Novena
dispuesta por un clérigo de la diócesis de Barcelona, y publicado en esa ciudad
por la imprenta de Valentín Torrás en 1844.
SE CELEBRA GENERALMENTE EL SEGUNDO DOMINGO DE NOVIEMBRE.
AL LECTOR
La Iglesia nuestra Madre recomienda eficazmente a todos los
cristianos la devoción a la Virgen Santísima, y apoyada en su poderoso
patrocinio, procura inspirarles una verdadera y sólida confianza hacia esta
Señora; y
efectivamente la fe y aun una feliz experiencia nos atestigua todos los días,
con cuánta razón debemos esperar de su firme amparo toda suerte de gracias y
beneficios. Debemos pues esforzarnos, cuanto esté de nuestra parte, a mantener
a esta poderosa y eficaz Protectora la devoción más tierna, pero no una
devoción estéril que consista únicamente en exterioridad y apariencia, sino que
esté fundada en la fiel imitación de sus virtudes. Ningún efecto podemos
prometernos de su poderoso patrocinio si no imprimimos en nuestro corazón esta
saludable máxima, y la acreditamos con la bondad y rectitud de nuestros hechos;
como lo evidencia el mismo sagrado libro de la ley divina, en donde está
escrito: LA FE SIN LAS OBRAS, ESTÁ MUERTA. A
este fin, pues, dedicamos a la Virgen Madre bajo el
título del Patrocinio este devoto novenario, se propone en cada día una de las
principales virtudes que practicó durante su vida mortal, para que esmerándonos
muy particularmente sus devotos en seguir su ejemplo, podamos experimentar los
suaves efectos del poder y valimiento que tan justamente ejerce con su divino
Hijo.
Para
consuelo de los fieles, conviene saber: que, en orden
a la institución de esta fiesta, el Rey Felipe VI solicitó del Papa Alejandro
VII a mediados del siglo XVII una bula por la cual se estableciese en España
una fiesta anual en memoria y agradecimiento del Patrocinio de María Santísima;
y el citado Sumo Pontífice, la concedió en Roma en el día 28 de julio de 1656.
Para promover más la devoción el mismo Santo Padre Indulgencia plenaria y
remisión de todos sus pecados a todos los fieles de uno y otro sexo, que
verdaderamente contritos y arrepentidos, confesaren y comulgaren en el día del
Patrocinio de Nuestra Señora, asistiesen a la Misa mayor y rogasen a Dios por
los fines y necesidades de la Santa Iglesia. Esta festividad, que se asignó al segundo domingo de Noviembre,
estriba en un principio de fe, dice el sabio Pontífice Benedicto XIV, a saber: que María Santísima intercede por nosotros haciendo
oración en los Cielos a su hijo Jesucristo; así es que será tanto más eficaz y
poderoso este patrocinio, cuanto mayores serán las razones, para que sean oídas
nuestras súplicas. Y, ¿qué mayores pueden ser nuestras razones, Lector piadoso,
cuando afectan tan profundamente nuestro espíritu, las aflicciones de nuestra
Santa Madre la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, insultada de tantos
blasfemos, e impugnados sus dogmas por la malignidad de folletos escandalosos e
impíos? ¿Cuando observamos con la mayor amargura conculcados sus preceptos, en
especial el que manda la observancia de los días festivos, en que, por algunos,
tan osadamente se apura el escándalo? ¿Cuándo la desmoralización se ha
extendido por desgracia tan generalmente, hasta llegar su perversa semilla a
inficionar el corazón de niños tiernos, en los cuales la malicia se adelanta a
la edad? Busquemos pues la gracia, dice el verdadero devoto de María San Bernardo, y busquémosla en
la Madre de Dios; pues esta Señora halla siempre lo que busca, ni pueden jamás
quedar frustradas nuestras diligencias.
Como
un humilde obsequio a nuestra Madre y protectora la Virgen María, he procurado
arreglar este sucinto novenario, escrito a propósito muy llano, para la más
fácil inteligencia de la gente sencilla; hallarás en él, no lo dudo, muchas
faltas: pero disimula benigno, y persuádete de la pura intención y vivo deseo
con que, por tu bien y aprovechamiento espiritual, te lo ofrece el más indigno
de los Ministros del Señor,
NOVENA EN
HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL PATROCINIO
Puesto
humildemente de rodillas en presencia de una imagen de María Santísima, hecha
la señal de la Cruz y con viva fe y firme confianza en su poderosa protección,
hará fervorosamente el siguiente
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos
Señor
✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE RECONOCIMIENTO Y
CONTRICIÓN
Dulcísimo Redentor
mío: humildemente a vuestras sagradas plantas, vengo a implorar por
medio de la protección de vuestra divina Madre, el auxilio de vuestra infinita
clemencia; no solo por las necesidades que acongojan mi pobre alma y la de mi
prójimo, sino también por las que angustian a vuestra Santa Iglesia. Con el más
vivo sentimiento de mi corazón, confieso que estoy muy lejos de merecer vuestra
piedad, por la multitud y gravedad de mis culpas que, aunque lavadas con el
saludable baño de la penitencia mediante el socorro de vuestra divina gracia,
pero jamás me he esmerado en corresponder fielmente a vuestras santas
inspiraciones; he vivido con suma tibieza y en tan amarga indiferencia, he
permanecido hasta ahora ingrato a los inmensos beneficios de que me habéis
colmado. Mas, ¡oh Jesús de mi alma!, ¡Oh Dios de mi
corazón!, siento íntimamente el haberos ofendido por ser Vos quien sois,
Bondad infinita y Bien inmenso; me pesa de corazón haber traspasado vuestra
divina ley, confuso del todo me hallo en vuestra divina presencia, al acordarme
que vuestra misericordia ha tolerado tan benignamente mis desacatos; mi refugio
es volverme, como lo hago, al trono de vuestra infinita piedad, pidiéndoos
perdón de todas mis ingratitudes en virtud de los méritos de vuestra
dolorosísima Pasión y muerte en cruz. Propongo firmemente portarme en
adelante con más fidelidad y fervor en vuestro santo servicio, renunciando al
Mundo, Demonio y Carne, y detestando sus inicuas sugestiones; a cuyo fin os
renuevo, ¡oh mi
buen Jesús!, la sagrada fidelidad que por mi parte se os
hizo en el santo Bautismo, y perseverar, ayudándome vuestra gracia, en vuestro
santo temor y agrado todos los instantes de mi vida. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS
¡Oh Virgen Santísima llena de poder y
majestad!, siempre que registro el fondo de mi
corazón, y hállole manchado con las feas culpas que le dominan, se apodera de
mí un frío temblor, temiendo que el azote de un Dios vengador castigue mi alma
con una eterna condenación; pero cuando levanto los ojos a Vos, y considero que
sois mi Madre y Protectora, renace en mi interior el consuelo, y lleno de
júbilo y alegría, concibo vivamente la esperanza de salvarme. Sí, dulce Madre
mía: Vos sois nuestra Protectora, y como tal dice un fiel siervo vuestro, sois
la escala por donde suben al Cielo los pecadores. Vos sois la tesorera del
Cielo y dispensadora de las gracias, y por medio de vuestro poderoso
patrocinio, llegan hasta nosotros las que vuestro divino Hijo reparte sobre la
tierra. Protegednos, Virgen Santa, y dignaos aplicar un eficaz remedio a todas
nuestras necesidades espirituales y temporales, y una paz sólida y verdadera,
aquella paz cristiana que llena los deseos y tranquiliza el alma de los que
fielmente siguen las huellas que nos dejó trazadas vuestro Hijo crucificado.
Como Madre de suavidad y de misericordia, ablandad los corazones empedernidos
de los que vomitan tantas blasfemias contra lo más sagrado de nuestra Religión
sacrosanta; de tantos sacrílegos, que con horrible escándalo han perpetrado los
más aleves atentados. Patrocinadnos a todos, Virgen piadosísima:
a los pecadores, para que salgan del tenebroso caos de la culpa; a los tibios,
que dejen ese funesto estado y os sirvan con fidelidad; y a los fervorosos,
dadles una sólida perseverancia en el bien obrar; a cuyo fin os dedico, Madre
mía, el ejercicio de estos nueve días, que consagro a vuestra reverencia y
obsequio; suplicándoos rendidamente que os dignéis comunicarme aquel espíritu
de verdadera devoción, y demás disposiciones necesarias para practicarlo con el
debido fruto. Amén.
DÍA PRIMERO
En este
día obsequiemos a María por su amor a Dios, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.
¡Oh María, dulce
protectora mía! ¡Cuán ardiente es el amor
que profesáis al Hijo de vuestras entrañas, pues siendo este Señor un Bien
infinito, no ha habido ni puede haber en el mundo otra criatura que, como Vos,
tuviese un conocimiento más cabal de sus atributos y perfecciones, y por
consiguiente de cuánto merece ser amado! Nadie ha recibido más gracias
ni beneficios que Vos, Madre mía, de su inmensa beneficencia; y nadie tampoco
le ha sido tan fiel y tan amante. ¡Qué caridad tan
encendida abrasaba vuestro Inmaculado Corazón! ¡Qué luces tan brillantes del
divino amor, resplandecían en vuestro espíritu! ¡Oh amantísima Señora!, enajenados
vuestros sentidos con el embeleso de este santo amor, teníais incesantemente en
vuestro casto Corazón y purísimos labios, estos sentimientos de la Esposa de
los Cánticos: ¡Mi amado para mí, y yo para él! De
este modo correspondíais a la estrecha unión y amor, que merecéis a vuestro
hijo; dando muestras de gozar siempre de su augusta y suave presencia. Este
singular amor es el que siempre ha ocupado vuestro Corazón, y cuya laudable
circunstancia es la que principalmente me propongo imitar de Vos, Madre tierna,
por ser el ejercicio más noble de todas las virtudes, el alma y perfección de
todas ellas. Haced pues, Señora, que sin reserva alguna sepa entregarme del todo
a mi Dios, que le ame con toda la efusión de mi espíritu, y que jamás llegue a
desear cosa alguna que me aparte de este amor; siendo éste el motivo dominante
de mi conducta. A este fin propongo firmemente ser más exacto en el
cumplimiento de su santísima ley, no perdiendo de vista cuánto por su inmensa
grandeza merece ser amado, glorificado y servido, y los innumerables beneficios
que así de naturaleza como de gracia he recibido de su infinita liberalidad; y
constante hasta morir en esta práctica cristiana, pueda continuar en el Cielo
amándole, en unión con Vos, por toda una eternidad. Alcanzadme,
Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para
mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
—Aquí cada
cual pedirá a la Virgen la gracia que desea alcanzar; y luego se rezará siete
veces el Padre nuestro, Ave María con Gloria Patri en honor del Patrocinio de
María Santísima, y se concluye con la siguiente oración.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS
LOS DÍAS.
Soberana Emperatriz de Cielos y tierra: ya que por
felicidad mía puedo gloriarme con el dichoso título de hijo vuestro, admitid
con benignidad mis humildes súplicas, y elevadlas como activa protectora al
trono de vuestro Hijo Jesucristo, para su feliz y pronto despacho. Por la
excelencia de vuestras virtudes merecisteis ser Madre de Dios, y esta insigne
dignidad os constituye en un estado de grandeza y protección, por las cuales no
hay gracia que os sea imposible, peligro ni tentación de que no libertéis,
necesidad y aflicción que no aliviéis. Por ser Madre de Dios, justamente sois
llamada Madre de misericordia, Medianera de los pecadores, Reparadora del
Mundo, Redentora de cautivos, Áncora firme de nuestra esperanza y Puerto seguro
de nuestra salvación. Qué dicha para nosotros, oh dulcísima Señora, el poder
exclamar con un santo Padre: que tenemos una Abogada que está en el Cielo con
anticipación, la cual, como Madre del Juez y Madre de clemencia, trata con la
mayor eficacia los negocios de nuestra salud; motivo por el cual sois nuestra
intercesora, por quien recibimos en nuestras moradas al mismo Jesucristo.
Favorecednos, Señora, con vuestro poderoso amparo; Vos podéis hacerlo: y, por
lo tanto, después de Dios, en vuestros auxilios ponemos toda nuestra confianza,
seguros que, por vuestra mediación, alcanzaremos lo que humildemente os
suplicamos. Vos sois, Madre cariñosa, la Ester graciosa destinada a proteger
esta Ciudad, y todo el resto de España, y alcanzar la revocación de la
sentencia de exterminio, cuando por la rebeldía de sus desviados, esté para
ejecutarla el divino Asuero. Sois la prudente Abigaíl que sale al encuentro,
cuando como otro David irritado, desenvaina la espada de la divina justicia,
para castigar la ingratitud de tantos Nabales. Sois la fervorosa Tecuita, que
oráis con la mayor eficacia, y os interesáis a fin de que los Absalones, esto
es los pecadores, se arrepientan y conviertan enteramente. Sois, en fin, divina
Señora, un todo para nosotros, pues sois nuestra Madre destinada expresamente
por el mismo Jesucristo, en la persona de San Juan. Dignaos, pues, darnos una
mirada compasiva, y alcanzad para todos los Cristianos la
inestimable prenda de celestiales bendiciones, y en especial para estos devotos
vuestros; para que prosperando todos como verdaderos protegidos de tan poderosa
Abogada en la práctica de las virtudes, de que sois un fiel dechado, merezcamos
vuestro socorro en esta vida y sobre todo en la hora de la muerte; para
acompañaros en el Cielo, dando las debidas alabanzas a Jesús Cristo y a Vos,
digna Madre suya, por toda una eternidad. Amén.
Antífona: Santa María, socorre a los miserables,
anima a los pusilánimes, fortalece a los flacos, ruega por el pueblo, pide por
el clero, intercede por las mujeres devotas: experimenten los efectos de tu
asistencia y amparo todos aquellos que veneran solemnemente tu santo
Patrocinio.
℣.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
℟.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
Cristo.
ORACIÓN
Concédenos te
suplicamos, Señor Dios, a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud
de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la Bienaventurada siempre
Virgen María, vernos libres de las tristezas presentes, y conseguir las
alegrías eternas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
LETRILLA MÍSTICA AL
GLORIOSO PATROCINIO DE NUESTRA SEÑORA LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
De
la vida en las peleas,
De
que el santo Job gemía,
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Hasta
el Líbano volaste,
Águila
de grandes alas,
Y
del cedro nos regalas
La
médula que sacaste:
La
médula en que granjeas
Mi
salud, oh Virgen pía:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Del
seno del Eternal
Acá
el Verbo nos trajiste,
Pues
de carne le vestiste
En
tu seno virginal:
Madre
y Virgen, dos libreas
Vistes
desde aquel día:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Cuando
al Padre te presentas
Con
tan rica vestidura,
De
su Hijo la sangre pura,
Que
es sangre tuya, le ostentas;
Y
dando Él lo que deseas
Añade
con melodía:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Contigo
tan generoso
Si
el Padre se muestra; ¿cuánto
En el
Espíritu Santo
Lo será el
amor de Esposo?
Pues
tú sola me recreas,
Repite,
¡oh paloma
mía!
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Muy
mejor que Salomón,
Pedid
Madre, el Hijo dice,
Que
de mi piedad desdice
Desechar
tu petición:
Antes
bien otorgar creas
Que
es mi gloria y mi alegría:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Como
rueda de Ezequiel
De
mil ojos matizada,
De
mil ojos la mirada
Tiendes
sobre el pueblo fiel:
No
hay miseria que no veas
Y
no alivie tu valía:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
¿Qué de
bienes generosa
No
derramas en la tierra?
¿Qué de
males no destierra
Tu derecha
poderosa?
Por
ti se vencen peleas,
Tú
aniquilas la herejía:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
¿Cuantos
eran ya despojo
Del tartáreo
gavilán,
Y a tu
maternal afán
Los cedió
el divino enojo?
De
tu gloria estas preseas
Son
la rica pedrería:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Más
del Juicio a las señales
En
la luna, sol y estrellas,
De
pavor dando querellas
Están
secos los mortales:
¿A quién,
almas, como reas,
Clamaréis
en la agonía?
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Levantad
vuestra cabeza,
Llega
vuestra redención,
De
una gran constelación
Se
aparece la belleza:
Cedan
las señales feas
De
estotra a la bizarría:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
La
Mujer del sol vestida,
Que,
de estrellas coronada,
De
la luna está calzada,
Es
el gran signo de vida:
En
sus manos tus tareas
Y
tu suerte, oh alma, fía:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
¿Del Juez a
la Majestad
Tu temblor
ya se anticipa?
Mira
al Iris que disipa
De
su ira la tempestad:
Lejos,
lejos las ideas
Del
terror que te afligía:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Sí,
sí, oh Virgen, a ti acudo,
A
tí clama el pecho mío,
Tu
clemencia y poderío:
Es
mi doble fuerte escudo:
Tú
me guarda de las teas
Y
quebranto de aquel día:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
De
Jesús al diestro lado,
Madre
mía, me coloca,
Y
oiga allí yo de su boca:
Ven
al reino preparado:
Para
siempre le poseas
Cual
don de mi Madre pía:
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
Pues,
gran Reina, señoreas
Al
pueblo que en ti confía,
Invencible
escudo seas,
Patrocinio
de María.
℣.
La gracia se difunde por tus labios.
℟.
Porque el Señor te bendijo para siempre.
ORACIÓN
Habiendo
recibido la sagrada prenda de nuestra salvación, concédenos
te suplicamos, Señor, que merezcamos ser amparados en todo lugar y tiempo con
la protección de la bienaventurada siempre Virgen María, en cuyo obsequio te
hemos ofrecido estos dones. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.