Novena
dispuesta por Sor María Rafaela de los Dolores y Patrocinio OIC, e impresa en
Madrid por la Oficina de D. Julián Viana Razola en 1834. Puede rezarse en
cualquier momento del año o cuando la especial devoción lo dicte, especialmente
en preparación al 13 de Agosto, día de su aparición.
COMENZAMOS: 4 de agosto.
FINALIZAMOS: 12 de agosto.
FESTIVIDAD: 13 de agosto.
NOVENA EN OBSEQUIO DE LA PRODIGIOSA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DEL OLVIDO QUE SE VENERA EN LO INTERIOR DE LA CLAUSURA DEL CONVENTO DE RELIGIOSAS DEL CABALLERO DE GRACIA DE ESTA CORTE
Por
la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos
líbranos,
Señor
✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por ser Vos quien sois,
infinitamente bueno y amable, que derramasteis por mí vuestra inocente sangre
con una ternura y caridad sin límites, me pesa, Redentor mío, de haberos
ofendido, y me duelo de este mal sobre todo cuanto puedo sentir los otros males
y desgracias que puedan sobrevenirme. Propongo con toda la verdad
y sinceridad de mi alma la enmienda de mi vida, para lo cual confío que me
ayudaréis con vuestra divina gracia, y que, haciendo yo de mi parte lo que
puedo y lo que debo, me daréis la vida eterna. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS
Dios de mi corazón, bien sumo y, único mío, hoy vengo a confesar con ternura de mi alma la inefable magnificencia con que habéis engrandecido a la Santísima Virgen María, a quien hicisteis verdadera madre del dulce Jesús, vuestro Hijo, y por consiguiente madre mía; y aunque el título con que la venero en esta santa imagen, y la ofrezco esta novena, es el del Olvido, renombre que a primera vista parece triste y estéril, tengo la dulce confianza de que Vos lo convertiréis en un manantial de luz, de devoción y salud para mi alma, porque vuestra divina gracia alumbrará mis tinieblas, y con ella veré mil y mil grandezas de la Santísima Virgen, y otras tantas lecciones de salvación para mí que encierra ese mismo título. Vos mismo, Dios mío, que sois infinitamente incapaz de olvido, no os desdeñáis de que yo, pobrecillo, usando en mi oración el estilo de vuestras divinas Escrituras, enternezca vuestro corazón, pidiéndoos unas veces que olvidéis mis ignorancias y los delitos de mi juventud, y otras que no olvidéis por más tiempo mi tribulación, y pues Vos mismo me enseñáis que el título de Olvido tiene también aun respecto de Vos un sentido santo y feliz, permitidme deciros con emoción de mi alma que la primera de vuestras gracias para con la bendita entre todas las mujeres fue el más dichoso de vuestros olvidos. ¡Oh, y qué criatura tan privilegiada, tan bella, tan llena de delicias la hicisteis, disponiendo que fuese concebida sin la mancha del pecado original, y por consiguiente toda limpia y rica de gracias desde su instante primero! Vos, Dios mío, olvidasteis para esto el estorbo y demérito de la naturaleza humana, viciada en su primer origen por el pecado de Adán, nuestro primer padre; y aunque nuestro linaje no merecía ninguna excepción de la desgracia común, en la ternura de vuestro corazón divino para con María cupo un olvido, una excepción venturosa, que la engrandece incomparablemente, y hace vuestras delicias. Vos teníais un derecho de dejar a toda la descendencia de Adán envuelta en las consecuencias de su caída, pues que no eran sino puras gracias los bienes sobrenaturales que Adán y nosotros con él perdimos por su pecado; pero Vos olvidasteis también esos mismos derechos en gracia de María, esta hija vuestra predilecta, a quien se la honraría algún día en vuestra Iglesia con los renombres de azucena entre las espinas, de perfecta vuestra. No olvidasteis, oh Dios mío, por Abraham, ni por Isaac, ni por Jacob, ni por el santo precursor de vuestro Hijo, lo que olvidasteis por mi madre la Santísima Virgen María, pues ellos, aunque destinados a tanta santidad, fueron concebidos en pecado. Quisiera, Dios mío, ser un serafín para cantaros, Santo, Santo, Santo, por este olvido feliz, que tuvo cabida en Vos a favor de la Benditísima Virgen María. Dirigirme ahora con las luces de vuestra divina gracia para descubrir felizmente e imitar con utilidad de mi alma los virtuosísimos y santísimos olvidos con que María Santísima, mi madre, correspondió en su vida mortal a dicha gracia y misericordia vuestra. Amén.
DÍA PRIMERO – 4 DE AGOSTO
LECCIÓN PARA EL DÍA
PRIMERO
Consideremos en primer lugar, como
fundamento de toda esta santa novena, que el título de Olvido, con que en ella
invocamos a la dulcísima Virgen María, nuestra madre, aunque a primera vista
parece impropio y sombrío, se le aplica no sin bella propiedad, aun en el
sentido de mayor magnificencia y gloria para la Señora, como se ve en la
oración primera de todos los días. Hay además otra inteligencia de ese mismo
título, que puede servirnos de manantial de reflexiones santas, utilísimas para
nuestro aprovechamiento y salvación eterna. Todas estas reflexiones, que iremos
repartiendo para cada día de la novena, están recopiladas en esta expresión, en
este solo pensamiento: ¿Nuestro negocio único no consiste en que seamos santos?
¿No es esto lo que el corazón de Dios quiere de nosotros? ¿Y cuántas cosas no
debemos santamente olvidar para trabajar de veras en ser santos? He aquí un
sentido del título de Olvido, el más saludable para nosotros, en cuya
aplicación práctica tendremos por guía, por hermoso modelo, por maestra
amabilísima a María Santísima, nuestra madre, de cuyos olvidos, incomparablemente
santos, iremos notando uno cada día para imitarle nosotros.
Consideremos cuál fue en la Santísima Virgen el primero de estos
felices olvidos. Enriquecida,
cual fue esta bellísima criatura, con la gracia de Dios y la más copiosa
infusión de sus divinos dones desde su instante primero, ¿cómo le negaremos el piadoso sentimiento
de que ya desde entonces tuvo su alma benditísima el uso de la razón, una luz
brillantísima de la amabilidad y hermosura de Dios, de la única riqueza que es
la de las virtudes, y de la nada y mentira de todos los que este mundo
insensato llama felicidad y bienes? A consecuencia de esta luz
divina, la Benditísima Virgen se paró con un acto nobilísimo de amor de Dios
todos los sentimientos de su corazón de la felicidad y bienes de este mundo,
como quien se desentiende de todo, y todo lo olvida, para que en su alma tenga
cabida un objeto solo, un pensamiento solo, el amor de una cosa sola. Desde
entonces ya, ¡oh
gran Dios! esta dichosa criatura,
olvidada de todo lo demás, solo suspira hacia Vos con gemidos de inocencia y de
amor, cual paloma vuestra, que, desde el seno de su santa madre, como desde un
santo retiro, hacía con sus encendidas ansias las delicias de vuestro divino
agrado.
Ya
que nosotros no pudimos dirigirnos a Dios tan de temprano, debimos consagrarle
todo nuestro corazón desde los hermosos días en que llegamos al uso de la
razón, y supimos por las instrucciones de los que nos educaron felizmente según
los principios de nuestra santa religión cristiana, que criados para amar a
Dios y gozarle eternamente, redimidos con la sangre de Jesucristo, su Hijo,
ninguna cosa debía ocupar más día y noche nuestro pensamiento que la divina
ley. ¡Qué dicha
la de aquellas almas, que desentendidas desde entonces por un olvido santo de
lo que el mundo tanto estima, se propusieron llenar su memoria del recuerdo
continuo del fin último para que nacieron, y alimentaron su corazón con
fervorosos actos de amor divino! Lloremos con el dolor más vivo el
que una ocupación tan hermosa y amable no haya sido la nuestra desde que tuvimos
uso de razón, dirijamos entrañables suspiros a la
Beatísima Virgen para que nos alcance el perdón de tan lastimosa pérdida, y la
incomparable gracia de acertar a repararla.
ORACIÓN PARA EL PRIMER
DÍA
Dulcísima y
Benditísima Virgen María, Os confesamos con ternura de nuestro corazón,
la predilecta de Dios entre todas las hijas de Adán y delicia suya desde la
eternidad, en la cual Os decretó ya y os vio limpia de la mancha común del
pecado original, y copiosamente provista de las bendiciones de su gracia desde
el momento primero de vuestra felicísima concepción. Por este privilegio
inefable, apenas erais una flor acabada de brotar en la tierra bendita del seno
de vuestra santa madre, y ya erais maravilla de la naturaleza y de la gracia.
Bendito sea eternamente el feliz olvido, con que la caridad de Dios se
desentendió para engrandeceros así de los estorbos y deméritos de nuestro
linaje humano. Por este olvido tan venturoso para Vos,
oh Virgen Benditísima, dirigid sobre nosotros la más tierna de vuestras miradas,
y alcanzadnos la gracia de olvidarnos para siempre de la falsa felicidad de
este mundo, entregando nuestros corazones a Dios sin ninguna reserva. Amén
—Aquí se
hace una breve oración mental, y cada uno pedirá por la intercesión de María
Santísima, la gracia especial que solicita en esta novena, rezando en seguida
tres Aves Marías.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS
¡Oh Santísima y Benditísima Virgen María! Madre
de Dios y nuestra, con los más íntimos sentimientos de nuestro corazón Os
llamamos y reverenciamos en esta vuestra sagrada imagen del Olvido, bien
persuadidos de que en vuestra caridad incomparable no cabe jamás que Os
olvidéis de nosotros. Mas en nosotros es muy posible, y aun frecuente, que nos
olvidemos de Vos, sin embargo, que este olvido es para nosotros una terrible
desgracia, y la ingratitud más monstruosa. Conseguidnos, pues, la gracia de no
olvidarnos jamás, sea frecuente alimento de nuestras almas alguno de los
infinitos títulos de grandeza y de gloria, con que Dios Os ha enriquecido entre
todas las puras criaturas. Sois entre todas ellas la más bella y amable. La
santa Iglesia en vuestras alabanzas recurre a la gallardía de los árboles, a la
belleza de las flores, a la delicia de los jardines para inspirarnos el posible
concepto de vuestra hermosura. Recuerde nuestra memoria muy de continuo alguna
de estas bellas semejanzas, ellas servirán para que nuestras almas, juntamente
con el recuerdo de vuestra belleza divina, perciban el atractivo y la fragancia
celestial con que vuestra santidad, más que de ángeles, más que de serafines,
trascendió desde la tierra hasta lo más encumbrado de los cielos, y nos atrajo
desde el seno del Eterno Padre al Hijo de sus delicias eternas. Sois a
consecuencia de esto la más amante de las madres, madre del amor hermoso y de
los pensamientos más puros, del conocimiento y sabiduría de las cosas divinas,
por consiguiente, de la ciencia feliz de las verdades católicas; madre de la
esperanza santa, cual lo es la importante, la sublime confianza de conseguir la
eterna paz y felicidad de la gloria. No se borre jamás de nuestros corazones el
bellísimo sentimiento de que sois en el sentido dicho nuestra madre, para que
el solo recuerdo del nombre de María, aun la sombra de afición menos honesta,
vaya muy lejos de nosotros, nuestra fe se avive, la santa ley moral de
Jesucristo, vuestro Hijo, sea invariablemente la regla de nuestra vida;
vuestras divinas virtudes, vuestro incomparable amor de Dios y del prójimo,
vuestra limpieza inmaculada, siendo la delicia de nuestro pensamiento, sean
también nuestro hermosos modelo y nuestra dulce imitación. ¡Oh qué dicha la nuestra, si con la divina gracia llegamos
a imitar a tan santa criatura! Alcanzadnos, Virgen
Benditísima, esta inefable gracia y la de que, muriendo con la muerte de los
santos, cubiertos bajo el manto real de vuestra protección, vayamos a gozar de
la presencia de Dios y de la vuestra en la Gloria. Amén.
℣.
Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios.
℟.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Concedednos os
suplicamos, Señor Dios nuestro, gozar de perpetua salud de alma y
cuerpo: y por la intercesión de la gloriosa siempre
Virgen Santa María, libradnos de las tristezas presentes, y gozar de las
alegrías eternas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.