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miércoles, 13 de noviembre de 2024

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL PATROCINIO.

 




Novena dispuesta por un clérigo de la diócesis de Barcelona, y publicado en esa ciudad por la imprenta de Valentín Torrás en 1844.

 

SE CELEBRA GENERALMENTE EL SEGUNDO DOMINGO DE NOVIEMBRE.

  

AL LECTOR

La Iglesia nuestra Madre recomienda eficazmente a todos los cristianos la devoción a la Virgen Santísima, y apoyada en su poderoso patrocinio, procura inspirarles una verdadera y sólida confianza hacia esta Señora; y efectivamente la fe y aun una feliz experiencia nos atestigua todos los días, con cuánta razón debemos esperar de su firme amparo toda suerte de gracias y beneficios. Debemos pues esforzarnos, cuanto esté de nuestra parte, a mantener a esta poderosa y eficaz Protectora la devoción más tierna, pero no una devoción estéril que consista únicamente en exterioridad y apariencia, sino que esté fundada en la fiel imitación de sus virtudes. Ningún efecto podemos prometernos de su poderoso patrocinio si no imprimimos en nuestro corazón esta saludable máxima, y la acreditamos con la bondad y rectitud de nuestros hechos; como lo evidencia el mismo sagrado libro de la ley divina, en donde está escrito: LA FE SIN LAS OBRAS, ESTÁ MUERTA. A este fin, pues, dedicamos a la Virgen Madre bajo el título del Patrocinio este devoto novenario, se propone en cada día una de las principales virtudes que practicó durante su vida mortal, para que esmerándonos muy particularmente sus devotos en seguir su ejemplo, podamos experimentar los suaves efectos del poder y valimiento que tan justamente ejerce con su divino Hijo.

 

Para consuelo de los fieles, conviene saber: que, en orden a la institución de esta fiesta, el Rey Felipe VI solicitó del Papa Alejandro VII a mediados del siglo XVII una bula por la cual se estableciese en España una fiesta anual en memoria y agradecimiento del Patrocinio de María Santísima; y el citado Sumo Pontífice, la concedió en Roma en el día 28 de julio de 1656. Para promover más la devoción el mismo Santo Padre Indulgencia plenaria y remisión de todos sus pecados a todos los fieles de uno y otro sexo, que verdaderamente contritos y arrepentidos, confesaren y comulgaren en el día del Patrocinio de Nuestra Señora, asistiesen a la Misa mayor y rogasen a Dios por los fines y necesidades de la Santa Iglesia. Esta festividad, que se asignó al segundo domingo de Noviembre, estriba en un principio de fe, dice el sabio Pontífice Benedicto XIV, a saber: que María Santísima intercede por nosotros haciendo oración en los Cielos a su hijo Jesucristo; así es que será tanto más eficaz y poderoso este patrocinio, cuanto mayores serán las razones, para que sean oídas nuestras súplicas. Y, ¿qué mayores pueden ser nuestras razones, Lector piadoso, cuando afectan tan profundamente nuestro espíritu, las aflicciones de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, insultada de tantos blasfemos, e impugnados sus dogmas por la malignidad de folletos escandalosos e impíos? ¿Cuando observamos con la mayor amargura conculcados sus preceptos, en especial el que manda la observancia de los días festivos, en que, por algunos, tan osadamente se apura el escándalo? ¿Cuándo la desmoralización se ha extendido por desgracia tan generalmente, hasta llegar su perversa semilla a inficionar el corazón de niños tiernos, en los cuales la malicia se adelanta a la edad? Busquemos pues la gracia, dice el verdadero devoto de María San Bernardo, y busquémosla en la Madre de Dios; pues esta Señora halla siempre lo que busca, ni pueden jamás quedar frustradas nuestras diligencias.

  

Como un humilde obsequio a nuestra Madre y protectora la Virgen María, he procurado arreglar este sucinto novenario, escrito a propósito muy llano, para la más fácil inteligencia de la gente sencilla; hallarás en él, no lo dudo, muchas faltas: pero disimula benigno, y persuádete de la pura intención y vivo deseo con que, por tu bien y aprovechamiento espiritual, te lo ofrece el más indigno de los Ministros del Señor,

 

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL PATROCINIO

 

Puesto humildemente de rodillas en presencia de una imagen de María Santísima, hecha la señal de la Cruz y con viva fe y firme confianza en su poderosa protección, hará fervorosamente el siguiente

   

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

    

ACTO DE RECONOCIMIENTO Y CONTRICIÓN

 

   Dulcísimo Redentor mío: humildemente a vuestras sagradas plantas, vengo a implorar por medio de la protección de vuestra divina Madre, el auxilio de vuestra infinita clemencia; no solo por las necesidades que acongojan mi pobre alma y la de mi prójimo, sino también por las que angustian a vuestra Santa Iglesia. Con el más vivo sentimiento de mi corazón, confieso que estoy muy lejos de merecer vuestra piedad, por la multitud y gravedad de mis culpas que, aunque lavadas con el saludable baño de la penitencia mediante el socorro de vuestra divina gracia, pero jamás me he esmerado en corresponder fielmente a vuestras santas inspiraciones; he vivido con suma tibieza y en tan amarga indiferencia, he permanecido hasta ahora ingrato a los inmensos beneficios de que me habéis colmado. Mas, ¡oh Jesús de mi alma!, ¡Oh Dios de mi corazón!, siento íntimamente el haberos ofendido por ser Vos quien sois, Bondad infinita y Bien inmenso; me pesa de corazón haber traspasado vuestra divina ley, confuso del todo me hallo en vuestra divina presencia, al acordarme que vuestra misericordia ha tolerado tan benignamente mis desacatos; mi refugio es volverme, como lo hago, al trono de vuestra infinita piedad, pidiéndoos perdón de todas mis ingratitudes en virtud de los méritos de vuestra dolorosísima Pasión y muerte en cruz. Propongo firmemente portarme en adelante con más fidelidad y fervor en vuestro santo servicio, renunciando al Mundo, Demonio y Carne, y detestando sus inicuas sugestiones; a cuyo fin os renuevo, ¡oh mi buen Jesús!, la sagrada fidelidad que por mi parte se os hizo en el santo Bautismo, y perseverar, ayudándome vuestra gracia, en vuestro santo temor y agrado todos los instantes de mi vida. Amén.

  

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 

   ¡Oh Virgen Santísima llena de poder y majestad!, siempre que registro el fondo de mi corazón, y hállole manchado con las feas culpas que le dominan, se apodera de mí un frío temblor, temiendo que el azote de un Dios vengador castigue mi alma con una eterna condenación; pero cuando levanto los ojos a Vos, y considero que sois mi Madre y Protectora, renace en mi interior el consuelo, y lleno de júbilo y alegría, concibo vivamente la esperanza de salvarme. Sí, dulce Madre mía: Vos sois nuestra Protectora, y como tal dice un fiel siervo vuestro, sois la escala por donde suben al Cielo los pecadores. Vos sois la tesorera del Cielo y dispensadora de las gracias, y por medio de vuestro poderoso patrocinio, llegan hasta nosotros las que vuestro divino Hijo reparte sobre la tierra. Protegednos, Virgen Santa, y dignaos aplicar un eficaz remedio a todas nuestras necesidades espirituales y temporales, y una paz sólida y verdadera, aquella paz cristiana que llena los deseos y tranquiliza el alma de los que fielmente siguen las huellas que nos dejó trazadas vuestro Hijo crucificado. Como Madre de suavidad y de misericordia, ablandad los corazones empedernidos de los que vomitan tantas blasfemias contra lo más sagrado de nuestra Religión sacrosanta; de tantos sacrílegos, que con horrible escándalo han perpetrado los más aleves atentados. Patrocinadnos a todos, Virgen piadosísima: a los pecadores, para que salgan del tenebroso caos de la culpa; a los tibios, que dejen ese funesto estado y os sirvan con fidelidad; y a los fervorosos, dadles una sólida perseverancia en el bien obrar; a cuyo fin os dedico, Madre mía, el ejercicio de estos nueve días, que consagro a vuestra reverencia y obsequio; suplicándoos rendidamente que os dignéis comunicarme aquel espíritu de verdadera devoción, y demás disposiciones necesarias para practicarlo con el debido fruto. Amén.

  


DÍA PRIMERO

 

En este día obsequiemos a María por su amor a Dios, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

   ¡Oh María, dulce protectora mía! ¡Cuán ardiente es el amor que profesáis al Hijo de vuestras entrañas, pues siendo este Señor un Bien infinito, no ha habido ni puede haber en el mundo otra criatura que, como Vos, tuviese un conocimiento más cabal de sus atributos y perfecciones, y por consiguiente de cuánto merece ser amado! Nadie ha recibido más gracias ni beneficios que Vos, Madre mía, de su inmensa beneficencia; y nadie tampoco le ha sido tan fiel y tan amante. ¡Qué caridad tan encendida abrasaba vuestro Inmaculado Corazón! ¡Qué luces tan brillantes del divino amor, resplandecían en vuestro espíritu! ¡Oh amantísima Señora!, enajenados vuestros sentidos con el embeleso de este santo amor, teníais incesantemente en vuestro casto Corazón y purísimos labios, estos sentimientos de la Esposa de los Cánticos: ¡Mi amado para mí, y yo para él! De este modo correspondíais a la estrecha unión y amor, que merecéis a vuestro hijo; dando muestras de gozar siempre de su augusta y suave presencia. Este singular amor es el que siempre ha ocupado vuestro Corazón, y cuya laudable circunstancia es la que principalmente me propongo imitar de Vos, Madre tierna, por ser el ejercicio más noble de todas las virtudes, el alma y perfección de todas ellas. Haced pues, Señora, que sin reserva alguna sepa entregarme del todo a mi Dios, que le ame con toda la efusión de mi espíritu, y que jamás llegue a desear cosa alguna que me aparte de este amor; siendo éste el motivo dominante de mi conducta. A este fin propongo firmemente ser más exacto en el cumplimiento de su santísima ley, no perdiendo de vista cuánto por su inmensa grandeza merece ser amado, glorificado y servido, y los innumerables beneficios que así de naturaleza como de gracia he recibido de su infinita liberalidad; y constante hasta morir en esta práctica cristiana, pueda continuar en el Cielo amándole, en unión con Vos, por toda una eternidad. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Aquí cada cual pedirá a la Virgen la gracia que desea alcanzar; y luego se rezará siete veces el Padre nuestro, Ave María con Gloria Patri en honor del Patrocinio de María Santísima, y se concluye con la siguiente oración.

  

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

 

   Soberana Emperatriz de Cielos y tierra: ya que por felicidad mía puedo gloriarme con el dichoso título de hijo vuestro, admitid con benignidad mis humildes súplicas, y elevadlas como activa protectora al trono de vuestro Hijo Jesucristo, para su feliz y pronto despacho. Por la excelencia de vuestras virtudes merecisteis ser Madre de Dios, y esta insigne dignidad os constituye en un estado de grandeza y protección, por las cuales no hay gracia que os sea imposible, peligro ni tentación de que no libertéis, necesidad y aflicción que no aliviéis. Por ser Madre de Dios, justamente sois llamada Madre de misericordia, Medianera de los pecadores, Reparadora del Mundo, Redentora de cautivos, Áncora firme de nuestra esperanza y Puerto seguro de nuestra salvación. Qué dicha para nosotros, oh dulcísima Señora, el poder exclamar con un santo Padre: que tenemos una Abogada que está en el Cielo con anticipación, la cual, como Madre del Juez y Madre de clemencia, trata con la mayor eficacia los negocios de nuestra salud; motivo por el cual sois nuestra intercesora, por quien recibimos en nuestras moradas al mismo Jesucristo. Favorecednos, Señora, con vuestro poderoso amparo; Vos podéis hacerlo: y, por lo tanto, después de Dios, en vuestros auxilios ponemos toda nuestra confianza, seguros que, por vuestra mediación, alcanzaremos lo que humildemente os suplicamos. Vos sois, Madre cariñosa, la Ester graciosa destinada a proteger esta Ciudad, y todo el resto de España, y alcanzar la revocación de la sentencia de exterminio, cuando por la rebeldía de sus desviados, esté para ejecutarla el divino Asuero. Sois la prudente Abigaíl que sale al encuentro, cuando como otro David irritado, desenvaina la espada de la divina justicia, para castigar la ingratitud de tantos Nabales. Sois la fervorosa Tecuita, que oráis con la mayor eficacia, y os interesáis a fin de que los Absalones, esto es los pecadores, se arrepientan y conviertan enteramente. Sois, en fin, divina Señora, un todo para nosotros, pues sois nuestra Madre destinada expresamente por el mismo Jesucristo, en la persona de San Juan. Dignaos, pues, darnos una mirada compasiva, y alcanzad para todos los Cristianos la inestimable prenda de celestiales bendiciones, y en especial para estos devotos vuestros; para que prosperando todos como verdaderos protegidos de tan poderosa Abogada en la práctica de las virtudes, de que sois un fiel dechado, merezcamos vuestro socorro en esta vida y sobre todo en la hora de la muerte; para acompañaros en el Cielo, dando las debidas alabanzas a Jesús Cristo y a Vos, digna Madre suya, por toda una eternidad. Amén.

 

Antífona: Santa María, socorre a los miserables, anima a los pusilánimes, fortalece a los flacos, ruega por el pueblo, pide por el clero, intercede por las mujeres devotas: experimenten los efectos de tu asistencia y amparo todos aquellos que veneran solemnemente tu santo Patrocinio.

  

. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

 

ORACIÓN

 

   Concédenos te suplicamos, Señor Dios, a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las tristezas presentes, y conseguir las alegrías eternas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

  

LETRILLA MÍSTICA AL GLORIOSO PATROCINIO DE NUESTRA SEÑORA LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

  

De la vida en las peleas,

De que el santo Job gemía,

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

  

Hasta el Líbano volaste,

Águila de grandes alas,

Y del cedro nos regalas

La médula que sacaste:

La médula en que granjeas

Mi salud, oh Virgen pía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Del seno del Eternal

Acá el Verbo nos trajiste,

Pues de carne le vestiste

En tu seno virginal:

Madre y Virgen, dos libreas

Vistes desde aquel día:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Cuando al Padre te presentas

Con tan rica vestidura,

De su Hijo la sangre pura,

Que es sangre tuya, le ostentas;

Y dando Él lo que deseas

Añade con melodía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Contigo tan generoso

Si el Padre se muestra; ¿cuánto

En el Espíritu Santo

Lo será el amor de Esposo?

Pues tú sola me recreas,

Repite, ¡oh paloma mía!

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Muy mejor que Salomón,

Pedid Madre, el Hijo dice,

Que de mi piedad desdice

Desechar tu petición:

Antes bien otorgar creas

Que es mi gloria y mi alegría:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Como rueda de Ezequiel

De mil ojos matizada,

De mil ojos la mirada

Tiendes sobre el pueblo fiel:

No hay miseria que no veas

Y no alivie tu valía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

¿Qué de bienes generosa

No derramas en la tierra?

¿Qué de males no destierra

Tu derecha poderosa?

Por ti se vencen peleas,

Tú aniquilas la herejía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

¿Cuantos eran ya despojo

Del tartáreo gavilán,

Y a tu maternal afán

Los cedió el divino enojo?

De tu gloria estas preseas

Son la rica pedrería:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Más del Juicio a las señales

En la luna, sol y estrellas,

De pavor dando querellas

Están secos los mortales:

¿A quién, almas, como reas,

Clamaréis en la agonía?

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Levantad vuestra cabeza,

Llega vuestra redención,

De una gran constelación

Se aparece la belleza:

Cedan las señales feas

De estotra a la bizarría:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

La Mujer del sol vestida,

Que, de estrellas coronada,

De la luna está calzada,

Es el gran signo de vida:

En sus manos tus tareas

Y tu suerte, oh alma, fía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

¿Del Juez a la Majestad

Tu temblor ya se anticipa?

Mira al Iris que disipa

De su ira la tempestad:

Lejos, lejos las ideas

Del terror que te afligía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Sí, sí, oh Virgen, a ti acudo,

A tí clama el pecho mío,

Tu clemencia y poderío:

Es mi doble fuerte escudo:

Tú me guarda de las teas

Y quebranto de aquel día:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

De Jesús al diestro lado,

Madre mía, me coloca,

Y oiga allí yo de su boca:

Ven al reino preparado:

Para siempre le poseas

Cual don de mi Madre pía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Pues, gran Reina, señoreas

Al pueblo que en ti confía,

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

. La gracia se difunde por tus labios.

. Porque el Señor te bendijo para siempre.

  

ORACIÓN

 

   Habiendo recibido la sagrada prenda de nuestra salvación, concédenos te suplicamos, Señor, que merezcamos ser amparados en todo lugar y tiempo con la protección de la bienaventurada siempre Virgen María, en cuyo obsequio te hemos ofrecido estos dones. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.