jueves, 27 de marzo de 2025

NOVENA EN HONOR A SAN VICENTE FERRER.

 


Novena según se celebraba en el Convento de la Pasión que tenía la misma Orden en Madrid (siguiendo las consideraciones expuestas en la “Historia de la portentosa vida y milagros de San Vicente Ferrer” escrita por el padre Francisco Vidal y Micò OP en 1735), donde fue impresa por Eusebio Aguado en 1832, con las debidas licencias. Puede rezarse en cualquier momento del año, pero especialmente en preparación a su fiesta, que es el 5 de Abril.

 

COMENZAMOS: 27 de marzo.

FINALIZAMOS: 4 de abril.

FESTIVIDAD: 5 de abril.

 

COMPENDIO DE LA PRODIGIOSA VIDA DEL GLORIOSO SAN VICENTE FERRER


El día 23 de enero del año 1340 nació San Vicente Ferrer en Valencia, ciudad que da nombre a su reino. Su nacimiento verdaderamente fue un rasgo de la gran bondad, misericordia y providencia de Dios para con su Iglesia. Se hallaba ésta entonces sumamente agitada de la corrupción de costumbres e ignorancia en los deberes para con Dios y su santa ley, que reinaban en la mayor parte de las naciones de Europa, y resfriada la caridad y la piedad de muchos de sus hijos. Dios ofendido castigó a casi toda la Europa con la peste horrorosa que la envió el año 1338, y que duró cerca de dos años; al fin de los cuales envió al glorioso San Vicente Ferrer, como un signo de su misericordia, para que como su Apóstol con las señales de un verdadero apostolado reparase la piedad, purificase el santuario, y atrajese a Dios y a su felicidad a los que ni aun aquel castigo horroroso del Señor (la peste dicha) había abierto los ojos de sus almas, cerrados con el sueño de los vicios.

 

Fue prevenido San Vicente con las dulzuras de la gracia, y educado por sus piadosos padres en el santo temor de Dios y virtudes cristianas, cual convenía a las sublimes ideas que el Señor tenía sobre él. Fue un Ángel desde niño, y de un Ángel fueron sus acciones y sus estudios. De diez y siete años era ya filósofo y teólogo, y tenía sublimes conocimientos de la ciencia de los Santos, que no es otra que la de las virtudes fundadas en la humildad y perfeccionadas con la caridad.

  

Para llenar por su parte los designios de Dios, que ya conocía, y de que le había dado exactas ideas y signos nada equívocos, tomó el hábito de Santo Domingo en el convento de Predicadores de Valencia, su patria. Aquí, al paso que se perfeccionó en todas las virtudes, y heroicamente cumplió y llenó sus solemnes votos y leyes de su Orden, hizo otro tanto con las ciencias y con la oratoria sagrada propias de su instituto, que sus Prelados, aun siendo muy joven, le mandaron enseñar públicamente, graduándole de Doctor y Maestro.

  

Dios, como va dicho, le destinaba para su Apóstol en la mayor parte de Europa, y le separó, como en otro tiempo a Pablo y Bernabé, de la enseñanza en las Universidades para la grande obra a que le destinó; a saber, la de llevar su santo nombre a las gentes, a los reinos y a los hijos de Israel, como hizo con aquéllos.

  

Comenzó pues su Apostolado y predicación con tal celo, con tanta erudición, con tales signos prodigiosos, que muy en breve se vieron unos efectos tan admirables, que dieron bien a entender que su misión era de Dios. Judíos, herejes, mahometanos, malos cristianos a millares se convertían al Señor. España, Francia, Inglaterra, parte de Alemania, la Italia, fueron reinos que experimentaron las mayores y mejores reformas con la predicación y vida santa de este nuevo Apóstol.

  

Como a tal, Dios le dio la autoridad y poder de hacer milagros, ilustrándole con los dones de su santo espíritu, señales, dice San Pablo, de un verdadero Apóstol. Con estos, si su doctrina fue alguna vez despreciada de los enemigos de la fe, quedaban todos enmudecidos, confundidos, y convertidos. Predicaba siempre en su nativo idioma, y todas las gentes le entendían en los suyos propios. La naturaleza y sus leyes parece están a su disposición: él mandaba en los elementos, y tenía, digámoslo así, dominio sobre la vida y la muerte.

  

Resucitó muchos muertos, sanó paralíticos, curó toda clase de enfermos, dio vista a los ciegos, oído a los sordos, hizo andar a los cojos y tullidos, lanzó el maligno espíritu de los obsesos, dio partos felices, y aun sacó en ellos de los umbrales de la muerte a muchas mujeres que peligraban. Por último, fueron tantos los milagros que en vida y muerte obró, que, averiguados sobre ochocientos por los jueces de su canonización, dejaron ya de comprobar otros muchos por no hacer interminable el proceso. Para conocer si serian muchos los que obró, basta saber que todos los días después del sermón mandaba al compañero que llevaba tocar una campanilla a hacerlos. “Toca á fer milacres: Es hora de hacer milagros”, decía en su idioma nativo.

 

Sobre estos divinos dones el Espíritu Santo le enriqueció con el de profecía, de consejo, de discreción de espíritus, de sabiduría, últimamente de cuantos estuvieron adornados los que el Señor destinó para sus Apóstoles.

  

Mas no por solo este destino sublime y angelical que el Señor dio a su siervo San Vicente le hizo tan poderoso en obras y palabras, sino por el modo con que correspondió a su divina gracia y a sus dones, siendo heroico en todas las virtudes morales y cristianas. Fue humilde hasta el extremo de no firmarse sino con el nombre de pecador, persuadiéndose era el mayor de todos los pecadores. Así es que fue cruelísimo consigo mismo, usando siempre del silicio, de la disciplina, abstinencias, ayunos y toda obra de mortificación y de penitencia, con que procuraba aplacar al Señor por sus culpas enormes en sola su imaginación. Fue purísimo en alma y cuerpo; paciente, lleno de mansedumbre, de piedad, de celo, de caridad, sosteniendo estas virtudes con una oración continua; en una palabra, era en un todo conforme a Jesucristo.

  

Desde su misma niñez así lo fue, y en él no hubo más alteración que los mayores grados de perfección con que cada día adelantaba en esta conformidad y en sus heroicas virtudes. En medio pues de tanta heroicidad, amado de Dios y de los hombres, entre los dulcísimos nombres de Jesús y de María rindió su espíritu en manos del Señor a 5 de abril de 1419 en Vannes, ciudad de la Bretaña menor en el reino de Francia, y le colocó el Omnipotente en su paraíso celestial, premiando así sus virtudes, su celo apostólico, su heroica santidad, y haciendo que su memoria permanezca por medio de signos prodigiosos y de milagros estupendos en el corazón de sus devotos entre bendiciones, alabanzas y eterna gratitud.

  

Luego que el Santo fue beatificado y canonizado, creciendo cada día más y más la fama de los milagros y beneficios que por su poderosa intercesión Dios hacia a sus devotos, comenzaron éstos a reclamarla por medio de cultos piadosos y religiosos, y de novenarios que hacían en su honor. Nuestra España especialmente ha adoptado éstos, y por su medio ha interesado frecuentemente al Santo.

  

Con los calamitosos tiempos que han transcurrido no ha dejado de resfriarse la piedad y devoción en algunos, que con frecuencia omiten estas y otras prácticas piadosas: y en otros una piedad mal entendida ha hecho emplear las novenas de los Santos en meras estériles alabanzas, sin tratar de edificarse con sus virtudes. Para ocurrir al primer escollo y avivar la piedad de aquellos, ha parecido conveniente ofrecerles esta Novena de San Vicente Ferrer, bastante abreviada, extractada de otra que por dilatada, aunque muy devota, algunos se cansaban de ella: y para evitar el segundo, se ha puesto esta misma por orden de virtudes, para que la consideración de una de ellas cada día nos excite a imitarla en el ejemplar que nos ofrece el mismo Santo: y así al paso que le alabemos y procuremos su favor en la secuela de sus virtudes, nos proporcionemos iguales objetos de alabanza en la Gloria de los bienaventurados.

   

ADVERTENCIAS

 

Para hacer con fruto esta Novena se debe confesar y comulgar el día que se empiece, con el objeto de que sea con toda pureza de alma y cuerpo, y merecer que el Señor oiga nuestras oraciones. Y será muy bueno repetir esta diligencia el último día.

En el tiempo que se destina para la meditación, procuraremos recoger nuestro interior y dejándonos de rezos y otras devociones, meditaremos precisamente en la virtud que se propone para cada día, procurando fijarla en nuestro corazón.

Cuando pidamos a Dios el socorro en nuestras necesidades corporales, hágase con fe viva, pero resignados en la divina voluntad; porque si no nos conviene, es gran piedad de Dios el que no nos lo conceda.

Será muy bueno que los Predicadores dirijan sus sermones a engrandecer la virtud que toque meditar aquel día, declamando contra el vicio opuesto, y procurando excitar a los fieles a abrazarla con los ejemplos que de ella dio el glorioso San Vicente.

 

NOVENA DEVOTA DEL GLORIOSO APÓSTOL DE VALENCIA SAN VICENTE FERRER, HONOR Y LUSTRE DEL ORDEN DE PREDICADORES.

 

 

—Puesto de rodillas delante del Altar o Imagen de San Vicente, y hecha la Señal de la Cruz, dirá el Acto de Contrición siguiente:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

   Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío, en cuyos misterios y Fe creo, en cuya misericordia y méritos infinitos de vuestra Pasión y muerte espero ser eternamente feliz, y a quien amo sobre todas las cosas y aun sobre mi propia vida, me pesa, Dios mío, haberos ofendido, por ser Vos quien sois y por vuestra infinita bondad; y propongo perder mil vidas que tuviese, antes que volveros a ofender, y satisfaceros, ayudado de vuestra divina gracia, por mis ofensas. Os doy palabra firme de confesarme y de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos: espero en vuestra misericordia infinita me perdonareis todos mis pecados, y me daréis gracia para perseverar en estos mis propósitos firmes, y emplearme en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

  

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS


   Glorioso Padre San Vicente, dignísimo hijo de Santo Domingo, que destinado por Dios para Predicador de las gentes, mereciste que tu alma fuese adornada con todas las virtudes y dones del Espíritu Santo, para que con tu doctrina y ejemplo convirtieses los pecadores a verdadera penitencia, y atrajeses a los infieles a la Fe de Jesucristo: humildemente te pido interpongas tus poderosos méritos ante nuestro Dios y Señor, para que apartando de mí cuanto le sea desagradable, me conceda la gracia de imitar tus virtudes, y con ellas emplearme en su santo servicio hasta el último momento de mi vida. Amén.

  


DÍA PRIMERO – 27 DE MARZO

 

TEMOR DE DIOS


ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO


   Dulcísimo Jesús, que deseando que todos los hombres, ayudados por vuestra divina gracia, obrasen en temor y temblor su eterna felicidad, les manifestasteis siempre con vuestras palabras y ejemplos el fundamento de la verdadera sabiduría en este mismo temor, y que en vuestro siervo San Vicente Ferrer les ofrecisteis un modelo práctico de este precioso don del Espíritu Santo, mandándole anunciase a todas las gentes la proximidad de vuestro Juicio, para que los pecadores se retrajesen de vuestras ofensas, y emprendiesen una saludable penitencia: concededme, Dios mío, por la intercesión del mismo Santo, que penetrada mi alma de este santo temor, y teniendo a la vista vuestros altos juicios, huya de todas las ocasiones de pecar, y me haga digno de vuestras misericordias. Amén.

 

—Aquí meditará cada uno el día del Juicio, y procurará imprimir en su alma el santo temor de Dios.

 

—Concluida la meditación dirá los versos y oración siguientes, que dispusiera San Vicente Ferrer para implorar una buena muerte:

 

Misericordia, Señor, y atended piadoso a mi corazón. (Salmo 4, 2)

 

Misericordia, Dios mío, que mi alma se halla enferma, y las virtudes que (como los huesos al cuerpo) debieran sustentarla, están en ella muy desmayadas y perdidas. (Salmo 6, 3)

 

Misericordia, Señor, y atended a lo humillado y abatido que me veo de mis enemigos. (Salmo 9, 14)

 

Misericordia, Señor, que me veo angustiado, y con vista de haber provocado contra mí vuestra justicia, me hallo confuso, y se estremece mi cuerpo. (Salmo 30, 10)

 

Misericordia, Dios mío, y sea según vuestra gran clemencia. (Salmo 50, 1)

 

Misericordia, Señor, que me atropella el enemigo; todo el día me impugna y molesta. (Salmo 55, 2)

 

Misericordia, Señor, pues en Vos confía mi alma, y se alegra mi corazón en Vos. (Salmo 56, 2)

 

Misericordia, Señor, pues cada día clamo a Vos: Alegra el alma de tu siervo, cuando levanto mi corazón y lo dirijo hacia tu piedad. (Salmo 85, 3)

 

Misericordia, Señor, misericordia, que estamos afrentados y corridos. (Salmo 122, 3)

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora y siempre, y en los siglos de los siglos. Amén.

 

   Señor mío Jesucristo, que cuanto es de ti a todas salvas, y no quieres que nadie se pierda, y a quien nunca se pide sin una segura esperanza de tu misericordia, pues por tu misma boca santa y bendita dijiste: Cuanto en mi nombre pidiereis al Padre Celestial, se os concederá. Suplícote, Señor, por tu Santo Nombre, que en el artículo de mi muerte me des el conocimiento entero, me conserves el habla, y me concedas una grande contrición de mis pecados, una fe viva y constante, una bien ordenada esperanza y una caridad perfecta, para que con puro corazón te pueda decir: En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu; me redimiste, Dios de la verdad, que eres bendito y glorioso en los siglos de los siglos. Amén.

  

ORACIÓN A SAN VICENTE FERRER PARA EL DÍA PRIMERO.


   Amado Padre San Vicente, que poseído del santo temor de Dios, diste abundantísimos frutos de verdadera sabiduría, y predicándole a los pecadores e infieles, los ilustraste en los verdaderos caminos de su eterna felicidad: alcánzame, que temiendo yo a Dios siga el camino de las virtudes, de que tantos y tan repetidos ejemplos nos diste, que guía al objeto de mi felicidad, que consiste en la posesión del mismo Dios. Amén.

 

—Para alcanzar esta gracia se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria, y se concluirá con la siguiente oración:

 

   Glorioso Apóstol de Valencia San Vicente, te consta, Santo mío, la necesidad de mi alma, y el consuelo que necesita; por tanto te suplico humildemente interpongas delante de Dios tus poderosos méritos, para que consiga de su divina piedad las virtudes y la gracia que pido en esta Novena; y que en el artículo de mi muerte me dé conocimiento entero, me conserve el habla para la confesión de mis culpas, me conceda una perfecta contrición de ellas, una Fe viva, una esperanza firme, y una caridad ardiente, para que con toda seguridad y puro corazón pueda decir: En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu, que eres bendito y glorioso en los siglos de los siglos. Amén.

 

GOZOS AL GLORIOSO SAN VICENTE FERRER

   

Pues gozas supremo honor

Por tu virtud eminente:

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

El Cielo antes de nacer

Tu santidad pronostica,

Y con milagros publica

Los prodigios que has de hacer:

De tu virtud superior

Fue el indicio más patente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Valencia en tu nacimiento

Se explicó con alborozo,

Adelantándose el gozo

Para aplaudirte portento.

Hizo inmortal su esplendor

Con las luces del Oriente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Predicador soberano

Quiso constituirte el Cielo,

Siendo esfera tu desvelo

El cielo Dominicano:

Con esto Predicador

Te instituyó propiamente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Su mano el Verbo encarnado

En tu mejilla imprimió,

Con que al mundo te dejó

Predicador señalado.

Predicando tu fervor

Lo mostrabas claramente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Que erais Ángel persuasivo

Predicaste con acierto,

Haciendo tu voz que un muerto

Diese testimonio vivo.

Fue tu crédito mayor

Con el milagro presente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Lo que en un idioma hablabas

Entendían las naciones,

Oyéndose tus sermones,

Aunque ausente predicabas;

Sin ser para oír el clamor,

La distancia inconveniente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Por tres días sin cesar,

Desde un lienzo retratada,

Se oyó tu Imagen sagrada

Con gran fruto predicar.

A todos causó temor

Oír tu voz elocuente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Con portentos singulares

De infieles y hombres perdidos,

Fueron por ti convertidos

Para Dios muchos millares,

Confesando con dolor

Sus culpas públicamente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Por suplir la carestía

Los panes multiplicaste,

Y con quince alimentaste

Dos mil de tu compañía:

Imitando al Redentor

En obra tan excelente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

Si alguna vez fatigado,

De hacer milagros cesabas,

Para hacerlos le prestabas

La facultad al Prelado.

Este admirable primor

En ti se vio solamente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

A tu piedad peregrina

Concurrían los mortales,

Porque hallaban de sus males

Universal medicina.

Con tu presencia el rigor

Cesaba en todo accidente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

 

De tu virtud cada día

Ve milagros la experiencia,

Siendo especial tu asistencia

En el mal de alferecía,

Dándote por tal favor

Las gracias continuamente.

Sed, Apóstol San Vicente,

Nuestro amado protector.

  

Antífona: Que San Vicente Ferrer sea con nosotros en el ocaso de la vida, para conducirnos por seguro camino a Cristo.

 

. Ruega por nosotros, San Vicente.

. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

 

ORACIÓN


   Oh Dios, que hiciste que la multitud de las naciones viniese al conocimiento de tu Nombre por la admirable predicación de tu confesor el bienaventurado San Vicente, concédenos te suplicamos, que merezcamos tener como Premiador en el cielo a Aquél que anunció en la tierra como Juez venidero, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

martes, 25 de marzo de 2025

NOVENA EN HONOR A SAN BENITO DE PALERMO.

 


 

Novena dispuesta por un devoto del Santo, y reimpresa a costa de don Nicolás José de Villagordo en Murcia, en 1749. Licencia eclesiástica conferida por Mons. Manuel Rubín de Celis, Protonotario Apostólico, Provisor y Vicario General del Obispado de Cartagena-Murcia, el 12 de Mayo de 1749. El Acto de contrición proviene del Arte mística especulativa y práctica, compuesta por el Padre Fray Diego de la Madre de Dios OFM Disc., impresa en Salamanca en 1713. Puede rezarse en cualquier momento del año, especialmente en preparación a su fiesta litúrgica el 4 de Abril.

 

COMENZAMOS: 26 de marzo.

FINALIZAMOS: 3 de abril.

FESTIVIDAD: 4 de abril.

   

NOVENA DEL PRODIGIOSO SAN BENITO DE PALERMO O DE SAN FILADELFO, HIJO DE LA MÁS ESTRECHA OBSERVANCIA DE N. P. SAN FRANCISCO, EN LA REFORMA DE SICILIA

 

 

  

Para que la práctica de este santo ejercicio sea con el fruto espiritual que se desea, podrá prepararse el que hiciere la Novena confesando y comulgando en el primer día; y si no pudiere, procurará purificarse con un fervoroso acto de contrición: empleándose en cada uno de los días en imitar alguna de las muchas virtudes del Santo, y poniendo especial cuidado en la mortificación de los sentidos, y puesto de rodillas delante de su Altar o Imagen, levantará el corazón a Dios y, ofreciéndole con encendido afecto todas sus obras, se persignará con la señal de la Cruz, y dirá la oración siguiente:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN


   Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, pésame con todo mi corazón de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas cosas, porque sois mi Dios, mi Señor, mi Creador, mi Redentor, mi Salvador, mi Glorificador, último Fin sobrenatural de mi alma, Sumo e infinito Bien, digno de ser infinitamente amado: Señor, pequé contra vuestra Divina Majestad, pésame con todo mi corazón de todo cuanto os he ofendido y propongo firmísimamente con vuestra Divina Gracia enmienda en todo, y de nunca más pecar; y de apartarme de todas las ocasiones que puedan ser ofensa vuestra: propongo de confesarme enteramente, y de cumplir la penitencia que me fuere impuesta; y de satisfacer, y restituir si alguna cosa debiere: por vuestro amor perdono de todo mi corazón a todos mis enemigos y a los que me hubieren agraviado y ofendido; ofrezcoos mi vida, obras, y trabajos con los vuestros, en satisfacción de todos mis pecados: así como os lo suplico, así confío y espero en vuestra infinita Bondad y Misericordia, que por vuestra Sacratísima Pasión y Muerte me los perdonaréis, y me daréis vuestra Gracia y vuestros auxilios, para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte, y me llevaréis a vuestra Gloria, donde os ame y os alabe eternamente. Amén.

    




DÍA PRIMERO – 26 DE MARZO

 

MEDITACIÓN: FE DE SAN BENITO DE PALERMO

 

ORACIÓN

 

   Dios y Señor Omnipotente, Amantísimo Padre de las almas, que por redimirlas viniste al mundo a padecer y morir por ellas, dejando para su remedio tantas virtudes y sacramentos, y vistiéndolas en la puerta de todos (que es el Bautismo) en el precioso hábito de la fe, por medio de la cual lleguen todos a veros y gozaros en la claridad de vuestra gloria: cuán magnifico te mostraste con tu fiel siervo San Benito de Palermo, en infundirle esta virtud con tan singular influencia, que en medio de sus oscuridades la confesaba con tal firmeza, que no parecía creer lo que no veía, sino adorar lo que tocaba, de que le nacía el ardiente celo de que todos los paganos se convirtiesen, derramando por esto cada día copiosas lágrimas con grandísimo desconsuelo. Yo os alabo y magnifico por este favor que le hiciste, y te pido ilustres mi entendimiento con una tan viva y firme fe, que de ella no me aparten las muchas tentaciones que contra ella me arma el demonio, para que así llegue a veros y gozaros en compañía de mi abogado San Benito, en la claridad de vuestra gloria. Amén.

 

—Ahora se rezará un Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, y hecha breve pausa, para pedir al Santo lo que cada uno necesitare.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 

   ¡Oh glorioso Padre mío San Benito de Palermo! Negro Divino que fuiste blanco de los cariños de todo un Dios, rayo luminoso de la santa Iglesia, que iluminas con luces y resplandores de su doctrina y ejemplos, Flor rarísima entre las plantadas en los jardines de la gloria, portento el más raro de milagros, defensor acérrimo de la Fe católica, Negro admirable en penitencias, centro y custodia del más fino amor, yo doy al Altísimo infinitas gracias porque te hizo en todo tan singular y peregrino, y te pido, ¡oh glorioso Santo mío!, me alcancéis de su Majestad el que yo sea verdadero imitador de tus virtudes, y el favor que te pido en esta novena, si es que conviene para mayor gloria de Dios, honra tuya y provecho espiritual de mi alma. Y por último te pido que me asistas para que pueda merecer de mi Dios el perdón de mis pecados en esta vida, y que después la finalice con una dichosa muerte, para poder llegar a acompañaros en la Gloria. Amén.

 

GOZOS

 

Pues eres, Negro prodigioso,

Blanco de Dios infinito:

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

  

En Sicilia floreciste

Como clavel misterioso,

Haciéndote más hermoso

La fe, que ciego creíste.

Pues tal favor recibiste

Del Dios todopoderoso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

    

No pareció tu fe obscura,

Pues lo mismo que creías

Se pensó claro veías,

Con vista sencilla y pura;

Y pues así te asegura

De la fe lo tenebroso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

 

Siempre que a Dios recibías,

Tanto en la fe profundabas,

Que arrobado te quedabas

Y el Señor te suspendía.

Sin duda te sumergía

En un deliquio amoroso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

 

La caridad en tu pecho

En vivas llamas ardía,

Siempre absorto te traía,

Y en sus incendios deshecho.

Siempre hallaba blando lecho

En vos el amor hermoso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

 

Tanto en este amor crecías

Meditando en Dios atento,

Que abrasabas el Convento.

Si fuera no te salías,

Siempre el corazón traías

Hecho volcán amoroso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

 

Lo dulce de la oración

Lo comenzaste a gustar

Desde que supiste andar,

Tú por tú propia elección

No tenías locución

Y ya orabas cuidadoso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

 

Fuera de ti te sacaba

Este amor tan soberano,

Solo su poder y mano

Era quien te conservaba.

Dando voces te llevaba

Por los montes presuroso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

 

Si a orar a los montes ibas,

Parecía los quemabas;

Si a la Iglesia, la abrasabas

Con estas llamas tan vivas,

Pues muestras tan expresivas

Das de santo religioso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

  

En la oración alcanzaste

De la profecía el don,

La ciencia en tu corazón

Perfectamente encerraste:

En todo te acreditaste

El negro más prodigioso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

 

A los ciegos dabas luz,

Pies y manos al tullido;

Lengua al mudo, al sordo oído,

Y a todo enfermo salud.

El estudio de la cruz

Te hizo médico famoso.

Alcánzanos, San Benito,

De la gloria el fin dichoso.

  

. Ruega por nosotros, ¡oh padre San Benito de Palermo!

. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

 

ORACIÓN


   Omnipotente Dios y Señor, que en tus adorables designios eliges a lo más sencillo del mundo para confundir a los soberbios, pues reconozco este don en San Benito de Palermo, mira con bondad a este hijo tuyo que, pidiendo la intercesión del Santo, te presenta las necesidades de alma y cuerpo... Atiende las peticiones que te elevo presentándotelas por intermedio de San Benito. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

  

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.