Novena
compuesta por el padre Julio María Matovelle en 1894, y reimpresa en Quito por
la Maquinaria Tipográfica de Julio Sáenz Rebolledo en 1906. Imprimátur por
Mons. Manuel Tovar y Chamorro, Arzobispo de Lima, el 17 de Abril de 1901;
Reimprimátur por el P. Ulpiano Pérez, Vicario General del Arzobispado de Quito,
el 3 de Julio de 1906.
COMENZAMOS: 21 de diciembre.
FINALIZAMOS: 29 de diciembre.
FESTIVIDAD: 30 de diciembre (día
de su aparición)
ADVERTENCIA DEL AUTOR.
Aunque
la Santísima Virgen es la dispensadora de todas las gracias, parece sin embargo
que se complace en otorgar algunas determinadas, según el título bajo el cual
se le invoca. Nuestra Señora de la Nube se ha
manifestado bondadosa y benigna, principalmente en favor de los enfermos, por
lo que el pueblo devoto la aclamaron aquellas dulces palabras de las letanías
lauretanas: ¡Salud de los enfermos, ruega por nosotros! ¡Salus
Infirmórum, Ora pro nobis!
Para
obtener la gracia de la curación acostumbran, los que padecen alguna dolencia,
hacer una novena de ejercicios piadosos que concluyen recibiendo fervorosamente
los sacramentos de la confesión y comunión; siendo muchos los enfermos que de
este modo han obtenido curaciones extraordinarias y portentosas. Con este motivo innumerables personas desearían tener una
Novena en honra de Nuestra Señora de la Nube; la
presente se ha formado con el designio de satisfacer tan justo como piadoso
anhelo, y también con el fin de cooperar en algo a la mayor difusión del culto
de la Santísima Virgen.
Se
aconseja a las personas que tratan de hacer esta Novena, que consigan
previamente una imagen de Nuestra Señora de la Nube, la cual adornarán
convenientemente en la misma habitación del enfermo, si es posible. Delante de la santa imagen, a una hora señalada, harán cada
día los ejercicios correspondientes de la Novena, principiando siempre por
rezar una tercera parte del Rosario y las Letanías lauretanas, en las que dirán tres veces la invocación Salus infirmórum, ora pro
nobis. Los ejercicios piadosos indicados convendrá que vayan acompañados
con la práctica de otras virtudes, como un acto de mortificación, una limosna,
etc. El fin principal que al hacer esta Novena deben
proponerse tanto los enfermos como las demás personas que oran por ellos ha de ser el bien espiritual de los mismos; y solo en
cuanto convenga a la mayor gloria de Dios y la santificación del alma, se ha de
pedir la salud del cuerpo. Pues, todo verdadero
cristiano debe recordar que muchas veces una
enfermedad es un regalo escogido de la Misericordia divina, aunque no queramos reconocer siempre como es debido tales
beneficios.
Réstanos
advertir que no intentamos calificar de milagro
ninguno de los hechos extraordinarios que en este opúsculo se refieren; tal calificación
compete únicamente a la Autoridad eclesiástica; si bien es cierto que todos los
hechos relatados son verídicos, pues constan de informaciones auténticas, como
las relativas a la aparición de Nuestra Señora de la Nube, que reposan en el
archivo arzobispal de Quito, o los hemos recogido de personas
respetables e ilustradas que han sido testigos presenciales de las curaciones
referidas.
Dígnese
la Reina bondadosísima de todas las gracias recibir en olor de suavidad este
humilde obsequio y curar a la República del Ecuador de los dos terribles males
que la aquejan, y son: la Revolución y el
Liberalismo.
P.
JOSÉ JULIO MARÍA MATOVELLE
Cuenca,
Fiesta de la Presentación de la Virgen en el templo, 21 de Noviembre de 1894.
NOVENA EN
HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE LA NUBE
Por
la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos
líbranos,
Señor
✠ Dios
nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA
PARA TODOS LOS DÍAS
Jesús, divino Salvador nuestro, que habéis constituido a María, vuestra
Madre santísima, Refugio de los pecadores, Consuelo de los atribulados y Salud
de los enfermos: acudimos humildemente hoy ante el
trono de vuestras misericordias, pidiendo que por la intercesión de Nuestra
Señora de la Nube os dignéis escuchar benigno nuestras súplicas, y despacharlas
favorablemente. Reconocemos que nuestros pecados son causa de todos los
dolores, enfermedades y penas con que rectísimamente nos prueba vuestra
justicia: pero ya nos arrepentimos de nuestras faltas, y detestamos contritos
nuestras iniquidades, porque con ellas hemos ofendido a Vos, dulcísimo Esposo
nuestro y único amor de nuestros corazones. Acordaos, ¡oh
Jesús amantísimo!, que por salvar a los pecadores moristeis en una cruz,
y cuán amargos fueron los dolores con que vuestra Santísima Madre intercedió
por nosotros en el Calvario. Dignaos, por tanto, perdonarnos
todas nuestras culpas y las penas que por ella merecemos, para que libres de
las adversidades y peligros os sirvamos en santidad y justicia todos los días
de nuestra vida. Amén.
—Aquí se
rezan tres Ave Marías en honra de las tres horas que acompañó a su Hijo divino
cuando agonizaba pendiente de la Cruz. Después de cada Ave María se dice esta
invocación:
Salus
infirmórum, ora pro nobis (Salud de los enfermos, ruega por nosotros).
DÍA PRIMERO – 21 DE DICIEMBRE
CONSIDERACIÓN
Sobre
aquellas palabras del sagrado libro del Eclesiástico (cap. XXIV, 7): «En los
altísimos cielos puse yo mi morada, y el trono mío sobre una columna de nubes» (et thronus meus in colúmna nubis), dice Cornelio
Alápide: «Muchos santos Padres llaman a la Santísima Virgen Nube, por
cuanto es Ella quien tempera los ardores del Sol, esto es, los rigores de la
vindicta divina; y a manera de nube refresca y fecunda nuestras almas con el
rocío de la gracia».
Las enfermedades, así como todas las tribulaciones de esta miserable vida, son
efectos propios del pecado; pues por el pecado, dice el Apóstol, entró
la muerte en el mundo; y
las enfermedades no son otra cosa que preludios de la muerte. Por lo mismo,
debemos resignarnos humildemente a la voluntad divina que nos castiga
bondadosamente con los trabajos y enfermedades de esta vida, antes que con los
suplicios intolerables del infierno que justamente tenemos merecidos por
nuestros pecados. Entremos, pues, en los planes amorosos de la Providencia, y
corregidos por la enfermedad detestemos nuestras culpas pasadas, y hagamos
propósitos eficaces de llevar en adelante una vida verdaderamente piadosa y
cristiana. Acudamos para ello a la intercesión
poderosa de la Santísima Virgen, que como Nube benéfica nos protegerá con su
sombra de los ardores de la Justicia divina, y nos alcanzará gracia y perdón
por nuestras anteriores iniquidades, siempre que sinceramente arrepentidos de ellas
no tornemos con nuevas recaídas a provocar la cólera del Cielo.
EJEMPLO: Allá
por los años de 1696, hallábase gravemente enfermo y próximo a la muerte el Ilustrísimo
Obispo de Quito, Sr. D. Sancho de Andrade y Figueroa. La población de
Quito que amaba tiernamente a aquel ejemplar y piadoso pastor, salió por las
calles de la ciudad en una muy fervorosa rogativa, en
la que se cantaba el rosario con el fin de obtener la salud de aquel benemérito
Prelado. Cuando llegó la procesión al atrio de la iglesia de San
Francisco, tuvo lugar un estupendo prodigio: toda
aquella numerosa concurrencia contempló que flotaba en los aires una
hermosísima imagen de la Santísima Virgen. Para
que se viese que esta aparición no era un fenómeno natural, en el mismo
instante sanó de su accidente el Ilmo. Sr. Andrade y Figueroa. Esto dio origen
a la advocación de Nuestra Señora de la Nube, con lo cual la augusta Madre de
Dios quiso probar una vez más al pueblo cristiano, que Ella es verdaderamente
la salud de los enfermos, y nuestro consuelo y refugio en las tribulaciones.
DEPRECACIÓN
¡Oh María,
dulcísima Abogada y Madre nuestra!, innumerables son los títulos de
gloria con que los pueblos agradecidos os saludan, porque innumerables son
también los beneficios que dispensáis en su favor. Dignaos, pues, hacer
ostentación de vuestras bondades, escuchando benigna nuestra súplica, y
alcanzando eficazmente la salud del enfermo por quien hacemos esta novena.
Sobre todo, ¡oh Reina poderosa de los cielos!,
interceded por nosotros mismos ante vuestro divino Hijo, para que
nos conceda a toda la gracia de una verdadera conversión y la perfecta sanidad
de nuestras almas, a fin de que curados de la horrible lepra del pecado, y
revestidos con la túnica blanca de la inocencia, entremos un día en la mansión
de la felicidad eterna. Amén.
PRECES A NUESTRA SEÑORA
DE LA NUBE
Nube
del Sinaí, de vivo esplendor,
Que
en el seno ocultas al Hijo de Dios.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
más hermosa que la que veló
Al
Arca de la Alianza con tenue vellón.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que guiaste al pueblo de Dios
A
gozar la herencia de Abrahán y de Jacob.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que en el templo del Rey Salomón
Flotaste
cual humo de etérea oblación.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que Isaías, con místico ardor,
Lluévenos,
clamaba, llueve al Salvador.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
del Carmelo, donde te evocó,
Del
profeta Elías la ardiente oración.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
en que gozoso Noé contempló
Dibujarse el
iris, del diluvio en pos.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que te vistes del divino Sol,
Y
dones derramas de vida y amor.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
mensajera de gracia y perdón,
Cúbranos
tu sombra de la ira de Dios.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que al viajero con sombra veloz
Refrescas
la frente que abrasara el sol.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que las lluvias de vida y frescor
Nos
das cuando quema los campos el sol.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
de las gracias, fragua del amor,
Nube
de los cielos, trono de mi Dios.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
ORACIÓN
Acordaos, ¡oh
misericordiosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno
de cuantos recurren a vuestra protección, imploran vuestro socorro y reclaman
vuestra asistencia, haya sido abandonado. Animados con esta confianza
recurrimos hoy a Vos, Madre del Omnipotente y Virgen de las vírgenes, y
gimiendo bajo el peso de nuestros pecados nos postramos a vuestras plantas. ¡Oh Madre del Verbo encarnado!, no
desechéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas benigna y despachadlas
favorablemente. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.