sábado, 1 de abril de 2023

NOVENA EN HONOR DEL Glorioso Patriarca de los Monjes de Occidente SAN BENITO.


 

COMENZAMOS: 13 de marzo.

FINALIZAMOS: 21 de marzo (fecha de su festividad).

Aviso: Antes de la Novena es muy conveniente que las personas que deseen practicar este piadoso ejercicio determinen exactamente las gracias o favores que desean alcanzar de Dios por intercesión del Santo.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de contrición.

   Señor mío Jesucristo, que quisiste tomar forma de siervo y nacer de una Virgen Purísima, muriendo en una cruz para librarme del pecado y del infierno, acordaos de vuestra infinita caridad, ten piedad de mí, pobre pecador, que, oprimido con el peso de mis culpas y confesando su malicia, me arrepiento de ellas, y me pesa de lo íntimo de mi corazón de haberlas cometido, por ser ofensas a vuestra bondad inmensa, a quien amo sobre todas las cosas. Propongo firmemente, con el auxilio de vuestra gracia, nunca más pecar. Haced, Señor, por los méritos e intercesión de vuestro fiel siervo San Benito que no me rinda a las asechanzas del común enemigo, antes bien me mantenga constante en el propósito que hago de no ofenderos más, y así consiga, con vuestra gracia, perseverar en vuestro amor hasta el último instante de mi vida, para continuar amándoos, bendiciéndoos y alabándoos por toda la eternidad en el cielo. Amén.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

   Señor Dios Todopoderoso, que queréis ser glorificado en vuestros Santos, haciéndoles participantes de vuestras riquezas y de vuestro poder; Vos que habéis ensalzado a vuestro fiel siervo Benito llenándole del espíritu de todos los justos y concediéndole gran poder ante vuestro divino acatamiento para ayudar a cuantos le invocan con amor y confianza; otorgadnos, Señor, por intercesión del Glorioso Patriarca la gracia de imitar sus virtudes y de sentir los efectos de su particular devoción. Por Jesucristo Nuestro Señor que con Vos vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


DÍA PRIMERO (13 de marzo).

CONSIDERACIÓN

San Benito lleno del espíritu de todos los justos.

PRIMER PUNTO. “Hubo un varón de vida del todo venerable llamado Benito (Benedictus, Bendito), digno de este nombre por la gracia que resplandecía en él, en quien, desde sus tiernos años, por la cordura de anciano que manifestaba tener, advirtióse que las virtudes se habían anticipado en él a la edad”.

   Tal es el elogio que hace del Santo San Gregorio Magno al empezar, a contar su vida añadiendo más abajo, que “Benito había sido llenado del espíritu de todos los justos”. Es una verdad admitida entre los que reconocen y adoran la sapientísima providencia de Dios, que el Señor comunica las gracias a sus escogidos en proporción a las obras que espera de ellos. Luego habiendo sido destinado San Benito para ser el padre, legislador y modelo de los monjes de Occidente, apoyo de la Iglesia, y habiendo reproducido en su vida gran parte de las obras de los antiguos Patriarcas, ¿qué de extrañar es que haya tenido en sí según San Gregorio, el espíritu de todos ellos? Abandono como Abraham, su tierra y familia, y el Señor, en recompensa, le hizo padre de numerosa descendencia. Castísimo como José, fue constituido Príncipe de la casa del Señor; manso como Moisés, fue también legislador de un nuevo pueblo mucho más glorioso que Israel; imitó a Elias en el celo por la gloria del Señor y en recompensa obró Dios para con él parecidos prodigios. ¿Quién no ve en Benito a un nuevo Eliseo cuando saca el hacha del lago, cuando multiplica el aceite, y cuando vuelve a la vida al niño de un pobre labrador? Benito fué, como la Virgen María reveló a Santa Brígida, “un horno donde ardía el fuego del Espíritu Santo.”

SEGUNDO PUNTO. —Grandes fueron en verdad las gracias que Benito recibió del cielo, pero mucho mayor fe lo que él, con el auxilio de la misma gracia de Dios, las aumentó, según reveló la Santísima Virgen María a Santa Brígida, al renunciar generosamente el mundo, mortificar su carne y no anteponer nada al amor de Cristo.

    Nosotros hemos recibido también muchos favores del Señor, ¿pero hemos correspondido tan fielmente a ellos como nuestro protector Benito? ¿No hemos dejado sin fructificar los talentos que el Señor nos otorgó? ¿Cuántas santas inspiraciones y llamamientos interiores hemos desoído y despreciado, debilitando considerablemente las fuerzas de nuestra alma? ¿No hemos alejado de esta suerte la mano bondadosa del Señor que se disponía, a enriquecernos con nuevas gracias? Pidamos para el porvenir mayor correspondencia a la gracia por intercesión de nuestro glorioso Padre San Benito.

—A esta intención, y además para alcanzar la gracia especial que se le pida en la Novena, rezaremos tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

—Aquí se cantan los gozos, y al fin de ellos se puede decir la oración que sigue:

 

GOZOS AL GLORIOSO PADRE SAN BENITO

 

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

 

Salve ¡oh preclaro Benito!,

Brillante sol del Casino

Cuyo fulgor peregrino

A la Europa iluminó;

Salve egregio patriarca

De los monjes de Occidente,

Salve estrella refulgente

De la célica mansión.

 

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

De noble estirpe nacido,

Ya de la ciencia anheloso,

A Roma vas presuroso

Como a foco del saber;

Pero Dios, que complacido

En ti sus ojos fijaran,

Otro lugar te prepara

Donde vayas a aprender.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

Por eso dejas familia

Y placeres seductores

Y pasajeros honores

Y a Cristo buscando vas;

Y en la gruta de Subiaco

A retirarte convida

Donde comiences la vida

Que el cielo te ha de ganar.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

Mirando tu santa vida

El enemigo envidioso

Mueve sus artes mañosos

Con una vil tentación,

Pero tú, muy confiado

En los divinos favores,

Entre espinas los furores

Burlas del fiero dragón.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

Marchas de aquí perseguido

¡Oh Benito! hasta Casino

Donde te reserva el destino

Una misión sin igual.

Y tú vista allí tendiendo

Ves mil bárbaras naciones

Que gimen en las prisiones

Del enemigo infernal.

 

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

 

Ardiendo de santo celo

Con tu código divino

Abres un nuevo camino

A numerosa legión.

Que cual rápido torrente

Se desborda, avasallando

Por doquier, y predicando

De Cristo la religión.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

A su frente y con la cruz

Rindes a aquellas naciones

Que Roma con sus legiones

Nunca pudo dominar,

Y aquellas incultas gentes

Cual leones antes fieros

Vienen cual mansos corderos

Su cerviz a presentar.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

Tus virtudes eminentes

Prueban milagros sin cuento,

Y no se da un elemento

Que te pueda resistir;

Mauro camina en las aguas

Cual, por suelo resistente,

Ordenas y clara fuente

Ves de una roca salir.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

Rómpese á la cruz la copa

Que veneno encierra y muerte

Al niño yerto é inerte

Vida muy pronto le das.

Recobra el ciego la vista,

La salud el moribundo,

Huye a tu vista al profundo

Averno el fiero Satán.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

De la muerte a los umbrales

Y al oratorio llevado,

De tus hijos circundado

No tardas en espirar;

Pero ven que tu alma pura

Por una luciente vía

Resplandeciente subía

Del alto cielo a gozar.

 

—Benito, de tus devotos

Fiel y amante protector,

Ven y lleva nuestros votos

Hasta el trono del Señor.

 

¡Oh padre! Padre amoroso,

Haz que tus huellas siguiendo

Y tus mandatos cumpliendo

En el valle del dolor,

Ese camino, tomemos

Que te llevó luminoso

Á ese puerto venturoso

De la gloria y del amor.

AMÉN

—Ora pro nobis Sancte Pater Benedicte.

R) Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

OREMUS

Excita, Domine, in Ecclesia tua Spiritum, cui Beatus Benedictus Abbas servivit, ut eodem nos repleti studeamus amare quod amavit, et opere exercere quod docuit.

En castellano. Renovad, Señor, en vuestra Iglesia el espíritu a quien sirvió el glorioso San Benito, para que, llenos de ese mismo espíritu, nos apliquemos a amar lo que él amó y a poner por obra sus enseñanzas.

Amén.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

   Os saludamos con filial afecto, ¡oh gloriosísimo Padre San Benito! vaso de elección, varón angélico, obrador de grandes maravillas, cooperador de Cristo en la obra de la salvación y santificación de las almas.

   ¡Oh Patriarca de los monjes! Mirad desde el cielo la viña que planto vuestra mano. Seguid levantándola de su postración, multiplicad y santificad el número de vuestros hijos; florezca entre ellos el espíritu de vuestra Santa Regla. Proteged de un modo especial a cuantos con filial cariño se une a vuestros monjes y se ponen bajo vuestro amparo y paternal protección. 

  ¡Oh Protector de la Iglesia! Ayudad al Sumo Pontífice y a cuantos están encargados de guardar la grey de Cristo. Suscitad celosos misioneros que, como en otros tiempos lo hicieron vuestros hijos, esparzan por doquiera la semilla del Evangelio; defended asimismo las ordenes religiosa de los crueles ataques de sus enemigos.

   Rogad por todos los fieles cristianos y alcanzadnos a todos ¡oh Santo Padre! Una muerte tranquila y santa como la vuestra; apartad de nosotros en aquella hora suprema las asechanzas del enemigo visitándonos con vuestra dulce presencia y no nos abandonéis hasta que, libre nuestra alma de los lazos del cuerpo, vaya a gozar en vuestra compañía de la eterna bienaventuranza. Amén.

   Fué revelado a Santa Gertrudis por el mismo San Benito que asistiría el santo a la hora de la muerte a todos los que en vida hubiesen rezado esta oración.

   Tiene, además, indulgencia plenaria concedida por el Papa Clemente XIV. Y otra concedida por S. S. León P. XIII á los que recen la misma oración durante los nueve días que preceden la fiesta de San Benito y cumplan las condiciones acostumbradas.



DÍA SEGUNDO (14 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

—Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

San Benito heroico en el desprendimiento del mundo.

PRIMER PUNTO. —NO dejó San Benito por mucho tiempo sin fructificar la gracia que había recibido. Muy joven todavía, le enviaron sus padres a Roma para que se consagrase al estudio de las ciencias y de las artes liberales, y cuando más adelantaba en las letras y más se aficionaba a ellas se realizó para él aquella escena tierna de que nos habla en el prólogo de su Regla: Andaba el Señor buscando un obrero en medio de su pueblo, y he aquí que Benito oye estas palabras: “¿Quién es el hombre que desea verdadera vida y disfrutar días felices” Nuestro ardoroso joven responde al punto: “Yo , Señor”. Entonces le dijo el Señor interiormente: “Si quieres lograr perpetua y verdadera vida no se abra tu boca para hablar el mal, ni pronuncien tus labios dolo alguno; guárdate del mal y obra el bien, busca a paz y síguela.” No necesitó Benito más exhortaciones. A la dulce invitación de Dios, que se dignaba enseñarle el camino de la vida, respondió con actos. Abandona al instante el comercio de las gentes para guardar su alma de toda maldad; deprecia al mundo y sale de la populosa ciudad en busca de la paz y quietud del retiro. 

SEGUNDO PUNTO. ¡Que admirable ejemplo de obediencia y perfecta correspondencia a los llamamientos de la gracia! Benito no espera, no duda un momento ni le detienen las dificultades que la tibieza suele encontrar. Su corazón magnánimo todo lo vence y trueca las comodidades y regalos del siglo por las austeridades del yermo, y a las riquezas de su padre prefiere la pobreza de Cristo.

   ¿Somos nosotros tan fieles a la voz de Dios? ¿Obedecemos como Benito si un a voz misteriosa y divina nos llama a retiro, al claustro, a la vida religiosa? Si el Señor dispone que permanezcamos en el mundo rodeados de tempestades y peligros, ¿practicamos a lo menos aquella máxima del Santo: “hacerse ajeno a los actos del mundo dejando con el corazón lo que es imposible dejar con el cuerpo”? ¿Estamos, por el contrario, sumergidos por completo en los vicios? ¿Qué fué de las promesas que hicimos en el Bautismo? ¿Tan fácilmente quebrantamos el pacto que hicimos en aquel día? Prometamos, en adelante mayor fidelidad al Señor, y teniendo presentes las obligaciones de cristiano, animémonos, a ejemplo de Benito, a correr como él por el camino del bien.

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

Obsequio. Renovar las promesas del Bautismo, y si somos religiosos las de nuestra profesión.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.


DÍA TERCERO (15 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

—Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

San Benito en la soledad.

PRIMER PUNTO. — Libre de los lazos y peligros del mundo, San Benito sólo suspiraba por servir a Dios que tan piadosamente le haba llamado a la soledad para hablarle al corazón. Estrecha y sombría cueva situada entre fragosas montañas escogió para morada el que días antes habitaba en suntuosos palacios, y en aquella soledad tan amada de Benito, dice San Gregorio, sólo, bajo la mirada del que todo lo ve, “habitó consigo mismo.” Vivir consigo en la presencia de Dios y apartado de las criaturas, tal fue la vida de Benito en la caverna de Subiaco. Sin perder de vista los divinos mandamientos, penetrado del temor de Dios, meditaba las penas del infierno, castigo de las malas acciones, y la vida eterna, recompensa de la vida santa. Absteníase por estos medios del pecado, de los pensamientos pecaminosos, mortificaba su propia voluntad y trabajaba sin cesar por cortar de raíz las inclinaciones y deseos malos de la carne. (Regla, cap VII.) Con tan graves reflexiones, unidas a la oración, trabajo y mortificación de los sentidos, preparó el fundamento de la vida espiritual, sobre el cual levantaría más tarde el hermoso edificio de la perfección.

 SEGUNDO PUNTO. — ¡El temor de Dios! ¡Cuántos cristianos le desconocen! La piedad moderna habla mucho del amor puro de Dios y no se medita bastante su justicia. Un sin número de almas se han perdido eternamente por faltarles esta base esencialísima de la vida cristiana. ¡Cuántas han sentido, tarde ya por desgracia, los efectos desastrosos de una vana ilusión, cayendo en los castigos que jamás temieron y que creían no estar hechos para ellas! ¡De qué modo tan distinto pensaban los santos! Con frecuencia meditaban temblando los juicios de Dios, las penas del infierno, ¿y nosotros, tan imperfectos, no las temeremos?

   Imitemos al glorioso San Benito, nuestro modelo, retirémonos a la soledad de lo más íntimo de nuestra alma y meditemos como el Profeta “los años eternos”. Al dulce recuerdo de que somos sus hijos juntemos el pensamiento no menos saludable de que somos sus más indignos siervos, merecedores de los mayores castigos. Con estos sentimientos recemos los tres Padre nuestros, etc., para pedir por mediación de Benito se digne grabar en nuestra alma el santo temor de Dios, “principio de la verdadera sabiduría.”

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

Obsequio. —Repasar durante el día con nuestro pensamiento las consideraciones anteriores.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.


DÍA CUARTO (16 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

                 —Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

San Benito, modelo en nuestras tentaciones.

PRIMER PUNTO. —Tres años había pasado Benito en su estrecha cueva empleando el tiempo en la oración y penitencia cuando el Señor, para aquilatar más su virtud y dejarnos un ejemplo admirable de constancia y de victoria en nuestras tentaciones, consintió que el demonio tendiese un terrible lazo a su siervo. Tan vehementes fueron los movimientos e ímpetus de la carne que en el joven suscitó el enemigo, que estuvo al punto de ceder a las sugestiones diabólicas y abandonando la soledad volverse al mundo. Mas asistido de la divina gracia sale de su cueva, y viendo los abrojos y ortigas que junto a ella había, cual generoso atleta, desnudándose de las pieles que le servían de vestido, se arroja sobre las punzantes espinas y zarzas revolcándose por ellas hasta quedar su cuerpo hecho toda una llaga. Así triunfó de la delectación de la carne con el dolor; así arrojó por las llagas de su cuerpo el fuego interior que le abrasaba. Y Dios, en premio de su valor, le concedió, según declaró el mismo más tarde a sus discípulos, el no sentir nunca los movimientos de la carne.

SEGUNDO PUNTO. — ¿Quién no tiene tentaciones más o menos vehementes, más o menos continuas? Esta es la condición del hombre mientras vive en la carne mortal. Pelear contra el mundo, demonio y carne tiene que ser la ocupación del cristiano. Pero ¿con qué armas nos defenderemos? San Benito nos las indica con sus doctrinas y ejemplos. Si sientes, dice en su Regla, alguna sugestión del demonio o de la carne, aparta tu corazón y tu mente del mal pensamiento y estrellato contra la verdadera piedra que es Cristo: esto es, piensa en los dolores y muerte de tu Salvador y esfuérzate para resistir con energía. Si la tentación persiste, declárala a tu padre espiritual. A estos consejos juntaba, como acabamos de ver, la práctica, mortificando la carne para mantenerla sujeta al espíritu.

   El Señor no exigirá de todos nosotros actos tan heroicos como el de Benito; tenemos, pues, por lo mismo, mayor motivo para no rehusarle los mínimos sacrificios que podemos ofrecerle. Admiración, al propio tiempo que confusión, causa que almas tan puras e inocentes como San Benito, San Plácido, San Mauro y otros mil se imponían penitencias asombrosas para domar su cuerpo y tenerle siempre sujeto al espíritu, mientras que nosotros nada o muy poco hacemos para lograr tan gran bien. Pidamos al Señor, que corona a los que pelean generosamente por él, nos otorgue por mediación de San Benito fuerzas para resistir a las tentaciones y valor para imponernos alguna mortificación.

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

ObsequioImponerse en este día alguna mortificación corporal, o bien alguna privación.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.


DÍA QUINTO (17 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

—Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

San Benito abrasado por el celo de la salvación de las almas

PRIMER PUNTO. —Vencida la tentación empezó el varón de Dios a dar con mayor abundancia frutos de virtudes y buenas obras, como tierra bien cultivada, libre de las espinas y malas hierbas. Alrededor de la cueva de Subiaco acudieron presurosas innumerables gentes para admirar la vida austera del joven anacoreta y oír sus edificantes palabras. Benito vio en esto que la voluntad de Dios era que sacrificase parte de su pacífica y solitaria vida para procurar el bien a todas aquellas almas sedientas de virtud, mostrándoles el camino del cielo. Diríase que desde este momento su único cuidado fué ganar almas para Dios y facilitarles los medios para alcanzar su único fin. Día y noche se desvelaba por ellas, les predicaba la divina palabra y las instruía en las obligaciones propias de su estado; en una palabra, éste era el móvil que lo impulsó toda su vida. Si funda monasterios, si escribe la Regla, si obra milagros, todo tiende al mismo fin: la salvación de las almas. Ese mismo celo comunicó a sus hijos, los cuales, venciendo los mayores obstáculos, exponiéndose a los más grandes peligros, hasta perder su propia vida, recorrieron las naciones bárbaras para predicar el Evangelio, convertir a los pecadores y animar a la perseverancia a los justos. Aun los que permanecen en los claustros ofrecen su oraciones, penitencias y actos meritorios para la salvación de las almas.

SEGUNDO PUNTO. —¿Hemos comprendido nosotros, como los santos que no, puede haber verdadera virtud, ni verdadero amor de Dios si no amamos al prójimo, si no le deseamos el mayor de los bienes que apetecerse puede, que es su salvación, y si, para que lo consiga, no le facilitamos cuantos medios estén a nuestro alcance? Todo hombre, dice el Señor en las divinas letras tiene un deber que cumplir con respecto a su prójimo, y este deber es sin duda alguna procurar su salvación. Preocuparse tan solo de su propia perfección seria puro egoísmo y muy contrario al espíritu del Evangelio. No queremos decir con esto que todos deban predicar, ni evangelizar en lejanas tierras no, sino aquel que para eso es llamado; pero todos deben ser apóstoles por la oración y ayudando a sus prójimos con toda clase de obras buenas y en cortos casos con santas exhortaciones. De este modo imitaremos a nuestro protector y Padre San Benito y mereceremos nos cuente entre sus hijos.

   Supliquemos al Señor nos llene de aquel espíritu de amor y celo por la salvación de las almas de que Benito estaba lleno.

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

Obsequio: Dar buen ejemplo al prójimo, no por ostentación ni vanidad, sino para moverle a ser virtuoso.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.


DÍA SEXTO (18 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

—Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

Benito padre y fundador de los monjes de Occidente.

PRIMER PUNTO. —El principal y más glorioso título del glorioso San Benito y para el cual recibió especial favor del cielo, es el ser fundador y legislador de los monjes de Occidente. Muchos de los fieles que venían a escuchar sus enseñanzas, movidos por la fuerza de sus palabras, renunciaban al mundo y permanecían en la soledad. Viendo el varón de Dios que los cristianos fervorosos que querían abrazar la vida religiosa, aumentaba cada día, los distribuyó en varios monasterios, poniendo al frente de cada uno, un superior que como padre espiritual los gobernase, atendiendo a las necesidades espirituales y temporales de los monjes, prescribiendo que éstos a su vez le deberían respeto y obediencia. Se amaban unos a otros con amor puro y sincero, nadie buscaba sus propios intereses, pues desprendidos de todo lo terreno sólo aspiraban a lo celestial. La oración, la lectura espiritual y el trabajo de manos eran sus continuas ocupaciones. ¿Quién podrá decir la paz, quietud y alegría santa que reinaba en las casas fundadas por Benito y regidas por sus sabias amonestaciones? Así empezó esta obra nuestro Santo, obra que se ha continuado en el decurso de los siglos y hoy mismo se conserva y prospera merced a su intercesión poderosa.

SEGUNDO PUNTO. — ¡Oh benditísimo padre! Vos sois más glorioso, que el Patriarca Abraham. ¿Quién podrá contar los hijos, espirituales que el Señor os ha concedido? ¿No fué vuestra descendencia espiritual más grata a Dios por su fidelidad que los lujos carnales del patriarca del Antiguo Testamento? ¡Oh verdadero patriarca de los monjes de Occidente! Nosotros también deseamos contarnos entre tus hijos también queremos militar bajo vuestra bandera y seguir las enseñanzas admirables de tu santísima Regla. Como aquellos hijos tuyos de Subiaco, prometemos obedecer a nuestros superiores, amar a nuestros prójimos y conservar la paz con todos. Un monasterio o casa religiosa es un modelo de lo que debiera ser una familia cristiana; no es, por tanto, muy fácil practicar aun en medio del mundo muchos de los consejos de vuestra inmortal Regla.

   Ayudadnos ¡oh padre amantísimo! a poner por obra nuestros buenos deseos, fortaleced nuestra voluntad, encaminad por el camino recto nuestro corazón y nuestras obras, para que un día merezcamos juntarnos con los coros gloriosos de vuestros hijos en el cielo.

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

Obsequio. — Leer algún capítulo de la santa Regla y sacar alguna resolución que pondremos en práctica durante este día.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.


DÍA SÉPTIMO (19 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

—Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

San Benito Taumaturgo.

PRIMER PUNTO. —Por la vida de Benito vemos la grande humildad que poseía su alma; pero Dios, que se complace en exaltar a los humildes, concedió en alto grado a su fiel siervo el don de hacer milagros y recompensó aun en vida tanta virtud y obras buenas con el poder que dio a Benito sobre la naturaleza, sobre el corazón de los hombres y, sobre todo, sobre el demonio. Benito cura a los enfermos, socorre al necesitado, rompe las cadenas que oprimen al cautivo, y si el padre gime y llora afligido la muerte de su tierno hijo, él le devuelve a la vida. No hay enfermedad ni desgracia que Benito no pueda remediar. Penetra los pensamientos más recónditos, ve lo que pasa a lo lejos las buenas como las malas acciones, y hasta los mismos secretos celestiales le son revelados. El enemigo de Dios y del hombre, Satanás ha encontrado en Benito un adversario formidable; él destruye sus templos, quema sus altares, disipa sus vanas ilusiones y le ahuyenta de los lugares que antes ocupaba. Diríase que el Señor quiso premiar de este modo el acto tan heroico con que venció la tentación carnal en la cueva de Subiaco. El imperio de San Benito sobre el demonio le ha conservado después de su muerte y en los países paganos donde el diablo conserva aún mucho poder, la intercesión del varón de Dios es poderosísima contra todos sus artificios, y también en las mismas naciones cristianas cada día se experimenta su poder contra Satanás, por medio de su milagrosa medalla y del libro de su santa Regla.

SEGUNDO PUNTO. — ¡Cuántos favores os ha otorgado el Señor, oh Benito, siervo muy amado de Dios! Si viviendo en esta carné mortal fué tan poderosa vuestra mediación ante el trono de Dios, ¿cuál no será ahora que gozáis de la eterna bienaventuranza?

   Con confianza acudimos, pues, a vos ¡padre amantísimo! para que sanéis todas las enfermedades espirituales y corporales, así como remediabais todas las necesidades en vida. Somos débiles para obrar el bien, densas tinieblas oscurecen las verdades de la fe en nuestras almas, la fiebre de la codicia de los bienes terrenos nos abrasa: dadnos fuerza, luz y vida. ¿Quiénes más necesitados que nosotros? Los pecados y vicios nos tienen en la esclavitud; romped las cadenas y gozaremos de la libertad santa de los hijos de Dios. Oh ¡cuántos están muertos a la gracia y cuántos se hallan bajo la dominación de Satanás! Resucitadlos a la gracia y dignaos continuar la guerra contra las huestes infernales. No nos abandonéis jamás, antes acoged piadoso nuestras súplicas.

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

Obsequio. —En nuestras necesidades, dificultades y penas, acudamos a San Benito y recemos un Padre nuestro.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.



DÍA OCTAVO (20 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

—Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

Muerte o tránsito glorioso de San Benito.

PRIMER PUNTO. —Benito, que desde su infancia había servido al Señor, considerando los bienes celestiales y eternos que Dios ha preparado a cuantos le aman; Benito, que siempre tuvo su mirada en los cielos, y que, merced a la divina bondad de Dios, saboreó anticipadamente las delicias inefables de la celestial Jerusalem; Benito que hablaba con placer de ellas, comunicando el aprecio que de ellas hacía a las almas con quienes conversaba, viviendo en este mundo, tenía un paraíso en su alma. Por eso la muerte que tanto horror suele causar, era para ella cosa más ardientemente deseada como el término de este destierro y el mensajero de la felicidad eterna. Jesucristo se había dignado revelarle el día y la hora de su tránsito glorioso, y seis días antes mandó abrir el sepulcro en que debían descansar sus restos mortales, para enseñarnos a todos que para no tener horror a la muerte el mejor remedio es tenerla siempre presente. Durante seis días le consumió una recia fiebre, y el día último de su enfermedad mandó que sus hijos le llevasen a la iglesia, donde, de pie, recibió el Viático, y en brazos de sus discípulos, con las manos levantadas al cielo, pronunciando fervorosa oración, entregó su espíritu a Dios. ¡Qué valor, qué energía de alma de este varón esclarecido al disolverse las fuerzas de su cuerpo! ¡Qué dicha la de aquellos discípulos suyos que presenciaron tan santo fin y vieron cómo mueren los justos como Benito! Sin embargo, no temamos afirmar que mucho más dichosos han de ser los que, imitándole, merezcan seguirle en la alegría de su triunfo.

SEGUNDO PUNTO. —Hallándose un día Santa Gertrudis en oración contemplando el fin glorioso de su padre San Benito, le suplicó que él, en consideración de tan excepcional privilegio como había tenido de morir de pie y exhalando una oración junto al altar, se dignara favorecerla en la hora de su muerte. El santo la contestó entonces: “Cualquiera que me trajere a la memoria las mercedes que el Señor me hizo al morir sentir a mi auxilio en el trance terrible de la muerte pues yo, como fiel abogado, le defenderé contra el diablo y sus asechanzas, para que salga libre de sus redes y vaya conmigo a gozar de la gloria por los siglos infinitos”.

   Tal ha sido el motivo y principio de tomar como protector de la buena muerte con San José al glorioso San Benito, y todos sus verdaderos hijos y devotos se encomiendan a él todos los días felicitándole por su dichos o tránsito y pidiéndole asistencia en la suprema hora.

   Encomendémonos también nosotros a él con fervor: siendo muchos los que han experimentado su ayuda ¿podrá abandonarnos a nosotros que queremos ser fieles hijos suyo?

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

Obsequio: En memoria de la santa muerte de Benito representarnos la nuestra y pedirle con el corazón, viendo nuestros apuros, su asistencia provechosa.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.


DÍA NOVENO (21 de marzo).

—Por la señal y Acto de contrición.

—Oración de todos los días.

CONSIDERACIÓN

Patrocinio de San Benito.

PRIMER PUNTO. —“En modo alguno concibáis tristeza por la descomposición de este cuerpecillo, porque estaré más cerca de vos luego que haya depuesto este peso, y seré un cooperador asiduo de cuantas obras emprendáis.” Tales eran las palabras con las cuales despedía Benito a su discípulo amado Mauro cuando se encaminaba por mandato suyo a propagar su Regla en Francia, palabras que encerraban la promesa de que nunca dejarían de ayudar a sus hijos y a sus verdaderos devotos. Promesa que ha tenido exacto cumplimiento en el decurso de los siglos. Muchos y esclarecidos milagros nos refieren las historias obrados por el siervo de Dios para proteger a los que de veras le invocan. En ellos se ve el interés que se toma por cuantos acuden a su protección nunca desmentida y cómo los saca de los mayores apuros. Recordemos uno entre muchos, para que se haga manifiesto que no en vano se niega Benito en cualquiera necesidad.

   Reinando en Francia Carlomagno, entraron por el Norte los bárbaros, y talando cuanto encontraban a su paso llegaron al monasterio de Fleury, sitio en que descansaban las cenizas de Benito. Prendieron, a los monjes y les dieron muerte cruel, quemando después el convento. Sentía mucha pena el Conde Gillolp, devotísimo del santo, al ver las ruinas que habían causado, y deseaba perseguir a los bárbaros, pero contando con pocos soldados no se atrevía a realizarlo. Encomendóse á San Benito y se le apareció en sueños prometiendo su ayuda contra aquellas gentes que tantos males causaban a la religión. Reunió sus soldados el Conde, los persiguió, y al cabo de tres días los derrotó completamente en una batalla, merced al auxilio de Benito, que, montado en un caballo y con su hábito monástico, se le apareció en medio de la pelea.

   ¿Quién puede enumerar los hechos milagrosos, pruebas de su protección? ¿Quién puede contar las curaciones obtenidas por su mediación y las gracias espirituales para las almas? ¿No ha deshecho y deshace los embustes diabólicos; no libra de toda clase de peligros a sus devotos? Serían necesarias muchas páginas si fuéramos a poner aquí lo que se halla escrito en muchos libros, que prueba la protección del santo patriarca.

SEGUNDO PUNTO. —¡Oh esclarecido San Benito! No podemos menos de reconocer y de admirar tu valioso poder para remediar toda necesidad. Sabemos que habéis obrado muchedumbre de milagros en favor de tus devotos. No dudamos de tu poder ni de tu grande compasión para con los infelices que aquí vivimos. ¿Qué puede negarte el Señor en el cielo si tanto te concedió en el mundo? Por eso, santo bendito y protector nuestro, a ti hemos recurrido en esta novena y recurrimos ahora con más instancia pidiéndoos las gracias que más necesitamos.

   ¡Que nuestra confianza en vuestra paternal bondad no quede frustrada! Dígnate acoger nuestros ruegos y presentarlos ante el trono del Altísimo para que, conseguidas las mercedes que pedimos, vivamos, conformando nuestra vida a la ley de Dios tan inculcada en tus enseñanzas, y después vayamos a la gloria para tributar juntos con vos eternas alabanzas a Dios por las mercedes recibidas. Así sea.

—Tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

Obsequio. —Para terminar santamente la novena repetir con frecuencia en este día: San Benito, nuestro padre y protector, interceded por nosotros.

—Gozos, Versículo y Oración como en el primer día.


Oración de Santa Gertrudis en honor de San Benito.


   Te saludo por el Corazón de Jesús, gran San Benito; me regocijo de tu gloria y doy gracias al Señor por los beneficios de que te ha colmado: lo alabo y lo glorifico y os ofrezco en aumento, de alegría y de honor al Corazón pacientísimo de Jesús. Dígnate ¡oh amado padre! rogar por nosotros a de que seamos según el corazón de Dios. Así sea.

 ORACIÓN A SAN BENITO ABAD

para obtener una buena muerte.

Estando en su oratorio el amado de Dios, San Benito, confortado con el cuerpo y la sangre del Señor, sosteniendo aquellos desfallecidos miembros sus discípulos, alzadas las manos al cielo entre fervorosas oraciones exhaló su espíritu: viósele subir al cielo por un camino ricamente tapizado e iluminado por innumerables antorchas.

—Glorioso apareciste en la presencia del Señor.

R). Por eso el Señor te revistió de hermosura.

ORACIÓN

¡Oh Dios! que con tantos privilegios favoreciste la muerte del glorioso San Benito, concédenos a nosotros tus siervos que con la bienaventurada presencia de aquel cuya memoria veneramos, seamos defendidos en aquella hora de las asechanzas de los enemigos. Por Jesucristo Señor Nuestro.

Fué revelado a Santa Gertrudis por el mismo San Benito que asistiría el santo a la hora de la muerte a todos los que en vida hubiesen rezado esta oración.

Tiene, además, indulgencia plenaria concedida por el Papa Clemente XIV. Y otra concedida por S. S. León P. XIII a los que recen la misma oración durante los nueve días que preceden la fiesta de San Benito y cumplan las condiciones acostumbradas.

 

 

NOVENAS VARIAS (1883)


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