Novena
según se celebraba en el Convento de la Pasión que tenía la misma Orden en
Madrid (siguiendo las consideraciones expuestas en la “Historia
de la portentosa vida y milagros de San Vicente Ferrer” escrita por el
padre Francisco Vidal y Micò OP en 1735), donde fue impresa por Eusebio Aguado
en 1832, con las debidas licencias. Puede rezarse en cualquier momento del año,
pero especialmente en preparación a su fiesta, que es el 5 de Abril.
COMENZAMOS: 27 de marzo.
FINALIZAMOS: 4 de abril.
FESTIVIDAD: 5 de abril.
COMPENDIO DE LA
PRODIGIOSA VIDA DEL GLORIOSO SAN VICENTE FERRER
El día 23 de enero del año 1340 nació San Vicente Ferrer en
Valencia, ciudad que da nombre a su reino.
Su nacimiento verdaderamente fue un rasgo de la gran bondad, misericordia y
providencia de Dios para con su Iglesia. Se hallaba ésta entonces sumamente
agitada de la corrupción de costumbres e ignorancia en los deberes para con
Dios y su santa ley, que reinaban en la mayor parte de las naciones de Europa,
y resfriada la caridad y la piedad de muchos de sus hijos. Dios ofendido castigó a casi toda la Europa con la peste
horrorosa que la envió el año 1338, y que duró cerca de dos años; al fin de los
cuales envió al glorioso San Vicente Ferrer, como un signo de su misericordia,
para que como su Apóstol con las señales de un verdadero apostolado reparase la
piedad, purificase el santuario, y atrajese a Dios y a su felicidad a los que
ni aun aquel castigo horroroso del Señor (la
peste dicha) había abierto los ojos de sus
almas, cerrados con el sueño de los vicios.
Fue
prevenido San Vicente con las dulzuras de la gracia, y educado por sus piadosos
padres en el santo temor de Dios y virtudes cristianas, cual convenía a las
sublimes ideas que el Señor tenía sobre él. Fue un
Ángel desde niño, y de un Ángel fueron sus acciones y sus estudios. De
diez y siete años era ya filósofo y teólogo, y tenía sublimes conocimientos de
la ciencia de los Santos, que no es otra que la de las virtudes fundadas en la
humildad y perfeccionadas con la caridad.
Para
llenar por su parte los designios de Dios, que ya conocía, y de que le había
dado exactas ideas y signos nada equívocos, tomó el
hábito de Santo Domingo en el convento de Predicadores de Valencia, su patria.
Aquí, al paso que se perfeccionó en todas las virtudes, y heroicamente cumplió
y llenó sus solemnes votos y leyes de su Orden, hizo otro tanto con las
ciencias y con la oratoria sagrada propias de su instituto, que sus Prelados,
aun siendo muy joven, le mandaron enseñar públicamente, graduándole de Doctor y
Maestro.
Dios, como va dicho, le destinaba para su Apóstol en la mayor
parte de Europa, y le separó, como en otro tiempo a Pablo y Bernabé, de la
enseñanza en las Universidades para la grande obra a que le destinó; a saber,
la de llevar su santo nombre a las gentes, a los reinos y a los hijos de
Israel, como hizo con aquéllos.
Comenzó
pues su Apostolado y predicación con tal celo, con tanta erudición, con tales
signos prodigiosos, que muy en breve se vieron unos efectos tan admirables, que
dieron bien a entender que su misión era de Dios. Judíos,
herejes, mahometanos, malos cristianos a millares se convertían al Señor.
España, Francia, Inglaterra, parte de Alemania, la Italia, fueron reinos que
experimentaron las mayores y mejores reformas con la predicación y vida santa
de este nuevo Apóstol.
Como
a tal, Dios le dio la autoridad y poder de hacer
milagros, ilustrándole con los dones de su santo espíritu, señales, dice San
Pablo, de un verdadero Apóstol. Con estos, si su doctrina fue alguna vez
despreciada de los enemigos de la fe, quedaban todos enmudecidos, confundidos,
y convertidos. Predicaba siempre en su nativo idioma, y todas las gentes le
entendían en los suyos propios. La naturaleza y sus leyes parece están a su
disposición: él mandaba en los elementos, y tenía,
digámoslo así, dominio sobre la vida y la muerte.
Resucitó
muchos muertos, sanó paralíticos, curó toda clase de enfermos, dio vista a los
ciegos, oído a los sordos, hizo andar a los cojos y tullidos, lanzó el maligno
espíritu de los obsesos, dio partos felices, y aun sacó en ellos de los
umbrales de la muerte a muchas mujeres que peligraban. Por último, fueron
tantos los milagros que en vida y muerte obró, que, averiguados sobre
ochocientos por los jueces de su canonización, dejaron ya de comprobar otros
muchos por no hacer interminable el proceso. Para conocer si serian muchos los
que obró, basta saber que todos los días después del sermón mandaba al
compañero que llevaba tocar una campanilla a hacerlos. “Toca á fer milacres: Es hora de hacer milagros”, decía en su idioma
nativo.
Sobre estos divinos dones el Espíritu Santo le enriqueció con el de
profecía, de consejo, de discreción de espíritus, de sabiduría, últimamente de
cuantos estuvieron adornados los que el Señor destinó para sus Apóstoles.
Mas
no por solo este destino sublime y angelical que el Señor dio a su siervo San
Vicente le hizo tan poderoso en obras y palabras, sino por el modo con que
correspondió a su divina gracia y a sus dones, siendo heroico en todas las
virtudes morales y cristianas. Fue humilde hasta el
extremo de no firmarse sino con el nombre de pecador, persuadiéndose era el
mayor de todos los pecadores. Así es que fue cruelísimo consigo mismo, usando
siempre del silicio, de la disciplina, abstinencias, ayunos y toda obra de
mortificación y de penitencia, con que procuraba aplacar al Señor por sus
culpas enormes en sola su imaginación. Fue purísimo en alma y cuerpo; paciente,
lleno de mansedumbre, de piedad, de celo, de caridad, sosteniendo estas
virtudes con una oración continua; en una palabra, era en un todo conforme a
Jesucristo.
Desde
su misma niñez así lo fue, y en él no hubo más alteración que los mayores
grados de perfección con que cada día adelantaba en esta conformidad y en sus
heroicas virtudes. En medio pues de tanta
heroicidad, amado de Dios y de los hombres, entre los dulcísimos nombres de
Jesús y de María rindió su espíritu en manos del Señor a 5 de abril de 1419 en
Vannes, ciudad de la Bretaña menor en el reino de Francia, y le colocó el
Omnipotente en su paraíso celestial, premiando así sus virtudes, su celo
apostólico, su heroica santidad, y haciendo que su memoria permanezca por medio
de signos prodigiosos y de milagros estupendos en el corazón de sus devotos
entre bendiciones, alabanzas y eterna gratitud.
Luego
que el Santo fue beatificado y canonizado, creciendo cada día más y más la fama
de los milagros y beneficios que por su poderosa intercesión Dios hacia a sus
devotos, comenzaron éstos a reclamarla por medio de cultos piadosos y
religiosos, y de novenarios que hacían en su honor. Nuestra
España especialmente ha adoptado éstos, y por su medio ha interesado
frecuentemente al Santo.
Con
los calamitosos tiempos que han transcurrido no ha dejado de resfriarse la
piedad y devoción en algunos, que con frecuencia omiten estas y otras prácticas
piadosas: y en otros una piedad mal entendida ha hecho emplear las novenas de
los Santos en meras estériles alabanzas, sin tratar de edificarse con sus
virtudes. Para ocurrir al primer escollo y avivar la piedad de aquellos, ha
parecido conveniente ofrecerles esta Novena de San Vicente Ferrer, bastante
abreviada, extractada de otra que por dilatada, aunque muy devota, algunos se
cansaban de ella: y para evitar el segundo, se ha
puesto esta misma por orden de virtudes, para que la consideración de una de
ellas cada día nos excite a imitarla en el ejemplar que nos ofrece el mismo
Santo: y así al paso que le alabemos y procuremos su favor en la secuela de sus
virtudes, nos proporcionemos iguales objetos de alabanza en la Gloria de los
bienaventurados.
ADVERTENCIAS
Para hacer con fruto esta Novena se debe confesar y comulgar el
día que se empiece, con el objeto de que sea con toda pureza de alma y cuerpo,
y merecer que el Señor oiga nuestras oraciones. Y
será muy bueno repetir esta diligencia el último día.
En
el tiempo que se destina para la meditación, procuraremos recoger nuestro
interior y dejándonos de rezos y otras devociones, meditaremos
precisamente en la virtud que se propone para cada día, procurando fijarla en
nuestro corazón.
Cuando
pidamos a Dios el socorro en nuestras necesidades corporales, hágase con fe
viva, pero resignados en la divina voluntad; porque si no nos conviene, es gran
piedad de Dios el que no nos lo conceda.
Será muy bueno que los Predicadores dirijan sus sermones a
engrandecer la virtud que toque meditar aquel día, declamando contra el vicio
opuesto, y procurando excitar a los fieles a abrazarla con los ejemplos que de
ella dio el glorioso San Vicente.
NOVENA DEVOTA
DEL GLORIOSO APÓSTOL DE VALENCIA SAN VICENTE FERRER, HONOR Y LUSTRE DEL ORDEN
DE PREDICADORES.
—Puesto de rodillas delante del Altar o Imagen de San Vicente, y
hecha la Señal de la Cruz, dirá el Acto de Contrición siguiente:
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos
Señor
✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre
verdadero, Criador y Redentor mío, en cuyos misterios y Fe
creo, en cuya misericordia y méritos infinitos de vuestra Pasión y muerte
espero ser eternamente feliz, y a quien amo sobre todas las cosas y aun sobre
mi propia vida, me pesa, Dios mío, haberos ofendido, por ser Vos quien sois y por
vuestra infinita bondad; y propongo perder mil vidas que tuviese, antes que
volveros a ofender, y satisfaceros, ayudado de vuestra divina gracia, por mis
ofensas. Os doy palabra firme de confesarme y de
apartarme de todas las ocasiones de ofenderos: espero en vuestra misericordia
infinita me perdonareis todos mis pecados, y me daréis gracia para perseverar
en estos mis propósitos firmes, y emplearme en vuestro santo servicio hasta la
muerte. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS
Glorioso Padre
San Vicente, dignísimo hijo de Santo Domingo, que destinado por Dios
para Predicador de las gentes, mereciste que tu alma fuese adornada con todas
las virtudes y dones del Espíritu Santo, para que con tu doctrina y ejemplo
convirtieses los pecadores a verdadera penitencia, y atrajeses a los infieles a
la Fe de Jesucristo: humildemente te pido interpongas tus
poderosos méritos ante nuestro Dios y Señor, para que apartando de mí cuanto le
sea desagradable, me conceda la gracia de imitar tus virtudes, y con ellas
emplearme en su santo servicio hasta el último momento de mi vida. Amén.
DÍA PRIMERO – 27 DE MARZO
TEMOR DE DIOS
ORACIÓN PARA EL DÍA
PRIMERO
Dulcísimo Jesús, que
deseando que todos los hombres, ayudados por vuestra divina gracia, obrasen en
temor y temblor su eterna felicidad, les manifestasteis siempre con vuestras
palabras y ejemplos el fundamento de la verdadera sabiduría en este mismo temor,
y que en vuestro siervo San Vicente Ferrer les ofrecisteis un modelo práctico
de este precioso don del Espíritu Santo, mandándole anunciase a todas las
gentes la proximidad de vuestro Juicio, para que los pecadores se retrajesen de
vuestras ofensas, y emprendiesen una saludable penitencia: concededme,
Dios mío, por la intercesión del mismo Santo, que penetrada mi alma de este
santo temor, y teniendo a la vista vuestros altos juicios, huya de todas las
ocasiones de pecar, y me haga digno de vuestras misericordias. Amén.
—Aquí
meditará cada uno el día del Juicio, y procurará imprimir en su alma el santo
temor de Dios.
—Concluida la meditación dirá los versos y oración siguientes,
que dispusiera San Vicente Ferrer para implorar una buena muerte:
Misericordia,
Señor, y atended piadoso a mi corazón. (Salmo
4, 2)
Misericordia,
Dios mío, que mi alma se halla enferma, y las virtudes que (como los huesos al
cuerpo) debieran sustentarla, están en ella muy desmayadas y perdidas. (Salmo 6, 3)
Misericordia,
Señor, y atended a lo humillado y abatido que me veo de mis enemigos. (Salmo 9, 14)
Misericordia,
Señor, que me veo angustiado, y con vista de haber provocado contra mí vuestra
justicia, me hallo confuso, y se estremece mi cuerpo. (Salmo 30, 10)
Misericordia,
Dios mío, y sea según vuestra gran clemencia. (Salmo 50, 1)
Misericordia,
Señor, que me atropella el enemigo; todo el día me impugna y molesta. (Salmo 55, 2)
Misericordia,
Señor, pues en Vos confía mi alma, y se alegra mi corazón en Vos. (Salmo 56, 2)
Misericordia,
Señor, pues cada día clamo a Vos: Alegra el alma de tu siervo, cuando levanto
mi corazón y lo dirijo hacia tu piedad. (Salmo
85, 3)
Misericordia,
Señor, misericordia, que estamos afrentados y corridos. (Salmo 122, 3)
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el
principio, y ahora y siempre, y en los siglos de los siglos. Amén.
Señor mío
Jesucristo, que cuanto es de ti a todas salvas, y no quieres que nadie
se pierda, y a quien nunca se pide sin una segura esperanza de tu misericordia,
pues por tu misma boca santa y bendita dijiste: Cuanto
en mi nombre pidiereis al Padre Celestial, se os concederá. Suplícote,
Señor, por tu Santo Nombre, que en el artículo de mi muerte me des el
conocimiento entero, me conserves el habla, y me concedas una grande contrición
de mis pecados, una fe viva y constante, una bien ordenada esperanza y una
caridad perfecta, para que con puro corazón te pueda decir: En tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu; me redimiste, Dios de la verdad, que eres
bendito y glorioso en los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN A SAN VICENTE
FERRER PARA EL DÍA PRIMERO.
Amado Padre San
Vicente, que poseído del santo temor de Dios, diste abundantísimos
frutos de verdadera sabiduría, y predicándole a los pecadores e infieles, los
ilustraste en los verdaderos caminos de su eterna felicidad: alcánzame,
que temiendo yo a Dios siga el camino de las virtudes, de que tantos y tan
repetidos ejemplos nos diste, que guía al objeto de mi felicidad, que consiste
en la posesión del mismo Dios. Amén.
—Para
alcanzar esta gracia se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y
se concluirá con la siguiente oración:
Glorioso Apóstol de Valencia San Vicente, te
consta, Santo mío, la necesidad de mi alma, y el consuelo que necesita; por
tanto te suplico humildemente interpongas
delante de Dios tus poderosos méritos, para que consiga de su divina piedad las
virtudes y la gracia que pido en esta Novena; y que en el artículo de mi muerte
me dé conocimiento entero, me conserve el habla para la confesión de mis
culpas, me conceda una perfecta contrición de ellas, una Fe viva, una esperanza
firme, y una caridad ardiente, para que con toda seguridad y puro corazón pueda
decir: En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu, que eres bendito y glorioso
en los siglos de los siglos. Amén.
GOZOS AL GLORIOSO SAN
VICENTE FERRER
Pues
gozas supremo honor
Por
tu virtud eminente:
Sed, Apóstol San Vicente,
Nuestro amado protector.
El
Cielo antes de nacer
Tu
santidad pronostica,
Y
con milagros publica
Los
prodigios que has de hacer:
De
tu virtud superior
Fue
el indicio más patente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Valencia
en tu nacimiento
Se
explicó con alborozo,
Adelantándose
el gozo
Para
aplaudirte portento.
Hizo
inmortal su esplendor
Con
las luces del Oriente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Predicador
soberano
Quiso
constituirte el Cielo,
Siendo
esfera tu desvelo
El
cielo Dominicano:
Con
esto Predicador
Te
instituyó propiamente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Su
mano el Verbo encarnado
En
tu mejilla imprimió,
Con
que al mundo te dejó
Predicador
señalado.
Predicando
tu fervor
Lo
mostrabas claramente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Que
erais Ángel persuasivo
Predicaste
con acierto,
Haciendo
tu voz que un muerto
Diese
testimonio vivo.
Fue
tu crédito mayor
Con
el milagro presente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Lo
que en un idioma hablabas
Entendían
las naciones,
Oyéndose
tus sermones,
Aunque
ausente predicabas;
Sin
ser para oír el clamor,
La
distancia inconveniente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Por
tres días sin cesar,
Desde
un lienzo retratada,
Se
oyó tu Imagen sagrada
Con
gran fruto predicar.
A
todos causó temor
Oír
tu voz elocuente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Con
portentos singulares
De
infieles y hombres perdidos,
Fueron
por ti convertidos
Para
Dios muchos millares,
Confesando
con dolor
Sus
culpas públicamente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Por
suplir la carestía
Los
panes multiplicaste,
Y
con quince alimentaste
Dos
mil de tu compañía:
Imitando
al Redentor
En
obra tan excelente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Si
alguna vez fatigado,
De
hacer milagros cesabas,
Para
hacerlos le prestabas
La
facultad al Prelado.
Este
admirable primor
En
ti se vio solamente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
A
tu piedad peregrina
Concurrían
los mortales,
Porque
hallaban de sus males
Universal
medicina.
Con
tu presencia el rigor
Cesaba
en todo accidente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
De
tu virtud cada día
Ve
milagros la experiencia,
Siendo
especial tu asistencia
En
el mal de alferecía,
Dándote
por tal favor
Las
gracias continuamente.
Sed,
Apóstol San Vicente,
Nuestro
amado protector.
Antífona: Que San Vicente Ferrer sea con nosotros en
el ocaso de la vida, para conducirnos por seguro camino a Cristo.
℣.
Ruega por nosotros, San Vicente.
℟.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Dios, que hiciste que la multitud de las
naciones viniese al conocimiento de tu Nombre por la admirable predicación de
tu confesor el bienaventurado San Vicente, concédenos te suplicamos, que
merezcamos tener como Premiador en el cielo a Aquél que anunció en la tierra
como Juez venidero, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.