Novena
dispuesta por el Padre Maestro Fray Francisco de la Transfiguración, escritor
general del Orden de descalzos de la Santísima Trinidad, Redención de Cautivos;
y publicado en México por la imprenta de Luis Abadiano y Valdés en 1851. El
Ilmo. y Revmo. Sr. Don Fray José María de Jesús Belaunzarán y y Ureña OFM Ref.,
Obispo de Monterrey, por sí y por la hermandad que tiene con los Ilmos. Señores
Obispos de Puebla, Valladolid y Durango, concedió 200 días a cada palabra de
las contenidas en esta Novena.
NOVENA DEL PÉSAME
DIRIGIDO A MARÍA SANTÍSIMA DE LA SOLEDAD POR LA DOLOROSA MUERTE DE SU SANTÍSIMO
HIJO JESUCRISTO NUESTRO REDENTOR
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos
Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén.
Bendita
sea la Beatísima Trinidad, que crio a la Madre de Dios para padecer por mi bien
tanta pena y soledad en la muerte de mi Redentor Jesucristo.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío
Jesucristo, mi Dios y mi Redentor, Padre de mi alma y Señor de mi corazón, a
quien tanto ofendí sin disculpa, sin juicio y sin temor: pequé, Señor, contra
Vos y contra mí, y más me pesa de ser Vos el ofendido que ser yo tan
perjudicador, más siento mi ingratitud que el que me castigue, más me aflige
vuestra ofensa que mi infierno. Alma y corazón mío, ¿a
qué esperas? Tuve alma para entregarla al demonio por el pecado, ¿y no tengo alma ni conciencia para sacarla de su
dominio? Tuve corazón para agraviar a la bondad infinita, ¿y no tengo corazón para sentir tan enormes ofensas? ¡Oh Jesús de mi alma!, ¿para
que nací al mundo, para llenar con mis culpas el número de los desdichados? Renuncio
Señor, el ser y el vivir, si te he de ofender. Menos mal me fuera la
infelicidad de la nada que la infelicidad de la culpa, quisiera tener un dolor
tan grande que me llegase hasta mi muerte. Tomará hacer una penitencia tan
grande como tu misericordia. Pero como creo, Señor, que tu misericordia es
mayor que toda la misericordia humana, espero salvarme en tu santísima pasión y
muerte. Te amo Dios mío, más que a todo lo criado, y mientras más te amo, más
amarte deseo. Y como creo en un Dios verdadero, como espero en un Señor tan
poderoso y como amo a un Padre tan benigno, creo que no puede faltar la
misericordia a mi fe, la promesa a mi esperanza, y tu gracia a mi contrición. Aumentad,
Señor, mi arrepentimiento, dadme, odio eficaz de todos mis pecados, y muera yo
de amor y dolor de haberte ofendido. Esta muerte, te pido, esta muerte deseo; y
si no te mueven mis ansias, muévete la compasiva soledad de tu Madre Santísima.
Por el dolor que al morir tuvo vuestra Majestad dejarla tan desamparada y sola,
te ruego para mi muerte una final penitencia, para morir en tu gracia y alabar
eternamente tu misericordia. Amén.
DÍA PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera, oh alma mía, que habiendo acompañado la Reina del
Cielo a su santísimo Hijo en su lastimosa pasión hasta verlo espirar y bajar de
la cruz, y viendo quitarlo de sus brazos después y poner en el sepulcro el
santo cadáver del Señor primer paso da su soledad, con verdaderas lágrimas de
Madre, y con cuanta ternura pudo su alma, con sumo amor y dolor lo depositaba
ella espiritualmente en su pecho, para tener el consuelo de traer aquel Cordero
de Dios consigo. Del mismo modo quedaba dentro del sepulcro con él, para
esperar allí la luz de su resurrección. Y arrojándose como herida cierva a la
fuente de sus amarguras, abrazada con el santo cadáver, con ayes, suspiros y
congojas, se moña de dolor por haber de separarse de Jesús. Y temerosos todos
de que se quedase muerta en este lance, apartando a la Virgen y cerrando el
sepulcro con una gran piedra, dio el mayor golpe en el corazón de María, no
dejando ya el menos resquicio de alivio a su alma, pues ni vivo ni muerto le
veías ya a su crucificado Hijo. Y abrazándose con el sepulcro, bañándolo con
vivas lágrimas, que, hasta hoy día, perseveran impresas y congeladas en aquella
piedra dichosa, en tristes soliloquios:
SOLILOQUIO
¡Oh amabilísimo Jesús de mi alma, cayó
en este lago mi vida, y pusieron en mi corazón la piedra! Ya
llegó hijo mío la hora que se acabare nuestra compañía, ya llegó la triste hora
de verme sola en la tierra, ya llegó la hora de que me lloren sola todas las
criaturas, y ya llegó la última hora de apartarme de tu sepultura. Pero ¿Dónde
iré y moraré sin tu morada? ¿Cómo podré vivir sin tu vista? ¡Oh Hijo de mis entrañas! Aquí
en este sepulcro he de perseverar de noche y de día, aunque me consuman los
fríos, el sol y las aguas. Si tuve valor en mi pecho para verte crucificado,
muerto y con el pecho abierto a mis ojos, también tendré aliento en mi alma
para estarme en tu sepulcro sola. Gustosa aquí me sepultara para estar siempre
donde tu estuvieras, más ya que no puede ser mi persona, sepúltese conmigo mi
alma, y pues es tan tuya, aquí la pongo a tus pies con todo mi corazón,
imprimiendo en esta piedra mis lágrimas para eterna memoria de mi soledad.
ORACIÓN PARA EL DÍA
PRIMERO.
¡Oh benignísimo Jesús, que tanto aprecio hiciste de las lágrimas de tu purísima Madre que
las debate impresas en tu sepulcro para siempre! por
sus lágrimas preciosísimas te ruego me des eficaces auxilios, para que yo las
tenga impresas toda mi vida en mi pecho, y que solo vean mis ojos las
lágrimas de mi arrepentimiento con mí eficaz contrición de haberte ofendido,
para que viviendo y muriendo en tu gracia, viva a los pies de María Santísima
en tu gloria. Amén.
DEPRECACIÓN PARA TODOS
LOS DÍAS
¡Oh afligida
Emperatriz de la Gloria! Como está sentada y sola la ciudad de Dios más
santa ¿sola y tan desamparada la suprema reina de
cielo y tierra, sola y tan sola, que no tiene a quien volver la cara? ¿sola y
tan pobre que no tiene más ropa que lo que en su virginal cuerpo tenía con la
sangre de su Hijo Dios, salpicada? Pues ¡Oh
desamparada Señora! Si me permitís os acompañe en vuestra soledad, aquí
tenéis mi alma y mi vida a vuestros pies. Admitidme por vuestro Hijo, Oh Madre
verdadera de Dios, que quiso nacer de vos, para que me admitieseis por hijo a
mí, si me respondéis que mi culpa tuvo la culpa de veros tan desconsolada y
sola, yo Señora, así lo confieso, ya lo veo, ya lo lloro, pero por ser vos
quien sois, por la pasión y muerte de Jesús, por la pena que al morir sintió de
dejarte sola, te ruego te duelas de mí, que no tengo otra madre ni otro amparo
que Vos. Peque Señora contra tu Hijo Dios, y contra ti a quien después de Dios
debo amar. Cuando en vos no interesara yo otra gloria que la de conoceros, y
que os dejáis amar de quien como yo tan indigno, nunca puede merecerlo,
protesto delante de Dios y de todas las criaturas amaros con todo mi corazón y
mi alma y serviros toda mi vida. ¿queréis admitirme
a vuestra compañía y gracia? ¿queréis alcanzarme de vuestro Hijo el perdón de
tantas ofensas? Madre mía de la Soledad, decidme que sí. Mirad Señora,
que de solo pensar que siendo ciertas mis culpas no puedo llorar más lágrimas
que tiene de gotas el mar, pierdo el juicio de dolor. Pero Madre y Señora mía,
si es verdad infalible que por mi bien se hizo Dios hombre, si por mi bien os
hizo su dignísima Madre, si solo por mi bien padeció tal muerte y pasión, y
solo por mi bien padecisteis tan amarga soledad, esta razón sola os debe mover
a pedir perdón de mis culpas. A título de madre mía, es fuerza que yo ponga en
vos toda mi esperanza, pues la fe me enseña que la Madre de Dios es Madre mía,
también, pudiera tenerme celo y emulación, pues no han llegado ellos a tanta
dignidad de tener a la Madre de Dios por reina, si, a quien sirven con
humildad, pero por Madre no, reservándose tan amoroso renombre para mí. Hijo
vuestro soy por la gracia de Dios, y más precioso ser vuestro Hijo que mi vida ¿Cuándo merecí yo que la Madre de Dios me adoptara por
Hijo al pie de la Cruz? ¿Cuándo merecí yo que padeciera por mí tanta soledad?
Pues ¡Oh verdadera Madre de amor! Y ¡Oh verdadero amor de Madre! Yo, la
criatura más indigna, acudo de corazón al mérito de vuestra soledad, para
asegurar mi salvación. Ofreced Señora, por mis culpas, de ese mar hermoso de
vuestras lágrimas una sola gota, pues una lágrima vuestra vale más que todos
los méritos de los santos en la presencia Divina. Alcánzame Señora, lo que pido
en esta novena, hacedme esta gracia, y recibe mi vida y mi alma por tuya, que
no quiero más vida ni más alma que para amar y servir a vuestro Hijo Jesús, y a
vuestra Majestad en la tierra, serviros y amaros en la gloria.
Amén.
—Un Ave María
y Gloria Patri.
CANCIÓN DEVOTA EN
REVERENCIA DE LOS DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA
(sin trovar la Salve de la Iglesia. El Sr. Cardenal Álvaro Eugenio de Mendoza
Caamaño y Sotomayor concede cien días de Indulgencia por cada vez que se cante
o rece la sobredicha canción; y el Señor Arzobispo de Farsalia Juan de Moya de
la Torre OFM Obs., Inquisidor General, concede ochenta)
Salve
Virgen pura,
Dolorosa
Madre,
Salve,
Virgen bella.
Madre
Virgen, salve.
Salve,
compasiva
Virgen
admirable
Mar
de amargas penas
Y
dulces piedades.
Un
nuevo martirio
Mis
culpas añaden
A
tu dolorosa
Alma
inconsolable.
Mis
yerres hirieron
Tu
corazón grande,
Que
infunde en los nuestros
Alientos
vitales.
Enferma
de amores,
Con
flores punzantes,
De
la pasión rosas,
Quieres
aliviarte.
Flores
de alabanza,
Nuestro
afecto amante
Mezcla
con tus penas
Y
espinas letales.
Sean
tus martirios,
Dolorosa
Madre,
Vida
con que mueran
Las
culpas mortales.
A
las malas almas
Tus
dolores sanen,
Y
en ellos las buenas
Sus
mejoras hallen.
Y
pues tus angustias
Tanto
ante Dios valen.,
Por
ellas pedimos
Nuestra
gloria alcances.
¡Oh amor de amarguras
Nuestras
voces clamen,
Y ampara a
las almas
Que esta
salve te hace!
¡Oh
clemente! ¡Oh pía!
¡Oh cándida
ave!
¡Oh triste
María!
Salve,
Salve, Salve.
Bendito y alabado sea el Santísimo
Sacramento del Altar, la Pasión y Muerte de nuestro
Redentor Jesús, y el dolor y soledad de María Santísima concebida sin pecado
original. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
¡Oh alma
mía! considera
que, viendo el noble José a la Reina del cielo tan desamparada y sola en aquel
triste campo, postrada a sus pies le dijo: Señora, puesto que a tu
desamparo y soledad se llega el ser tan pobre, que ni aun propia habitación
tenéis en esta ciudad, te pido por el amor de tu Hijo y mi Maestro, te dignes
de venir a mi casa, siquiera por esta noche, y me darás la dicha de honrarme y
el gusto de merecer servirte. Y
oyendo esta Señora tan piadosa atención, con sabia humildad le respondió su
discreción, yo os agradezco el deseo que tenéis de
ampararme, y recibiera con todo amor tus favores, pero por disposición de mi
Hijo Jesús estoy encomendada a su amado apóstol Juan, el me hará la caridad de
cuidar de mí.
Y convencidos sus deseos con tan alta razón, dándole la Virgen la dulce
bendición de su amable natural, se despidieron, llevándola estampada en su
corazón. Y llenando cono triste tórtola aquel solitario campo de modestos
llantos y gemidos, se lamentaba en este amoroso:
SOLILOQUIO
Si según su mérito he de
llorar yo a mi difunto Hijo ¿Quién dará fuentes de lágrimas a mis
ojos, y mares a mi cabeza para llorar estos tres días? ¡Oh
difunto Hijo de la más dichosa madre! No te puedo llorar como
mereces ¿Qué madre tuviera a Dios
por hijo que no se deshiciera en llanto? Si
toda mi alma se transformara en penas, si todo mi cuerpo se convirtiera en
lágrimas, aun fuera muy poco para tu merecimiento. Ayudadme, discípulo amado,
ayudadme mujeres piadosas, ayudadme ángeles y hombres, ayudadme a llorar la
pasión y muerte de mi Hijo Dios, y luego, después lloradme a mí que me ha
puesto en tan lastimosa soledad.
—Síguese
la Deprecación, el Ave María y el Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA
SEGUNDO.
¡Oh Jesús mío, verdadero Dios y verdadero hombre,
que tanto aprecio hiciste de lo que padeció tu Madre,
que te dolió más lo que padeció esta Señora, que lo que tú padeciste! Pésame
que por mis culpas se viese tu inculpable Madre en tanta soledad. Y te
ruego me des compasión verdadera de todo lo que padeció esta Señora, y que la
adoren y amen todas las criaturas en la tierra, para verla y amarla contigo en
tu gloria. Amén.
—Un Ave
María y Gloria Patri.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
DÍA TERCERO
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
¡Oh humano
corazón! Considera
que viendo el Evangelista San Juan que se llegaba la noche, le dijo a esta
desconsolada Madre: no dudo, Señora lo sensible que te será ausentarte del
sepulcro, donde yace el cadáver de tu amado, y retirarte del calvario que regó
con su última sangre mi Maestro: pero ni es decente a tu honestidad perseverar
aquí, ni conveniente que entremos anochecido en Jerusalén: y así te ruego hagas
a Dios este nuevo sacrificio, que a no ser preciso no te persuadiera este
quebranto. Vamos, Señora y Madre mía, a mi casa, que es obligación mía mirar
por tu importante vida; y cuantos te miraren tan descaecida y necesitada,
culparán mi cuidado, sino te procuro algún alivio. El deseo de
obedecer María Santísima a San Juan, dio algún aliento a su corazón, y
abrazándose con el sepulcro, se despidió con este
tiernísimo:
SOLILOQUIO
¡Oh Hijo de mis entrañas Jesús! ya
me es preciso el irme de aquí. ¡Pero qué digo! ¿cómo
es posible el irme, si es dejarte? ¿qué embarazo hallas en que yo me muera? Si
ya se acabó tu pasión y tu vida, acábese también la mía arrimada a esta piedra
y darás a mi cuerpo la honra de enterrarme junto a tu sepulcro; pero, Hijo y
Dios mío no quiero la muerte, si tú quieres que yo en tanta soledad viva; pues
siendo tu querer el mejor, a este se rinde gustosa mi voluntad. ¡Ah
Dios Hijo mío, Jesús! ¡A Dios, Hijo de mi corazón! A
Dios pido resucites con presteza para que resucite mi alma. Y ¡oh
sepulcro del más hermoso cielo! ¡A Dios, tesoro del cadáver más rico! ¡A Dios
relicario del más bello cuerpo! quédate en paz, glorioso con
mi Jesús, mientras yo voy a llorar, mi soledad.
—Síguese
la Deprecación, el Ave María y el Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA
TERCERO.
¡Oh Maestro mío Jesús, que puesto
en el sepulcro me enseñaste a morir por tu amor, y a sepultarme a todas las
cosas del mundo! Por aquel dolor con que María
Santísima en el sepulcro se despidió, que no me permitas me retire
yo un instante de tu santísima voluntad, ni que jamás se aparte de mi memoria
de tu muerte y pasión, para que, obrando siempre conforme a tu beneplácito,
viva justo, muera santo, y reine contigo y María por los siglos de los siglos. Amén.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
DÍA CUARTO
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
Considera
que temiendo San Juan pues al despedimiento del sepulcro, falleciese la Virgen
de dolor, llegó y levantó a su majestad, y ayudada de todos se encaminó a donde
estaba la Cruz en el calvario, adoró aquel sacrosanto madero, y llevándola de
la mano las Marías, o mejor decir, dándole su mano a la divina omnipotencia,
empezó a bajar las sendas de su dolor, quería andar y no podía su amor, quería
quedarse y era imposible, quería irse, y no veía por donde, no quería
pisar aquella tierra bendita que regó su
Hijo con su sangre preciosa, y mirándola en el suelo tan pisada decía: ¡Oh Sangre de mi
Dios! Si los ángeles te adoran ¿Cómo los hombres te pisan? Y llegando al sitio donde perdió de vista el calvario,
aquí fue el resto de sus sentimientos, pues volviéndose a su sepulcro, prorrumpiendo su corazón en vivos llantos, decía este
amoroso:
SOLILOQUIO
¡Oh vosotros que andáis el
camino del dolor! ¿A dónde me lleváis? ¿Dónde me cabe que
yo me aparte de aquí? ¿Qué dirá de mi corazón mi alma, si yo lo pierdo de
vista? ¿qué
dirá de mí el Padre Eterno, que me aparto del cadáver de su unigénito Hijo?
¿Qué dirá la eterna sabiduría de que dejó sola en el sepulcro la carne que tomó
en mis entrañas? ¿Qué dirá de mi amor el Espíritu Santo, que dejo solo el
cadáver más precioso? ¿en que se conocerá que soy la Madre del mejor Hijo? ¡yo a
tomar descanso y mi Dios en el sepulcro!
¡Mi Jesús en una obscura soledad y yo entrarme en Jerusalén! ¿Qué
Madre soy? ¿Qué amor le tengo?, es mi cariño que mi
descanso, primero es mi honra que mi vida, pues vuelva yo al calvario, y
persevere de noche y de día en el sepulcro, hasta que mis ojos lo vean
resucitado. Pero si por disposición del Altísimo ha de ser mi alma mártir en
todo, séalo también en perder de vista el sepulcro. Vamos a mi mayor soledad,
que en hacer ya siempre la voluntad de mi Dios, consiste mi honor, mi amor y mi
maternidad.
—Síguese
la Deprecación, el Ave María y el Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA
CUARTO.
¡Oh Salvador del mundo! Por
el dolor y sentimiento con que bajaba María mi Señora el camino del calvario,
te suplico me pongas a mí en el camino de la perfección del cielo, y que de tal
forma baje yo la senda de la humanidad, que se borre de mi corazón toda sombra
de altivez. Por aquellos sentidísimos pasos que dio
esta Señora con tanta debilidad no permitas que ninguna alma borre el camino de
cruz, hasta llegar a la casa del Señor, donde vives y reinas con María por
infinitos siglos. Amén.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
DÍA QUINTO
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
¡Oh
compasivo corazón! Considera
que, entrando la Virgen por Jerusalén, los modestos sollozos que respiraba, las
silenciosas lágrimas que vertía, y lo ensangrentado del manto y ropa que
llevaba, iba diciendo quién era, y cuantos la miraban decían: ¡Oh cuánta
injusticia se ha cometido hoy en Jerusalén contra esta Señora y contra su Hijo
Jesús! Tal iba esta Señora, que
solo de mirarla podía enternecer las piedras: hasta la dura obstinación judaica
se compadecía de verla. Salían de sus casas las doncellas y señoras de
Jerusalén solo por ver tan hermosa soledad. Y enternecidas de lástima, unas la
convidaban a llevársela consigo; otras le ofrecían alimento, y muchas le
acompañaron hasta que llegó a la casa de San Juan, donde con cortesía y amor le
agradeció a toda aquella caridad, y dándole las gracias a las piadosas Marías
se les ofreció por su sierva toda su vida; y reconociendo ellas tal favor,
besándole la mano le pidieron descansase un poco, y tomase algún alimento; a lo
que respondió la Reina del cielo: Mi descanso y alimento ha de ser ver a mi Hijo
resucitado: vosotras, carísimas de mi corazón, satisfaced vuestra
necesidad: y haciéndoles una humilde inclinación, se retiró al más retirado
aposento, a sentir más a solas su soledad. Y viéndose entre aquellas pobres
paredes, puestos sus ojos en el suelo, cruzadas sus purísimas manos, entre suspiro y suspiro, decía este tiernísimo:
SOLILOQUIO
¡Oh
dulcísimo Hijo mío Jesús! ¿Dónde estás? ¿Cómo ya
no te veo, y cómo sin verte vivo? ¿Sepultado mi Hijo Dios, y yo sin morir? No lo creyera de mi corazón. ¡Oh Juan, discípulo amado, muéstrame a tu divino Maestro! ¡Oh
Magdalena! ¿Dónde está aquel amabilísimo Jesús que tanto amabas? ¡Oh parientas mías,
María Cleofás y María Salomé! ¿qué se ha
hecho vuestro pariente Jesús? Murió todo
nuestro gozo, y murió en una afrentosa cruz: murió atormentada de espinas su
cabeza, clavados sus pies y manos, alanceado su pecho, desnudo y desamparado de
todos. ¡De qué hombre, por
malísimo que haya sido, se lee tal vilipendio! ¡Oh Hijo mío! Anoche te prendieron, esta mañana te azotaron y sentenciaron; a
medio día te crucificaron; esta tarde te vi muerto y sepultado, y ahora tan
lejos de mí, que aún no puedo ver tu sepulcro. ¡Oh qué bien dijo el profeta, que mi amargura había de pasar a
amarguísima! Porque ¿qué amargura más amarga que esta soledad y memoria?
—Síguese
la Deprecación, el Ave María y el Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA
QUINTO.
¡Oh Redentor de las almas; que diste vida a
la muerte con la muerte de tu vida! Por aquellos pasos que
desanduvo esta Señora bajando la calle de la Amargura, lavando con sus lágrimas
vuestra sangre derramada, viendo donde cayó vuestra Majestad, en donde os
arrastraron, donde os encontró y miró con sus tiernísimos ojos; os suplicó
me deis verdadero conocimiento, y gobernéis mis pasos: para que siguiendo en
esta vida vuestras pisadas, camine a la gloria, donde con el Padre y el
Espíritu Santo, para siempre vives y reinas. Amén.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
DÍA SEXTO
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
¡Oh corazón mío! considera
a la Reina del cielo en un total desamparo, sin Hijo, sin Esposo sin Padre, sin
madre, pobre, afligida, y en tierra extraña. Si tuviera esta Señora en su
Soledad a su dichoso Padre Señor San Joaquín, viviera su amabilísima Madre Señora
Santa Ana, ya tuviera a quien volver la cara y algún alivio en su pena: y ya
que le faltaban sus padres: si viviera Señor San José; su dignísimo esposo, ya
tuviera un tan leal corazón con quien partir su dolor, y acompañar su soledad;
pero huérfana de los mejores padres del mando, viuda de tan santísimo esposo,
muerto el mejor hijo de todos los nacidos, destituida de todo humano consuelo, ¿cómo podía esta
Señora vivir en tal soledad? Con
esta consideración, dice San Efrén, clamaba la
Reina del cielo este sentidísimo:
SOLILOQUIO
¡Oh Jesús de mi corazón! mira mi
pobreza y soledad: ni tengo casa donde parar mi decencia y la tuya recoger mi
pobre persona, ni tengo donde reclinar la cabeza, ni me han quedado padres a
quien volver la cara, ni tengo a mi celestial esposo que con su justo trabajo
nos buscaba a ti y a mí el alimento. La orfandad de mis padres Señora Santa Ana
y Señor San Joaquín, la pudo suplir mi esposo José. La viudez de mi esposo José
no me era penosa viviendo tú, mi Jesús; pero muerto tú, mi Jesús, que eres mi
Padre, mi Esposo, mi Hijo y mi Dios, ¿cómo he
de vivir en tanta desamparo, pobreza y soledad? Pero ¡oh Jesús de mi corazón!
amo por toda mi vida la virtud de la pobreza, venero y adoro tu
sabia providencia divina, que sabiendo esto no excusaste privarme de tan
dichosos padres y de tan feliz esposo. Y te ruego por esta orfandad y viudez,
resucites presto para alivio de mi soledad.
—Síguese
la Deprecación, el Ave María y el Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA
SEXTO.
¡Oh
amabilísimo Jesús, que con tu infinito
poder diste a la Virgen tan invencible valor en su soledad, para sentir y
llorar tu muerte y pasión! Te pido, Señor, que sienta mi alma
lo que en su soledad sintió esta Señora. Siento que no sean mis ojos mares de
lágrimas para satisfacer en algo mis culpas, que ocasionaron en el corazón de
María tanta pena; y te ruego por la soledad de la Virgen,
seas misericordiosísimo Padre en la soledad de mi muerte, y que en los últimos
desamparos de mi vida esté a mi lado esta Señora, para cantar a tus pies
eternamente la gloria de la soledad de María. Amén.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
DÍA SÉPTIMO
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
¡Oh alma
mía! Considera
que al punto que entró en su retiro la afligidísima Madre de Dios, llamando al
Señor San Juan, puesta de rodillas a sus pies, le dijo con humildad: Amado
Discípulo de mi Jesús, razón es cumplir las palabras que mi Hijo Dios nos habló
desde la cruz: su dignación te nombró por hijo mío, y a mí por madre tuya; tú
eres Sacerdote del Altísimo; por esta gran dignidad es razón que yo te obedezca
en todo cuanto hubiere deshacer; y desde ahora quiero que me mandes, pues toda
mi alegría es a en obedecer hasta la muerte. A que respondió el Apóstol: Señora y Madre mía; yo soy quien ha de estar obediente a tu
voluntad, porque el nombre de hijo no dice autoridad sino rendimiento; el mismo
que a mí me hizo su sacerdote, te hizo a ti su dignísima Madre y estuvo siempre
sujeto a tu obediencia, siendo el sumo Eterno Sacerdote de la gloria. Hijo
mío, Juan, respondió
esa Señora: yo en esta vida siempre he de tener superior
a quien rendir mi parecer, para esto sois ministro de Dios, y como tal me debes
dar este consuelo en mi soledad.
Hágase, Madre y Señora mía, tu voluntad, respondió el Apóstol, pues en
ella aseguro todo mi acierto. Y
sin más palabras le pidió la Señora licencia para quedarse sola, y soltando el
mar amargo de su alma, repasaba los misterios de su
hijo tiernísimo:
SOLILOQUIO
¡Oh Hijo de mis entrañas, Jesús!, ¿Que para
tal muerte y pasión te concebí, te parí y te crie? Con gusto hemos conversado en esta vida, a nadie hemos agraviado,
fielmente me has atendido y yo con toda fidelidad te he servido como a mi Hijo
Dios verdadero. Pero ¿por qué motivo los
cruelísimos judíos te crucificaron? ¿qué causa diste para que te dieran tan
afrentosa muerte? ¿cometiste alguna maldad para que te sentenciasen así? No, hijo amabilísimo dignación tuya ha sido redimir tan á costa
tuya y mía al género humano, dejándoles a mares la doctrina y los ejemplos.
Gustosísima me ha sido esta redención de que puedo recibir los plácemes (felicitaciones)
por la gloría que se sigue a Dios y a los hombres.
—Síguese
la Deprecación, el Ave María y el Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA
SÉPTIMO.
¡Oh Jesús mío, que diste gustoso la vida porque no se pierdan las almas!
reconocidos a lo poco que merecen nuestras súplicas y a lo mucho que vale la
soledad de la Virgen en tu presencia, te pedimos mires sus hermosísimos ojos, y
no permitas que con nuestra vista te desagrademos. Mira,
Señor, aquel traspasado corazón tan conforme con tu voluntad, y concédenos una
total resignación en ti: mira aquel anhelo por verte resucitado, y danos una
final penitencia, para verte y amarte con María en la gloria. Amén.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
DÍA OCTAVO
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
¡Oh alma mía! considera que al paso que corría la noche sus
horas, crecía el mar de congojas en el corazón de María; y entrando el
Evangelista y las piadosas Marías a consolar a su solitaria reina, y procurarle
su vida, solicitaban tomase algún alimento para mantener su cuerpo y dar
ejemplo a todos los afligidos. Mas si estaba muerto su gusto ¿cómo había
degustar el alimento? Si solo eran sus manjares las lágrimas, no era
dable que buscase algún alivio. No es de creer que quien tan fina sentía,
ocurriese a los comunes auxilios; y así ni aun cabe el imaginar que se
recogiera a dormir un rato la que estaba con todo su pensamiento en el calvario
y en las llagas de su Hijo. ¿Cómo es posible se acostará a descansar en el lecho la
que no veía a su celestial descanso? Sentada
y desvelada gemía, lo que para ser debidamente llorado pedía un llanto
infinito, diciendo en triste:
SOLILOQUIO
¡Oh Nazareno
mío, que dabas consuelo a los vivos, y dabas vida a los muertos! ¡Oh gran
Profeta, poderoso en obras y palabras! ¿Qué
hiciste para que los judíos te crucificaran? ¿Son estas las gracias que dan a
tus buenas obras? ¿Es esta la paga de tu verdadera doctrina? ¿Es este el premio
que dan a la virtud y milagros? ¿Tanto han podido las manos de los hombres
contra su humanado Dios? ¿A esto ha llegado la maldad del mundo? ¿A tanto ha
llegado la malicia del demonio? ¿A tanto ha llegado la bondad y clemencia de mi
Hijo? ¿Tan grande es el aborrecimiento que tiene Dios al pecado? ¿Tan grande es
el rigor de la divina justicia? ¿En tanto estima Dios la salvación de las
almas? ¡Oh Hijo de mi corazón,
Jesús! Mira como estoy en mi
soledad, ten misericordia de mí; apresura tu resurrección, mira que voy a toda
prisa a espirar.
—Síguese
la Deprecación, el Ave María y el Gloria Patri.
ORACIÓNPARA EL DÍA
OCTAVO.
¡Oh Jesús mío, y qué noche tan sola le hicieron pasar a María Santísima mis
culpas! Por aquel dolor que sintió cuando
vio amanecer el sábado, y que aún no salía del sepulcro su sol divino
Jesucristo, te ruego no te hagas cargo de lo mal que he usado de la luz del día
para ofenderos. Y por aquella tenebrosa noche que pasó
tan sola la Virgen, te pido me restituyas a la luz de tu divina gracia, y no me
dejes caer en la oscuridad de la culpa para que, sirviéndote con fidelidad en
este mundo, te sirva a los pies de María Santísima en el cielo. Amén.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
DÍA NOVENO
Por
la Señal…
Acto
de Contrición y Oración Preparatoria
CONSIDERACIÓN
Considera
que, amaneciendo el sábado, estando la Madre de Dios en la media noche de su soledad, como a las cuatro de la mañana entró cuidadoso el Evangelista á saludar
a su solitaria Reina, y puesta la Señora de rodillas, le pidió su bendición, y
le dijo saliesen a recibir a San Pedro, que ya venía a buscarla tan lloroso
como arrepentido. Y entrando San Pedro, arrojándose a los pies de la Madre de
la gracia, le dijo: Pequé Señora, pequé delante de Dios,
negando tres veces a mi Maestro Jesús. No
pudo hablar más, oprimido de lágrimas de lo íntimo de su corazón. Y la
prudentísima Virgen, puesta de rodillas, le dijo: Pidamos
perdón de tu culpa a mi Hijo, tu divino Maestro. Hizo María Santísima oración por el
Apóstol: y alentándolo con las dulces palabras de su misericordia, confirmó a
San Pedro en la verdadera esperanza. Y repasando todos los misterios de nuestra
redención, se encendía más y más el dolor de su corazón, viendo con su
ilustrado entendimiento las muchas almas que se habían de condenar en todo el mundo,
y si poderse ir a la mano en el sentimiento, con lágrimas y suspiros de lo
íntimo de su pecho, decía este sentidísimo:
SOLILOQUIO
¡Oh Redentor del Mundo, que no pudiendo todas las criaturas
posibles destruir el pecado, bajaste del cielo para con tu muerte destruirlo! ¿y qué, ha de haber criaturas tuyas que desprecien tu
preciosísima Sangre? ¿Qué, no se han de salvar todos, cuando por salvar a todos
has muerto? ¿Qué, lo que padeciste por salvarlos les ha de servir a muchos de
mayor tormento? ¿Qué, muchos de los que mi Hijo Dios me dio al pie de la cruz
por Hijo adoptivo, han de ir a ser esclavos eternos del demonio? ¡Oh Hijo de mi corazón, Jesús! ¿Cómo yo estoy en esta soledad viva, sabiendo que hay almas por
quienes has derramado en vano tu sangre preciosa? Sábete, Hijo mío Dios, que lo que dejo en esto de sentir es
porque no puedo sentirlo más.
—Un Ave
María y Gloria Patri.
DEPRECACIÓN PARA EL
ÚLTIMO DÍA
¡Oh amabilísima
Madre de todos los pecadores! Que pasando aquel tristísimo día del
sábado, día señalado a la pasión, por ser todo el día de tu soledad, entrando
en la segunda noche repasando a solas los misterios de nuestra redención,
engrandeciendo las infinitas obras de tu Hijo Dios, los ocultos juicios de su
alta sabiduría, la nueva Iglesia que con tanta gracia y hermosura dejaba
fundada, la felicidad de todo el género humano, la inestimable suerte de los
predestinados, la formidable desdicha de los réprobos, que de tanta gracia y
gloria por su voluntad se hacían indignos. Después de la media noche entró el
Arcángel San Gabriel y postrándose a tus pies, te saludó por Reina de toda
alegría, como en otra ocasión por Reina de la gracia, y entre muchos coros
angélicos, entre los Patriarcas y Profetas antiguos, aliados de tus dichosos
padres y de tu purísimo esposo, viste a tu Hijo Jesús resucitado, más hermoso y
glorioso que todos juntos, para honor del cielo, para consuelo del mundo, para
confusión del infierno, para triunfo y victoria de Jesús, y para gloria de tu
soledad; pues arrodillándote a sus divinos pies, levantándote a sus divinos
brazos el Señor comunicó a tu alma toda su gloria, digno premio y honor a tu
soledad santísima. Pues ¡oh Madre y Señora nuestra! avivad
en nuestras almas el amor de tu soledad, para que, acompañándote aquí en los
desconsuelos, te acompañemos en los eternos gozos. Y por los méritos de tu
soledad por la pasión y muerte de Jesús, por la alegría de su resurrección, te
pedimos el aumento de nuestra Madre la Iglesia, la extirpación de todas las
herejías, la paz y concordia entre los príncipes cristianos, la libertad de los
pobres cautivos, luz para los que viven ciegos en el pecado, la gracia para los
vivos, y la gloria para las benditas almas del Purgatorio. Amén.
—La
Canción y la Jaculatoria se dirán todos los días.
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