sábado, 22 de febrero de 2025

NOVENA EN HONOR A SAN FELIPE DE JESÚS, PROTOMÁRTIR MEXICANO EN JAPÓN.

 


Novena dispuesta por el Padre Antonio Vidal de Figueroa, del Oratorio de San Felipe Neri en el Arzobispado de México, reimpresa en 1787 a solicitud de un religioso franciscano descalzo del convento de San Antonio y Santa Bárbara en Puebla de los Ángeles.

 

COMENZAMOS: 27 de enero.

FINALIZAMOS: 4 de febrero.

FESTIVIDAD: 5 de febrero.

 

INTRODUCCIÓN AL INTENTO Y MOTIVO DE LA NOVENA


Una verdad no menos que Evangélica nos hizo prevención con la Fe de otra que en estos tiempos se nos ha entrado por los ojos, y debiéramos confesar con sentidos lamentos de nosotros mismos. Ninguno, aunque verdaderamente sea Profeta, es tenido por tal en su Patria, dijo Cristo nuestra vida por San Lucas: «Nemo Prophéta est in Pátria sua: Nadie es profeta en su propia tierra» (Luc. IV, 24). Y si averiguamos el porqué de esta fatal costumbre, lo hallaremos explicado con la erudita pluma del Docto Padre Escobar, quien hablando en su Exposición de esta cláusula dice estas palabras: No les falta posibilidad a los de una Patria de ofrecer más cultos y aclamaciones a los Sagrados Oráculos que en ella florecen, y aún más de los que rinden en obsequio de los extraños, sino que es propensión el que aunque se atiendan abismos prodigiosos y singulares hechos, si aquél en quien se ostentan es de la propia Patria, no sólo no los publican y vocean con aclamación, sino que omisos los desprecian dando a entender ingratos y manifestando incrédulos, el que tales varones son como incapaces de que Dios obre por ellos maravillosos efectos: y esto es tan antiguo (dice el citado Padre) que si se revuelven las antiguas Historias de los Profetas no se hallará uno si quiera que en su Patria sea tenido por tal: «Si véterum Prophetárum histórias evoluéritis comperiétis, nullum unquam Prophétam in prœlio fuísse habítum in Pátria sua, et apud suos cognátos; non quod munus facére possint aut vellent bene facére suis quam aliénis; sed quod incredúlitas cognatórum ipsos indígnos Divíno benefício reddat: Si analizáis las historias de los antiguos Profetas, descubriréis que ningún Profeta estuvo jamás en batalla en su propio país y entre sus parientes; no que puedan hacer un servicio o prefieran hacerlo para sí mismos que para los demás; pero que la incredulidad de los parientes los hace indignos del beneficio divino» (Antonio de Escobar y Mendoza, In Lucam). Ven aquí a la letra lo que nos ha sucedido y está sucediendo a los Patriotas de la Ciudad Mexicana, con nuestro gran Compatriota el Glorioso SAN FELIPE DE JESÚS, pues en vez de aclamar continuamente sus virtudes, de referir sus espirituales hazañas y divulgar más y más de su santidad los prodigios, hemos sido tan tibios para con el Santo, que olvidados de la especial obligación que para con él tenemos, por ser de nuestra Patria y haber ennoblecido cristianamente la Mexicana Ciudad, nos hemos descartado con remitir nuestro desempeño a los abreviados, aunque primorosos escritos, que para su culto se han dado a la estampa, y los más de estos a solicitud de personas extrañas y no de dicha Ciudad. Que mucho que lo confesemos Glorioso y Bienaventurado si a esto nos compele la Fe, y nos obliga la debida obediencia que católicamente tenemos vinculada en la Silla Apostólica, que así nos lo ha insinuado con sus indefectibles ordenaciones.

 

El nacional y patrio amor habíamos de ostentar no sólo en una anual fiesta en que se celebra el Santo, sino con cotidianos recuerdos, sucesivas memorias e instantáneas devociones para con el Santo y su mayor culto y gloria accidental, procurando que en nosotros resplandecieran algunas de las virtudes de este Glorioso Protomártir, que a más de ser justicia, será muy útil para nosotros, y aun nos es condición necesaria para alcanzar del Santo su patrocinio, porque este no se consigue de los Santos si no se imitan devotamente sus virtudes. Así lo predicó San Agustín en un Sermón de otros Mártires Santos con estas palabras: «Debent enim in nobis áliquid recongnoscére de suis virtútibus, ut pro nobis dignéntur Dómino supplicáre: Porque es necesario que reconozcan en nosotros algo de sus virtudes, para que se dignen suplicar al Señor por nosotros.». (Sermo 46 de Sanctis).

 

Se añade otro motivo que hubo para esta Novena, y es el siguiente: La dichosa Casa donde nació SAN FELIPE DE JESÚS, no sólo estaba en la calle que va de la Puente quebrada al Arco de San Agustín (como lo testifica el Padre Fray Baltasar de Medina, religioso descalzo de San Francisco, y erudito historiador de su vida), sino que dicha Casa estaba en el propio sitio y lugar en donde hoy está la Iglesia del Oratorio de San Felipe Neri. Así lo testificó una persona eclesiástica muy autorizada, la cual murió de mucha edad, esta contó muchas veces, y lo dejó testificado por escrito, el que había tenido la dicha de que un tío carnal del Santo le sacase de pila, y lo hubiese tenido cuando recibió el agua del Santo Bautismo, y con ocasión de haberle comunicado, después de haberse pasado algunos años, le oyó decir y contar varias veces, que en este sitio había sido su propia Casa donde había nacido el Santo, y esto es tan fijo, que se puede asegurar que el Santo nació no solo en este sitio, sino en el propio que hoy tiene Colateral en nuestra Iglesia, y esto se probará bastantemente, si se pone atención al caso siguiente, que es tan misterioso como digno de memoria.

   

Con atención de haber levantado de techo nuestra Iglesia de San Felipe Neri, fue consiguiente el aumentar el tamaño de los Colaterales que tenía, con este motivo andaban algunos de nuestros Sacerdotes registrando por la Casa los Lienzos que en ella había y podían acomodarse en el adorno de dicho Altar, y no habiendo hallado alguno que fuese al propósito, se oyó repentinamente en la Sacristía un grande estrépito, a cuyo ruido entró con presteza uno de dichos Sacerdotes, y vio que un Lienzo que en ella estaba colgado, bien grande y pesado por el marco que lo guarnecía, había caído hasta el suelo, y lo que se admiró fue el que ni la alcayata se había aflojado, ni la argolla que lo sustentaba se había roto: viendo este prodigio se levantó la voz diciendo: «San Felipe se ayuda, San Felipe quiere que lo pongan en ese Altar». Entraron los demás Padres, tomaron el Lienzo, y midiéndolo con dicho Altar, reconocieron que venía tan al propósito como si se hubiese hecho para el lugar principal de en medio de dicho Altar, en donde hoy está desde entonces, y se venera hoy con fiesta anual de Misa y Sermón.

      

Se añade a esto el caso que se refiere en la Novena que dispuso a SAN FELIPE DE JESÚS el Padre Don Ignacio Fernando de Mateos, quien lo oyó del Muy Reverendo Padre Fray José Espinosa, Provincial que fue de la Santa Provincia de Nuestra Señora de la Merced de México, como lo fue también dos veces el Muy Reverendo Padre Maestro Fray Manuel de Llano, ambos sujetos ilustres en virtud y letras (con otros sujetos de igual representación y crédito), conviene en que a un Regidor de la Villa de Colima, Obispado de Michoacán, que ignoraba (como todos los de Colima) si había SAN FELIPE DE JESÚS en el Catálogo de los Santos y en el lucido Coro de los Mártires, y que iba con los demás Regidores a elegir y votar en el Cabildo de dicha Villa un Santo que fuese Protector y Patrón de ella, porque los frecuentes terremotos en que vivían todos los vecinos, con los continuos temblores y sustos que les ocasionaba su terrible volcán, poniéndolos en la más espantosa consternación: entonces se dejó ver el Santo en traje de Religioso Francisco Descalzo (que el vulgo llama Dieguino) y con la representación de Joven, diciéndole que lo votara, y preguntándole quién era, le notició ser Fray Felipe de Jesús, que quería tener bajo de su tutela y Patrocinio aquella Villa. Todo lo cual se hizo saber al Ayuntamiento y vecindario, y después de una rifa de muchos Santos, en que por tres veces salió la suerte a SAN FELIPE DE JESÚS, lo eligieron por su Protector y Patrón, con conocidas utilidades de la Villa y quietud de sus vecinos, pues ya alguna vez se vio de resultas de un terremoto fuerte, cayese el cuarto en que reposaba dormido un pequeñito niño de pecho, quedando en sus ruinas sepultado, más la afligida madre clamó y suplicó al Santo desempeñase su Patronato, el que quedó confirmado al ver todos que de las ruinas se sacó vivo y sin lesión al tierno infante que juzgaban difunto.

   

Esta le profesa muy cordial la Noble Ciudad de la Puebla, la que en las Ordenanzas para su gobierno guarda, expresa lo siguiente: «Día cinco de Febrero deberá asistir la Noble Ciudad a la Iglesia de Santa Bárbara de Religiosos Descalzos de N. P. San Francisco, con el pectiniforme y bajo la formalidad de Mazas, a la festividad del Glorioso Mártir San Felipe de Jesús, Patrón de esta Noble Ciudad, mandada celebrar por Acuerdo de 14 de Febrero de 1631 a folio 200 vuelta del Libro núm. 17, dotada con veinte y cinco pesos para los gastos, los que percibe el Síndico de dicho Convento».

   

Y entre muchos Venerables Siervos de Dios que en ella han florecido, no olvida la felicidad de haber tomado la vez primera el Hábito de Franciscano Descalzo SAN FELIPE DE JESÚS en el Convento de San Antonio y Santa Bárbara de dicha Ciudad, que le mereció tener Novicio en la que hoy es Provincia de San Diego de México, cuyo Franciscano Descalzo Instituto profesó el Santo en Manila en 22 de Mayo de 1594. Por cuyo motivo el V. Padre Fray Marcelo de Rivadeneyra, Compañero de los Santos primeros del Japón y testigo de vista de su Martirio, habiendo pasado por esta Ciudad de la Puebla para volver a España año de 1598, dejó a la Comunidad Religiosa del Convento de San Antonio un pedazo de cutis del hombro izquierdo del Santo (que es hoy del tamaño y figura de una hostia regular), a quien estando en la Cruz le cortó su Ven. Compañero Fray Jerónimo de Jesús de una de las cinco Llagas o heridas que abrieron al Santo las tres lanzas con que de parte a parte le atravesaron los tiranos, pues ahogándolo en la Cruz la argolla que le oprimía la garganta, por haberse resbalado el cuerpo, rasgándosele las espinillas con las dos argollas de los pies, quedando descubiertos los huesos y canillas, por cuyo accidente sufrió el Santo la tercera lanza, que no tocó a sus Santos Compañeros. Dicha preciosa Reliquia se venera hoy día en dicho Convento de la Puebla, en una Cruz de plata calada y sobredorada, en el centro de un Relicario, a la que por el lado opuesto acompaña un pequeñito hueso de San Pedro Alcántara, ambas con la mayor devoción de los Fieles de dicha Ciudad, la que en crédito de su agradecido recuerdo reimprime esta Novena, deseando se extienda la devoción de su Santo Novicio y Patrón, sin olvidar la circunstancia de que así como el Venerable Padre Fray Vicente de San José tomó el Hábito, profesó y vivió siete años en su Convento de San Antonio y Santa Bárbara, y por la Fe Católica murió en una hoguera de fuego en el Japón, así también tuvo en dicho Convento a San Martín de Aguirre y a su Discípulo San Francisco Blanco, cuando vinieron juntos de España, antes de abrir San Martín su Curso de Artes en el Convento de Churubusco. Ambos Compañeros de SAN FELIPE DE JESÚS en la Cruz, y con quien vivieron en Manila dos años. Por cuyas circunstancias se ha esmerado siempre la Puebla en los cultos de su americano SAN FELIPE desde los primeros años de su Beatificación, en que le alcanzó y veneró su dichosa Madre estando viva en México. Dejándonos en su Testamento que otorgó en México en 17 de Febrero de 1629 ante Francisco Olalde, Escribano Real la cláusula siguiente: «Ítem, declaro que yo fui casada y velada según orden de la Iglesia con el dicho Alonso de las Casas, y que durante nuestro matrimonio, hubimos y procreamos por nuestros hijos legítimos de legítimo matrimonio, primeramente al Gloriosísimo Santo Mártir SAN FELIPE DE JESÚS Y DE LAS CASAS, Mártir del Japón, de la Orden del Santo Padre San Francisco Descalzo, criollo de esta Ciudad, cuya festividad se está celebrando estos días en esta Ciudad de México, y está nombrado por Patrón de ella, etc.». Este grande, auténtico y jurídico documento, con otros, guarda la Excelentísima Ciudad de México en lugar de la Fe de Bautismo, de la que se reconoce recortada toda la hoja en que debió apuntarse, pues en la siguiente hoja se lee la partida de una hermana del Santo. Ya se ve que no hace menos fe el Testamento de la Madre del Santo, autorizado de los Escribanos Reales y firma de la Testadora y Testigos, que la firma del Cura que era en aquel tiempo. En el presente no debe ya dudarse esto, porque nuestra Madre la Santa Iglesia nos lo afirma en repetidas cláusulas del Oficio propio del Santo, que tiene concedido y aprobado para ambos Cleros de la América.

    

DE LO QUE SE HA DE HACER EN ESTA NOVENA.


Quien hiciere esta Novena ha de confesarse primero, revalidando las confesiones que hubiere hecho malas por falta de dolor, etc. Y caso de que esto no le acuse la conciencia, hará confesión particular. Y si es persona que frecuenta Sacramentos, procurará en estos días excusar algunos defectos veniales, de los que más se suele incurrir. Se comulgará los nueve días, no impidiéndolo causa justa, o a lo menos el primero, el cuarto y último día; pero consultándolo al Confesor. Todos los días hará el Acto de contrición y la Oración preparatoria, rezará cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y finalizará con media hora de oración, y será sobre el punto del día. Todo en la forma siguiente.

  

NOVENA A SAN FELIPE DE JESÚS, PROTOMÁRTIR MEXICANO EN JAPÓN


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

   

ACTO DE CONTRICIÓN

 

   Señor mío Jesucristo, buen Pastor y amoroso Padre, fino y caritativo Redentor de las almas, Rey supremo de las eternidades de la Gloria, humilde y manso Cordero, ¿es posible que en tu acatamiento he pecado? ¿En tu soberana presencia se ha descomedido mi atrevida osadía? ¿Delante de Ti he cometido tantas iniquidades? Sí, Señor, yo soy aquel ingrato y desconocido y obstinado pecador. Yo soy el poco agradecido a tantos beneficios. Yo soy el que pequé sin miedo del demonio que me veía y había de ser mi acusador, sin respeto del Santo Ángel de mi guarda que estaba en mi compañía: sin vergüenza de la Corte Celestial, y, lo que, es más, sin horror de tu ofensa y sin temor de tu justicia. ¡Oh Señor!, ¿es posible que las culpa que no cometiera con la obra delante de las criaturas, esas y muchas más he cometido con el pensamiento, con la palabra y con la obra delante de Ti? Ea, misericordioso Jesús y Señor mío: me tienes aquí postrado en tu presencia, no desprecies mi corazón contrito y humillado, y atiéndelo benignamente misericordioso, pues te busca doloroso y arrepentido. Perdóname, Señor, mis pecados, los cuales detesto, no por interés de tu Gloria ni por temor de tu castigo, sino porque eres digno de todo amor, y porque nací solo para amarte y servirte. Pequé, Señor, ya no más pecar. Pequé ignorantemente, pequé desconocido y pequé ciego y poseído de mis pasiones. Dame voces, Señor, como a otro Pablo, que quiero oírlas, para que respondiéndote arrepentido me des como a Dimas tu Reino.

  

ORACIÓN PREPARATORIA

 

   Omnipotente y Eterno Dios, Padre de las misericordias, tú que conoces los senos de mi corazón, mira y registra si está en el camino de la iniquidad, y siendo así, guíalo por la vida eterna, lávalo y destruye de él las inmundicias que tiene, abrasándolo con el fuego de tu divino amor: infunde en él, Señor, las virtudes que me faltan para agradarte; y especialmente aviva en mí la Fe, para creer ciegamente lo que en esta vida no me es concedido ver: la esperanza para prometerme seguridad de los bienes espirituales y eternos que espero me participes en la Gloria: la Caridad ardiente para poner en Ti todo mi amor, y en Ti y por Ti amar a mis prójimos. Haz, Señor, que con estas virtudes me adorne, para que por su medio y estando en tu gracia, haga esta Novena con fruto espiritual, con culto verdadero del Santo y con perfecto agrado tuyo. Amén.

   


DÍA PRIMERO – 27 DE ENERO

 

OBEDECE SAN FELIPE EL PRECEPTO DE CRISTO, IMITANDO SU DOCTRINA EN DESNUDARSE DE LOS BIENES TERRENOS, PARA PELEAR MÁS LIBREMENTE CON SUS ENEMIGOS.

 

   Por su Evangelista San Mateo dijo Cristo nuestra vida estas palabras: «Si alguno quisiere reñir y pelear contigo por quitarte la túnica, dásela sin resistencia». A este precepto se arregló SAN FELIPE DE JESÚS, imitando con sus palabras las palabras de su Majestad: pues habiéndose una vez acogido en un mesón de camino a Meaco, al tiempo de salir después de la posada, viendo el mesonero que el Santo no le pagaba el costo que había hecho, porque no tenía con qué, aunque con desmedido atrevimiento y atrevida osadía, echó violentamente mano de su venerable persona, acometiendo a quererle quitar la única vestidura que llevaba de una pobre túnica para con ella hacerse pago, pero viendo el Santo esta demostración del ventero, se despojó con presteza la túnica, entregándosela liberal y buenamente, aun sin la más leve resistencia. Claro es que si el Santo iba a triunfar de tantos enemigos como había de tener en su martirio, había de desnudarse, y más siendo pobre de profesión, y estando significados en los vestidos corporales los bienes terrenos. Aspiraba ya el Santo solo a los bienes y riquezas del Cielo, y por eso le fue tan fácil esta empresa. Considera aquí, alma devota, cómo SAN FELIPE DE JESÚS obedeció a Cristo en este hecho de desnudarse de sus vestiduras, y para conseguir esta virtud pídele al Señor que por la intercesión del Santo te la conceda…

 

— Reza cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y ofrecerlas con la siguiente Oración:

  

   Señor mío Jesucristo, cuyos tesoros y bienes no son corruptibles ni se apolillan, yo te ofrezco estos cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías en honra de tu Glorioso Mártir SAN FELIPE DE JESÚS, suplicándote que por su intercesión me concedas un total retiro, apartamiento y renunciación de las cosas de la tierra, y el buscar solo los bienes eternos de la Gloria y sus riquezas, que son las que consisten en tu misericordia: haz, Señor, que como SAN FELIPE DE JESÚS se despojó de su Túnica corporal, así yo me desnude de los adornos profanos, de los vestidos indecentes, y lo que es peor, de los afectos desordenados que moran en mi alma, para que de esta suerte, y asistido de tu gracia, me concedas después el premio de tu Gloria. Amén.

 

. Ruega por nosotros, San Felipe de Jesús.

. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

   

ORACIÓN

 

   Oh Dios, que, al Bienaventurado San Felipe, ligado en una Cruz y traspasado con tres lanzas coronaste el primero entre los primeros Mártires del Japón con la corona del Martirio, concédenos propicio el que, sostenidos nosotros de su patrocinio y amparo merezcamos en su compañía ser coronados en el Cielo. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL BUEN SUCESO.

 


Traducción hecha del Inglés desde TRADITION IN ACTION (No conocemos si sobrevive el original en Español, pero esperamos que esta traducción refleje fielmente cómo pudo ser).

 

La novena, escrita por el Padre José M. Urrate SJ, tiene el Imprimátur por Mons. Carlos María de la Torre, Arzobispo de Quito, emitido por el Gobierno Eclesiástico de la Archidiócesis de Quito el 31 de Julio de 1941.

 

COMENZAMOS: 24 de enero.

FINALIZAMOS: 1º de febrero.

FESTIVIDAD: 2 de febrero.

  

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL BUEN SUCESO

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN - PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA.

 

   Yo creo en ti, oh mi Dios. Fortalece, oh Señor, mi fe. Espero en Ti, oh Dios mío. Ayuda, Señor, mi esperanza. Te amo, oh mi Dios. Aumenta, Señor, mi amor. Me arrepiento de haberte ofendido. Dios mío, ayúdame a tener contrición, para que, con el auxilio de tu gracia y la especial protección de María Santísima del Buen Suceso, nunca peque otra vez. Oh Señor, ten piedad y misericordia de mí. Amén.

 

ORACIÓN INICIAL - PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA.

 

   Oh excelsa e Inmaculada Reina del Cielo, Santa María del Buen Suceso, Hija favorecida del Padre Eterno, Madre queridísima del Hijo Divino, Esposa amantísima del Espíritu Santo, Trono sublime de la Divina Majestad, augusto Templo de la Santísima Trinidad, en el cual las Tres Personas Divinas han colocado los tesoros de Su Poder, Sabiduría y Amor. Recuerda, Virgen María del Buen Suceso, a quien Dios ha hecho tan poderosa, que tú puedes socorrer a los pobres pecadores, recuerda que lo has prometido. Muéstrate como Madre misericordiosa de los que recurrimos a ti. Yo vengo a ti, Madre de la misericordia, y te ruego, por el amor del Altísimo, que lo seas también para mí. Obtenme de Dios Padre una fe viva que nunca pierda de vista las verdades eternas, de Dios Hijo, una firme esperanza con la que siempre aspire a llegar a esa gloria que Él ganó para mí con su sangre, y del Espíritu Santo, una caridad tan inflamada que siempre viva amando a la Suprema Bondad y a ti, Virgen Santísima, hasta que por tu intervención llegue a amarte y disfrutar de tu vista eternamente en la gloria. Amén.

 

—Te saludamos, oh María, hija predilecta de Dios Padre: Ave María…

 

—Te saludamos, oh María, Madre elegida del Hijo de Dios: Ave María…

  

—Te saludamos, oh María, Esposa amantísima del Espíritu Santo: Ave María… Gloria al Padre…

 


DÍA PRIMERO - 24 DE ENERO.

 

Cuán grandes e incomparables son las maravillas de Dios omnipotente que así manifiestan los tesoros de su misericordia para los que Él redimió. Por ello, si admiramos los excesos de su bondad en los muchos beneficios con que Él nos ha enriquecido, ¿cuánto más debemos admirar y estar llenos de gratitud por las bendiciones con que distinguió a la criatura más excelente y privilegiada, María Santísima, a quien nos dio para nuestro consuelo, especialmente a aquellos que le sirven y aman con todo su corazón con los títulos diversos e invocaciones con que la honran? Por esta devoción, reciben grandes favores por medio de su auxilio y protección. Esta ha sido la experiencia de los verdaderos devotos de la Madre de Dios, y en especial de aquéllos que recurren a ella en la advocación del Buen Suceso, cuya imagen se venera en la Iglesia del Hospital Real de la Ciudad de Madrid. Fue milagrosa desde sus comienzos, por la forma admirable e inesperada con que este tesoro fue encontrado en la cueva de una montaña. Como Dios dijo al profeta Isaías, Él busca a aquellos que no habían venido a buscarle, y deja a un lado a los que no piensan en su bondad o no creen en su generosidad. Así también lo hizo el Altísimo ya que fue su voluntad el que su Santísima Madre fuera honrada y venerada con el título del Buen Suceso.

 

ORACIÓN

 

   ¡Oh Señor de infinita bondad!, que en esta imagen de María Santísima hecha milagrosamente por ángeles, Tú nos has dado una poderosa intercesora a quien podemos acudir con total confianza en su amable protección en todas nuestras necesidades. Concédenos la ayuda que imploramos con fervor y confianza, para que podamos conocer, honrar y servir a la Santísima Virgen, y para que, por su intercesión, podamos alcanzar en esta tierra nuestra santificación y, después, ser felices con ella en el cielo. Amén.

 

ACCIÓN DE GRACIAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN - PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA.

 

   ¡Oh Virgen bendita entre todas las mujeres! Nos faltan las palabras para darte gracias por las innumerables bendiciones que hemos recibido de tu mano. El día de tu nacimiento puede ser llamado el día de acción de gracias, de la alegría y del consuelo. Tú eres la honra de la humanidad, gozo del Paraíso, regalo escogido de Dios, y bien de nuestra nación. ¿Qué mérito tenemos nosotros, oh Virgen del Buen Suceso, para que merezcamos tenerte como Madre nuestra? ¡Que Dios sea bendito por siempre, pues lo ha querido así! Bendita eres tú también, Virgen María, porque a pesar de nuestra ingratitud, te nos muestras propicia. Por ello decimos: Tú eres, Madre clemente, nuestro consuelo en la tierra, nuestro refugio, nuestra ayuda y nuestra protección en nuestras necesidades, tanto públicas como privadas. Guárdanos de la guerra, la peste, el hambre, las tormentas, terremotos, y todas las calamidades que merecemos por nuestras culpas. Te rogamos por la Santa Iglesia y por sus ministros. Escucha las súplicas de los que te invocan. Sé abogada y Madre nuestra, de nosotros que ponemos nuestra confianza en ti. A ti acudimos, y por tu intercesión esperamos alcanzar de tu divino Hijo el perdón de nuestros pecados y la perseverancia en la gracia hasta la muerte. Amén. (Aquí, cada uno levantando su corazón a Dios, puede pedir, por intercesión de María Santísima del Buen Suceso, la gracia o favor que desea recibir)

 

ALABANZAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA CADA DÍA DE LA NOVENA

 

Oh, Virgen María, nuestra Madre por excelencia en la tierra.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

Sobre todas las cosas, tú estuviste atenta a la Palabra del Padre.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

Tú eres templo dignísimo de la Santísima Trinidad.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

En la contemplación de tu pureza los mismos ángeles se gozan.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

El mundo cristiano proclama que estás a la derecha del Rey de Reyes en su reino.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

¡Oh, Madre de Gracia, Esperanza nuestra! Puerto de los náufragos y Estrella del mar.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

Puerta del Cielo, Salud de los enfermos, Luz en la oscuridad.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

Con tu ayuda nos encontraremos delante de Dios en la corte de los Santos, donde vives y reinas por los siglos.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

Guía nuestros pasos y ayúdanos, oh dulce María, en nuestras últimas horas.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

Recibe la alabanza de nuestros amantes labios que no llegan a expresar tu grandeza singular.

¡Ven en nuestra ayuda y muéstranos tu misericordia, porque tú eres nuestra Madre!

 

ANTÍFONA

 

   Santa María, salva al miserable, socorre al débil, intercede por los afligidos, defiende a tu pueblo, intercede por los clérigos, intercede por tus fieles. Permítenos a cuantos honramos tu santa memoria recibir tu asistencia y protección.

  

. Ruega por nosotros, ¡Oh Virgen del Buen Suceso!

. Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

 

ORACIÓN

 

   Te suplicamos, Señor y Dios nuestro, nos concedas perpetua salud de alma y cuerpo. Y por la intercesión de la gloriosa Virgen María, y por los méritos de su Hijo Jesús, esperamos ser libres de los males presentes y obtener las alegrías eternas. Amén.

  

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

viernes, 21 de febrero de 2025

NOVENA EN HONOR A SAN JUAN BOSCO.

 


Novena compuesta por un sacerdote devoto de San Juan Bosco, con aprobación eclesiástica. Puede rezarse en cualquier momento del año, particularmente en preparación a la fiesta de San Juan Bosco (31 de Enero). Para obtener más fácilmente las gracias que se desean, San Juan Bosco aconsejaba la frecuencia de los sacramentos durante la novena y hacer o prometer alguna oferta para las obras salesianas.

 

COMENZAMOS: 22 de enero.

FINALIZAMOS: 30 de enero.

FESTIVIDAD: 31 de enero.

 

NOVENA A SAN JUAN BOSCO, FUNDADOR DE LAS OBRAS SALESIANAS

  

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido, y propongo firmemente de nunca más pecar, y confesarme, y confío me perdonaréis por vuestra santísima Pasión y muerte. Amén.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 

   Oh bienaventurado Juan Bosco, apóstol incansable de la devoción a María Auxiliadora y tan amado de Ella que sin dilación alguna obtenías de su bondad todo lo que le pedías. Tú que fuiste tan compasivo de las humanas desventuras que, cuando morabas en la Tierra no había persona alguna que recurriese a ti sin que fuese benignamente escuchada, ahora que estás en los Cielos en donde la caridad se perfecciona, míranos con piedad y misericordia, ya que tan necesitados estamos de tu socorro; haz descender sobre nosotros y nuestras familias las maternales bendiciones de María Auxiliadora; alcánzanos todas aquellas gracias espirituales y temporales que más necesitamos, especialmente la de gozar de la amistad divina, de evitar todo pecado, de amar con fiel ternura a la Virgen María, y, por último, el señaladísimo favor que te pedimos en esta Novena, si fuere para mayor gloria de Dios y bien de nuestra alma. Así sea.

   


DÍA PRIMERO – 22 DE ENERO

 

MEDITACIÓN: HUMILDAD HERIOCA DE SAN JUAN BOSCO.

 

 

«Aprended de mí, dice Jesucristo, que soy manso y humilde de Corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas». Toda la vida de nuestro Divino Salvador fue una continua enseñanza de todas las virtudes, pero, especialmente, fue maestro de la humildad. Por haber bajado del Cielo para enseñarnos esta virtud, se conoce cuánta es su excelencia y cuán grande es la necesidad que de ella tenemos. Es esta virtud el solo verdadero fundamento de la santidad. Por eso los héroes de la Iglesia han sido profundamente humildes.

 

Tal fue nuestro Santo, que, en la plenitud de sus triunfos, en las imponentes manifestaciones de estima y en las ovaciones triunfales de que fue objeto, conservó siempre la sencillez de sus primeros años, sin que nunca decayese de aquella sincera humildad que ha sido siempre el distintivo de la santidad.

 

La humildad lo llevó a hacerse niño con los niños, y hasta servidor de los niños. A los principios del Oratorio, servía a sus asilados, no solo como padre sino más bien como criado, ejercitando con ellos los oficios más humildes: les cocía la comida, se la distribuía en el comedor, remendaba sus vestidos interiores, los peinaba, les cortaba el cabello y si se encontraban enfermos, no rehusaba prestarles los más humildes servicios. La humildad le hizo vencer la repugnancia que por su natural timidez sentía de presentarse a las personas de elevada posición social, ricas o acomodadas, para pedir limosna a favor de sus huerfanitos; la necesidad de socorrer a sus asilados y la persuasión que tenía de que, pidiendo limosna, hacía una gran obra de caridad a los mismos que la daban, dándoles ocasión de socorrer a los pobres, le hizo despreciar todo respeto humano. Con los niños jugaba como si fuese uno de ellos; sabía que este sacrificio era uno de los más eficaces para ganarse el afecto de los jóvenes e insinuarse más fácilmente en sus almas. Con gusto se detenía en la calle con niños sucios y harapientos y dejaba que lo acompañasen sin hacer caso del respeto humano, ni de las reprensiones que, a veces, personas de distinción le hacían por este motivo.

 

Cuando en el templo de María Auxiliadora se sucedían con frecuencia emocionantes curaciones milagrosas, y el nombre de Don Bosco bendecido y aclamado estaba en boca de todos, impresionado por aquellos prodigios y no queriendo que fuesen atribuidos a su persona, se apresuraba a decir: «¡Cuánta fe hay aún en nuestro pueblo! ¡Cuánta devoción a la Santísima Virgen!».

  

Al preguntarle alguno cómo hacía para llevar a cabo obras tan colosales como las que tenía entre manos con medios tan desproporcionados, contestaba:

«Sabed que en todo esto no entra para nada el pobre Don Bosco, es Dios nuestro Señor y su Santísima Madre los que lo hacen todo. Cuando Dios quiere llevar a cabo una obra, su mayor Gloria exige que se conozca que es su Mano poderosa la que la ejecuta, sirviéndose del instrumento más inútil e inepto. Yo aseguro que, si Dios nuestro Señor hubiese encontrado en la Arquidiócesis de Turín un sacerdote más pobre y más miserable que yo, a ése y no a otro hubiese escogido como instrumento de las obras a que os referís, y al pobre Don Bosco le hubiese dejado seguir su vocación de simple cura de aldea».

Imitemos a este gran Santo en la práctica de la humildad, si queremos gozar con él de la feliz bienaventuranza; porque ha dicho nuestro Señor que, si no nos hiciéremos como niños, no entraremos en el Reino de los Cielos.

  

EJEMPLO: SAN JUAN BOSCO LLEVA AL CIELO A UN NIÑO.

 

Cayó enfermo en los primeros días de febrero de 1888 un alumno del Oratorio de Turín, y llegó a tal extremo de gravedad que se temía un funesto desenlace.

  

Avisada la familia, corrió su madre a la cabecera del enfermo, y obtuvo fácilmente de los superiores permiso para asistirle mientras durara el peligro. Una mañana se despierta el niño sobresaltado, abre los ojos, los clava en un sitio con fijeza y luego mira hacia la puerta como si viese salir a alguno, se vuelve luego a su madre y le dice: «¿No le ha visto usted?».

«¿A quién?».

«A Don Bosco».

«Yo no he visto a nadie».

«Pues ha estado aquí, y me ha dicho que me prepare, porque dentro de tres días vendrá a buscarme para llevarme al Cielo».

«¿Morir tú, hijo mío? ¡Ah, no!; tienes que venir a casa».

«¿A qué? ¿Tal vez a asistir a ciertas escenas que usted bien sabe? ¿A oír tantas blasfemias? No, no; es mejor que me vaya al Cielo».

 

Oía la pobre mujer tan justos reproches, y no podía menos de dar la razón al niño; pero su amor de madre no se resignaba a creer que su hijo muriera tan pronto. Dijo a éste que le tocaba ser el ángel consolador de la familia, que su ejemplo debía convertir al padre; y, calificando de monomanía la enfermedad del hijo, trató de curarlo, sacándolo del Oratorio.

  

Los superiores no podían oponerse a los deseos de esta madre; y a fin de que el niño no careciera de asistencia espiritual y corporal, dieron a la pobre mujer una recomendación para el hospital.

 

El niño, al enterarse de la determinación de la madre, decía: «¿Para qué me saca usted del Oratorio? Se muere muy bien bajo el manto protector de María Auxiliadora».

 

A la mañana siguiente, a pesar de la copiosa nieve que caía, la madre, inexorable, hizo que el niño fuese llevado al hospital. Al llegar a este sitio se alegró mucho el muchacho al ver que estaban al frente del establecimiento de las Hermanas de la Caridad y llamando a una de ellas, le dijo: «¿Podré recibir mañana los santos Sacramentos?».

«¿Por qué tan pronto?».

«Porque tiene que venir mañana Don Bosco a buscarme…».

«No le haga usted caso –le interrumpió su madre– es una monomanía».

 

El niño se confesó, y comulgó al día siguiente con gran devoción, y esperó tranquilo su hora. Su madre le atendía cariñosamente y también esperaba.

  

Hacia el mediodía, el niño se durmió, haciendo concebir risueñas esperanzas. Pero se despierta hacia las tres de la tarde, mira hacia arriba, como si contemplara a una persona y dice: «¡Helo aquí! ¡Ya voy! ¡Ya voy!», y se durmió en el Señor.

  

Corrió la madre y abrazó al hijo, pero ya no estrechó entre sus brazos más que un cadáver. No tardó mucho, sin embargo, en resignarse y en reconocer, ante los que habían asistido a la preciosa muerte de su hijo, que era deudora de un gran favor a San Juan Bosco.

 

ORACIÓN


   ¡Oh bienaventurado Juan Bosco! Tú que aun en medio de admirables portentos mantuviste la virtud de la humildad, y volvías a Dios nuestro Señor y su Santísima Madre los elogios que te dirigían, haz que también nosotros busquemos en toda esta virtud, la practiquemos constantemente y que en todo desterremos de nuestras almas el deseo de alabanzas. Así sea.

 

—Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre…, y la jaculatoria…

 

“San Juan Bosco, rogad por nosotros”.

  

GOZOS

  

Santo que nunca desoyes

Al que confiado te implora,

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

  

Enséñanos la humildad

Con la que subiste a esa altura

Donde hoy tu gloria fulgura

En eterna claridad.

Y prodiga tu ternura

Al que sufre y al que llora.

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

  

Deslumbrante de belleza,

Blanco lirio inmaculado,

La Iglesia te ha proclamado

Por tu angélica pureza,

De la inocencia dechado,

De castidad bella aurora.

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

  

El trabajo y la oración

Fueron tu gloria y anhelo,

Siempre pensando en el Cielo,

¡Donde estaba tu corazón!

¡Torna de nuestra alma el hielo

En hoguera abrasadora!

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

 

¡Dadme almas!, era el clamor

De tu celo prodigioso.

El salvarlas fue tu gozo

Y llevarlas al Señor.

Ese era el fin poderoso

De tu obra redentora.

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

  

Suave apóstol de los niños,

Protector de su inocencia,

En la tierna adolescencia

Colocaste tus cariños.

¡Y cuál brilla la excelencia

De tu obra educadora!

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

   

Lleno de firme confianza

En el auxilio divino,

Proseguiste tu camino,

En Dios puesta la esperanza.

Y Él siempre en tu ayuda

Vino con su mano protectora.

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

  

De la Virgen bajo el faro

Colocaste tus labores;

Por ti, Ella da sus favores

Y es de los hombres amparo.

¡Envía al mundo los fulgores

De esa luz consoladora!

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

  

De tu obra el fundamento

Fue la santa Eucaristía,

Pues tu alma unida vivía

Al Divino Sacramento.

Jesús Hostia te infundía

Esa constancia creadora.

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

   

¡Oh apóstol! ¡Oh padre! ¡Oh santo!

¡Atiéndenos bondadoso!

¡Cambia nuestro llanto en gozo,

Tú que ante Dios puedes tanto!

Y en ti halle amparo amoroso

La humanidad pecadora.

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

    

Santo que nunca desoyes

Al que confiado te implora,

¡En nuestras almas infunde

Tu amor a la Auxiliadora!

   

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 

   Oh Dios, que has suscitado a San Juan Bosco, confesor tuyo, como padre y maestro de la juventud, y por él, mediante el auxilio de la Virgen María, has querido que floreciesen en tu Iglesia nuevas familias religiosas, concédenos, te lo suplicamos, que, encendidos en el mismo fuego de caridad, busquemos únicamente la salvación de las almas y tu divino servicio. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.