si he hallado gracia en tu presencia, te pido gracia para mi pueblo injustamente condenado a muerte…». Y la compasiva reina fue escuchada….

   Y yo te digo también a Ti, Madre de Dios, Señora y Madre mía, ten piedad de mí…. Estoy condenado al dolor, al hambre, al trabajo y a las garras de las injusticias humanas.

   Madre del Perpetuo Socorro, nadie Te llamó y lo desamparaste. En Ti confío.

—Rezar tres Avemarías.

INVOCACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

   ¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que, recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

   Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste cómo Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Por tu gozo divino cuando viste cómo Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía, para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Para que mi corazón, agradecido, te amé y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

   Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

ORACIÓN FINAL

   ¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te amé sobre todas las cosas.

   Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispón, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

   Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria: ¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

   ¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida! Amén.

GOZOS EN ALABANZA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

  

Una vez Constantinopla

Toma la morisca atroz,

El viento impío que sopla

Para el devoto, es feroz.

La mediterránea isla

Invade el turco infiel,

Y el católico se aísla,

Huyendo en débil bajel.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

Si yendo de Creta a Roma

Va un rico mercader,

Y tu poder olas doma

Evitando el perecer,

Y calmas las tempestades

Del enfurecido mar…

Conociendo tus bondades

Debo en Ti, Virgen, confiar.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

Entre el templo de María

Y el de San Juan de Letrán

Te instalan, ¡oh Madre pía!,

Y allá los devotos van.

En pos de la Imagen Santa

En ferviente procesión,

Multitud enorme canta,

Entre incienso y oración.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

Con triste pesar y asombro,

El templo de San Mateo

Queda reducido a escombro,

Por intenso bombardeo.

Después de trescientos años

De culto y veneración,

Por intereses extraños

Lo eclipsa Napoleón.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

El famoso Cuadro oculto

Medio siglo, en un rincón,

Sin templo, altar, ni culto,

Queda sin veneración,

Le honran devotamente,

Guardado bajo dosel

Fray Orsetti solamente

Y el lazarillo Miguel.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

Y los Padres Agustinos

Buscando al Cuadro un altar,

Van recorriendo caminos

Hasta encontrarle un hogar.

No tienen un lugar previo

Y lo llevan con afán

Al templo de San Eusebio,

Con permiso del Deán.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

Según dicen los cronistas,

A instancia de Fray Maurón,

A Padres Redentoristas

Da Pio Nono posesión

Del Cuadro, que en oratorio

Se le da gran devoción

Y en el templo de Ligorio

Crece la veneración.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

El culto empezado en Roma

Ya no es devoción local,

Pues por Patrona te toma

Una gran parte mundial.

Si perpetuamente ayudas

A quien te invoca con fervor,

Para tus fieles, no hay dudas,

Que atenderás su clamor.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

  

Postrados con fe a tus plantas

Escucha nuestra oración,

Y Tú que das gracias tantas,

Mándanos tu bendición,

Siendo nuestra bienhechora,

Hasta la hora final,

Empujándonos, Señora,

A la Gloria Celestial.

Del Perpetuo Socorro

Déjame participar:

¡Virgen mía!, a ti me acojo

Fiando me has de ayudar.

. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

. Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN

   Señor Jesucristo, que nos has dado por Madre pronta siempre a socorrernos, a tu Madre María, cuya imagen insigne veneramos; te rogamos que, implorando sin cesar su ayuda maternal, merezcamos experimentar perpetuamente los frutos de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.