viernes, 21 de junio de 2024

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO.

 


Pequeño manual de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Buenos Aires, Febrero 9 de 1951. P. Ricardo Baztán, Provincial. Buenos Aires, Abril de 1951. † Antonio Rocca Ob. de Augusta y Vic. Général.


COMENZAMOS: 18 de junio.

FINALIZAMOS: 26 de junio.

FESTIVIDAD: 27 de junio.


—Puesta de rodilla delante de la imagen de Nuestra Señora del Perpetúo Socorro…


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


—Hecha la señal de la Cruz, se dice…


ACTO DE CONTRICIÓN.

   Señor mío, Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita; pésame también porque merecí las terribles penas del Purgatorio y ¡ay! tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia. ¡Oh! tenga yo, Jesús mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra Sangre preciosísima y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.

ORACIÓN

(Para todos los días de la Novena).

   ¡Oh Santísima Virgen María!, que para inspirarnos una confianza sin límites habéis querido tomar el dulcísimo nombre de Madre del Perpetuo Socorro, yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida, y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concededme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos, porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Obtenedme, pues, esta gracia de las gracias: la gracia de invocaros sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de qué, por la virtud de esta súplica constante, obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme, ¡oh tierna y cuidadosa Madre!, y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.

 


DIA PRIMERO —18 de junio.

MEDITACIÓN.

EI Título de Nuestra Señora del

Perpetuo Socorro.

   Es nuestro amable Salvador, quien inspiró a los fieles, dieran a su amada Madre el dulce nombre de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pruebas de ello son los favores y prodigios, que incesantemente consiguen los que la invocan bajo este título. No ha sido, pues, ideado por los hombres, sino por Dios mismo.

   Las palabras de Dios no son vanas ni estériles; obran lo que significan, expresan la naturaleza de las cosas, dicen lo que éstas son en realidad. Analicemos, pues cada una de las palabras de esta dulce invocación: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro; ellas nos enseñan lo que es María Santísima para nosotros. María es “Señora”, es decir: dignísima Madre de Dios, soberana de cielos y tierra, Reina de los Ángeles y de los Santos, vencedora del infierno; y después de Jesucristo, Redentora del mundo. María es “nuestra”. Poco antes de espirar Jesucristo en la Cruz, nos la dio no por juez, ni siquiera por Reina, sino por Madre; pues estas palabras: “He aquí a tu Madre” que entonces Jesús dijo a San Juan, iban dirigidas a todos los cristianos, y pronunciadas que fueron por todo un Dios, infundieron en el Corazón de María un amor entrañable a los hombres y le dieron todo el poder que necesitaba, para llenar cumplidamente su oficio de Madre. El padre gana el sustento de los hijos, pero la madre se lo reparte. Así Jesucristo nos mereció con su dolorosa muerte cuantas gracias necesitamos, para salvarnos; pero no quiso repartirlas por sí mismo, sino que encomendó este piadoso oficio a su Santísima Madre; es así como María es el “socorro” de los cristianos. Más para salvarnos, debemos siempre evitar, el mal y practicar el bien; necesitamos, pues, no sólo de un socorro momentáneo, Sino de un ¡socorro! “perpetuo”; tal es María para todos aquéllos, que la invocan; los socorre no sólo de vez en cuando, sino de continuo, no sólo algún tiempo, sino a toda hora y en toda circunstancia, desde su nacimiento hasta, su muerte, y aún en el Purgatorio, hasta su entrada en el Cielo. Dueña que es de los infinitos méritos de Jesucristo y de los inagotables tesoros de la bondad divina, no hay favor, que no pueda hacer a sus devotos, y porque les tiene a todos indecible afecto y amor, no hay merced, que no esté siempre pronta para concederles.

EJEMPLO.

   Durante la guerra civil, que asolaba la República del Ecuador, una madre de familia se había ocultado con sus hijas en la campiña. Llevaron consigo una estampa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ante la cual tenían casi de continuo una vela encendida. Un domingo por la noche, después de haber rezado la oración “¡Oh Santísima Virgen!” se acostaron, fiadas en la protección de María. En las altas horas de la noche se despertaron y oyeron una voz que les decía: “Salid pronto de esta casa, que os amenaza un gran peligro” Se levantaron luego y huyeron a la ciudad vecina. Al día siguiente supieron, que tres fornidos negros armados de machete, habían asaltado y saqueado la casa. Entonces las dichosas mujeres comprendieron, que la voz misteriosa que las había despertado, era la de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Jaculatoria. — Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, alcanzadnos la gracia de serviros y amaros fielmente.

Obsequio. — Repetir esta jaculatoria con frecuencia.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DIAS.

   ¡Oh María, Madre poderosísima! haced que desde ahora y para siempre os invoque con el glorioso título de ¡Madre del Perpetuo Socorro! Cuánto consuelo, cuánta confianza inspira ese título excelso, con qué Vos misma nos habéis enseñado al invocaros. En este dulce nombre están comprendidas todas, las maravillas de vuestra misericordia. A Vos acuden los pecadores y les alcanzáis el perdón de sus culpas; acuden los enfermos y aliviáis sus males; acuden los tristes y desconsolados y se vuelven contentos; acuden los pobres e indigentes y se retiran remediados o provistos de paciencia, tesoro superior a toda riqueza; acuden los moribundos, y exhalando el alma en vuestros brazos, vuelan a la eterna gloria. Amantísima Madre mía, me pongo en vuestras manos; decidme lo que debo hacer, para agradar a mi Dios, que yo quiero hacerlo luego. Él me envía a Vos para que me socorráis. Él quiere, que yo acuda a vuestra misericordia para que, no sólo los méritos de vuestro Hijo, sino también vuestras súplicas, me ayuden a salvadme. A Vos, pues, acudo. Vos que por tantos rogáis, rogad también a Jesús por mí. Decidle, que me perdone, que ya me perdonará; decidle, que deseáis mi salvación, que El me salvará, Decidle, que me conceda el favor, objeto de esta novena (especifíquese), que ya me lo concederá. Dadme a conocer el bien, que sabéis dispensar al que confía en Vos. Así lo espero, así sea.

SÚPLICA FINAL.

   Oh Madre del Perpetuo Socorro, cuyo solo nombre inspira confianza: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

  En el peligroso momento de la tentación, para que yo resista: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   Cuando hubiere tenido la desgracia de pecar, para que vuelva a levantarme: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

 

   Si algún, lazo funesto me encadenaren la servidumbre del, demonio, para que lo rompa: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   Contra las seducciones del mundo, las compañías peligrosas y los libros perniciosos: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   Si viviere en la tibieza, para que pronto me reanime: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   En la recepción de los Sacramentos y en el cumplimiento de los deberes de la piedad cristiana: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   En todas las penas y pruebas de la vida: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   Contra mi propia inconstancia, para que persevere hasta el fin: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   Para que os ame, os sirva y os invoque siempre: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   Para que induzca a mi prójimo a amaros, serviros e invocaros: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   ¡Oh Madre mía!, hasta, mi último día, hasta mi último suspiro: Venid en mi socorro, ¡oh Madre bondadosa!

   ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, proteged también al Sumo Pontífice, a la Iglesia, a mi Patria, a mi familia, a mis amigos y enemigos, a todos los desgraciados, a mis deudos difuntos y a todas las benditas ánimas del Purgatorio: Venid en su socorro. Así sea.

   Seáis amada, seáis alabada, seáis invocada, seáis eternamente bendita ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida! Amén.

  

HIMNO a NUESTRA SEÑORA DELPERPETUO SOCORRO

1. A tus plantas, Perpetuo Socorro,

De rodillas tus hijos están,

Por el Dios de los cielos jurando

Que tus fieles amantes serán.

 

2. Cuando deje el dolor amargadas

Nuestras almas con gotas de hiel,

Ven, Perpetuo Socorro, a brindarnos

De tus dulces cariños la miel.

 

3. Cuando todos nos dejen ingratos,

Porque ven que nos hiere el dolor,

Ven, Perpetuo Socorro, a decirnos:

¡Soy, tu Madre, no tengas temor!

 

4. Cuando quiera el dolor conducirnos

Entre nieblas, llevando la cruz,

Sé, Perpetuo Socorro, la estrella

Que nos guíe a través de su luz.

 

5. Cuando allá ... nos anuncien llorando

Que ya vamos por fin a expirar,

Tiéndenos, Virgen Santa, tus brazos;

No nos, dejes allí naufragar.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

DIA SEGUNDO —19 de junio.

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACIÓN

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

y el pecado.

   En sentir de un piadoso escritor, no hay medio más eficaz ni más fácil para conseguir la conversión de un pecador, que inspirarle una devoción tierna y sincera a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. No es, pues, de admirar que entre los portentos que diariamente obra esta compasiva Virgen, figura en primera línea, millares de estupendas conversiones, debidas a su intercesión.

  

   Llámese María, Madre del Perpetuo Socorro. Socorro es, por consiguiente, de cuántos desventurados a Ella acuden; pero, ¿quién es más desventurado, que el que vive en pecado mortal? Su alma despojada de la gracia santificante, está muerta, y como tal se halla convertida en morada de demonios, y es a la par que ellos, horrible a los ojos de Dios; para ella está cerrada la puerta del Cielo y abierta la del infierno, donde puede precipitarla la muerte en el momento menos pensado. ¿Cabe mayor desventura? Por eso la Madre de los pecadores agota, por decirlo así, con ellos, todos los tesoros de su misericordia; atráelos con la dulzura del nombre de Madre del Perpetuo Socorro, con la fama de sus milagros, hasta con su misericordiosa mirada. ¡Cuántos infelices pecadores se han convertido con sólo poner los ojos en esta Virgen milagrosa! ¡Con cuánta bondad acoge María al pecador que a Ella acude, deseoso de convertirse! No le desecha, aunque haya cometido innumerables pecados; y si continúa invocándola, María continuará prestándole su apoyo, hasta conseguir sacarle del pecado, mediante una sincera confesión y entera mudanza de costumbres. No sabe, ni puede dejar de compadecer y ayudar a cualquier miserable, que a Ella recurre, porque Dios la ha creado, para ser Reina y Madre de la misericordia, y como Reina de misericordia está obligada a cuidar de los miserables. ¡Qué pena experimentará en el infierno el cristiano, que se ha condenado, a pensar, que podía haberse salvado con tanta facilidad, recurriendo sin cesar a esta Madre de misericordia y que entonces ya no tiene remedio!

EJEMPLO

   Una pobre pecadora sintió tanto horror y tanta vergüenza, después de haber cometido un gran pecado, que resolvió no confesarse más, y dio rienda suelta a todas sus pasiones. Pero María Santísima tuvo compasión de esta alma extraviada y la llevó, como por la mano, a una iglesia, donde se predicaba un triduo en honor de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Allí oyó celebrar las bondades y las misericordias de esta Virgen bendita, y tocada de la gracia, fué a postrarse ante la santa Imagen, quedando allí arrodillada tres largas horas, presa de gran tribulación. Durante este tiempo no cesó de pedir de todo corazón a la Virgen, que le concediera el valor necesario para hacer una buena confesión; y luego se presentó animosa al confesor y le descubrió con llaneza el abominable estado de su conciencia. No hay duda, que esta alma es deudora de su conversión a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, porque en medio de sus desórdenes había conservado la costumbre de rezar en su honor tres Avemarías todos los días.

Jaculatoria. — Madre Purísima, levantadme del cieno de la culpa y alcanzadme la gracia de reconciliarme con Dios.

Obsequio. — Rezar todos los días tres Avemarías a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, para que nos libre de toda culpa voluntaria.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.



DIA TERCERO —20 de junio.

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACION

María, socorro de los desesperados

   Hay pecadores, cuya salvación parece imposible. Son aquéllos qué, si bien practican de vez en cuando algún acto religioso, no se confiesan nunca. Contentos con esa aparente honradez, que los hace pasar a los ojos del mundo por caballeros y hombres cabales, se desentienden de los deberes religiosos, no importándoles vivir lejos de Dios. Otros no van a misa ni rezan; no atacan a la religión, pero no la practican tampoco, y tal vez no creen en ella. Otros, por fin, la odian; no permiten que su familia y sus empleados la practiquen; ponen su mayor empeño y gozo en pervertir y corromper a las almas, quitándoles la fe y llenándolas de pecados. Si se les habla de la espantosa eternidad que los espera, se ríen o se irritan y blasfeman; tal vez están afiliados a las sociedades secretas, para poder hacer más cruda guerra a Dios y a las almas.

 

Si María no existiera, habría que desesperar de la salvación de esos desgraciados. Alma cristiana que quieres conseguir su conversión, ponles a la vista ¡la bendita Imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro!, cuyo solo nombre les dirá, que a ellos también los puede salvar; su rostro cubierto de profunda tristeza les dirá, cuánto los compadece y desea salvarlos, habiendo por ello consentido en la muerte de su adorado Hijo; el mismo Hijo les dirá, que, habiendo El muerto por ellos, dispuesto está a salvarlos, tan pronto como recurran a su amada Madre. Si acaso se niegan a recurrir a Ella, hazlo tú por ellos con confianza y perseverancia, y es de esperar, que un día, viendo oída tu súplica, podrás exclamar con S. Bernardo: “Por Vos, ¡oh María!, el cielo ha sido abierto, cerrado el infierno, restaurada la celestial Jerusalén, y dada la vida a los infortunados, que no esperaban sino la condenación eterna.”

EJEMPLO

   Hacía treinta años, que un pecador público vivía alejado de Dios. Entregado a todo género de pecados, al fin cayó postrado por una parálisis; rehusaba confesarse, pues decía, que quería morir como había vivido. En esto, algunos de sus parientes, deseosos de conseguir su conversión, hicieron por él una novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. El paciente ignoraba lo que por él hacían, pero en la noche del último día de la novena, se sintió acometido por un tropel de remordimientos, hasta el punto, de no poder conciliar el sueño. En las avanzadas horas de la noche, le insinuaron que rezase tres Avemarías, en la seguridad de que por este medio había de calmarse su agitación; la rezó el enfermo, tal vez las tres primeras que habían salido de sus labios en el transcurso de treinta años; se serenó después y durmió profundamente. Al despertar suspiraba por un sacerdote, y como éste tardó dos horas en llegar, el enfermo no apartaba la vista de la puerta para verle entrar. Se confesó con muy buenas disposiciones, recibió la Sagrada Comunión, y desde aquel momento fué paciente y suave en su trato.

Jaculatoria. — Refugio de los pecadores, salud de los desesperados, rogad por mí.

Obsequio. — Rezar esta jaculatoria con frecuencia.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.

DIA CUARTO —21 de junio

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACIÓN

María socorra en las tentaciones

   Hay devotos de María casi por demás felices. Jamás o rara vez los molesta alguna representación pecaminosa, porque esa buena Madre aleja de ellos al demonio y al mundo corruptor y los hace casi iguales a los Ángeles. Otros hay a quienes es útil que sean tentados. Pero por violentas que sean las acometidas de sus enemigos, no se turben ni se desanimen; clamen a María, y María los ayudará a resistir valerosamente; que no en vano se llama Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y toda tentación vencida, lejos de manchar el alma, la embellece y la hace acreedora a mayor gloria en el cielo. Nadie se niega a alargar la mano a otro, cuando con esto le puede librar de una muerte segura, mucho menos se negará nuestra amantísima Madre María a librarnos de la muerte del pecado, si en la tentación recurrimos a Ella, pues sólo entonces nos puede socorrer eficazmente. Por eso exclama San Alfonso: “¡Ay, Señora mía dulcísima!, bien sé que, si me encomiendo a Vos, me ayudaréis y saldré victorioso; mas éste es mi temor, que, en las ocasiones de pecar, deje de llamaros en mi ayuda y caiga por esto miserablemente”. Concededme, pues, esta gracia que os pido; alcanzadme que en los asaltos del infierno siempre recurra a Vos, diciendo: “María, ayudadme; tierna Madre mía, no permitáis que pierda a mi Dios”. A ejemplo de este gran Santo, pidamos todos los días a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro la gracia de invocarla en el momento de la tentación, porque en esos momentos es a veces difícil rezar, y por eso deja uno de hacerlo y peca. Hoy más que nunca conviene pedir su preciosa gracia, porque si el demonio y la carne rebelde han hecho siempre cruda guerra al hombre, jamás tal vez la inocencia se ha visto más perseguida por el mundo sensual, incrédulo y procaz.

EJEMPLO

   Una joven se hallaba sola en su casa, cuando de repente se vio enfrente de un malvado que, cerrando con llave la habitación, le declaró su infame intento. Aterrada por la inminencia del peligro, se acordó de Nuestra Señora y exclamó: “Madre del Perpetuo Socorro, amparadme”. Esta sencilla invocación produjo en el atrevido seductor el efecto de un rayo. Un terror súbito se apoderó de su alma, e indecible temblor agitó todos sus miembros. La piadosa joven aprovechó esta turbación para huir, y sin perder tiempo corrió al santuario de su libertadora. Allí prosternada ante su milagrosa Imagen, le dio humildes gracias y le juró fidelidad y amor eterno.

Jaculatoria. — En las asechanzas de los enemigos de nuestra salvación, amparadnos Madre bondadosa.

Obsequio. — Decir con frecuencia: “Señor, no nos dejes caer en la tentación”.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.

DIA QUINTO —22 de junio

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACIÓN

María, socorro en la práctica de las

 virtudes

   Para salvarse, a más de evitar el mal, es preciso practicar el bien, porque el cielo no se consigue de balde, hay que comprarlo con las buenas obras. Son buenas aquellas obras que se hacen con la intención de agradar a Dios y son conformes a su soberana voluntad. No basta practicar tales obras de vez en cuando, es menester hacerlas habitualmente. Sólo entonces se puede decir que uno es virtuoso; la virtud es el hábito de obrar bien, y este hábito todos lo pueden adquirir. Gente virtuosa se ve en todas partes: y si otros son virtuosos, ¿por qué no lo podríamos ser nosotros? Dios nos manda que lo seamos y Él no manda cosas imposibles. Es verdad que no lo podemos ser sin su ayuda. “Sin Mí, esto es, sin mi socorro — nos dice Jesucristo, — no podéis hacer nada bueno” , y añade San Pablo: “ni pronunciar el Santo Nombre de Jesús con respeto y amor” , y de consiguiente, mucho menos podemos, sin el auxilio de Dios, hacer el bien habitualmente; mas  ayudados por El, hacemos fácilmente lo que solos no podríamos de ningún modo; y siendo Dios omnipotente, nada es imposible a quien El ayuda, y El ayuda al que le pide socorro. Ha dicho: “Pedid y recibiréis”.

 

   Pidamos, pues, a Dios sus gracias, pero pidámosla por medio de María, en cuyas manos ha tenido a bien depositarlas. Esta augusta Señora es la tesorera y dispensadora de las divinas gracias, y su devoción, uno de los medios indispensables para conseguirlas, de modo que la devoción a María no es un mero adorno del cristiano, es una obligación impuesta por Dios, aunque no con mandamiento explícito.

 

   ¿Lo ves, alma cristiana? Sólo por María puedes ser virtuosa y por Ella puedes serlo fácilmente. Fíjate en las personas virtuosas conocidas tuyas. ¿No son todas ellas muy devotas de María? De continuo recurren a Ella, y perpetuamente Ella las socorre, y con el socorro de María, no hay virtud que no se pueda practicar fácilmente. Cuánto más virtuosa seas, tanto mayor será tu felicidad en la tierra y en el cielo y tu valimiento cerca de Dios, y de consiguiente tu cooperación a la felicidad eterna y temporal de tu prójimo.

EJEMPLO

   “Sin el socorro de María — escribe un alma vuelta a Dios tras largos extravíos —hace veinte años que yo debiera estar en el infierno; pues en todo este tiempo no hice más que añadir pecados, a pecados, y a los sacrilegios pasados otros nuevos. Era como un juguete del demonio. Hace algún tiempo se dio una misión en mi pueblo; asistí a elIa por mera curiosidad, sin ánimo de convertirme, porque yo me decía: “Para ti, alma mía, no hay perdón’’. Me encomendé con todo, a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y tras largos y penosos combates quedé vencida e hice sincera y dolorosa confesión de mis culpas. Hoy estoy resuelta a morir mil veces antes que ofender a mi Redentor crucificado por mí”.

Jaculatoria. — Por vuestra Pura e Inmaculada Concepción, ¡oh María!, haced que sea puro mi cuerpo y santa el alma mía.

Obsequio. — En honor de la pureza de María, hagamos con recta intención todas nuestras obras.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.

DIA SEXTO —23 de junio.

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACIÓN

María, Socorro en las enfermedades

   Sentimos las dolencias de nuestros, parientes y las aliviamos en la medida de nuestras fuerzas. Ahora bien, María, la Madre del Perpetuo Socorro, que es toda bondad y que dispone a su gusto del poder de Dios, ¿sería menos compasiva y generosa para con nosotros? No puede ser. Ella siente nuestras penas como si fuesen suyas, y las remedia como lo prueban millones de hechos portentosos, y por eso la saludamos con el dulce título de “Salud de los enfermos”; pero — y así lo ha dispuesto el Señor, — sólo puede María socorrer eficazmente a los que la invocan con entera confianza. Si queremos pues, que nos devuelva la salud, se la hemos de pedir sin dudar de que seremos oídos. Más si la salud nos ha de ser perjudicial, si ha de menguar nuestra felicidad eterna, y, sobre todo, si nos ha de precipitar al infierno, María que ante todo desea llevarnos al cielo, en vez de concedernos un favor tan funesto, nos otorgará otro bajo todo concepto preciosísimo; nos otorgará la santa paciencia, nos hará comprender que es voluntad de Dios que padezcamos y nos ayudará a ofrecer nuestras dolencias al Señor con un amor generoso y constante; así nos hallaremos felices en medio de nuestras penas, y no las trocaríamos por todas las riquezas y honores de la tierra, sabiendo que nos serán superabundantemente premiadas en el cielo. María es la mejor de las madres, y jamás nos abandona, Cuando, pues nos hallemos postrados en el lecho del dolor, figurémonos — y así es en verdad — que nos contempla desde lo alto del cielo tierna y compasiva y ofrece nuestras dolencias a Dios, a fin de alcanzarnos la gracia de padecer de un modo meritorio para toda la eternidad. Así como un niñito enfermo se entrega sin recelo a los cuidados dé su cariñosa madre, pongámonos en las manos de nuestra celestial Madre; unamos nuestras dolencias a las que Ella misma experimentó al pie de la Cruz durante la agonía de su Divino Hijo, y roguémosle las presente a Dios, unidas a las suyas, y nos ayude a padecer como Ella padeció en aquel angustioso trance, esto es, sin abatimiento ni quejas, sino con serenidad, constancia y entera conformidad con la voluntad de Dios.

EJEMPLO

   A consecuencia de una grave enfermedad, quedó completamente ciega la hija de los señores de Reusselet, residentes en Cádiz. Sus piadosos padres la encomendaron con fervor a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y la misma niña, a pesar de su tierna edad, los acompañaba en estas oraciones, pidiendo a María que le abriera los ojitos. La confianza que en Ella tenía, era muy grande; nunca quería dejar de la mano su imagen que conocía tan sólo por el tacto, y la invocaba con mucha devoción. No quedó esta piadosa Madre insensible a tantos ruegos, y al poco tiempo concedió a esta familia la gracia que ansiosamente anhelaba.

Jaculatoria. — Madre amabilísima, socorredme en mis enfermedades y haced que las lleve con paciencia.

Obsequio. — Rezar siete Salves a los siete dolores de María Santísima, para que nos consiga de su Divino Hijo la gracia de amar los padecimientos.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.

DIA SEPTIMO —24 de junio

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACIÓN

María, socorro en la pobreza

   Pobre fué Jesucristo, y también lo fué su Santísima. Madre. Sin duda Jesús habría podido hacerla inmensamente rica, pero juzgó que mejor le era experimentar las privaciones de la pobreza. Así lo dispuso para que a ejemplo de María Santísima los ricos estimaran a los pobres y se resignaran éstos con su suerte. La pobreza libra de muchos pecados, es ocasión de practicar muchas virtudes y excelente modo de hacer penitencia; ahora bien, Jesucristo ha dicho: “Si no hiciereis penitencia, todos pereceréis.”

 

   ¿Eres rico? Pide a María el santo desprendimiento, de modo que, si Dios quiere quitarte tus bienes, digas sinceramente con el santo varón Job: “Dios me los había dado; El me los ha quitado; ¡bendito sea!”. Pídele también el amor a los pobres. La limosna no es para los ricos una obra de supererogación, sino una obligación que Dios les ha impuesto; dice “¡Ay de aquéllos que cierran sus oídos al clamor de los pobres, porque clamarán ellos y no serán escuchados”! La limosna es un préstamo. Quien da a los pobres, da a Dios y Dios se lo devuelve centuplicado. La limosna es un honor. Dice nuestro Divino Salvador: “Lo que hiciereis al más pequeño de mis hermanos, a Mí mismo lo habrás hecho”; esos hermanos suyos menores de que habla Jesucristo, son los pobres cuya desgraciada suerte deben remediar sus hermanos mayores, los ricos.

 

   ¿Eres pobre? Pide a María te haga comprender estas palabras de Jesucristo: “¡Bienaventurados los pobres! de ellos es el reino de los cielos!”; pídele te ayude a llevar tus penas sin quejarte, con resignación y aún con alegría. ¡Qué bella será entonces tu corona en el cielo! ¡Cuán cumplida tu felicidad!

 

   Y si llegas hasta el extremo de carecer de las cosas necesarias para la vida, no te desesperes. En tan aflictiva situación, levanta tus ojos llorosos hacia La Madre del Perpetuo Socorro; clama a Ella; tiene especial cariño a los pobres, y hará que algún alma caritativa, cual Ángel enviado por Ella, vuele en tu socorro. Si jamás se ha oído decir que haya sido abandonado de María, ninguno de cuántos se han acogido a su amparo, ¿podría abandonar a sus hijos predilectos, los pobres, cuándo a Ella claman en sus angustias?

EJEMPLO

   Cierta joven que con su trabajo mantenía a su anciana madre, se halló al comienzo del invierno tan escasa de recursos, que ni para comprar leña tenía. Se fué a la iglesia a confiar su pena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. “Madre mía — le dijo cayendo de hinojos ante su Imagen, —Vos sabéis bien lo que me hace falta: necesito siete pesos; me deben dinero y no me atrevo a reclamarlo”. Apenas había terminado su oración, sintió que le tocaban en el hombro y que una voz le decía: Estoy verdaderamente avergonzada por lo mucho que he demorado en pagarle; hace dos años que le debo ocho pesos, y me considero feliz por haberla encontrado a usted para entregárselos”.

Jaculatoria. — Madre del Perpetuo Socorro, amparadme en mis necesidades y haced que la pobreza sea para mí el medio de alcanzar las riquezas eternas del cielo.

Obsequio. — Por amor a la Santísima. Virgen, hacer una limosna o algún servicio al prójimo.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.

DIA OCTAVO —25 de junio

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACIÓN

María, socorro en las penas de la vida.

   Nuestra vida no es sino una larga cadena de penas. El hijo antes de nacer pone en peligro la existencia de su madre y tal vez le desgarrará más tarde el corazón con sus vicios y desórdenes; dolorosas sospechas atormentan a no pocos consortes; súbitos reveses de fortuna sumen a muchas familias en la miseria; la muerte precipita a tiernísimos niños en la orfandad y a su madre en la triste viudez. “¿Qué será de nuestro padre?”, exclaman con dolor muchos hijos, al ver que está para bajar al sepulcro, cargado de pecados y no obstante se ríe de los filiales temores y avisos de su familia. Las almas piadosas tienen también sus penas, a veces, más crueles que la muerte: tales son el temor continuo de pecar, una violenta inclinación al mal y la terrible angustia de creerse abandonados del Señor.

 

   ¿Quién puede consolarnos en semejantes aflicciones sino la que es llamada “Consoladora de los afligidos” , la Madre del Perpetuo Socorro?. ¡Oh María! — le dice San Germán, — ¿quién es tan solícita de nuestro bien cómo Vos? ¿Quién cómo Vos nos consuela en nuestras penas?” “Nadie — responde San Antonino, — porque no hay entre los Santos quien tanto se compadezca de nuestras miserias como esta piadosísima Señora. Basta exponerle nuestras tristezas para que al momento nos socorra y nos consuele”. María conoce por experiencia lo que es padecer; toda su vida estuvo sumergida en un océano de amargura, al pensar en la dolorosa Pasión de su amado Hijo. No te desconsueles, pues, alma afligida; acude a Ella; es tan buena, tan compasiva que no puede dejar de echar sobre ti una mirada de misericordiosa ternura; no permitirá que se pierdan eternamente esas almas por quienes la imploras; Ella te ayudará a ofrecer tus padecimientos al Señor con un corazón sumiso y resignado a los designios adorables de su Providencia; aún más: hará que los lleves con cierto consuelo y alegría, pensando que con ellos puedes merecer el cielo y que te hacen semejante a Ella, la Reina de los mártires, y a Jesús Crucificado, jefe y modelo de los predestinados.

EJEMPLO

   En cierta ocasión, airado un esposo contra su mujer, le dio en el pecho dos terribles cuchilladas; pero al ver la infeliz esposa brillar en el aire el arma homicida: "Virgen del Perpetuo Socorro — exclamó, — ayudadme”. El cruel marido vio que el cuchillo, en lugar de atravesar el pecho de su víctima, por dos veces se dobló cual blanda cera. En presencia de esta maravilla, arrojó el cuchillo y se reconcilió con su esposa.

Jaculatoria. — Jesús y María sean siempre el amor y la esperanza mía.

Obsequio. — Prometamos a María rendirle siempre un culto particular bajo el título de Madre del Perpetuo Socorro y propagar su devoción.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.



DIA NOVENO —26 de junio

Por la señal...

Acto de Contrición.

Oración para todos los días.

MEDITACIÓN

María, socorro en la hora de la

 muerte

   Si María socorre a sus devotos en todos los peligros, ¿cómo podría desampararlos en la hora de la muerte, momento del cual depende la eternidad? “Yo soy una madre fiel — dijo Ella a Santa Brígida, — y quiero estar, presente a la muerte de todos los que me han servido, quiero asistirlos, protegerlos y consolarlos”. Siendo María la más inocente de las criaturas, no debía sufrir la pena del pecado, es decir, la muerte. Más se sometió a ella voluntariamente por imitar a su Divino Hijo, que quiso satisfacer a la justicia de Dios por los pecados de los hombres con su Pasión y Muerte. Dios le premió este sacrificio poniendo bajo su protección especial a todos sus siervos que la invoquen en aquel momento. “Yo — dijo la Santísima Virgen a la Venerable Sor María de Jesús, — los defenderé contra el demonio, los asistiré y protegeré, los presentaré en fin al tribunal de la Misericordia infinita e intercederé por ellos”.

 

   ¡Cuán santa, dulce y dichosa ha de ser, pues, la muerte de los siervos de María! Protegidos por tan bondadosa Madre, llevan sus dolores con inalterable paciencia y los ofrecen a Dios, junto con el sacrificio de su vida, en expiación de sus pecados. Saben que apenas hayan expirado, Jesucristo vendrá a tomarles cuenta; mas no se turban por eso; se acuerdan que ahí estará María intercediendo por ellos, y ¿podrá entonces Jesús no darles sentencia favorable? Tampoco los espanta el Purgatorio. Los consuela el saber que María les ha de suavizar y acortar aquellas tremendas penas y que un día los sacará de ellas para tomarlos y llevarlos consigo al Paraíso.

EJEMPLO

   Una joven muy devota de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro estaba agonizando. Unos la creían ya muerta, cuando de repente abrió los ojos y miró una imagen de Nuestra Señora, que tenía sobre la cama. El rostro descolorido de la enferma se puso sonrosado, su mirada era radiante; por fin se sonrió, y haciendo esfuerzos para incorporarse, dijo con voz fuerte: “Voy, voy” y su alma, cual cándida paloma, voló a los tiernos brazos de María, que había venido a buscarla, para llevarla al cielo.

Jaculatoria. — Virgen María, Vos que sois en la vida el socorro perpetuo y la esperanza mía, sed mi amparo en la hora de la muerte.

Obsequio. — Llenos de confianza en la protección de María, invoquemos su patrocinio para los últimos momentos de nuestra vida.

—Se rezará la Oración, la Súplica final y el Himno a Nuestra Señora.

 

 


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