Novena
compuesta por el padre Julio María Matovelle en 1894, y reimpresa en Quito por
la Maquinaria Tipográfica de Julio Sáenz Rebolledo en 1906. Imprimátur por
Mons. Manuel Tovar y Chamorro, Arzobispo de Lima, el 17 de Abril de 1901;
Reimprimátur por el P. Ulpiano Pérez, Vicario General del Arzobispado de Quito,
el 3 de Julio de 1906.
COMENZAMOS: 21 de diciembre.
FINALIZAMOS: 29 de diciembre.
FESTIVIDAD: 30 de diciembre (día
de su aparición)
ADVERTENCIA DEL AUTOR.
Aunque
la Santísima Virgen es la dispensadora de todas las gracias, parece sin embargo
que se complace en otorgar algunas determinadas, según el título bajo el cual
se le invoca. Nuestra Señora de la Nube se ha
manifestado bondadosa y benigna, principalmente en favor de los enfermos, por
lo que el pueblo devoto la aclamaron aquellas dulces palabras de las letanías
lauretanas: ¡Salud de los enfermos, ruega por nosotros! ¡Salus
Infirmórum, Ora pro nobis!
Para
obtener la gracia de la curación acostumbran, los que padecen alguna dolencia,
hacer una novena de ejercicios piadosos que concluyen recibiendo fervorosamente
los sacramentos de la confesión y comunión; siendo muchos los enfermos que de
este modo han obtenido curaciones extraordinarias y portentosas. Con este motivo innumerables personas desearían tener una
Novena en honra de Nuestra Señora de la Nube; la
presente se ha formado con el designio de satisfacer tan justo como piadoso
anhelo, y también con el fin de cooperar en algo a la mayor difusión del culto
de la Santísima Virgen.
Se
aconseja a las personas que tratan de hacer esta Novena, que consigan
previamente una imagen de Nuestra Señora de la Nube, la cual adornarán
convenientemente en la misma habitación del enfermo, si es posible. Delante de la santa imagen, a una hora señalada, harán cada
día los ejercicios correspondientes de la Novena, principiando siempre por
rezar una tercera parte del Rosario y las Letanías lauretanas, en las que dirán tres veces la invocación Salus infirmórum, ora pro
nobis. Los ejercicios piadosos indicados convendrá que vayan acompañados
con la práctica de otras virtudes, como un acto de mortificación, una limosna,
etc. El fin principal que al hacer esta Novena deben
proponerse tanto los enfermos como las demás personas que oran por ellos ha de ser el bien espiritual de los mismos; y solo en
cuanto convenga a la mayor gloria de Dios y la santificación del alma, se ha de
pedir la salud del cuerpo. Pues, todo verdadero
cristiano debe recordar que muchas veces una
enfermedad es un regalo escogido de la Misericordia divina, aunque no queramos reconocer siempre como es debido tales
beneficios.
Réstanos
advertir que no intentamos calificar de milagro
ninguno de los hechos extraordinarios que en este opúsculo se refieren; tal calificación
compete únicamente a la Autoridad eclesiástica; si bien es cierto que todos los
hechos relatados son verídicos, pues constan de informaciones auténticas, como
las relativas a la aparición de Nuestra Señora de la Nube, que reposan en el
archivo arzobispal de Quito, o los hemos recogido de personas
respetables e ilustradas que han sido testigos presenciales de las curaciones
referidas.
Dígnese
la Reina bondadosísima de todas las gracias recibir en olor de suavidad este
humilde obsequio y curar a la República del Ecuador de los dos terribles males
que la aquejan, y son: la Revolución y el
Liberalismo.
P.
JOSÉ JULIO MARÍA MATOVELLE
Cuenca,
Fiesta de la Presentación de la Virgen en el templo, 21 de Noviembre de 1894.
NOVENA EN
HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE LA NUBE
Por
la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos
líbranos,
Señor
✠ Dios
nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA
PARA TODOS LOS DÍAS
Jesús, divino Salvador nuestro, que habéis constituido a María, vuestra
Madre santísima, Refugio de los pecadores, Consuelo de los atribulados y Salud
de los enfermos: acudimos humildemente hoy ante el
trono de vuestras misericordias, pidiendo que por la intercesión de Nuestra
Señora de la Nube os dignéis escuchar benigno nuestras súplicas, y despacharlas
favorablemente. Reconocemos que nuestros pecados son causa de todos los
dolores, enfermedades y penas con que rectísimamente nos prueba vuestra
justicia: pero ya nos arrepentimos de nuestras faltas, y detestamos contritos
nuestras iniquidades, porque con ellas hemos ofendido a Vos, dulcísimo Esposo
nuestro y único amor de nuestros corazones. Acordaos, ¡oh
Jesús amantísimo!, que por salvar a los pecadores moristeis en una cruz,
y cuán amargos fueron los dolores con que vuestra Santísima Madre intercedió
por nosotros en el Calvario. Dignaos, por tanto, perdonarnos
todas nuestras culpas y las penas que por ella merecemos, para que libres de
las adversidades y peligros os sirvamos en santidad y justicia todos los días
de nuestra vida. Amén.
—Aquí se
rezan tres Ave Marías en honra de las tres horas que acompañó a su Hijo divino
cuando agonizaba pendiente de la Cruz. Después de cada Ave María se dice esta
invocación:
Salus
infirmórum, ora pro nobis (Salud de los enfermos, ruega por nosotros).
DÍA PRIMERO – 21 DE DICIEMBRE
CONSIDERACIÓN
Sobre
aquellas palabras del sagrado libro del Eclesiástico (cap. XXIV, 7): «En los
altísimos cielos puse yo mi morada, y el trono mío sobre una columna de nubes» (et thronus meus in colúmna nubis), dice Cornelio
Alápide: «Muchos santos Padres llaman a la Santísima Virgen Nube, por
cuanto es Ella quien tempera los ardores del Sol, esto es, los rigores de la
vindicta divina; y a manera de nube refresca y fecunda nuestras almas con el
rocío de la gracia».
Las enfermedades, así como todas las tribulaciones de esta miserable vida, son
efectos propios del pecado; pues por el pecado, dice el Apóstol, entró
la muerte en el mundo; y
las enfermedades no son otra cosa que preludios de la muerte. Por lo mismo,
debemos resignarnos humildemente a la voluntad divina que nos castiga
bondadosamente con los trabajos y enfermedades de esta vida, antes que con los
suplicios intolerables del infierno que justamente tenemos merecidos por
nuestros pecados. Entremos, pues, en los planes amorosos de la Providencia, y
corregidos por la enfermedad detestemos nuestras culpas pasadas, y hagamos
propósitos eficaces de llevar en adelante una vida verdaderamente piadosa y
cristiana. Acudamos para ello a la intercesión
poderosa de la Santísima Virgen, que como Nube benéfica nos protegerá con su
sombra de los ardores de la Justicia divina, y nos alcanzará gracia y perdón
por nuestras anteriores iniquidades, siempre que sinceramente arrepentidos de ellas
no tornemos con nuevas recaídas a provocar la cólera del Cielo.
EJEMPLO: Allá
por los años de 1696, hallábase gravemente enfermo y próximo a la muerte el Ilustrísimo
Obispo de Quito, Sr. D. Sancho de Andrade y Figueroa. La población de
Quito que amaba tiernamente a aquel ejemplar y piadoso pastor, salió por las
calles de la ciudad en una muy fervorosa rogativa, en
la que se cantaba el rosario con el fin de obtener la salud de aquel benemérito
Prelado. Cuando llegó la procesión al atrio de la iglesia de San
Francisco, tuvo lugar un estupendo prodigio: toda
aquella numerosa concurrencia contempló que flotaba en los aires una
hermosísima imagen de la Santísima Virgen. Para
que se viese que esta aparición no era un fenómeno natural, en el mismo
instante sanó de su accidente el Ilmo. Sr. Andrade y Figueroa. Esto dio origen
a la advocación de Nuestra Señora de la Nube, con lo cual la augusta Madre de
Dios quiso probar una vez más al pueblo cristiano, que Ella es verdaderamente
la salud de los enfermos, y nuestro consuelo y refugio en las tribulaciones.
DEPRECACIÓN
¡Oh María,
dulcísima Abogada y Madre nuestra!, innumerables son los títulos de
gloria con que los pueblos agradecidos os saludan, porque innumerables son
también los beneficios que dispensáis en su favor. Dignaos, pues, hacer
ostentación de vuestras bondades, escuchando benigna nuestra súplica, y
alcanzando eficazmente la salud del enfermo por quien hacemos esta novena.
Sobre todo, ¡oh Reina poderosa de los cielos!,
interceded por nosotros mismos ante vuestro divino Hijo, para que
nos conceda a toda la gracia de una verdadera conversión y la perfecta sanidad
de nuestras almas, a fin de que curados de la horrible lepra del pecado, y
revestidos con la túnica blanca de la inocencia, entremos un día en la mansión
de la felicidad eterna. Amén.
PRECES A NUESTRA SEÑORA
DE LA NUBE
Nube
del Sinaí, de vivo esplendor,
Que
en el seno ocultas al Hijo de Dios.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
más hermosa que la que veló
Al
Arca de la Alianza con tenue vellón.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que guiaste al pueblo de Dios
A
gozar la herencia de Abrahán y de Jacob.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que en el templo del Rey Salomón
Flotaste
cual humo de etérea oblación.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que Isaías, con místico ardor,
Lluévenos,
clamaba, llueve al Salvador.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
del Carmelo, donde te evocó,
Del
profeta Elías la ardiente oración.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
en que gozoso Noé contempló
Dibujarse el
iris, del diluvio en pos.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que te vistes del divino Sol,
Y
dones derramas de vida y amor.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
mensajera de gracia y perdón,
Cúbranos
tu sombra de la ira de Dios.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que al viajero con sombra veloz
Refrescas
la frente que abrasara el sol.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
que las lluvias de vida y frescor
Nos
das cuando quema los campos el sol.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
Nube
de las gracias, fragua del amor,
Nube
de los cielos, trono de mi Dios.
Ruega, ¡oh tierna Madre!, nos
conceda Dios,
Salud al
enfermo, gracia al pecador.
ORACIÓN
Acordaos, ¡oh
misericordiosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno
de cuantos recurren a vuestra protección, imploran vuestro socorro y reclaman
vuestra asistencia, haya sido abandonado. Animados con esta confianza
recurrimos hoy a Vos, Madre del Omnipotente y Virgen de las vírgenes, y
gimiendo bajo el peso de nuestros pecados nos postramos a vuestras plantas. ¡Oh Madre del Verbo encarnado!, no
desechéis nuestras súplicas, antes bien, escuchadlas benigna y despachadlas
favorablemente. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO – 22 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
Refiere
el libro del Éxodo que cuando los Israelitas salieron de Egipto, «iba el Señor
delante para mostrarles el camino, de día en una columna de nube, y por la
noche en una columna de fuego». El viaje del pueblo hebreo a la
Tierra de Promisión era una figura del que vamos haciendo todos a la eternidad;
y en este viaje también tenemos de guía a una Nube maravillosa, aquella en cuyo
cándido seno descansó el mismo Hijo de Dios. María, la Virgen Inmaculada, es
quien nos hace dulces y llevaderos los trabajos de la vida, siempre que
acudimos a cobijarnos bajo su fresca y benéfica sombra. En todos nuestros trabajos, ya sean del cuerpo como las enfermedades, ya
del alma como las tentaciones, acudamos a María y Ella nos proporcionará el
deseado alivio, porque es el canal por el que derrama el Señor en nosotros
todas sus gracias y bendiciones.
EJEMPLO: Desde la prodigiosa Aparición de
1696, se celebraba en Quito todos los años una suntuosa fiesta en honra de
Nuestra Señora de la Nube, pero vinieron los trastornos políticos del siglo
XIX, y todo cayó en olvido. El año de 1888, un
sacerdote de la Congregación de Sacerdotes Oblatos del Sagrado Corazón, que se
hallaba en Quito, supo que se moría en Cuenca un hermano suyo de religión,
víctima de una agudísima infección hepática. Al punto hizo promesa formal de mandar pintar un cuadro de Nuestra
Señora de la Nube, y publicar las informaciones auténticas de su aparición, si
obtenía la curación del enfermo. La Santísima
Virgen escuchó al instante esta súplica, y el enfermo, contra toda humana
esperanza, curó completamente de su dolencia. Estas y otras semejantes gracias
han venido a ser el origen del fervoroso culto que la ciudad de Cuenca profesa
actualmente a Nuestra Señora de la Nube.
DEPRECACIÓN
Permitidnos, ¡oh
dulcísima Virgen!, que, postrados humildemente a vuestras plantas,
unamos nuestra voz a la de toda la Iglesia y os digamos: ¡Salve, Reina de clemencia y Madre de misericordia! Volved
benigna vuestros ojos a estos pobres hijos vuestros, que caminamos gimiendo y llorando
por el valle de lágrimas en que nos hallamos desterrados. Dignaos, ¡oh Reina piadosísima!, defendernos de las iras
del Cielo, como aquella nube prodigiosa que guio a los Israelitas en el
desierto. Así, ¡oh Madre amabilísima!, amparadnos
y protegednos en todas nuestras necesidades y tribulaciones, para que,
conducidos por Vos, lleguemos un día a la posesión de la eterna Patria que nos
está prometida. Amén.
—Las
Preces y la Oración se dirán todos los días.
DÍA TERCERO – 23 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
Cuando
Moisés consagró el Tabernáculo de la Alianza, una nube maravillosa y
resplandeciente cubrió el Tabernáculo, la misma nube que después condujo a
Israel por el desierto; pues dice el Texto sagrado que «cuando la nube se retiraba del
tabernáculo, marchaban los hijos de Israel por escuadrones; y si la nube se
quedaba encima parada, hacían alto en aquel mismo sitio; porque la Nube del
Señor entre día cubría el tabernáculo, y por la noche aparecía como una llama,
a vista de todo el pueblo de Israel, en todas sus estancias». He
aquí un símbolo admirable de la protección eficaz y continua que dispensa la
Santísima Virgen a toda la Iglesia Católica. Esta Madre bondadosa nos hace, con
su mediación, fácil el acceso al tabernáculo y trono de las divinas
misericordias; Ella nos enseña los pasos que hemos
de dar y el camino que hemos de seguir para llegar al Cielo. Las enfermedades, penas y tribulaciones de todas clases se
nos hacen muy dulces contemplando a María en el Calvario, pues si la Virgen
Inmaculada bebió del cáliz de los dolores hasta las heces, ¿cómo
rehusaremos tomar una gotita de aquel cáliz en nuestros labios?
EJEMPLO: Un
joven estudiante, en el Seminario de Cuenca, se vio súbitamente atacado de una
intensa fiebre, y los dolores consiguientes a una aguda afección hepática. Los
facultativos entendidos que le asistían opinaron que había pus en el hígado, y
que era necesaria una operación quirúrgica. En tan
amargos conflictos, el joven acudió a la protección de Nuestra Señora de la
Nube; puede decirse que más arrastrándose que caminando, se trasladó a la iglesia de la Merced, asistió a una Misa
que se celebraba en el altar de su celestial Protectora, y comulgó durante el
Santo Sacrificio. ¡Cosa admirable! A
los pocos días, se encontraba perfectamente curado.
DEPRECACIÓN
¡Oh amabilísima Reina nuestra! ¿Quién acudió nunca a Vos y ha sido desamparado? Vos
nos amáis sin tasa ni medida como Madre, y sois al mismo tiempo Tesorera de
todas las gracias del Altísimo: sí, pues tenéis todas las cosas a vuestra
disposición y sois nuestra amante Madre, ¿qué
podréis negarnos? Atended, por tanto, a nuestras humildes
súplicas, y concedednos bondadosa la gracia que os pedimos en esta novena. Así
lo esperamos de vuestra ternura maternal. Amén.
—Las Preces y la Oración se dirán todos los
días.
DÍA CUARTO – 24 DE
DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
Cuando
hubo pasado el diluvio, dijo el Señor a Noé: «Pondré mi arco en las nubes, y será señal
de la alianza entre mí y entre la tierra». El
iris,
dice San Gregorio Magno, representa al Verbo encarnado, el
Verbo velado por la carne, o sea, la misma carne del Verbo divino: «Iris est Verbum incarnátum, et carne velátum, sive est ipsa caro
Verbi: "Iris es el Verbo
encarnado y velado en carne, o es la carne misma del Verbo"». La nube en que se nos presenta este Iris divino es la Santísima
Virgen. Y
así como Noé para tranquilizar su ánimo conturbado por la horrorosa catástrofe
del diluvio tornaba sus miradas al arco que el Señor había puesto en las nubes
como signo de su alianza; de modo semejante, en todas nuestras tribulaciones
volvamos nuestros ojos hacia María, en quien recobraremos la esperanza, y
veremos resplandecer la clemencia divina, como arco iris que nos anuncia el
término de nuestros males. La causa de prolongarse
estos, muchas veces, más allá de lo que sufren nuestras débiles fuerzas, es
porque somos remisos en la oración, y tardíos en acudir al soberano amparo y
protección de la Madre de Dios.
EJEMPLO: Una piadosa matrona padecía desde largo tiempo las
dolorosas consecuencias de un pólipo disforme que se le había desarrollado en
el útero; lo cual le ocasionaba abundantes hemorragias y ponía su vida en
inminente peligro. Los médicos que le
asistían declararon que no había otro remedio que apelar a la cuchilla. La
buena señora no podía resolverse jamás a semejante operación, tanto por los
peligros consiguientes a ella, como por mantener intacto su pudor. Acudió, pues, a Nuestra Señora de la Nube, y principió en
su honor una fervorosa novena. Al segundo día de ella, apenas se había
postrado ante el altar de la Santísima Virgen, a rezar sus devotas oraciones,
cayó desmayada. La llevaron en brazos a su casa, y no
bien hubo llegado en ella cuando arrojó el pólipo, causa de todos sus
tormentos.
DEPRECACIÓN
Vos sois, ¡oh
María!, la Nube resplandeciente en la que contemplamos a Jesús
crucificado que, como iris verdadero de la alianza, se interpone entre la
justicia irritada del Eterno Padre y nosotros, pobres pecadores. ¿Qué sería de nosotros miserables sin tu poderosa
mediación, ¡oh dulcísima Virgen!? Bien merecidas tenemos todas las penas y
enfermedades con que nos aflige la justicia divina; pero en este diluvio de
miserias elevamos nuestros ojos hacia Vos, ¡oh
María!, para que intercedáis por nosotros, aboguéis
por nuestra causa ante el tribunal de vuestro Hijo y, con vuestros ruegos,
apartéis su justa indignación de nosotros. Amén.
—Las
Preces y la Oración se dirán todos los días.
DÍA QUINTO – 25 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
Así
como los reyes de la tierra tienen sus ministros, por medio de los cuales se
comunican con el pueblo, ya para dispensar favores, ya para administrar
justicia, el Rey de los cielos tiene también un
ministro general de todas sus misericordias, y es la Santísima Virgen. Por
eso se le ha dado a esta Clementísima Madre el hermoso título de Omnipoténtia suplex: omnipotente
en sus ruegos. Y así como no es fácil a nadie hablar directamente con
los reyes, de modo semejante, cuando nuestros pecados y miserias nos impiden
acercarnos a Dios, acudamos a María, que por su mediación alcanzaremos las
gracias de las que por nuestras culpas somos indignos. María
es la Nube misteriosa en medio de la cual habita el Señor. Leemos en el
libro tercero de los Reyes que cuando Salomón hizo la dedicación del templo, «una
niebla llenó la casa del Señor, de manera que los sacerdotes no podían estar
allí. Entonces
dijo Salomón: “El
Señor tiene dicho que ha de morar en la niebla”».
EJEMPLO: El año
de 1892, una alumna del Colegio de los Sagrados Corazones fue atacada de la
gripe con tal violencia que tuvo que dejar el establecimiento y trasladarse al
seno de su familia. Sesenta días consecutivos duró la fiebre, de modo
que la enferma se vio reducida a tal estado de destrucción que le sobrevinieron
algunos paroxismos. Todo anunciaba una cercana e
irremediable muerte. El médico cristiano y piadoso, que asistía a la
enferma, había sido testigo presencial de varios prodigios debidos a la
intercesión de Nuestra Señora de la Nube: aconsejó,
pues, a la madre de la niña, que se encomendara a Abogada tan poderosa. Toda
la familia hizo formal promesa de comulgar en honra de la Santísima Virgen si
concedía la salud a la paciente. Al momento fue
escuchada esta fervorosa súplica, pues desde aquel día principió la enferma a
restablecerse rápidamente, y en poco tiempo recobró una salud tan robusta y
compleja como jamás antes la había tenido.
DEPRECACIÓN
¡Oh Reina amabilísima! Con
cuánta razón os da la Iglesia el hermoso título de Salud de los enfermos, pues
Vos sois el remedio de todos nuestros males y la medicina eficaz con que se
curan todos nuestros dolores. Dignaos, ¡oh Madre de
dulzura y misericordia!, sanar principalmente a nuestras almas de la
horrorosa llaga del pecado tornándonos a la amistad y gracia de Dios. Con
vuestras manos virginales y delicadas, arrancad de nuestros corazones esas
perversas inclinaciones que nos arrastran a la culpa y nos hacen tan
desgraciados. Alcanzadnos un amoroso desprecio de los
bienes y placeres de este mundo, para que no amemos sino a Dios y a Vos, que
sois nuestra dulcísima Madre, en tiempo y eternidad. Amén.
—Las
Preces y la Oración se dirán todos los días.
DÍA SEXTO – 26 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
En
tiempo del profeta Elías sobrevino una grande hambre en Samaria, porque dejaron
los cielos de llover durante tres años y seis meses. Pero cuando el pueblo
reconoció su culpa y desechó a los sacerdotes de los ídolos, Elías oró y «he aquí que
subía del mar una nubecilla pequeña como la huella de un hombre», y
luego se oscureció el cielo, y empezó a caer una grande lluvia. Esa nubecilla figuraba a la Santísima Virgen, a quien
debe el mundo todas las gracias, pues nos ha dado al autor de la misma gracia,
que es Cristo Señor nuestro. Por esto, cuando nuestros pecados cierran
los cielos para que no llueva, o atraen sobre la tierra las guerras, las
epidemias y otros castigos semejantes, con que nos prueba la cólera de Dios, debemos orar como Elías con el rostro por tierra, clamando
porque aparezca en el horizonte la Nubecilla del Carmelo que disipe las plagas
que nos afligen, y alcance la gracia a nuestras almas y la abundancia para
nuestros campos.
EJEMPLO: La
señorita N. N. hallábase desahuciada de los médicos y a punto de morir, tanto que,
habiéndosele administrado los últimos sacramentos, la familia pensaba ya en
arreglar lo conveniente al entierro: una afección antigua de los riñones
hacía desesperada toda curación. En esto, la
familia piadosa de la enferma acude a Nuestra Señora de la Nube, y ofrece a la
dulcísima Reina una comunión fervorosa y una visita agradecida a la santa
imagen, si se digna devolver la salud y la vida que ya se escapaban a la
paciente. ¡Prodigios
de ternura de la Santísima Virgen! No bien se elevó la súplica,
cuando fue favorablemente despachada. Tres días
después, la moribunda se hallaba perfectamente sana, de pie en medio de los
suyo, y ocupada tranquilamente en sus faenas domésticas.
DEPRECACIÓN
Nubecilla de los
cielos, amabilísima María, ¡cuán árido está
mi corazón, cuán resecado por las pasiones! Mi alma como tierra sedienta
espera con ansias una gotita de celestial rocío, del rocío divino de la gracia.
Ven, ¡oh Nubecilla del Carmelo!, y derrama
en nuestras almas la lluvia bienhechora de las gracias, que haga florecer en
nuestros pechos la humildad, la paciencia, la castidad y la resignación absoluta
y perfecta a la voluntad de Dios en todos los acontecimientos de la vida. La
salud y demás bienes temporales deseamos únicamente en cuanto son medios para
alcanzar la perfección de nuestras almas, pero lo que con todo ardor te pedimos
y siempre te pediremos, ¡oh María dulcísima!,
es que nos alcances la gracia de nuestra verdadera conversión y la
perseverancia final, para que después de esta existencia terrestre y miserable,
alabemos a Dios en tu compañía, por los siglos de los siglos.
Amén.
—Las Preces
y la Oración se dirán todos los días.
DÍA SÉPTIMO – 27 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
Isaías
había hecho este hermoso anuncio: «He aquí que el Señor subirá sobre una nube ligera, y
entrará en Egipto, y a su presencia se conturbarán los ídolos de Egipto».
Esta profecía, según San Jerónimo, San Ambrosio y otros Padres, se cumplió cuando Nuestro Señor Jesucristo todavía niño
fue llevado a Egipto, en brazos de su Madre Santísima. María, dice San Ambrosio, es
la Nubecilla que nos ha llovido a Cristo (Hæc nubis pluit Christum:
Esta nube llueve Cristo): «Esta es la Nubecilla
que con el rocío de la gracia refrigera nuestras almas resecadas por la
concupiscencia y el pecado». Al paso de esta Nubecilla celestial caen los ídolos de la culpa,
se deshace el imperio del diablo, y se establece el reino de Cristo. En esta Nube ligera, mejor que en la
carroza de los querubines, entra el Señor a reinar en las naciones de igual
modo que en el alma de cada cristiano. De aquí
vienen los prodigios innumerables que, en todos tiempos y en todos los pueblos,
ha realizado la Santísima Virgen, prodigios cuyo fin único es siempre la
extirpación del pecado, la santificación de las almas y la mayor propagación de
la gloria de Dios y de su Cristo. Por eso, cuando
acudimos a la Inmaculada Reina, debemos estar seguros de que hemos de alcanzar,
sino un bien material como la salud del cuerpo, otro bien superior cual es la
salud del alma.
EJEMPLO: Un
distinguido abogado de Cuenca, el Dr. N. N., hallábase en gravísimo peligro de
la vida y desahuciado con la enfermedad incurable, según la medicina, conocida
con el nombre de albuminuria. Cuando no se esperaba ya socorro alguno de
la ciencia, la familia del enfermo hizo una novena
a Nuestra Señora de la Nube, al fin de la cual comulgó el paciente, y tomó
algunas gotas del agua milagrosa de Lourdes. Desde
aquel día, contra todos los pronósticos de los facultativos, el enfermo
principió a restablecerse rápidamente, y recobró en breve la salud que se creía
perdida para siempre.
DEPRECACIÓN
¡Oh María, dulcísima Reina nuestra! Pues
tan poderosa sois para socorrer a cuantos os invocan, y la Iglesia os da el
hermoso título de Salud de los enfermos, dignaos principalmente alcanzarnos la
salud de nuestras almas. El orgullo es la fiebre que devora nuestros corazones,
tornándolos inmortificados e impacientes. Vos, ¡oh
Virgen humildísima!, enseñadnos la virtud de la humildad, con la cual se
nos harán dulces y llevaderas todas las enfermedades y miserias de esta vida.
Si la Escritura Santa os da títulos tan modestos como los de Esclava del Señor,
Vara de Jesé o Nubecilla ligera, a Vos que sois la Reina de los cielos y la
Emperatriz del universo, es para enseñarnos que el Altísimo se complació en Vos
sobre todas las criaturas por vuestra singular e incomparable humildad. ¡Oh María!, puesto que, aunque indignos
somos hijos vuestros, alcanzadnos a todos la virtud de la humildad, para que
así logremos todos entrar por la puerta estrecha del Paraíso.
Amén.
—Las
Preces y la Oración se dirán todos los días.
DÍA OCTAVO – 28 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
En
varios pasajes del Antiguo Testamento se habla de
la nube como símbolo de la majestad de Dios, por cuanto, dice un sagrado
intérprete, las nubes se nos muestran siempre en el
cielo, y si alguna vez descienden a nosotros en forma de niebla, nos oscurecen
la vista; por esto, ningún símbolo expresa mejor que la nube la incomprensible
majestad de Dios, que en esta vida se nos muestra siempre velada y como
por enigma. Cuando el Verbo divino descendió a habitar entre los hombres,
encubrió su divinidad con los velos de la carne, y se ocultó en el seno de
María como en medio de niebla impenetrable. En el Nuevo Testamento tornamos a
encontrar el símbolo de la nube en los principales
misterios de glorificación de Nuestro Señor Jesucristo, como en la
Transfiguración y en la Ascensión, lo cual nos enseña que para acercarnos al
Salvador y participar de su gloria, es preciso previamente acercarnos a María,
que es la nube misteriosa que lo circunda. La
nube del Tabor, dice
Alonso Fernández de Madrigal “El Abulense”, envolvió no solamente a
Cristo sino a Moisés, Elías y los tres apóstoles. Así María,
verdadera nube de los cielos, es no solamente Madre de Cristo sino de todos los
justos y predestinados, que deberán a la intercesión de esta amabilísima Madre,
la gloria eterna.
EJEMPLO: Una
piadosa madre de familia padecía gravemente, víctima de la influenza y una
disentería maligna, y hubo médico que se retirara de la enferma, dando ya por
desesperada su salud. La familia, acongojada
sobremanera, acudió a Nuestra Señora de la Nube, cuya hermosa imagen se colocó
en la habitación de la paciente sobre un modesto altarcito, delante del cual se
elevaban constantemente fervorosas preces a la Madre de Dios. Se creyó
ya llegado el caso que la enferma recibiese los últimos sacramentos; se dispuso
todo al efecto, pero sin perder la esperanza en aquella bondadosísima Madre, a
quien con tanta razón llama la Iglesia, Salud de los enfermos. ¡Cosa notable! Al punto mismo que la
buena señora recibió el Viático y la Extremaunción, se sintió curada, siendo su
restablecimiento tan cabal y completo que pocos días después comulgaba en unión
de toda su familia ante el altar de Nuestra Señora de la Nube, en acción de
gracias por el insigne beneficio recibido mediante la intercesión de esta
dulcísima Reina. Este caso nos enseña la
solicitud con que los enfermos deben apresurarse a recibir los sacramentos, sin
esperar para ello la última extremidad de la agonía, y muestra además cuánto se
goza la Santísima Virgen en que sus devotos frecuenten la santa Comunión.
DEPRECACIÓN
¡Oh hermosa Reina y amabilísima Madre nuestra! Más
lista estáis Vos para socorrernos que nosotros para acudir a vuestro amparo y
protección. ¡Cuándo se vio una madre tan amante de
sus hijos como lo sois Vos respecto de nosotros miserables pecadores! ¡Qué
consuelo para nuestros afligidos corazones recordar que tenemos en Vos la
medicina de todas nuestras enfermedades, la alegría en nuestras tristezas, el
refugio de nuestras tribulaciones y el remedio de todos nuestros males! ¡Oh
dulcísima María!, no se canse vuestra benignidad de socorrernos; antes
bien, velad siempre cuidadosa por nosotros: alcanzadnos valor en las
pruebas, fortaleza contra las tentaciones, mostraos siempre y en todas
ocasiones, que sois nuestra bondadosa y amantísima Madre. Amén.
—Las
Preces y la Oración se dirán todos los días.
DÍA NOVENO – 29 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Oración
preparatoria y las tres Ave Marías.
CONSIDERACIÓN
Leemos
en el Evangelio que Cristo Señor nuestro vendrá a
juzgar al mundo, en el gran día del Juicio Final, cercado de gran majestad y
poder, y en un trono resplandeciente formado de nubes del cielo: «Et vidébunt Fílium
hóminis veniéntem in núbibus cœli: Y verán
al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo». De manera que
las nubes que antes habían servido para ocultar la majestad de Dios, entonces
la harán resplandecer con más grandeza y solemnidad que nunca. Este símbolo de
la nube nos enseña una importante verdad. La
Santísima Virgen, que es la mística Nube en la cual se oculta al presente la
Majestad de Dios, en el gran día del Juicio Final vendrá también acompañando a
su Hijo divino, y se asentará junto a Él como Reina, para juzgar, en unión de
los Santos, a todo el universo; por manos de María recibirán los justos la
corona de la gloria inmortal. Esto mismo se
verifica en cierto modo para cada individuo en el instante de la muerte. Los
deudos de quien muere, al ver frustrada su esperanza, se quejan amargamente de
María, como si se hubiese tornado sorda a sus ruegos, siendo en realidad todo
lo contrario. La bondadosísima María escuchó esas
súplicas y las despachó, alcanzando un bien infinitamente mayor al que se le
pedía: librando al enfermo no solo de la enfermedad, sino de todos los males de
la vida, y conduciendo su alma a gozar de la gloria del Paraíso. La Santísima Virgen es para todos sus siervos en la hora de
la muerte, la aurora hermosísima que anuncia el gozo sin fin de la dichosa
eternidad.
EJEMPLO: El
Ilustrísimo Señor Sancho de Andrade y Figueroa, que en 1696 alcanzó la salud
mediante el estupendo prodigio de la aparición de Nuestra Señora de la Nube,
seis años después padeció otra enfermedad mortal. Pero entonces, las súplicas que se elevaron a María en favor del Prelado
no alcanzaron a este un bien limitado como la salud y vida del cuerpo, sino el
bien incomparable de la gloria del Cielo. Se puede creer esto piadosamente tanto por la vida ejemplar del Obispo, como
por las hermosas circunstancias de su muerte. En efecto: así como al
anunciarse el tercer misterio del Rosario, que es la Natividad de Nuestro Señor
Jesucristo, tuvo lugar aquella aparición célebre de la Nube, de modo semejante,
en una ocasión en que el ilustre enfermo tomó en sus manos el Rosario para
rezarlo, al llegar al segundo misterio, que es la Visitación, entregó dulce y
plácidamente el alma en manos del Creador. ¡Muerte verdaderamente hermosa! Salir de este mundo llevando las notas del Santo Rosario, es
decir, del cántico más puro y armonioso que los cielos y la tierra han entonado
jamás en honra y alabanza de María.
DEPRECACIÓN
¡Oh Virgen Inmaculada, Reina de los cielos y
soberana Emperatriz del universo!, ¿quién nos
diera contemplaros, no entre sombras y nubes, sino con toda la gloria y
magnificencia con que os ven los bienaventurados en el Paraíso? Esta
es, ¡oh Madre dulcísima!, la gracia de las
gracias que esperamos alcanzar por vuestra poderosa intercesión. La salud, la
vida y todos los demás vienes de la tierra no los queremos, sino en tanto son
medios para lograr nuestra eterna salvación, pero lo que os pedimos con toda
nuestra alma y sin reserva alguna es que nos libréis de las penas del Infierno,
y nos pongáis un día en posesión de nuestra única y verdadera patria que es el Cielo.
¡Oh María! Si Vos rogáis por nosotros, no
nos perderemos; piérdanse en buena hora riquezas, honras y dignidades, con tal
que se salve el alma. ¡Oh Madre santísima de Dios! Vuestros
somos, a Vos nos consagramos, de vuestra poderosa intercesión esperamos que un
día os alabaremos en compañía de todos los Santos y Ángeles, en la gloria
eterna de los Cielos. Amén.
—Las
Preces y la Oración se dirán todos los días.
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