domingo, 13 de abril de 2025

NOVENA DEL PÉSAME A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES.

 


Novena dispuesta por el Padre Maestro Fray Francisco de la Transfiguración, escritor general del Orden de descalzos de la Santísima Trinidad, Redención de Cautivos; y publicado en México por la imprenta de Luis Abadiano y Valdés en 1851. El Ilmo. y Revmo. Sr. Don Fray José María de Jesús Belaunzarán y y Ureña OFM Ref., Obispo de Monterrey, por sí y por la hermandad que tiene con los Ilmos. Señores Obispos de Puebla, Valladolid y Durango, concedió 200 días a cada palabra de las contenidas en esta Novena.

 

NOVENA DEL PÉSAME DIRIGIDO A MARÍA SANTÍSIMA DE LA SOLEDAD POR LA DOLOROSA MUERTE DE SU SANTÍSIMO HIJO JESUCRISTO NUESTRO REDENTOR

  

 

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

Bendita sea la Beatísima Trinidad, que crio a la Madre de Dios para padecer por mi bien tanta pena y soledad en la muerte de mi Redentor Jesucristo.

 

ACTO DE CONTRICIÓN


   Señor mío Jesucristo, mi Dios y mi Redentor, Padre de mi alma y Señor de mi corazón, a quien tanto ofendí sin disculpa, sin juicio y sin temor: pequé, Señor, contra Vos y contra mí, y más me pesa de ser Vos el ofendido que ser yo tan perjudicador, más siento mi ingratitud que el que me castigue, más me aflige vuestra ofensa que mi infierno. Alma y corazón mío, ¿a qué esperas? Tuve alma para entregarla al demonio por el pecado, ¿y no tengo alma ni conciencia para sacarla de su dominio? Tuve corazón para agraviar a la bondad infinita, ¿y no tengo corazón para sentir tan enormes ofensas? ¡Oh Jesús de mi alma!, ¿para que nací al mundo, para llenar con mis culpas el número de los desdichados? Renuncio Señor, el ser y el vivir, si te he de ofender. Menos mal me fuera la infelicidad de la nada que la infelicidad de la culpa, quisiera tener un dolor tan grande que me llegase hasta mi muerte. Tomará hacer una penitencia tan grande como tu misericordia. Pero como creo, Señor, que tu misericordia es mayor que toda la misericordia humana, espero salvarme en tu santísima pasión y muerte. Te amo Dios mío, más que a todo lo criado, y mientras más te amo, más amarte deseo. Y como creo en un Dios verdadero, como espero en un Señor tan poderoso y como amo a un Padre tan benigno, creo que no puede faltar la misericordia a mi fe, la promesa a mi esperanza, y tu gracia a mi contrición. Aumentad, Señor, mi arrepentimiento, dadme, odio eficaz de todos mis pecados, y muera yo de amor y dolor de haberte ofendido. Esta muerte, te pido, esta muerte deseo; y si no te mueven mis ansias, muévete la compasiva soledad de tu Madre Santísima. Por el dolor que al morir tuvo vuestra Majestad dejarla tan desamparada y sola, te ruego para mi muerte una final penitencia, para morir en tu gracia y alabar eternamente tu misericordia. Amén.

  


DÍA PRIMERO

 

CONSIDERACIÓN

 

Considera, oh alma mía, que habiendo acompañado la Reina del Cielo a su santísimo Hijo en su lastimosa pasión hasta verlo espirar y bajar de la cruz, y viendo quitarlo de sus brazos después y poner en el sepulcro el santo cadáver del Señor primer paso da su soledad, con verdaderas lágrimas de Madre, y con cuanta ternura pudo su alma, con sumo amor y dolor lo depositaba ella espiritualmente en su pecho, para tener el consuelo de traer aquel Cordero de Dios consigo. Del mismo modo quedaba dentro del sepulcro con él, para esperar allí la luz de su resurrección. Y arrojándose como herida cierva a la fuente de sus amarguras, abrazada con el santo cadáver, con ayes, suspiros y congojas, se moña de dolor por haber de separarse de Jesús. Y temerosos todos de que se quedase muerta en este lance, apartando a la Virgen y cerrando el sepulcro con una gran piedra, dio el mayor golpe en el corazón de María, no dejando ya el menos resquicio de alivio a su alma, pues ni vivo ni muerto le veías ya a su crucificado Hijo. Y abrazándose con el sepulcro, bañándolo con vivas lágrimas, que, hasta hoy día, perseveran impresas y congeladas en aquella piedra dichosa, en tristes soliloquios:

  

SOLILOQUIO


   ¡Oh amabilísimo Jesús de mi alma, cayó en este lago mi vida, y pusieron en mi corazón la piedra! Ya llegó hijo mío la hora que se acabare nuestra compañía, ya llegó la triste hora de verme sola en la tierra, ya llegó la hora de que me lloren sola todas las criaturas, y ya llegó la última hora de apartarme de tu sepultura. Pero ¿Dónde iré y moraré sin tu morada? ¿Cómo podré vivir sin tu vista? ¡Oh Hijo de mis entrañas! Aquí en este sepulcro he de perseverar de noche y de día, aunque me consuman los fríos, el sol y las aguas. Si tuve valor en mi pecho para verte crucificado, muerto y con el pecho abierto a mis ojos, también tendré aliento en mi alma para estarme en tu sepulcro sola. Gustosa aquí me sepultara para estar siempre donde tu estuvieras, más ya que no puede ser mi persona, sepúltese conmigo mi alma, y pues es tan tuya, aquí la pongo a tus pies con todo mi corazón, imprimiendo en esta piedra mis lágrimas para eterna memoria de mi soledad.

 

 

ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO.

 

   ¡Oh benignísimo Jesús, que tanto aprecio hiciste de las lágrimas de tu purísima Madre que las debate impresas en tu sepulcro para siempre! por sus lágrimas preciosísimas te ruego me des eficaces auxilios, para que yo las tenga impresas toda mi vida en mi pecho, y que solo vean mis ojos las lágrimas de mi arrepentimiento con mí eficaz contrición de haberte ofendido, para que viviendo y muriendo en tu gracia, viva a los pies de María Santísima en tu gloria. Amén.

 

DEPRECACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS


   ¡Oh afligida Emperatriz de la Gloria! Como está sentada y sola la ciudad de Dios más santa ¿sola y tan desamparada la suprema reina de cielo y tierra, sola y tan sola, que no tiene a quien volver la cara? ¿sola y tan pobre que no tiene más ropa que lo que en su virginal cuerpo tenía con la sangre de su Hijo Dios, salpicada? Pues ¡Oh desamparada Señora! Si me permitís os acompañe en vuestra soledad, aquí tenéis mi alma y mi vida a vuestros pies. Admitidme por vuestro Hijo, Oh Madre verdadera de Dios, que quiso nacer de vos, para que me admitieseis por hijo a mí, si me respondéis que mi culpa tuvo la culpa de veros tan desconsolada y sola, yo Señora, así lo confieso, ya lo veo, ya lo lloro, pero por ser vos quien sois, por la pasión y muerte de Jesús, por la pena que al morir sintió de dejarte sola, te ruego te duelas de mí, que no tengo otra madre ni otro amparo que Vos. Peque Señora contra tu Hijo Dios, y contra ti a quien después de Dios debo amar. Cuando en vos no interesara yo otra gloria que la de conoceros, y que os dejáis amar de quien como yo tan indigno, nunca puede merecerlo, protesto delante de Dios y de todas las criaturas amaros con todo mi corazón y mi alma y serviros toda mi vida. ¿queréis admitirme a vuestra compañía y gracia? ¿queréis alcanzarme de vuestro Hijo el perdón de tantas ofensas? Madre mía de la Soledad, decidme que sí. Mirad Señora, que de solo pensar que siendo ciertas mis culpas no puedo llorar más lágrimas que tiene de gotas el mar, pierdo el juicio de dolor. Pero Madre y Señora mía, si es verdad infalible que por mi bien se hizo Dios hombre, si por mi bien os hizo su dignísima Madre, si solo por mi bien padeció tal muerte y pasión, y solo por mi bien padecisteis tan amarga soledad, esta razón sola os debe mover a pedir perdón de mis culpas. A título de madre mía, es fuerza que yo ponga en vos toda mi esperanza, pues la fe me enseña que la Madre de Dios es Madre mía, también, pudiera tenerme celo y emulación, pues no han llegado ellos a tanta dignidad de tener a la Madre de Dios por reina, si, a quien sirven con humildad, pero por Madre no, reservándose tan amoroso renombre para mí. Hijo vuestro soy por la gracia de Dios, y más precioso ser vuestro Hijo que mi vida ¿Cuándo merecí yo que la Madre de Dios me adoptara por Hijo al pie de la Cruz? ¿Cuándo merecí yo que padeciera por mí tanta soledad? Pues ¡Oh verdadera Madre de amor! Y ¡Oh verdadero amor de Madre! Yo, la criatura más indigna, acudo de corazón al mérito de vuestra soledad, para asegurar mi salvación. Ofreced Señora, por mis culpas, de ese mar hermoso de vuestras lágrimas una sola gota, pues una lágrima vuestra vale más que todos los méritos de los santos en la presencia Divina. Alcánzame Señora, lo que pido en esta novena, hacedme esta gracia, y recibe mi vida y mi alma por tuya, que no quiero más vida ni más alma que para amar y servir a vuestro Hijo Jesús, y a vuestra Majestad en la tierra, serviros y amaros en la gloria. Amén.

 

—Un Ave María y Gloria Patri.

 

CANCIÓN DEVOTA EN REVERENCIA DE LOS DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA (sin trovar la Salve de la Iglesia. El Sr. Cardenal Álvaro Eugenio de Mendoza Caamaño y Sotomayor concede cien días de Indulgencia por cada vez que se cante o rece la sobredicha canción; y el Señor Arzobispo de Farsalia Juan de Moya de la Torre OFM Obs., Inquisidor General, concede ochenta)

 

Salve Virgen pura,

Dolorosa Madre,

Salve, Virgen bella.

Madre Virgen, salve.

 

Salve, compasiva

Virgen admirable

Mar de amargas penas

Y dulces piedades.

 

Un nuevo martirio

Mis culpas añaden

A tu dolorosa

Alma inconsolable.

 

Mis yerres hirieron

Tu corazón grande,

Que infunde en los nuestros

Alientos vitales.

 

Enferma de amores,

Con flores punzantes,

De la pasión rosas,

Quieres aliviarte.

 

Flores de alabanza,

Nuestro afecto amante

Mezcla con tus penas

Y espinas letales.

 

Sean tus martirios,

Dolorosa Madre,

Vida con que mueran

Las culpas mortales.

 

A las malas almas

Tus dolores sanen,

Y en ellos las buenas

Sus mejoras hallen.

 

Y pues tus angustias

Tanto ante Dios valen.,

Por ellas pedimos

Nuestra gloria alcances.

 

¡Oh amor de amarguras

Nuestras voces clamen,

Y ampara a las almas

Que esta salve te hace!

 

¡Oh clemente! ¡Oh pía!

¡Oh cándida ave!

¡Oh triste María!

Salve, Salve, Salve.

 

   Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, la Pasión y Muerte de nuestro Redentor Jesús, y el dolor y soledad de María Santísima concebida sin pecado original. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

NOVENA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES.

 


Compuesta por el M. R. P. Juan Manuel Romero, De la Compañía de Jesús, Catedrático de Prima y Rector del Colegio de San Bartolomé de la Universidad de Santafé.

El excelentísimo Sr. Arzobispo, Dr. Antonio Herran concede 80 días de indulgencia por cada oración, Padre nuestro, y Ave María, y los excelentísimos Señores Obispos de Santamarta y Antioquia, Fr. Bernabé Rojas y Dr. Domingo Riaño conceden cada uno 40 días de indulgencia en iguales términos.

Bogotá. Reimpresa por Nicolás Gómez (1855).

 

CARTA DE ESCLAVITUD

A María Santísima en sus Dolores.

 

   ¡Oh dolorosísima, y piadosísima Virgen María, Madre de Dios, y Abogada de los pecadores!: Yo (…) aunque indignísimo por mis graves y muchas culpas, de parecer en vuestro acatamiento, y contarme en el número de vuestros Esclavo; pero alentado con la recomendación que de mi os hizo vuestro precioso Hijo, estando en la Cruz en lo más vivo de sus penas, y fiado en vuestra Clementísima piedad, con que os inclináis a favorecer a los más desvalidos, e indignos como yo, y deseoso de agradaros, y serviros, delante de Vuestro Santísimo Hijo, y de toda la Corte Celestial, os quiero y elijo por especial Señora mia, para Siempre, y por Abogada y Madre, que espero lo habéis de ser; y propongo firmemente de serviros como Esclavo, y amaros como hijo y procurar que los demás hagan lo mismo, en cuanto estuviere de mi parte. Suplícoos, Señora mia, por la sangre de Jesucristo vuestro Hijo, y por los Dolores agudísimos que tuviste al pie de la Cruz, me admitáis, y contéis en el número de Vuestros Esclavos, e hijos recomendados de Jesús mi Redentor, y que me asistáis en todas mis palabras, obras, y pensamientos y rijáis y gobernéis todos mis sentidos y potencias como cosa ya vuestra: que me deis esa Espada de Dolor, que atravesó Vuestro Corazón, para que hiera íntimamente mi Alma de sentimiento, y dolor por haber ofendido a mi Dios, y Señor,  y que no permitáis, que yo sepa, ni ame otra cosa, sino a vuestro Crucificado Jesús, mi Señor, y a Vos dulcísima María, como a mi Señora, Abogada, y Madre. No permitáis Señora mia, que mi tibieza, o mis muchas culpas deshagan este contrato, que quiero sea firme, y constante para siempre; que yo espero, mediante vuestra piedad, y misericordia, y gracia de vuestro precioso Hijo, enmendarme de todas mis culpas, y no ofender más a quien por tantos títulos me hallo tal obligado.

 

PRACTICA DE ESTA NOVENA.

 

En el tiempo que se hace la Novena, se ha de confesar, y comulgar algunos días, según el juicio del confesor, para llegar dignamente a los pies de María Santísima, se ha de procurar, que estos días se dediquen a Dios las obras, palabras, y pensamientos, para que tengan más eficacia nuestros ruegos, y con efecto se consiga la especial petición que hiciéremos, si conviene, y supuesto esto, se tendrá gran confianza de que lograremos el patrocinio de María Santísima a la hora de la muerte, y lo que especialmente pedimos en la Novena. Arrodillados pues, delante de una imagen de Cristo Crucificado, y otra de la Santísima Virgen de los Dolores se comenzará en la forma siguiente:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

que se hace todos los días

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, yo la más ingrata de todas las criaturas, reconozco, adoro, y reverencio profundísimamente vuestro Divino, incomprensible Ser, creyendo, como creo, que sois sumamente Santo, y bueno que sois Justísimo Remunerador, que perdonáis a los pecadores, y esperando, como espero, en vuestra infinita misericordia, que me habéis de perdonar y salvar: Digo, Señor, con todo mi corazón, que me pesa muy de veras de haberos ofendido, por ser vos quien sois, infinitamente Santo, y Bueno, y porque os amo, y estimo sobre todas las cosas; y propongo firmemente con vuestra Divina gracia, de no volver a disgustaros en adelante, Misericordia, Señor, y para conseguirla, os suplico, pongáis los ojos en los acerbísimos Dolores de vuestra Santísima Madre, que los ofrezco, para que yo alcance perdón de mis pecados.

 

ORACIÓN.

 

   Dulcísima, y Santísima María Madre del mejor Hijo, y la más afligida de todas las Madres, por las acerbísima penas que padecisteis al pie de la Cruz, asistiendo a las agonías y muerte de vuestro Santísimo Hijo, y todas las ofrecisteis desde entonces, para que todos los pecadores tuvieran una buena, y santa muerte; os pido no permitáis que se malogren en mí vuestros amorosos deseos, sino que, asistiéndome con vuestro poderoso patrocinio en las agonías, y congojas de mi muerte, logre el precio de la Sangre de vuestro Santísimo Hijo, y el fruto de vuestro Dolores. Amén.

 


PRIMER DÍA.


ORACIÓN

 

   Tristísima y Dolorosísima Virgen María Señora nuestra, que, siguiendo los pasos de nuestro Señor Jesucristo, vuestro precioso Hijo con la Cruz a cuestas por la Calle de la amargura, habéis llegado al Calvario, que es el monte de mirra, a donde os convidó vuestro Esposo el Espíritu Santo. Abrazad, Señora mia, todos juntos los dolores que os esperan, y los tormentos de vuestro Hijo, y puestos todos en vuestro Corazón, y en medio de vuestro purísimos Pechos, como un ramillete de mirra, ofrecedlos a el Eterno Padre, para que ablandándose la dureza de mí corazón, conciba verdadero dolor de mis pecados, en especial a la hora de mi muerte; y alcanzadme de vuestro Crucificado Hijo, y Señor mío, el favor que os pido en esta Novena, si ha de ser para gloria suya, y bien de mi alma.

 

—Siete Avemaría, en reverencia de los siete Dolores.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.

 

   Soberana Virgen María, Madre amantísima de los pecadores, que tenéis en el Ara de la Cruz a vuestro Unigénito Hijo, ofrecedlo al Eterno Padre, en agradable sacrificio para el remedio de los hombres, y satisfacción superabundante de sus culpas; pedidle, que ponga los ojos en su Benditísimo Hijo, y en vos su afligida Madre, y se duela de las almas de los infieles, y herejes, reduciéndolos al gremio de la Santa Iglesia; y que se compadezca de los Cristianos que están en desgracia suya, reduciéndolos al conocimiento de su infeliz estado, y a seria penitencia de sus culpas; y que mire con especial compasión a los que en la hora presente se hallan en las agonías de la muerte, ayudándoles en su trabajo.

 

—Aquí se pide lo que se desea alcanzar.

 

   Crucificado Jesús, Dios y Señor nuestro, pues nos pusisteis en el amparo de vuestra Madre Santísima, como hijos de sus dolores, nacidos entre sus lágrimas, tened misericordia de todos los Cristianos, y especialmente de los que estamos juntos haciendo esta Novena, en agradecida memoria de sus penas; y confesamos a pesar del Infierno ser hijos, y esclavos suyos, señalados con sus dolores y marcados con sus lágrimas, para que en la hora de la muerte nos reconozca por suyos. También os pedimos, Señor, por aquella amargura que sintió vuestra Alma Santísima, en especial, cuando se arrancó de vuestro purísimo Cuerpo, tengáis misericordia de nuestras almas, cuando se dividan de sus cuerpos.

 

—Un padre nuestro, y una Avemaría.

 

GOZOS A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES.

 

Virgen Reina singular

Pues eres fuente de amor,

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

Estaba junto a la cruz

La Madre de gracia hermosa

Afligida y dolorosa,

Viendo pendiente a Jesús

Allí fué su alma en rigor

Herida con el pesar

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

Con la más aguda espada

Del dolor y de la pena,

Se ve hoy de aflicciones llena

La Madre de Dios amada.

Su sentimiento es mayor

Que se puede imaginar.

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

La que con pecho sentido

Piadosa se entristecía,

Cuando la pena veía,

De su hijo esclarecido:

¿Como el hombre pecador

No llora aquí sin cesar?

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

¿Qué hombre hay que no llorara

Con un dolor nunca visto

Si allí a la Madre de Cristo

En tanta pena mirára?

Pues quisiera por su amor

Su corazón derramar.

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

¿Y quién no se entristeciera

Con sentimiento prolijo

Si padecer con el hijo

A la dulce Madre viera?

Y viendo que el Redentor

Su sangre va a derramar.

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

Por pecados de su gente

Después de ser azotado

Vio en la cruz atormentado,

A Jesús su inocente:

¡Oh Madre del Salvador!

Yo siento vuestro pesar.

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

Vio la más piadosa Madre

Que ya su hijo muy amado

Muriendo desamparado

Volvió su espíritu al Padre.

Aquí es la pena mayor

Que la deja amargo mar.

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

Haz que se llegue abrazar

En amor mi corazón

Para que con perfección

A Cristo yo pueda amar;

Espero Madre de amor

Esta merced alcanzar.

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

Virgen Reina singular,

Pues eres fuente de amor,

Hazme sentir tu dolor

Para contigo llorar.

 

Antífona: Cuando Jesús vio a su Madre junto a la cruz y al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: Mujer, ahí tienes a tu Hijo; Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu Madre.

 

. Ruega por nosotros Virgen Dolorisima.

. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

 

ORACIÓN

 

   Que la Santísima Virgen María, Nuestra Madre, interceda por nosotros, te suplicamos, oh Señor Jesucristo, ahora y en la hora de nuestra muerte, con tu misericordia, cuya Sacratísima Alma traspasó la espada de los dolores en la hora de tu Pasión. Por Jesucristo, Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo. Amén.

 

PETICIÓN A NUESTRA SEÑORA.

COSOLATRIS AFLICTORUM, ORA PRO NOBIS

 

Vos que llena de Dolores

Estáis al pie de la cruz.

¡Oh dulce Madre! dad luz

A todos los pecadores.

Escuchad nuestros clamores

Dadnos valor y alegría

Para que en toda agonía

No busquemos más consuelo

Que el vuestro: y al alto Cielo

Sednos también norte y guía.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.