COMENZAMOS:
13 de marzo.
FINALIZAMOS:
21 de marzo (fecha de su festividad).
Aviso: Antes de la Novena es muy conveniente
que las personas que deseen practicar este piadoso ejercicio determinen
exactamente las gracias o favores que desean alcanzar de Dios por intercesión
del Santo.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre,
y del Hijo ✠,
y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición.
Señor mío Jesucristo, que
quisiste tomar forma de siervo y nacer de una Virgen Purísima, muriendo en una
cruz para librarme del pecado y del infierno, acordaos de vuestra infinita
caridad, ten piedad de mí, pobre pecador, que, oprimido con el peso de mis culpas
y confesando su malicia, me arrepiento de ellas, y me pesa de lo íntimo de mi
corazón de haberlas cometido, por ser ofensas a vuestra bondad inmensa, a quien
amo sobre todas las cosas. Propongo firmemente, con el auxilio de vuestra
gracia, nunca más pecar. Haced, Señor, por los méritos e intercesión de vuestro
fiel siervo San Benito que no me rinda a las asechanzas del común enemigo,
antes bien me mantenga constante en el propósito que hago de no ofenderos más,
y así consiga, con vuestra gracia, perseverar en vuestro amor hasta el último
instante de mi vida, para continuar amándoos, bendiciéndoos y alabándoos por
toda la eternidad en el cielo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS
Señor Dios Todopoderoso, que queréis ser glorificado en vuestros
Santos, haciéndoles participantes de vuestras riquezas y de vuestro poder; Vos
que habéis ensalzado a vuestro fiel siervo Benito llenándole del espíritu de todos
los justos y concediéndole gran poder ante vuestro divino acatamiento para
ayudar a cuantos le invocan con amor y confianza; otorgadnos, Señor, por intercesión del
Glorioso Patriarca la gracia de imitar sus virtudes y de sentir los efectos de
su particular devoción. Por Jesucristo Nuestro Señor que con
Vos vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA PRIMERO (13 de marzo).
CONSIDERACIÓN
San Benito lleno del
espíritu de todos los justos.
PRIMER PUNTO.
— “Hubo un
varón de vida del todo venerable llamado Benito (Benedictus, Bendito), digno de este nombre por la gracia que
resplandecía en él, en quien, desde sus tiernos años, por la cordura de anciano
que manifestaba tener, advirtióse que las virtudes se habían anticipado en él a
la edad”.
Tal
es el elogio que hace del Santo San Gregorio Magno al empezar, a contar su vida añadiendo más abajo, que “Benito había sido
llenado del espíritu de todos los justos”. Es una verdad admitida entre los que
reconocen y adoran la sapientísima providencia de Dios, que el Señor comunica
las gracias a sus escogidos en proporción a las obras que espera de ellos.
Luego habiendo sido destinado San Benito para ser el padre, legislador y modelo
de los monjes de Occidente, apoyo de la Iglesia, y habiendo reproducido en su
vida gran parte de las obras de los antiguos Patriarcas, ¿qué de extrañar es que haya tenido en sí
según San Gregorio, el espíritu de todos ellos? Abandono como Abraham, su tierra y familia, y el
Señor, en recompensa, le hizo padre de numerosa descendencia. Castísimo como
José, fue constituido Príncipe de la casa del Señor; manso como Moisés, fue
también legislador de un nuevo pueblo mucho más glorioso que Israel; imitó a
Elias en el celo por la gloria del Señor y en recompensa obró Dios para con él
parecidos prodigios. ¿Quién no ve en Benito a un nuevo Eliseo cuando saca el
hacha del lago, cuando multiplica el aceite, y cuando vuelve a la vida al niño
de un pobre labrador? Benito fué, como la Virgen María reveló a
Santa Brígida, “un horno donde ardía el fuego del Espíritu Santo.”
SEGUNDO PUNTO.
—Grandes fueron en verdad las gracias que Benito recibió del cielo, pero mucho
mayor fe lo que él, con el auxilio de la misma gracia de Dios, las aumentó,
según reveló la Santísima Virgen María a Santa Brígida, al renunciar generosamente
el mundo, mortificar su carne y no anteponer nada al amor de Cristo.
Nosotros hemos recibido también muchos favores del Señor, ¿pero hemos
correspondido tan fielmente a ellos como nuestro protector Benito? ¿No hemos
dejado sin fructificar los talentos que el Señor nos otorgó? ¿Cuántas santas
inspiraciones y llamamientos interiores hemos desoído y despreciado,
debilitando considerablemente las fuerzas de nuestra alma? ¿No hemos alejado de esta suerte la mano bondadosa del
Señor que se disponía, a enriquecernos con nuevas gracias? Pidamos para el porvenir mayor correspondencia a la
gracia por intercesión de nuestro glorioso Padre San Benito.
—A esta intención, y
además para alcanzar la gracia especial que se le pida en la Novena, rezaremos
tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.
—Aquí se cantan los
gozos, y al fin de ellos se puede decir la oración que sigue:
GOZOS AL GLORIOSO PADRE SAN
BENITO
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
Salve ¡oh preclaro Benito!,
Brillante sol del Casino
Cuyo fulgor peregrino
A la Europa iluminó;
Salve egregio patriarca
De los monjes de Occidente,
Salve estrella refulgente
De la célica mansión.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
De noble estirpe nacido,
Ya de la ciencia anheloso,
A Roma vas presuroso
Como a foco del saber;
Pero Dios, que complacido
En ti sus ojos fijaran,
Otro lugar te prepara
Donde vayas a aprender.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
Por eso dejas familia
Y placeres seductores
Y pasajeros honores
Y a Cristo buscando vas;
Y en la gruta de Subiaco
A retirarte convida
Donde comiences la vida
Que el cielo te ha de ganar.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
Mirando tu santa vida
El enemigo envidioso
Mueve sus artes mañosos
Con una vil tentación,
Pero tú, muy confiado
En los divinos favores,
Entre espinas los furores
Burlas del fiero dragón.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
Marchas de aquí perseguido
¡Oh Benito! hasta
Casino
Donde te reserva el destino
Una misión sin igual.
Y tú vista allí tendiendo
Ves mil bárbaras naciones
Que gimen en las prisiones
Del enemigo infernal.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
Ardiendo de santo celo
Con tu código divino
Abres un nuevo camino
A numerosa legión.
Que cual rápido torrente
Se desborda, avasallando
Por doquier, y predicando
De Cristo la religión.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
A su frente y con la cruz
Rindes a aquellas naciones
Que Roma con sus legiones
Nunca pudo dominar,
Y aquellas incultas gentes
Cual leones antes fieros
Vienen cual mansos corderos
Su cerviz a presentar.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
Tus virtudes eminentes
Prueban milagros sin cuento,
Y no se da un elemento
Que te pueda resistir;
Mauro camina en las aguas
Cual, por suelo resistente,
Ordenas y clara fuente
Ves de una roca salir.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
Rómpese á la cruz la copa
Que veneno encierra y muerte
Al niño yerto é inerte
Vida muy pronto le das.
Recobra el ciego la vista,
La salud el moribundo,
Huye a tu vista al profundo
Averno el fiero Satán.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
De la muerte a los umbrales
Y al oratorio llevado,
De tus hijos circundado
No tardas en espirar;
Pero ven que tu alma pura
Por una luciente vía
Resplandeciente subía
Del alto cielo a gozar.
—Benito, de tus devotos
Fiel y amante protector,
Ven y lleva nuestros votos
Hasta el trono del Señor.
¡Oh padre! Padre
amoroso,
Haz que tus huellas siguiendo
Y tus mandatos cumpliendo
En el valle del dolor,
Ese camino, tomemos
Que te llevó luminoso
Á ese puerto venturoso
De la gloria y del amor.
AMÉN
—Ora pro nobis Sancte Pater Benedicte.
R) Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
OREMUS
Excita, Domine, in Ecclesia tua Spiritum, cui
Beatus Benedictus Abbas servivit, ut eodem nos repleti studeamus amare quod
amavit, et opere exercere quod docuit.
En castellano. —Renovad, Señor, en vuestra Iglesia el espíritu
a quien sirvió el glorioso San Benito, para que, llenos de ese mismo espíritu,
nos apliquemos a amar lo que él amó y a poner por obra sus enseñanzas.
—Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS
LOS DÍAS
Os saludamos con filial
afecto, ¡oh gloriosísimo Padre San Benito! vaso
de elección, varón angélico, obrador de grandes maravillas, cooperador de
Cristo en la obra de la salvación y santificación de las almas.
¡Oh Patriarca de los
monjes! Mirad
desde el cielo la viña que planto vuestra mano. Seguid levantándola de su
postración, multiplicad y santificad el número de vuestros hijos; florezca
entre ellos el espíritu de vuestra Santa Regla. Proteged de un modo especial a
cuantos con filial cariño se une a vuestros monjes y se ponen bajo vuestro
amparo y paternal protección.
¡Oh Protector de la
Iglesia! Ayudad
al Sumo Pontífice y a cuantos están encargados de guardar la grey de Cristo. Suscitad
celosos misioneros que, como en otros tiempos lo hicieron vuestros hijos,
esparzan por doquiera la semilla del Evangelio; defended asimismo las ordenes
religiosa de los crueles ataques de sus enemigos.
Rogad por todos los fieles cristianos y alcanzadnos a todos ¡oh Santo Padre! Una
muerte tranquila y santa como la vuestra; apartad de nosotros en aquella hora
suprema las asechanzas del enemigo visitándonos con vuestra dulce presencia y
no nos abandonéis hasta que, libre nuestra alma de los lazos del cuerpo, vaya a
gozar en vuestra compañía de la eterna bienaventuranza. Amén.
Fué revelado a Santa Gertrudis por el mismo
San Benito que asistiría el santo a la hora de la muerte a todos los que en
vida hubiesen rezado esta oración.
Tiene, además, indulgencia plenaria
concedida por el Papa Clemente XIV. Y otra concedida por S. S. León P. XIII á los que recen la misma oración durante los nueve días
que preceden la fiesta de San Benito y cumplan las condiciones acostumbradas.
DÍA SEGUNDO (14 de marzo).
—Por la señal y Acto de contrición.
—Oración de todos los
días.
CONSIDERACIÓN
San Benito heroico en el
desprendimiento del mundo.
PRIMER PUNTO.
—NO dejó San Benito por mucho tiempo sin fructificar la
gracia que había recibido. Muy joven todavía, le enviaron sus padres a Roma
para que se consagrase al estudio de las ciencias y de las artes liberales, y
cuando más adelantaba en las letras y más se aficionaba a ellas se realizó para
él aquella escena tierna de que nos habla en el prólogo de su Regla: Andaba el
Señor buscando un obrero en medio de su pueblo, y he aquí que Benito oye estas
palabras: “¿Quién es el hombre que desea verdadera vida y disfrutar días
felices” Nuestro ardoroso joven responde al
punto: “Yo , Señor”. Entonces le dijo el Señor interiormente:
“Si quieres lograr
perpetua y verdadera vida no se abra tu boca para hablar el mal, ni pronuncien
tus labios dolo alguno; guárdate del mal y obra el bien, busca a paz y
síguela.” No necesitó Benito más exhortaciones. A
la dulce invitación de Dios, que se dignaba enseñarle el camino de la vida,
respondió con actos. Abandona al instante el comercio de las gentes para
guardar su alma de toda maldad; deprecia al mundo y sale de la populosa ciudad
en busca de la paz y quietud del retiro.
SEGUNDO PUNTO.
—¡Que admirable ejemplo de obediencia y perfecta
correspondencia a los llamamientos de la gracia! Benito no espera, no duda un momento ni le
detienen las dificultades que la tibieza suele encontrar. Su corazón magnánimo
todo lo vence y trueca las comodidades y regalos del siglo por las austeridades
del yermo, y a las riquezas de su padre prefiere la pobreza de Cristo.
¿Somos
nosotros tan fieles a la voz de Dios? ¿Obedecemos como Benito si un a voz
misteriosa y divina nos llama a retiro, al claustro, a la vida religiosa? Si
el Señor dispone que permanezcamos en el mundo rodeados de tempestades y
peligros, ¿practicamos
a lo menos aquella máxima del Santo: “hacerse
ajeno a los actos del mundo dejando con el corazón lo que es imposible dejar
con el cuerpo”? ¿Estamos, por el contrario, sumergidos por completo en
los vicios? ¿Qué fué de las promesas que hicimos en el Bautismo? ¿Tan
fácilmente quebrantamos el pacto que hicimos en aquel día? Prometamos, en
adelante mayor fidelidad al Señor, y teniendo presentes las obligaciones de
cristiano, animémonos, a ejemplo de Benito, a correr como él por el camino del
bien.
—Tres Padre nuestros y
tres Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio.
— Renovar las promesas del Bautismo, y si somos religiosos
las de nuestra profesión.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
DÍA TERCERO (15 de marzo).
—Por la señal y Acto de
contrición.
—Oración de todos los
días.
CONSIDERACIÓN
San Benito en la soledad.
PRIMER PUNTO.
— Libre de los lazos y peligros del mundo, San Benito sólo
suspiraba por servir a Dios que tan piadosamente le haba llamado a la soledad
para hablarle al corazón. Estrecha y sombría cueva situada entre fragosas
montañas escogió para morada el que días antes habitaba en suntuosos palacios,
y en aquella soledad tan amada de Benito, dice San Gregorio, sólo, bajo la
mirada del que todo lo ve, “habitó consigo mismo.” Vivir
consigo en la presencia de Dios y apartado de las criaturas, tal fue la vida de
Benito en la caverna de Subiaco. Sin perder de vista los divinos mandamientos,
penetrado del temor de Dios, meditaba las penas del infierno, castigo de las
malas acciones, y la vida eterna, recompensa de la vida santa. Absteníase por
estos medios del pecado, de los pensamientos pecaminosos, mortificaba su propia
voluntad y trabajaba sin cesar por cortar de raíz las inclinaciones y deseos
malos de la carne. (Regla, cap VII.)
Con tan graves reflexiones, unidas a la oración, trabajo y mortificación de los
sentidos, preparó el fundamento de la vida espiritual, sobre el cual levantaría
más tarde el hermoso edificio de la perfección.
SEGUNDO PUNTO. — ¡El temor de
Dios! ¡Cuántos cristianos le desconocen! La piedad moderna habla
mucho del amor puro de Dios y no se medita bastante su justicia. Un
sin número de almas se han perdido eternamente por faltarles esta base
esencialísima de la vida cristiana. ¡Cuántas han sentido, tarde ya por desgracia, los efectos
desastrosos de una vana ilusión, cayendo en los castigos que jamás temieron y
que creían no estar hechos para ellas! ¡De qué modo tan distinto pensaban los
santos! Con frecuencia meditaban temblando
los juicios de Dios, las penas del infierno, ¿y nosotros, tan imperfectos, no las
temeremos?
Imitemos al glorioso San Benito, nuestro
modelo, retirémonos a la soledad de lo más íntimo de nuestra alma y meditemos
como el Profeta “los años eternos”. Al dulce recuerdo de que somos sus hijos
juntemos el pensamiento no menos saludable de que somos sus más indignos
siervos, merecedores de los mayores castigos. Con estos sentimientos recemos
los tres Padre nuestros, etc., para pedir por mediación de Benito se digne
grabar en nuestra alma el santo temor de Dios, “principio de la verdadera
sabiduría.”
—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio.
—Repasar durante el día con nuestro pensamiento
las consideraciones anteriores.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
DÍA CUARTO (16 de marzo).
—Por la señal y Acto de
contrición.
—Oración de todos los días.
CONSIDERACIÓN
San Benito, modelo en
nuestras tentaciones.
PRIMER PUNTO.
—Tres años había pasado Benito en su estrecha cueva empleando
el tiempo en la oración y penitencia cuando el Señor, para aquilatar más su
virtud y dejarnos un ejemplo admirable de constancia y de victoria en nuestras
tentaciones, consintió que el demonio tendiese un terrible lazo a su siervo. Tan
vehementes fueron los movimientos e ímpetus de la carne que en el joven suscitó
el enemigo, que estuvo al punto de ceder a las sugestiones diabólicas y
abandonando la soledad volverse al mundo. Mas asistido de la divina gracia sale
de su cueva, y viendo los abrojos y ortigas que junto a ella había, cual
generoso atleta, desnudándose de las pieles que le servían de vestido, se
arroja sobre las punzantes espinas y zarzas revolcándose por ellas hasta quedar
su cuerpo hecho toda una llaga. Así triunfó de la delectación de la carne con
el dolor; así arrojó por las llagas de su cuerpo el fuego interior que le
abrasaba. Y Dios, en premio de su valor, le concedió, según declaró el mismo
más tarde a sus discípulos, el no sentir nunca los movimientos de la carne.
SEGUNDO PUNTO.
— ¿Quién no tiene tentaciones más o menos vehementes, más o
menos continuas? Esta es la
condición del hombre mientras vive en la carne mortal. Pelear contra el mundo,
demonio y carne tiene que ser la ocupación del cristiano. Pero ¿con qué armas
nos defenderemos? San Benito nos las indica con sus doctrinas y
ejemplos. Si sientes, dice en su Regla, alguna sugestión del
demonio o de la carne, aparta tu corazón y tu mente del mal pensamiento y
estrellato contra la verdadera piedra que es Cristo: esto es, piensa en los
dolores y muerte de tu Salvador y esfuérzate para resistir con energía. Si la
tentación persiste, declárala a tu padre espiritual. A estos consejos juntaba, como acabamos de ver, la práctica, mortificando la carne para mantenerla sujeta al espíritu.
El Señor no exigirá de todos nosotros actos
tan heroicos como el de Benito; tenemos, pues, por lo mismo, mayor motivo para
no rehusarle los mínimos sacrificios que podemos ofrecerle. Admiración, al propio
tiempo que confusión, causa que almas tan puras e inocentes como San Benito,
San Plácido, San Mauro y otros mil se imponían penitencias asombrosas para
domar su cuerpo y tenerle siempre sujeto al espíritu, mientras que nosotros
nada o muy poco hacemos para lograr tan gran bien. Pidamos al Señor, que corona
a los que pelean generosamente por él, nos otorgue por mediación de San Benito
fuerzas para resistir a las tentaciones y valor para imponernos alguna mortificación.
—Tres Padre nuestros y tres
Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio—Imponerse en este día alguna mortificación corporal, o bien
alguna privación.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
DÍA QUINTO (17 de marzo).
—Por la señal y Acto de
contrición.
—Oración de todos los
días.
CONSIDERACIÓN
San Benito abrasado por
el celo de la salvación de las almas
PRIMER PUNTO.
—Vencida la tentación empezó el varón de Dios a dar con mayor
abundancia frutos de virtudes y buenas obras, como tierra bien cultivada, libre
de las espinas y malas hierbas. Alrededor de la cueva de Subiaco acudieron
presurosas innumerables gentes para admirar la vida austera del joven anacoreta
y oír sus edificantes palabras. Benito vio en esto que la voluntad de Dios era
que sacrificase parte de su pacífica y solitaria vida para procurar el bien a
todas aquellas almas sedientas de virtud, mostrándoles el camino del cielo.
Diríase que desde este momento su único cuidado fué ganar almas para Dios y
facilitarles los medios para alcanzar su único fin. Día y noche se desvelaba
por ellas, les predicaba la divina palabra y las instruía en las obligaciones
propias de su estado; en una palabra, éste era el móvil que lo impulsó toda su
vida. Si funda monasterios, si escribe la Regla, si obra milagros, todo tiende
al mismo fin: la salvación de las almas. Ese mismo celo comunicó a sus hijos,
los cuales, venciendo los mayores obstáculos, exponiéndose a los más grandes
peligros, hasta perder su propia vida, recorrieron las naciones bárbaras para
predicar el Evangelio, convertir a los pecadores y animar a la perseverancia a
los justos. Aun los que permanecen en los claustros ofrecen su oraciones,
penitencias y actos meritorios para la salvación de las almas.
SEGUNDO PUNTO.
—¿Hemos
comprendido nosotros, como los santos que no, puede haber verdadera virtud, ni
verdadero amor de Dios si no amamos al prójimo, si no le deseamos el mayor de
los bienes que apetecerse puede, que es su salvación, y si, para que lo
consiga, no le facilitamos cuantos medios estén a nuestro alcance? Todo hombre, dice
el Señor en
las divinas letras tiene un deber que cumplir con respecto a su prójimo, y este
deber es sin duda alguna procurar su salvación. Preocuparse tan solo
de su propia perfección seria puro egoísmo y muy contrario al espíritu del
Evangelio. No queremos decir con esto que todos deban predicar, ni evangelizar
en lejanas tierras no, sino aquel que para eso es llamado; pero todos deben ser
apóstoles por la oración y ayudando a sus prójimos con toda clase de obras
buenas y en cortos casos con santas exhortaciones. De este modo imitaremos a
nuestro protector y Padre San Benito y mereceremos nos cuente entre sus hijos.
Supliquemos
al Señor nos llene de aquel espíritu de amor y celo por la salvación de las
almas de que Benito estaba lleno.
—Tres Padre nuestros y
tres Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio:
Dar buen ejemplo al prójimo, no por ostentación ni
vanidad, sino para moverle a ser virtuoso.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
DÍA SEXTO (18 de marzo).
—Por la señal y Acto de
contrición.
—Oración de todos los
días.
CONSIDERACIÓN
Benito padre y fundador
de los monjes de Occidente.
PRIMER PUNTO.
—El principal y más glorioso título del glorioso San Benito y
para el cual recibió especial favor del cielo, es el ser fundador y legislador
de los monjes de Occidente. Muchos de los fieles que venían a escuchar sus
enseñanzas, movidos por la fuerza de sus palabras, renunciaban al mundo y
permanecían en la soledad. Viendo el varón de Dios que los cristianos
fervorosos que querían abrazar la vida religiosa, aumentaba cada día, los
distribuyó en varios monasterios, poniendo al frente de cada uno, un superior
que como padre espiritual los gobernase, atendiendo a las necesidades
espirituales y temporales de los monjes, prescribiendo que éstos a su vez le
deberían respeto y obediencia. Se amaban unos a otros con amor puro y sincero,
nadie buscaba sus propios intereses, pues desprendidos de todo lo terreno sólo
aspiraban a lo celestial. La oración, la lectura espiritual y el trabajo de
manos eran sus continuas ocupaciones. ¿Quién podrá decir la paz, quietud y alegría santa que
reinaba en las casas fundadas por Benito y regidas por sus sabias
amonestaciones? Así empezó esta obra nuestro Santo, obra que se ha
continuado en el decurso de los siglos y hoy mismo se conserva y prospera
merced a su intercesión poderosa.
SEGUNDO PUNTO.
— ¡Oh benditísimo padre! Vos sois más glorioso, que el Patriarca
Abraham. ¿Quién
podrá contar los hijos, espirituales que el Señor os ha concedido? ¿No fué
vuestra descendencia espiritual más grata a Dios por su fidelidad que los lujos
carnales del patriarca del Antiguo Testamento? ¡Oh
verdadero patriarca de los monjes de Occidente! Nosotros también deseamos contarnos entre tus hijos
también queremos militar bajo vuestra bandera y seguir las enseñanzas
admirables de tu santísima Regla. Como aquellos hijos tuyos de Subiaco,
prometemos obedecer a nuestros superiores, amar a nuestros prójimos y conservar
la paz con todos. Un monasterio o casa religiosa es un modelo de lo que
debiera ser una familia cristiana; no es, por tanto, muy fácil practicar aun en
medio del mundo muchos de los consejos de vuestra inmortal Regla.
Ayudadnos ¡oh padre amantísimo! a poner por obra nuestros
buenos deseos, fortaleced nuestra voluntad, encaminad por el camino recto
nuestro corazón y nuestras obras, para que un día merezcamos juntarnos con los
coros gloriosos de vuestros hijos en el cielo.
—Tres Padre nuestros y tres
Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio.
— Leer algún capítulo de la santa
Regla y sacar alguna resolución que pondremos en práctica durante este día.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
DÍA SÉPTIMO (19 de marzo).
—Por la señal y Acto de
contrición.
—Oración de todos los
días.
CONSIDERACIÓN
San Benito Taumaturgo.
PRIMER PUNTO.
—Por la vida de Benito vemos la grande humildad que poseía su
alma; pero Dios, que se complace en exaltar a los humildes, concedió en alto
grado a su fiel siervo el don de hacer milagros y recompensó aun en vida tanta
virtud y obras buenas con el poder que dio a Benito sobre la naturaleza, sobre
el corazón de los hombres y, sobre todo, sobre el demonio. Benito cura a los
enfermos, socorre al necesitado, rompe las cadenas que oprimen al cautivo, y si
el padre gime y llora afligido la muerte de su tierno hijo, él le devuelve a la
vida. No hay enfermedad ni desgracia que Benito no pueda remediar. Penetra los
pensamientos más recónditos, ve lo que pasa a lo lejos las buenas como las
malas acciones, y hasta los mismos secretos celestiales le son revelados. El
enemigo de Dios y del hombre, Satanás ha encontrado en Benito un adversario
formidable; él destruye sus templos, quema sus altares, disipa sus vanas
ilusiones y le ahuyenta de los lugares que antes ocupaba. Diríase que el Señor
quiso premiar de este modo el acto tan heroico con que venció la tentación
carnal en la cueva de Subiaco. El imperio de San Benito sobre el demonio le ha
conservado después de su muerte y en los países paganos donde el diablo
conserva aún mucho poder, la intercesión del varón de Dios es poderosísima
contra todos sus artificios, y también en las mismas naciones cristianas cada
día se experimenta su poder contra Satanás, por medio de su milagrosa medalla y
del libro de su santa Regla.
SEGUNDO PUNTO.
— ¡Cuántos favores os ha otorgado el Señor, oh Benito,
siervo muy amado de Dios! Si
viviendo en esta carné mortal fué tan poderosa vuestra mediación ante el trono
de Dios, ¿cuál
no será ahora que gozáis de la eterna bienaventuranza?
Con
confianza acudimos, pues, a vos ¡padre
amantísimo! para que sanéis todas las
enfermedades espirituales y corporales, así como remediabais todas las
necesidades en vida. Somos débiles para obrar el bien, densas tinieblas oscurecen
las verdades de la fe en nuestras almas, la fiebre de la codicia de los bienes
terrenos nos abrasa: dadnos fuerza, luz y vida. ¿Quiénes más necesitados que nosotros?
Los pecados y
vicios nos tienen en la esclavitud; romped las cadenas y gozaremos de la
libertad santa de los hijos de Dios. Oh ¡cuántos
están muertos a la gracia y cuántos se hallan bajo la dominación de Satanás! Resucitadlos a la gracia y dignaos continuar la guerra contra
las huestes infernales. No nos abandonéis jamás, antes acoged piadoso nuestras
súplicas.
—Tres Padre nuestros y tres
Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio.
—En nuestras necesidades, dificultades y penas,
acudamos a San Benito y recemos un Padre nuestro.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
DÍA OCTAVO (20 de marzo).
—Por la señal y Acto de
contrición.
—Oración de todos los
días.
CONSIDERACIÓN
Muerte o tránsito
glorioso de San Benito.
PRIMER PUNTO.
—Benito, que desde su infancia había servido al
Señor, considerando los bienes celestiales y eternos que Dios ha preparado a
cuantos le aman; Benito, que siempre tuvo su
mirada en los cielos, y que, merced a la divina bondad de Dios, saboreó
anticipadamente las delicias inefables de la celestial Jerusalem; Benito que hablaba con placer de ellas, comunicando
el aprecio que de ellas hacía a las almas con quienes conversaba, viviendo en
este mundo, tenía un paraíso en su alma. Por eso la muerte que tanto horror
suele causar, era para ella cosa más ardientemente deseada como el término de
este destierro y el mensajero de la felicidad eterna. Jesucristo se había
dignado revelarle el día y la hora de su tránsito glorioso, y seis días antes
mandó abrir el sepulcro en que debían descansar sus restos mortales, para
enseñarnos a todos que para no tener horror a la muerte el mejor remedio es
tenerla siempre presente. Durante seis días le consumió una recia fiebre, y el
día último de su enfermedad mandó que sus hijos le llevasen a la iglesia,
donde, de pie, recibió el Viático, y en brazos de sus discípulos, con las manos
levantadas al cielo, pronunciando fervorosa oración, entregó su espíritu a
Dios. ¡Qué
valor, qué energía de alma de este varón esclarecido al disolverse las fuerzas
de su cuerpo! ¡Qué dicha la de aquellos discípulos suyos que presenciaron tan
santo fin y vieron cómo mueren los justos como Benito! Sin embargo, no temamos
afirmar que mucho más dichosos han de ser los que, imitándole, merezcan
seguirle en la alegría de su triunfo.
SEGUNDO PUNTO.
—Hallándose un día Santa Gertrudis en oración contemplando el
fin glorioso de su padre San Benito, le
suplicó que él, en consideración de tan excepcional privilegio como había
tenido de morir de pie y exhalando una oración junto al altar, se dignara
favorecerla en la hora de su muerte. El santo la contestó entonces: “Cualquiera que
me trajere a la memoria las mercedes que el Señor me hizo al morir sentir a mi
auxilio en el trance terrible de la muerte pues yo, como fiel abogado, le
defenderé contra el diablo y sus asechanzas, para que salga libre de sus redes
y vaya conmigo a gozar de la gloria por los siglos infinitos”.
Tal ha sido el motivo y principio de tomar
como protector de la buena muerte con San José al glorioso San Benito, y todos
sus verdaderos hijos y devotos se encomiendan a él todos los días felicitándole
por su dichos o tránsito y pidiéndole asistencia en la suprema hora.
Encomendémonos también nosotros a él con
fervor: siendo muchos los que han experimentado su ayuda ¿podrá abandonarnos a
nosotros que queremos ser fieles hijos suyo?
—Tres Padre nuestros y
tres Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio: En memoria de la santa muerte de Benito representarnos la
nuestra y pedirle con el corazón, viendo nuestros apuros, su asistencia
provechosa.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
DÍA NOVENO (21 de marzo).
—Por la señal y Acto de
contrición.
—Oración de todos los
días.
CONSIDERACIÓN
Patrocinio de San Benito.
PRIMER PUNTO.
—“En modo alguno concibáis
tristeza por la descomposición de este cuerpecillo, porque estaré más cerca de
vos luego que haya depuesto este peso, y seré un cooperador asiduo de cuantas
obras emprendáis.” Tales eran las palabras
con las cuales despedía Benito a su discípulo amado Mauro cuando se encaminaba
por mandato suyo a propagar su Regla en Francia, palabras que encerraban la
promesa de que nunca dejarían de ayudar a sus hijos y a sus verdaderos devotos.
Promesa que ha tenido exacto cumplimiento en el decurso de
los siglos. Muchos y esclarecidos milagros nos refieren las historias obrados
por el siervo de Dios para proteger a los que de veras le invocan. En ellos se
ve el interés que se toma por cuantos acuden a su protección nunca desmentida y
cómo los saca de los mayores apuros. Recordemos uno entre muchos, para que se
haga manifiesto que no en vano se niega Benito en cualquiera necesidad.
Reinando en Francia Carlomagno, entraron por el Norte los bárbaros, y
talando cuanto encontraban a su paso llegaron al monasterio de Fleury, sitio en
que descansaban las cenizas de Benito. Prendieron, a los monjes y les dieron
muerte cruel, quemando después el convento. Sentía mucha pena el Conde Gillolp,
devotísimo del santo, al ver las ruinas que habían causado, y deseaba perseguir
a los bárbaros, pero contando con pocos soldados no se atrevía a realizarlo.
Encomendóse á San Benito y se le apareció en sueños prometiendo su ayuda contra
aquellas gentes que tantos males causaban a la religión. Reunió sus soldados el
Conde, los persiguió, y al cabo de tres días los derrotó completamente en una
batalla, merced al auxilio de Benito, que, montado en un caballo y con su
hábito monástico, se le apareció en medio de la pelea.
¿Quién
puede enumerar los hechos milagrosos, pruebas de su protección? ¿Quién puede
contar las curaciones obtenidas por su mediación y las gracias espirituales
para las almas? ¿No ha deshecho y deshace los embustes diabólicos; no libra de
toda clase de peligros a sus devotos? Serían
necesarias muchas páginas si fuéramos a poner aquí lo que se halla escrito en
muchos libros, que prueba la protección del santo patriarca.
SEGUNDO PUNTO.
—¡Oh esclarecido San
Benito! No podemos menos de
reconocer y de admirar tu valioso poder para remediar toda necesidad. Sabemos
que habéis obrado muchedumbre de milagros en favor de tus devotos. No dudamos
de tu poder ni de tu grande compasión para con los infelices que aquí vivimos. ¿Qué puede negarte el Señor en el cielo si tanto te concedió en
el mundo? Por eso, santo bendito y protector nuestro, a ti
hemos recurrido en esta novena y recurrimos ahora con más instancia pidiéndoos
las gracias que más necesitamos.
¡Que
nuestra confianza en vuestra paternal bondad no quede frustrada! Dígnate acoger nuestros ruegos y presentarlos ante el trono del
Altísimo para que, conseguidas las mercedes que pedimos, vivamos, conformando
nuestra vida a la ley de Dios tan inculcada en tus enseñanzas, y después
vayamos a la gloria para tributar juntos con vos eternas alabanzas a Dios por
las mercedes recibidas. Así
sea.
—Tres Padre nuestros y
tres Ave Marías con Gloria Patri.
Obsequio.
—Para terminar santamente la novena repetir con
frecuencia en este día: San Benito, nuestro padre
y protector, interceded por nosotros.
—Gozos, Versículo y
Oración como en el primer día.
Oración de Santa Gertrudis en honor de
San Benito.
Te saludo por el Corazón de Jesús, gran San Benito; me regocijo de tu gloria y doy gracias al Señor por los beneficios de que te ha colmado: lo alabo y lo glorifico y os ofrezco en aumento, de alegría y de honor al Corazón pacientísimo de Jesús. Dígnate ¡oh amado padre! rogar por nosotros a de que seamos según el corazón de Dios. Así sea.
para obtener una buena
muerte.
Estando en su oratorio el amado de
Dios, San Benito, confortado con el cuerpo y la sangre del Señor, sosteniendo
aquellos desfallecidos miembros sus discípulos, alzadas las manos al cielo
entre fervorosas oraciones exhaló su espíritu: viósele subir al cielo por un
camino ricamente tapizado e iluminado por innumerables antorchas.
—Glorioso apareciste en la presencia del Señor.
R). Por eso el Señor te revistió de hermosura.
ORACIÓN
¡Oh Dios! que
con tantos privilegios favoreciste la muerte del glorioso San Benito, concédenos
a nosotros tus siervos que con la bienaventurada presencia de aquel cuya memoria
veneramos, seamos defendidos en aquella hora de las asechanzas de los enemigos.
Por
Jesucristo Señor Nuestro.
Fué revelado a Santa
Gertrudis por el mismo San Benito que asistiría el santo a la hora de la muerte
a todos los que en vida hubiesen rezado esta oración.
Tiene, además,
indulgencia plenaria concedida por el Papa Clemente XIV. Y otra concedida por
S. S. León P. XIII a los que recen la misma oración durante los nueve días que
preceden la fiesta de San Benito y cumplan las condiciones acostumbradas.
NOVENAS VARIAS (1883)
No hay comentarios:
Publicar un comentario