Novena
compuesta por María Josefa Amalia de Sajonia de Borbón, reina consorte de
España, y publicada por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en la
imprenta de José Rubio en Barcelona, con aprobación del Cardenal-Arzobispo de
Toledo en 1828. Los Gozos son de la autoría de Josep Martí Folguera.
COMENZAMOS: 2 de octubre.
FINALIZAMOS: 10 de octubre.
FESTIVIDAD VETUS ORDO: 11 de octubre.
PRÓLOGO
Siendo
la Encarnación del Verbo el principio de nuestra felicidad, el fundamento de
los otros beneficios Divinos, en el orden de la Gracia y de la gloria, y uno de
los misterios en que más resplandecen las perfecciones del Señor, y
singularmente su infinita Bondad y amor a los hombres: justo
es que estos procuren honrarla con particular devoción y reverencia. Es
el primero de todos los misterios de la Nueva Ley, y el fin de la Antigua: es
el beneficio de Dios, del cual son consecuencia los otros: pues en su Humanidad
Sacratísima pagó Jesucristo la deuda del género humano; bajo su velo anduvo por
el mundo iluminándole con su celestial Doctrina y dándonos en su admirable vida
un perfecto dechado de todas las virtudes. El beneficio de la Encarnación
disminuye en cierto modo el pasmo que habían de causarnos los que a él se
siguieron, pues un Dios, cuyo amor a los hombres llega hasta el punto de
vestirse de su misma carne, y cargarse con todas sus miserias, excepto las de
ignorancia y malicia; ¿que no hará por aquellos a quienes mostró tan gran
ternura, y que ya, después de este principio; cuenta por sus hermanos y
particioneros con él de una misma naturaleza? La creencia de este Misterio es una de las primeras bases
de nuestra Fe, cuyo principal objeto es un solo Dios en tres personas, de las
cuales la segunda es al mismo tiempo Hombre verdadero; es el cimiento sólido de
nuestra Esperanza, pues cuando este Señor se hizo Hijo del Hombre, nosotros
fuimos adoptados por hijos de su Eterno Padre, por hermanos del Hombre Dios, y
por coherederos de su gloria. Por él fuimos
consagrados para Templos del Espíritu Santo; limpios de nuestras culpas, y
adornados de su Gracia. Por él somos
mirados de Dios con ojos de misericordia; pues si este Señor estaba pronto a
perdonar al culpado pueblo de Sodoma, como encontrase en él diez justos; ¿con qué ojos no
mirará a la naturaleza humana, a aquel pueblo en cuyo número cuenta, no ya solo
diez justos, sino la justicia y la Santidad por esencia, que es su Unigénito
Hijo, objeto de sus eternas complacencias? La Encarnación de este
dulcísimo Redentor de nuestras almas es también incentivo de la caridad, pues
si con nada se enciende mejor un fuego que con otro fuego, ¿qué mayor motivo para que nuestros
corazones se abrasen en amor de este Señor, que ver una prueba tan asombrosa
del suyo como es hacerse hombre y morir por salvarnos? Ella es
también la gloria de nuestra naturaleza, pues siendo esta por sí baja y
terrestre, y habiendo decaído por la culpa de su primera excelencia, se ve tan
elevada en la Divina persona de Jesucristo, que los más altos Serafines del
Cielo se postran delante de ella para adorar el propio cuerpo y Alma de su Dios
y Criador. Ella también nos abre la puerta segura y fácil camino para la unión
con Dios y contemplación de sus perfecciones infinitas, pues como el espejo ustorio
recoge los rayos del Sol y los atrae a la tierra, así los atributos divinos,
que resplandecen en la Humanidad Sagrada del Hijo de Dios, cual en espejo
clarísimo, como que se acercan a nuestra vista y se acomodan más a nuestro
flaco entendimiento, Aquel que habita la luz inaccesible ya se presenta a
nuestros ojos, y vestido de nuestra carne, podemos conversar con él y llegarnos
como un hombre se llega a otro hombre, a aquel Dios ante cuyo acatamiento tiemblan
y encogen sus alas las potestades Angélicas, para que, como canta la Iglesia,
cuando conocemos a Dios visiblemente, seamos arrebatados por él al amor de las
cosas invisibles; pues aquí se empezó a descubrir el Velo del Santuario, que
había de rasgarse del todo en la muerte de este Señor. En el día dichoso de la
Encarnación se presenta la víctima, que había de servir para nuestro rescate, y
se preparó el grano de trigo precioso, del cual se había de amasar el Pan del
Cielo para nuestro alimento, se alegraron los Ángeles porque iba a poblarse el
Empíreo de nuevos ciudadanos; y se llenaron de rabia los demonios, porque iban
a perder su presa, y ver ocupar a los hombres los puestos que ellos habían
perdido por su soberbia. Este misterio es nuestro
consuelo, nuestro esfuerzo, y nuestra alegría, por sellar la Fe de los puntos
concernientes a él murieron invictos mártires, y desafiaron los gloriosos
Confesores la ira de los Cesares; él triunfó de todas las herejías que se
levantaron contra él, que no trato de referir aquí, antes.... ¡Ojalá fuera
posible sepultarlas en un eterno olvido! pero solo sirvieron para
ponerlo en más clara luz, y para que la Iglesia declarase con más solemnidad y
publicase con más esforzado grito entre todos sus hijos, cómo en la Divina
Persona de Jesucristo están reunidas en uno las dos naturalezas Divina y
humana; en uno digo, no por conversión de la Divinidad en carne, sino por asunción
de la Humanidad en Dios; uno absolutamente, no por confusión de la sustancia,
sino por unidad de la Persona; pues como el alma
racional y la carne es un solo hombre, así Dios y el hombre, es un solo Cristo.
Siendo, pues, tal la grandeza de este Misterio; y tan notables las ventajas que
se nos siguieron de él; es bien justo, como ya dije al principio, que todos los
cristianos que nos preciamos de pueblo escogido del Hombre Dios, le tributemos
en él particular culto y adoración; y habiendo tenido tanta parte en él María
Santísima, y siendo su Maternidad Divina el origen de todas sus otras prerrogativas,
también es debido nos alegremos con ella, y la demos el para bien de su dicha,
y nos gocemos y gloriemos de que sea Madre nuestra la Madre del mismo Dios; el
cual, no contento con habernos hecho hijos de su Padre Celestial, y dado su
vida por nuestro rescate, y su Cuerpo y Sangre por alimento, también nos hizo
desde la Cruz este precioso legado, cuando nos dijo a todos en cabeza de San
Juan: «Mira
ahí a tu Madre». Por esto he
dispuesto yo en esta Novena que la consideración y oración particular de cada
día, trate de una de las perfecciones de Dios y una de las virtudes de María
Santísima, que singularmente resplandecen en este misterio de la Encarnación. También
me ha parecido hacer cada día alguna memoria particular del glorioso Arcángel
San Gabriel, que fue el mensajero escogido para traernos la embajada más
interesante que se hizo jamás del Cielo a la tierra: y de alguno de los nueve
coros de los Ángeles, a quienes mandó el Padre eterno que adorasen a su
Unigénito cuando de nuevo le introdujo en el mundo. Todas estas circunstancias,
unidas a la dignidad del asunto, y lo mucho que hay que decir sobre él, me ha
hecho extender en la Novena más de lo que algunos les permitirán sus
ocupaciones; por lo cual pueden, los que quieran,
abreviarla, no diciendo más que los tres Credos y nueve Ave Marías en la forma
susodicha, nombrando cada día la perfección de Dios de que trate al decir: «Bendita sea la
Sacrosanta e Individua Trinidad, cuya (aquí
se dice la perfección) tanto resplandece en este Misterio»; excepto
el tercer día, que se dirá esto, conforme está puesto; y al decir; «La Humanidad
Sacratísima de nuestro Señor Jesucristo, en la cual está todo nuestro remedio», se añadirá; «y la profunda Humildad, de la cual nos dio tan
maravilloso ejemplo»; y al decir: «la fecunda integridad de María Santísima»,
se nombrará también cada día la virtud que le toque, diciendo, «La fecunda
integridad (y se nombra la virtud) de María Santísima».
Bueno
será confesar y comulgar en alguno de los nueve días, especialmente el primero
y el último en que se trata del amor de Dios a los hombres; y también podrá
leerse este prologo, para prepararse antes de empezarla; pero siendo mi
principal objeto, excitar los corazones a un ardiente amor y profunda gratitud
hacia el Divino Verbo Encarnado; sobre todo, encargo a cuantos la hicieren,
procuren encender en su corazón este fuego celestial con frecuentes y
fervorosos actos de Caridad, y con pedirle los abrase en él a ellos y a todos
los hombres, no olvidando en particular a la última de las Siervas de este
Señor, la Autora, María Josefa Amalia de Sajonia -
Borbón.
NOVENA EN
HONOR DE LA ENCARNACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, Y DE LA DIVINA MATERNIDAD
DE MARÍA SANTÍSIMA
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos
Señor
✠ Dios
nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN.
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y
Redentor mío y de todos los hombres, por amor de todos los cuales os
dignasteis bajar del Cielo a la tierra tomando carne en las purísimas entrañas
de María Santísima, y sujetándoos a una muerte afrentosa y cruel: postrado a
vuestros pies Divinos, confieso que he merecido mil veces el Infierno por haber
despreciado tamaños beneficios y hollado vuestra Sangre preciosa, derramada por
mí en la Cruz; pero fiado en vuestra misericordia, que tanto manifestasteis en
esta obra, y apoyado en los méritos de esa misma Sangre adorable; me vuelvo a Vos, Salvador mío, y os pido humildemente perdón de
todos mis pecados, arrepintiéndome de ellos de todo corazón, solo por ser Vos
quien sois tan infinitamente perfecto, bueno y amable: propongo firmemente de
nunca más pecar y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos: de confesarme
y cumplir la penitencia que me fuera impuesta, con el auxilio de vuestra Divina
gracia, la cual os pido por vuestros méritos y por la intercesión de María
Santísima, a quien, dignándoos elegirla por Madre, la constituisteis al mismo
tiempo por Reina del Cielo, Madre de misericordia, y refugio de pecadores. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA
PARA TODOS LOS DÍAS
Abrid, Señor, mis
labios, para bendecir vuestro Santo Nombre; purificad mi corazón de todo vano,
ajeno y perverso pensamiento: iluminad mi entendimiento, e inflamad mi
voluntad, para que digna, atenta y devotamente pueda hacer esta Novena, y
merezca en ella ser oído de vuestra Divina Majestad, por Cristo nuestro Señor. Amén.
Señor, en
unión de aquella Divina intención, con la cual en la tierra dirigisteis
vuestras alabanzas a Dios, os dirijo estas oraciones.
DÍA PRIMERO - 2 DE
OCTUBRE.
CONSIDERACIÓN: SANTIDAD DE DIOS, Y PUREZA DE MARÍA
SANTÍSIMA.
Considera la santidad de Dios, que
singularmente resplandece en este misterio de su Encarnación; pues habiéndose
hecho verdadero hombre, y querido nacer de mujer, no quiso elegir por su Madre
a ninguna que no estuviese enteramente libre de toda mancha de pecado;
eximiéndola por singular privilegio, por los méritos de su muerte prevista,
hasta de la misma culpa original, con la cual todos venimos al mundo; pues si
este Señor no quiso tomar carne de una madre, que alguna vez hubiese tenido
alguna mancha ni aun original o venial, ¿cómo piensas que ha de querer habitar en un corazón
lleno tal vez de gravísimos pecados actuales, si no procura el hombre borrarlos
con el dolor y la penitencia?
Considera
también el amor que este Dios de pureza mostró a esta angelical virtud,
eligiendo encarnar en el seno de una Virgen Purísima, y conservándola la
gloriosa calidad de tal, antes del parto, en el parto, y después del parto; y
repara cómo la Señora por su parte, era tan celosa de esta virtud, que no solo
se turbó a la vista de un Ángel, en figura de hombre, sino que aun después de
oído el honorífico mensaje, lejos de hacerla olvidar del cuidado de su
virginidad el augusto título de Madre de Dios, su primera respuesta a las
palabras del Celestial Paraninfo, fue preguntar: «¿Cómo se hará esto, pues yo no conozco
varón?».
Alabarás a Dios en esta perfección suya, y
virtud de Maria Santísima, diciendo la siguiente Oración:
Dios de
santidad, que sois aquel Esposo Celestial que solo se complace entre las
cándidas azucenas de la pureza, por lo cual también quisisteis nacer de Madre
Virgen, e Inmaculada desde su misma Concepción; yo os adoro en esta perfección
vuestra, que tanto resplandece en el Misterio de vuestra Encarnación, y junto
mis adoraciones a las que os rindieron los Ángeles desde el primer instante de
ella, y también a las que os rindió vuestro Arcángel San Gabriel que tuvo la
dicha de anunciar a María Santísima la elección que habíais hecho de ella para
Madre vuestra, y asegurarla al mismo tiempo de la conservación de su pureza
virginal; y os suplico por vuestros méritos y la
intercesión de la misma Señora y del glorioso Arcángel, que preservéis mi corazón
y mi cuerpo de toda mancha, para que sea templo vivo del Espíritu Santo, y
aposento hermoso, aparejado y adornado para recibiros dignamente en el
Santísimo Sacramento del Altar; a fin de que alimentada mi alma de este divino
Maná, camine por el desierto de este siglo, apoyada sobre su amado, como la
Esposa de los Cantares; y así llegue a aquel reino de pureza eterna, donde no
entra ninguna cosa manchada. Amén.
—Ahora se
rezarán tres credos en honor de la Santísima Trinidad, en la forma siguiente:
se dirá: «¡Bendito sea el Padre
Eterno que nos dio su Unigénito Hijo!» y se rezará un Credo; luego
se dirá: «¡Bendito
sea el Hijo Eterno, que se dignó tomar nuestra naturaleza!», y se rezará el segundo Credo; luego se dirá: «¡Bendito sea el
Espíritu Santo, por cuya obra y gracia fue concebido el Hijo!», y rezará el tercer
Credo.
Después se
añadirá:
«Bendita sea
la Sacrosanta e individua Trinidad cuyas perfecciones tanto resplandecen en
este Misterio, la Humanidad Sacratísima de nuestro Señor Jesucristo, en la cual
está todo nuestro remedio, y la fecunda integridad de María Santísima, por cuyo
medio nos vino tanto bien: a la cual saludamos con el Ángel diciendo»: Aquí se rezarán nueve Ave Marías, en reverencia de la
Preñez de María Santísima, y luego se dirá la siguiente oración.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS
LOS DÍAS DE LA NOVENA.
Señor mío Jesucristo, Verbo Divino,
engendrado del Padre antes de todos los siglos, que
gozando en su seno de una bienaventuranza cumplida, y no teniendo ninguna
necesidad de los hombres, os dignasteis, por nuestro remedio, bajar del Cielo a
la tierra, tomando carne en las purísimas entrañas de María Santísima y
sujetándoos a la muerte y a todos nuestros dolores y miserias, excepto a las de
ignorancia y malicia: postrado a vuestros pies, confieso, que aunque tuviera
infinitas lenguas para alabaros, infinitos corazones para amaros, a infinitas
vidas para sacrificarlas todas por vuestro amor, todo esto no bastaría para
agradeceros tamaño beneficio; pero a lo menos, esto poco que en mí hay, y puedo
yo ofreceros (que también es don de vuestra liberalidad) sea todo dedicado a
vuestro servicio: empléense todas las potencias de mi alma en bendeciros y
glorificaros por el medio tan admirable que escogisteis para nuestra
santificación y redención; junto mis adoraciones y las que os rindieron los
nueve Coros de los Ángeles desde el primer instante de vuestra vida mortal, y
las que os rendirán por toda la eternidad: y os suplico, por el infinito
amor que me mostrasteis en esta obra me miréis benignamente, desde el alto
trono donde gozáis la Gloria tan debida a la dignidad de vuestra adorable
Persona, y a las profundas humillaciones, a las cuales os Sujetasteis por
nuestro bien; que me comuniquéis las gracias que merecisteis con vuestro
sacrificio, dándome una Fe viva, una Esperanza firme, y una caridad ardiente;
adornando mi alma de todas las virtudes cristianas, y consiguiéndome, sobre
todo la gracia final; para que después de pasar esta vida miserable en amaros
con todo mi corazón, y serviros con todas mis fuerzas, pueda en la Eterna veros
y alabaros para siempre, como a mi Criador, mi Redentor, Padre amantísimo, y
fuente de todo bien.
Mirad también, Señor, por
la Iglesia que fundasteis con vuestra Sangre, y el supremo Pastor que la
gobierna: os pido, Dios mío, su exaltación; la extirpación de las herejías, y
la paz y concordia entre los Príncipes Cristianos; reducid al gremio de la
Iglesia a todos los que viven descarriados de ella; acordaos, Redentor
dulcísimo, que también por ellos tomasteis nuestra naturaleza, y que tanto os
han costado sus almas, como las de los mayores Santos que reinan con Vos en el
Cielo. Mirad también por nuestro Rey, Reina, su Real Familia y Reino; y en fin
por todos los hombres, y particularmente los que estamos haciendo
esta Santa Novena, concedednos el favor que os pedimos en ella, si es para
mayor gloria vuestra y bien de nuestras almas; y si no una perfecta resignación
a vuestra Divina voluntad: así os lo suplicamos por vuestros méritos y la
intercesión de Maria Santísima, vuestra Madre y nuestra, en quien, después de
Vos, ponemos toda nuestra confianza. Amén.
—Aquí se
pide la gracia que se pretende conseguir, poniendo por intercesora a María
Santísima.
GOZOS
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Vuestra
divina planta
Tiende
del pecado el puente:
Salve
Regína se os canta
En
las cuatro partes del mundo.
Vuestro
auxilio siempre grita
El
hijo de Eva desdichado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos hicisteis brotar la vida
Restañada por el pecado.
¡Dios os
salve! ¡Toda llena
De la
gracia del Señor!
¡Todas las
nubes serena!
Vuestra
mirada plena de claror.
Por
esto es tan débil
El
amor con que os han pagado,
Porque
a Vos deben la vida
Estañada
por el pecado.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Inútilmente
la serpiente horrenda
Rodaba
por todas partes.
Vos
le aplastasteis la cabeza
Con
vuestro santísimo pie.
Nunca
más, oh serpiente maldecida,
Verán
vuestra cabeza en alto:
Nunca
más la fuente de la vida
Nunca
más quedará estañada.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
¡Oh
dulzura y esperanza.
Oh santa
Madre de Dios!
Piedad
y bienaventuranza,
Más
blanca y pura que nieve.
Todo
a loaros convida,
Mas
no hay digno dictado
Para
Vos, fuente de la vida
Que
a todo el mundo ha salvado.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Por
Vos brillan las estrellas
Sobre
el mar tempestuoso,
Y
todas las cosas bellas
Existen
sólo por Vos.
Por
Vos, crece como oro, el trigo
Por
Vos, la luz de la vida
Deshace
la sombra del pecado.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Por
Vos, las flores traen aroma:
Por
Vos cantan los pájaros,
Y
por Vos, llenan el aire
Tantos
ecos de cánticos bellos.
Por
Vos, la tierra iluminada
Está
cuando el sol elevado
Sale
a escampar rayos de vida
Por
toda la inmensidad.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Cuando
la mar se pone inflada,
Os
invoca el marinero:
Os
invocan en la sequía
El
campesino y el jornalero.
Entre
la batalla os grita,
Oh
Virgen, el pobre soldado;
Todos
en Vos, buscan la vida,
El
socorro y la piedad.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Los
niños, ya en la cuna, tienen
Vuestro
escapulario al pecho,
Y
uno de los primeros nombres que aprenden
Es
vuestro nombre bendito.
¿Qué son
los cantos de la haya
Sino
preces de amor sagrado?
¿Qué son
sino raudales de vida
Que bebe
el niño embelesado?
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Cuando
en el tiempo de primavera,
Florecen
los rosales,
Las
doncellas con fallera
Guarnecen
vuestros altares.
La
feliz y la afligida
Por
Vos despullan el prado,
Y
las flores cobran más vida
Estando
a vuestro costado.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Madre
a quien todo hombre venera,
No
nos apartéis vuestro amor,
Seguidnos
intercesora
Ante
Nuestro Señor.
Que
sin trabas redimida
El
alma vuela pronto.
El
alma ama la vida,
Mas
sólo en la eternidad.
Virgen
santa y bendecida,
Madre del
que os ha creado:
Vos
hicisteis brotar la vida
Restañada
por el pecado.
Virgen
santa bendecida,
Madre
del que os ha creado,
El
espíritu se añora y grita
Entre
suspiros: ¡Libertad!
Antífona: Hoy se ha declarado tan admirable misterio:
Renovando la naturaleza, Dios se ha hecho hombre; permaneciendo en lo que fue y
asumiendo lo que no era, sin padecer conmixtión ni división.
℣.
Benditas sean las entrañas de la Virgen María, que portaron
al Hijo del Eterno Padre.
℟.
Y benditos los pechos que lactaron a Cristo el
Señor.
ORACIÓN
Oh Dios, que
quisiste que, al anuncio del ángel, tu Verbo se encarnase en el seno de la
Bienaventurada Virgen María: Suplicámoste hagas que, los que
creemos que ella es verdadera Madre de Dios, seamos ayudados ante ti por su
intercesión. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO - 3 DE
OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: BONDAD Y PROVIDENCIA DE DIOS, Y ESPERANZA
DE MARÍA SANTÍSIMA.
Considera la Bondad y
providencia de Dios, que
singularmente resplandece en este Misterio de la Encarnación, queriendo venir
Él mismo en persona, a trabajar en nuestro remedio y santificación. Dijo David
en otro tiempo: «Dóminus
de Cœlo in terram aspéxit»; el
Señor miró desde el Cielo a la tierra: pues en el Cielo es donde se manifiesta
más particularmente, aunque está presente en todas partes; pues viósele aquí
manifestarse visiblemente en la tierra, y andar entre los hombres como uno de
ellos, para instruirlos con su doctrina, guiarlos con sus ejemplos, sanarlos
con sus llagas, y vivificarlos con su muerte. Pues ¿cómo no ponemos en él toda nuestra
confianza? ¿Cómo no nos decimos en todos los reveses de la vida: el que me
envía este trabajo es el mismo que se hizo hombre y murió en una Cruz por mí?
Unus omníno: Uno en
todos; uno absolutamente; pues siendo
obra del mismo Señor lo uno y lo otro, ¿puedo yo dudar que es la misma bondad, la que en lo uno
y en lo otro le guía? Tomemos por modelo de nuestra esperanza a Maria
Santísima, que no dudó un momento que Dios conservaría su virginidad,
mantendría la paz con su Esposo, y la sostendría en todos los trabajos que
había de pasar con el Hijo adorable que iba a dar a luz.
Alabarás a Dios en esta perfección suya, y virtud de Maria
Santísima, diciendo la siguiente Oración:
Dios de bondad, inefable en vuestra providencia,
que dijisteis, que aun cuando una madre se olvidara del hijo de sus entrañas,
Vos no os olvidaríais de los hombres, y probasteis la verdad de esta palabra,
haciendo por ellos aquello a que nunca llegaría el amor de la madre más tierna,
yo os adoro en estas vuestras perfecciones infinitas, juntando mis adoraciones
a las que os rindieron los Arcángeles en el mismo instante de vuestra
Encarnación, y particularmente a las de vuestro Arcángel San Gabriel, dichoso
mensajero de los decretos de vuestra bondad eterna. A vuestros pies me postro;
en vuestros brazos me arrojo, y corro a descansar en vuestro seno paternal;
allí pongo todos mis cuidados; en la firme confianza que por esa bondad y
providencia infinita, que os trajo de él a la tierra por nuestro remedio, me
consolaréis en las aflicciones, me defenderéis en los peligros, y me guiaréis
por los caminos de esta vida miserable, adonde vea yo y goce por siempre de
vuestra bondad no ya en sus obras, sino en sí misma, no ya en los efectos, sino
en la causa; no ya en los arroyos sino en la fuente: así os
lo suplico, poniendo por intercesora a María Santísima, Madre de la Santa
Esperanza, y después de Vos, vida y dulzura de los hijos de Eva en este
miserable destierro. Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
DÍA TERCERO - 4 DE
OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: HUMILDAD DEL HIJO DE DIOS Y DE SU MADRE
SANTÍSIMA.
Considera la humildad del Hijo de Dios en el
misterio de su Encarnación. ¿Qué cosa más
admirable que el que aquel que está sentado sobre los tronos del Cielo, y ante
cuyo acatamiento encogen sus alas los más elevados Serafines, quiera bajar del
Cielo, y tomar carne en las entrañas de una doncella? ¿Qué mayor maravilla que
el que Aquel que es igual en todo consustancial al Padre, pueda ya decir con
verdad: «El Padre es mayor que
yo según mi humanidad»; que Aquel que era
antes que Abrahán, ya es hijo de Abrahán, en cuanto hombre: que el que es
Eterno tenga principio, y que sea hecho hombre el que es hacedor de todo lo
criado? Considera
al mismo tiempo cuán profundamente este Maestro de la humildad imprimió tan
celestial virtud en el Corazón de su Madre Santísima, y cuán dócil la encontró
para recibir sus lecciones, pues en el momento de verse elevada a la mayor
dignidad, que puede tener una pura criatura, tan sublime honra no altera su
modestia. El Señor la hace su Madre, y María Santísima solo se llama esclava
suya: Santa Isabel a poco tiempo la aclama bendita entre todas las
mujeres, y María Santísima da toda la gloria a Dios porque miró la humildad de
su Sierva.
Alabarás al Señor en su asombrosa humildad, y la de María Santísima,
diciendo la siguiente Oración:
Dios de gloria,
Rey de los Reyes y Señor de los Señores, que por nuestro remedio os
dignasteis humillar vuestra grandeza hasta la condición de hombre y de niño. Yo
os adoro con todo mi corazón en este vuestro estado de humillación, y junto mis
adoraciones a las que en el mismo instante de vuestra Encarnación os rindieron
aquellos Espíritus Celestiales que en el Cielo sirven como de trono a vuestra
Majestad; y también a las que os rindió el Arcángel San Gabriel, que tuvo la
dicha de ser elegido por Vos para anunciar a los hombres este Misterio de
vuestro anonadamiento. En vuestra humilde flaqueza adoro la omnipotencia de
Dios: en vuestro profundo silencio la sabiduría increada; y bajo el velo del
cuerpo de un niño recién concebido, a aquel Dios inmenso para quien son
estrecho espacio Cielos y tierra.
Os suplico, Divino Maestro y
modelo mío, que por el mérito de vuestra humildad os dignéis imprimir esta
virtud en mi corazón, para que, confundido de mis muchos pecados y mi mala
correspondencia a vuestros beneficios, a lo menos, sufra, con paciencia las
humillaciones que merezco, pues Vos, merecedor de toda gloria, os sujetasteis a
tantas por mi amor; así os lo suplicio, por la intercesión de María Santísima
vuestra Madre, que habiendo sido en la tierra la más perfecta imitadora de
vuestra humildad, está ahora la más cercana al trono de vuestra gloria. Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
DÍA CUARTO - 5 DE OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: JUSTICIA DE DIOS, RELIGIÓN Y TEMOR DE DIOS
DE MARÍA SANTÍSIMA.
Considera la justicia
de Dios que singularmente resplandece en este Misterio de la Encarnación, pues siendo el pecado un mal
infinito, por ser ofensa de su Majestad Suprema, solo una víctima de infinito
valor pudo ser bastante para alcanzar el perdón de ella; y para este efecto
quiso que tomase carne su Unigénito Hijo, para que, como verdadero hombre,
pudiese satisfacer y merecer: y como verdadero Dios tuviese virtud infinita
para satisfacer perfectamente.
Considera al mismo
tiempo la Religión y santo temor y resignación con que estaba dispuesta María
Santísima para recibir en su seno a este Dios de Justicia, pues a
pesar de estar concebida sin pecado original, criada en el templo desde la edad
de tres años, y confirmada en gracia desde el primer instante de su existencia,
estaba tan temerosa de las ocasiones de pecar, que la vista de un Ángel en
forma de hombre sobresaltaba su pureza, y sus elogios bien que celestiales,
estremecían su humildad.
Alabarás a Dios en esta perfección suya, y virtud de
Maria Santísima, diciendo la siguiente Oración:
Dios de Justicia, que no dejáis el pecado sin
castigo, y cuya justa ira no pudo aplacar la sangre de los becerros, sino solo
la de aquella Victima inefable, que al mismo tiempo es el Sacerdote Eterno,
según el orden de Melquisedec, engendrado en vuestro seno antes del lucero de
la mañana; yo os adoro en esta vuestra perfección infinita, que tanto
resplandece en el Misterio de la Encarnación de vuestro Unigénito juntando mis
adoraciones a las de las Dominaciones, y a las de vuestro Arcángel San Gabriel,
elegido de Vos para anunciarnos la dichosa nueva de que ya iba a aparecer en la
tierra este Cordero Divino, que solo podía quitar los pecados del mundo: yo os
suplico que iluminéis mi entendimiento para que, por el precio infinito de
nuestro rescate, conozca yo cuán grave mal es el pecado; que huya las ocasiones
de él; que tema vuestra Justicia, y obre mi salvación con temor y temblor: yo
os lo pido así por la intercesión de María Santísima, vuestra hija predilecta y
Madre de mi Salvador, que siempre os fue fiel y obediente, y con vuestro santo
temor toda su vida jamás cometió la menor culpa contra Vos. Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
DÍA QUINTO - 6 DE OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: MISERICORDIA DE DIOS, Y DULZURA DE MARÍA
SANTÍSIMA.
Considera la
misericordia de Dios que singularmente resplandece en este Misterio de su
Encarnación:
pues siendo Dios el ofendido, y el hombre el culpado, y no permitiéndole su
Justicia dejar el pecado sin castigo, mejor quiso tomar una naturaleza pasible,
y sufrir la pena que nosotros debíamos, que perder a los que éramos sus
enemigos. ¿Y
es posible que después de esta muestra de su clemencia, dude volverse a Dios el
pecador, aunque esté manchado con los crímenes más horribles? ¿No pesa más una
sola gota de esta Sangre Divina que todos los delitos del mundo? ¿Podía dar
este Señor mayor prueba de que no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva, que el hacerse Hombre, y morir en Cruz para salvarle? Y
si su Justicia rigurosa atemoriza, acogeos al patrocinio de María
Santísima, su amorosa Madre, Reina de misericordia y de dulzura, y Abogada de
pecadores, de cuya virginal y purísima Sangre el Espíritu Santo formó la
preciosísima de su Santísimo Hijo, que había de servir para el precio del
rescate de aquellos; y la dio también para con ellos un corazón de Madre, más
tierna que la misma que nos dio a luz en este mundo.
Alabarás
a Dios en esta perfección suya, y virtud de Maria Santísima, diciendo la
siguiente Oración:
Dios de Misericordia, que
sois aquel buen Pastor, que, teniendo en el Cielo a los nueve Coros de los
Ángeles, como otras tantas ovejas fieles, bajasteis a la tierra a buscar con
inmensos trabajos a las que se habían descarriado, tomando su misma naturaleza,
y dando vuestra vida por ellas en la Cruz. Yo os adoro en esta perfección
vuestra, y junto mi adoración a las que os rindieron los Principados en el
mismo instante de vuestra encarnación, y también a las que Os rindió el
Arcángel San Gabriel, dichoso mensajero del decreto de vuestra Misericordia
infinita; y lleno de confianza en ella, me vuelvo a Vos, Dios mío, y Redentor
amorosísimo; a vuestros pies lloro todos mis pecados: su enormidad me aflige y
me atemoriza; pero no disminuye mi confianza, que me dice: que todo lo debo
esperar de un Dios que se hizo hombre por mi amor y que cuanto mayores sean mis
culpas más resplandecerá en su perdón vuestra Misericordia, y la virtud
infinita de aquella Sangre preciosa que derramasteis por mí. Este
perdón os pido por la intercesión de María Santísima, vuestra Madre amorosa;
para que viviendo aquí en vuestra gracia; pueda luego en el Cielo cantar
eternamente vuestras Misericordias; «Misericórdias Dómini in
ætérnum cantábo: Cantaré las misericordias del Señor para
siempre». Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
DÍA SEXTO - 7 DE OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: PODER DE DIOS, Y PODER Y DIGNIDAD DE MARÍA
SANTÍSIMA.
Considera el poder
infinito de Dios, que singularmente resplandece en este misterio de la
Encarnación, juntando, en una sola persona, dos naturalezas tan distintas,
cuales una increada, y otra creada; una impasible y otra pasible; eterna la una
y la otra mortal; haciéndose esta unión de Persona, sin confusión de
naturalezas, y de un modo tan admirable, que ni perdió nada con la humanidad de
la Gloria del Padre, ni disminuyó nada con el nacimiento, la virginidad de la
Madre.
Considera al mismo tiempo la sublime dignidad y alto poder a que
por esta Divina Maternidad, ascendió Maria Santísima, quedando, no solo por
ella constituida Reina del Cielo y de la tierra, y superior a todos los Coros
Angélicos, sino logrando derechos de Madre para con el mismo Dios, el cual habiéndola guardado, en su
vida mortal, todos los respetos del Hijo más tierno y obediente, la
colocó después en el Cielo en el Trono más cercano al suyo; y más consigue con
Él un ruego de su Madre, que los de todos los Santos del Cielo y de la tierra
juntos.
Alabarás a Dios en esta perfección
suya, y virtud de Maria Santísima, diciendo la siguiente Oración:
Dios
Omnipotente, ante cuya Faz se derriten los montes, y a cuyo mandato cede
todo el orden de la naturaleza. Yo os adoro en esta vuestra perfección
infinita, juntando mis adoraciones a las que os rindieron las Potestades en el
mismo instante de vuestra Encarnación, y también a las que os rindió vuestro
Arcángel San Gabriel, que anunció al mundo esta obra maestra de vuestra
Omnipotencia.
Os alabo mil veces por haber querido emplear
esta, no en perdernos, como lo teníamos merecido, sino en obrar nuestra
salvación por un medio tan admirable, cuál era el haceros hombre y morir en
Cruz por nuestro amor. Yo os suplico que con aquel poder con que
unisteis la naturaleza humana a vuestra Divina Persona, y la hicisteis
inseparable de ella, unáis nuestros corazones a Vos, con tan fuerte vínculo de
amor y de fidelidad a vuestras leyes, que nada sea capaz de apartarnos de
ellas. Así os lo pido por la intercesión de María Santísima vuestra dulcísima
Madre, a la cual como Hijo el más amante que hubo ni habrá jamás, nada negareis
de lo que os pida. Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
DÍA SÉPTIMO - 8 DE OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: FIDELIDAD Y VERDAD DE DIOS, Y FE DE MARÍA
SANTÍSIMA.
Considera la
fidelidad y verdad de Dios, que singularmente resplandecen en este Misterio de
la Encarnación; pues habiendo prometido el Señor a nuestros primeros
Padres, después de su caída, que les enviaría un Redentor; y habiendo
ratificado esta promesa a muchos Santos Patriarcas y profetas, envía hoy a su
Unigénito Hijo para cumplirla, verificando hasta las menores circunstancias que
les había revelado con tanta anticipación, para que cuando llegase el caso,
sirviesen de firme fundamento a nuestra fe.
Considera al
mismo tiempo cuán grande fue esta fe en María Santísima, pues siendo tan
extraordinarias las cosas que el Ángel la anunciaba, no dudó un momento,
ni pidió señal como Zacarías, siendo mayor cosa parir virgen que parir estéril,
y parir a Dios que parir a un puro hombre, pues, aunque preguntó «¿cómo se hará
esto?», no fue
dudar de que Dios podía hacerlo, sino solamente preguntar sobre el modo con que
se haría, pues ella tenía hecho voto de virginidad.
Alabarás a Dios en esta perfección
suya, y virtud de Maria Santísima, diciendo la siguiente Oración:
Dios de verdad, tan fiel en vuestras promesas, que
llegado el tiempo que teníais determinado desde la Eternidad, vinisteis Vos
mismo en persona a cumplir las que habíais hecho a nuestros primeros Padres, y
a muchos Siervos vuestros que les sucedieron. Yo os alabo con todo mi corazón,
en estas vuestras perfecciones infinitas, juntando mis adoraciones a las que os
rindieron las Virtudes de los Cielos en el mismo instante de vuestra
Encarnación; y también a las que os rindió el Arcángel San Gabriel, que
habiendo ratificado a Daniel vuestras promesas antiguas, fue elegido también
para anunciar a María Santísima que había llegado el dichoso instante de su
cumplimiento; y protesto que apoyado en esa vuestra misma fidelidad y verdad
eterna, creo firmemente cuanto habéis revelado a vuestra Iglesia, sujetándome
en todo y por todo a sus decisiones, pronto a sellarlas todas con la última
gota de mi sangre, porque Vos, Dios mío, habéis prometido estar con ella hasta
el fin de los siglos.
Dignaos fortificar esta Fe en
mi corazón, y hacerla viva por la caridad y las buenas obras; así os lo pido
por vuestros méritos, y por la intercesión de María Santísima, vuestra digna
Madre, que fue bienaventurada porque creyó Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
DÍA OCTAVO - 9 DE OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: SABIDURÍA DE DIOS, Y CONFORMIDAD DE MARÍA
SANTÍSIMA.
Considera la
Sabiduría de Dios que singularmente resplandece en este Misterio de su
Encarnación, escogiendo para la salvación del género humano, un medio tan
admirable, que jamás se les hubiera ocurrido a los más sublimes Espíritus del
Empíreo. Mira cómo supo combinar con tanta sabiduría, la dignidad y
decoro debidos a su Divina Persona, y la humildad, de la cual quería dar
ejemplo a los hombres. Es concebido, pero es por obra
y gracia del Espíritu Santo; nace de mujer, pero es de Madre virgen; es puesto
en un pesebre, pero es cantado por los Ángeles: de modo que en todo cuanto
hizo, unió estos dos extremos con tanta perfección; que su humildad hizo más
visible su grandeza; y esta dio más fuerza a los ejemplos de su humildad. Considera
también con qué docilidad se dejó guiar María Santísima por la Divina
Sabiduría, pues estando tan distante su modestia de aspirar a la honra que
aquella la destinaba, con todo, apenas oyó que era esta la voluntad de Dios, se
sujetó a ella sin réplica, diciendo: «He aquí la Esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra».
Alabarás a Dios en esta perfección suya, y virtud de
Maria Santísima, diciendo la siguiente Oración:
Dios de luz, Sol de Justicia que ilumináis a
todos los que vienen al mundo, y que con admirable sabiduría supisteis unir la
satisfacción debida por la culpa con el remedio del culpado. Yo os adoro en esta
perfección vuestra, que tanto resplandece en este Misterio de vuestra Encarnación;
juntando mis adoraciones a las que desde el primer instante de ella os
rindieron los ilustrados Querubines, y vuestro Arcángel San Gabriel, que tuvo
la dicha de anunciar a los hombres en el tiempo, lo que desde la Eternidad
estaba resuelto en los Consejos de vuestra Sabiduría infinita.
Os reconozco por mi guía segura; por mi luz
infalible, y por el camino que solo puede conducirme a la vida eterna: como a
tal me sujeto a Vos y a todas vuestras disposiciones sin replicar ni titubear
un instante: conducidme por donde queráis; haced de mí
lo que os agrade; yo os seguiré con los ojos cerrados; y aunque levantareis
sobre mi cabeza la espada de la muerte, viniendo de vuestra mano el golpe, yo
inclinaría gozoso el cuello para recibirle. Arraigad y fortificad en mi corazón
estos sentimientos hasta que, en la Patria Celestial, cuyo camino Vos me habéis
abierto, por un medio tan admirable, cuál era el haceros hombre y morir en
Cruz, vea yo descubiertos los consejos de vuestra Sabiduría, que ahora adoro
por la luz de la Fe. Así os lo pido por la intercesión de María Santísima,
vuestra Purísima Madre, que fue al mismo tiempo la más obediente de vuestras
esclavas, y la más dócil de vuestras discípulas. Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
DÍA NOVENO - 10 DE OCTUBRE
Por
la señal...
Acto
de Contrición y Oración preparatoria.
CONSIDERACIÓN: AMOR DE DIOS A LOS HOMBRES, Y CARIDAD DE
MARÍA SANTÍSIMA.
Considera el
amor de Dios hacia nosotros, que singularmente resplandece en este Misterio de
su Encarnación. ¿Que ganaba este Señor con hacerse Hombre? Todos los bienes están encerrados en la Naturaleza
Divina. ¿Qué
pudo, pues, buscar en la nuestra? ¡Ah! Nada más que las humillaciones, los dolores y la muerte,
de que es incapaz la Divinidad. ¿Y por qué quiso cargar con unas miserias, a las cuales
no estaba sujeto? Por nuestro amor por nuestro remedio. ¿Y qué fruto
esperaba de sementera tan costosa? Ninguna ventaja propia. Pero a lo menos, ¿iba a encontrar
en nosotros unos corazones agradecidos? ¡Ah, no!, que bien preveía nuestra dureza, y
el abuso que tantos habían de hacer de su Sangre y de sus beneficios: y
aun cuando todos correspondiéramos a ellos, ¿qué aumentaba a su Gloria, ni nuestra gratitud, ni
nuestra felicidad eterna? Pero, ¿acaso ignoraba lo trabajoso de la obra que iba a
emprender? Tampoco, Él preveía cuántas penas iba a pasar en la Naturaleza que
tomaba; y sabiendo sus circunstancias, y conociendo su peso, tomó esta
Naturaleza, y abrazó estas penas para salvar al hombre de las eternas que
merecían sus culpas. ¡Oh admirable efecto del amor más ardiente y más puro!
¡Oh muestra incomprensible de la caridad de aquel Divino pecho! ¡Con que
mientras el hombre, merecedor de muerte, busca tantos recursos para huir los trabajo,
este Señor, á quien adoran y aclaman Santo los mas elevados Espíritus del
Empíreo, este Rio de deleites, que inunda la Celestial Jerusalén, hace el
milagro más estupendo, hasta trastornar todo el Orden de la naturaleza, para
poder padecer por unos hijos rebeldes, y llevar sobre sí sus dolores, y
curarlos con sus cardenales! Amémosle,
pues, de todo corazón, ya que Él nos amó tanto primero. Tomemos
por modelo de nuestra Caridad la de María Santísima; y contemplando aquel
Sagrado Corazón en el dichoso momento de la Encarnación del Verbo, aprendamos
en él los afectos que deben inflamarnos hacia nuestro amabilísimo Redentor,
cuyo Amor inefable y Caridad de su virginal madre, procuraremos alabar, según nuestras fuerzas, diciendo la
siguiente oración:
Dios
amorosísimo, fuente de Caridad inagotable, que por puro amor, sin ningún
interés propio, bajasteis del Cielo a la tierra para salvar a los hombres a
costa de vuestros trabajos, de vuestros sudores, y de la efusión de vuestra
Sangre preciosa; yo os adoro en esta prueba inaudita de vuestra ternura
Paternal; juntando mis adoraciones a las que los abrasados Serafines os
rindieron en el mismo instante de vuestra Encarnación: ojalá tuviera yo todos
sus ardores, y los de vuestro Arcángel San Gabriel, en aquel dichoso momento que
nos trajo este mensaje de amor y de piedad, puesto que más agradecido os debo
yo estar por este Misterio que los Ángeles y Serafines, siendo mi naturaleza la
que recibió la honra incomparable de ser unida a vuestra Divina Persona; y mi
salvación el objeto de vuestra venida; siendo yo la oveja descarriada que
queríais volver al redil, y la dracma perdida que buscasteis con tantos
trabajos. Ameos yo, pues, con todas las fuerzas de mi corazón, ¡oh Redentor amantísimo y amabilísimo!; ameos con
amor ardiente, por el vuestro, que no conoce límites; con amor puro y
desinteresado, por el que me mostrasteis aun siendo yo vuestro enemigo; con
amor activo y generoso, por el que os trajo del Cielo a la tierra, y os metió
entre las espinas, os ató a la columna, y os llevó a la muerte por nosotros;
con un amor constante e invencible; por esa Caridad más fuerte que la muerte,
cuyas llamas no pudieron apagar las muchas aguas de las tribulaciones; en fin,
con un amor eterno en la Gloria que me ganó el vuestro, que no tuvo principio,
y no tendrá fin, como mis culpas no rompan su dulce vínculo. No permitáis esta
desgracia, Padre amorosísimo: quitadme la vida, si queréis: pero no dejéis que
me aparte de Vos, que sois mi verdadera vida; unido con Vos se hallan
manantiales de dulzura en medio de los mayores trabajos; y sin Vos nada hay que
pueda llenar nuestro Corazón; el Cielo mismo no es Cielo sino porque se os ve y
se os goza en él; ni el Infierno es Infierno sino porque nos separa de vuestro
amor. ¡Oh Vos!, que vinisteis a encender
este fuego en la tierra, y no deseasteis otra cosa, sino que ardiera: echad en
nuestros fríos corazones alguna centella de aquel incendio Divino que abrasa el
vuestro: para que, unidos a Vos con fuertísimo vínculo de amor, y fortificados
por la gracia que nos mereció el vuestro, podamos exclamar con vuestro Apóstol:
«¿Quién nos separará de la Caridad de Cristo?
Ni la tribulación, ni la angustia, ni criatura
alguna de cuantas hay en el Cielo y en la tierra». Así os
lo suplicamos por la intercesión de María Santísima, Madre del amor hermoso, y
más abrasada en Caridad en el primer instante de su Inmaculada Concepción, que
todos los Santos juntos en el último de su vida. Amén.
—Ahora se
rezarán los tres credos y las nueve Ave Marías. La Oración y los Gozos se dirán
todos los días.
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