jueves, 12 de octubre de 2023

NOVENA A LA VIRGEN DEL ROSARIO.



 

Escrita por M. A. Imprenta de J. Villalpando 1884.

El excelentísimo. Sr. Dr. D. Tomás Barón y Morales, dignísimo Obispo de esta Diócesis, se dignó conceder cuarenta días de indulgencias por cada día que se rece de esta Novena. León, 1° de Setiembre de 1884.

COMENZAMOS: 28 de septiembre.

FINALIZAMOS: 6 de octubre.

FESTIVIDAD: 7 de octubre.

AL LECTOR

   Señor Gobernador de esta Sagrada Mitra: He leído con atención y detenimiento la Novena para implorar el auxilio de la siempre Virgen María Santa Madre de Dios, bajo el glorioso título de Reina del Sacratísimo Rosario, que V. S. se dignó sujetar a mi humilde censura, y no encontrando en ella cosa alguna contra el dogma ni las buenas costumbres, y antes al contrario, juzgándola muy oportuna para fomentar la piedad de los fieles, y avivar más y más en ellos la Santísima devoción al Rosario de María, tan recomendada últimamente por N. S. P. León XIII, juzgo que puede V. S. conceder la licencia que se solicita para imprimir dicha novena.

   Tal es mi humilde juicio, que en todo sujeto al más ilustrado y prudente de V. S. Dios guarde á V. S. muchos años. —León, Agosto 30 de 1884.

Francisco de Sales Ginori.

León, Setiembre 1° de 1884.

   Visto el anterior dictamen: concedemos nuestra licencia, para que se imprima la Novena á que se refiere, con calidad de que no se publique sin que previamente sea cotejado el impreso con el original por el mismo Señor Censor. Así el Sr. Gobernador de esta Sagrada Mitra lo decretó y firmó.

M. f. Dr. Zúñiga.

Jesús María Aguirre,

Srio.

NOVENA PARA IMPLORAR el AUXILIO DE LA VIRGEN MARÍA SANTA MADRE DE DIOS, bajo el glorioso título de MADRE DEL SACRATÍSIMO ROSARIO.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN.

   ¿A dónde hemos de ir perseguidos por vuestra justicia ¡oh amantísimo Redentor nuestro! sino a la sombra y amparo de vuestra misericordia? ¿A dónde iremos a ocultarnos de vuestro enojo ¡oh Dios Santo! cuando estáis presente en todas partes, y “en donde no estáis por vuestra gracia, estáis por vuestra venganza? ¿Quién nos librará del castigo que merecemos, sino esa preciosa Sangre que por nosotros habéis derramado? Después de tantos pecados como hemos cometido, no nos queda otro medio para conseguir nuestra justificación que acogernos a los méritos de vuestra pasión Sagrada. Estos méritos alegamos en favor nuestro: Vos nos los habéis dado. Nos acogemos a vuestra preciosa Sangre para que nos lave: imploramos vuestra misericordia para que nos perdone: nos pesa de haberos ofendido y de haberos negado tantas veces con nuestra conducta infiel. Dirigid a nosotros vuestro rostro y seremos salvos: convertíos a nosotros y nos convertiremos á Vos: enviadnos el raudal de vuestra misericordia antes que nos hiera el azote de vuestra indignación. No nos castiguéis ¡oh dulce Redentor nuestro! En vista de vuestras preciosas llagas y de la mediación de vuestra Santísima Madre, a quien invocamos para nuestro remedio. Perdonadnos ¡oh buen Jesús! y concedednos la gracia de vivir ya como cristianos, de confesar vuestra santa fe con la boca y con el corazón y de morir en el cumplimiento de vuestra santa ley. Amén.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.

   ¡Oh María Virgen incomparable y Santa Madre de Dios! En medio de la tempestad que nos agita de pasiones y de pecados y de castigos de Dios, en este mar de nuestra vida, ¿qué remedio podemos tener sino dirigirnos a Vos que sois la Estrella, la fulgentisíma Estrella que nos dirige al puerto de salvación y nos libra de un naufragio eterno? A Vos, pues, volvemos nuestros ojos llorosos para que os dignéis animarnos en nuestras fatigas: os invocamos a Vos para que vengáis a auxiliarnos: os llamamos para que nos tendáis una mano bienhechora. Venid ¡oh María! venid, no tardéis, y a vuestro imperio cesará la tempestad y experimentaremos el bienestar y la calma. Venid, consuelo de los afligidos, auxilios de los cristianos: no permitáis que nos trague el abismo: reprimid la fuerza de nuestros enemigos: acogednos bajo vuestro benéfico amparo. Venid, y suspended los castigos que merecemos. Sin vuestro socorro, sin duda vamos a perecer. Si no abogáis por nosotros, el azote de Dios nos alcanzará; la muerte no emprenderá su fuga, y no podremos recuperar la vida. ¡Oh María! Jamás se ha oído decir que hayáis desamparado a los que os invocan. Esta confianza nos hace llamaros con más y más instancia. Por esto es que venimos a practicar la devoción de vuestro Santísimo rosario que Vos misma revelasteis para nuestra salvación. Queremos por este medio librarnos de los males que nos aquejan. ¡Ojalá y que no se pase un solo día de nuestra vida sin que os invoquemos, mediante esta saludable devoción! ¡Ojalá y que sintamos en nuestro terreno estéril la lluvia de bendiciones que por el Rosario habéis ofrecido! Concedednos ¡oh María! el triunfo sobre nuestras pasiones, obedeciendo la ley del Señor: libradnos de la eterna venganza y abridnos la puerta del cielo. Amén.

DÍA PRIMERO —28 de septiembre.

   Hoy que vivimos en un siglo que olvidado de Dios, que es el dador de todos los bienes, solo se ocupa de elogiarse a sí mismo, sin tener presente que habiéndolo recibido todo, de nada puede gloriarse: hoy que el mundo descreído corre desenfrenado al abismo por una pendiente, de cuyo precipicio solo Dios puede librarlo; que infatuado con sus adelantos materiales, ha retrocedido al paganismo no buscando más que pan y placeres, y que constituido enemigo de Dios, ha llegado al grado de llamar escandalo al culto que se debe al mismo Dios: hoy que Satanás ha extendido su imperio por todas las naciones destruyendo la moral cristiana en el individuo, en la familia y en los pueblos propagando la incredulidad desprestigiando la virtud y fomentando el vicio, negando el orden sobrenatural y solo dando crédito a lo que se ve y a lo que se palpa: hoy que la serpiente insidiosa se ha enfurecido contra los vivientes, haciendo innumerables victimas con el halago de las pasiones, con la vanidad de la moda, con la soberbia de la vida: hoy que Dios se ve tan ofendido aun por los mismos cristianos que nos preciamos de profesar la fe católica y que, por lo mismo estamos  haciendo más pesado el brazo de la justicia divina; hoy como nunca se hace más imperiosa la necesidad que tenemos de levantar nuestra alma a Dios, de humillarnos profundamente ante su divino acatamiento, de hacer penitencia para que no nos castigue su mano ¿Más que practica de devoción podremos adoptar tan eficaz y poderosa que en circunstancias tan difíciles contenga el azote de Dios y obtenga de su bondad la misericordia y el perdón? ¿Cuál es esa devoción tan feliz con que podamos desagraviar a Dios y a su Santísima Madre por las blasfemias que se profieren, y que los católicos no podemos escuchar sin lanzar un grito de horror y de indignación?

   El santísimo rosario: he aquí la devoción invencible que siempre ha triunfado del error y de toda clase de enemigos que combaten a los cristianos. El rosario es una de las devociones más aceptas a Dios, más agradables a la Santísima Virgen, más provechosas para la cristiandad. Su práctica ha sido recomendada con encarecimiento por los Sumos Pontífices y últimamente por nuestro Santísimo Padre el Sr. León XIII, a fin de implorar el auxilio divino en las necesidades de la Santa Iglesia. Por el rosario, Dios ha bendecido a los pueblos, santificado a las almas y apartado el azote de su justicia vengadora. La devoción del rosario y su grande utilidad ha sido revelada por la misma Virgen Santísima a Santo Domingo de Guzmán en el Siglo XIII, y en 1858, en Lourdes, ha recomendado su práctica en las diez y ocho veces que se le apareció a Bernarda, pues en todas ellas se dejó ver con el rosario en la mano, recorriendo sus cuentas a cada Ave María que la pastorcita le rezaba.

   María, dice San Bernardo, es la Restauradora de los Siglos; y sin duda que lo será de este, si acudimos a tan excelsa Virgen, invocando su protección con el Santísimo rosario.

   Que el individuo, pues, que las familias y los pueblos se unan de concierto para implorar el amparo de María con la recitación del rosario. “Venid, naciones todas del mundo nos dice San Juan Damasceno, venid, todos los habitantes de la tierra, de toda edad, de toda lengua, de toda clase: abracemos todos el culto de la que hace la alegría de los desgraciados, sirviéndoles de apoyo en sus fragilidades, y de consuelo en sus desgracias”.

   Atendamos a esta invitación: abracemos la práctica del Santísimo rosario, y el azote de Dios no llegará a nosotros; Dios será bendito y María Santísima glorificada.

—Tres Ave Marías en la forma siguiente:

—Dios te Salve María Santísima, Hija de Dios Padre, Reina del sacratísimo Rosario. Ave María.

Dios te Salve María Santísima, Madre de Dios Hijo, Reina del Sacratísimo rosario. Ave María.

—Dios te Salve María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, Reina del Sacratísimo rosario. Ave María.

—Gloria al Padre …

ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO.

   “Santísima Madre de Dios Refugio de los miserables, consuelo de los afligidos, Reyna de la misericordia, poderosa Abogada de los pecadores, dignaos fijar vuestros Clementísimos ojos sobre un desventurado que pide gracia: escuchad los gemidos y los suspiros de la criatura más miserable que existe sobre la tierra: tended la mano a un pobre ciego que se ha precipitado en el profundo abismo de todos los males,” y enseñadme el camino que conduce a la vida. Haced que os ame ¡oh María! que yo os bendiga en todos los instantes de mi vida, y que en la hora de mi muerte experimente vuestra maternal protección como fruto especial de la práctica de vuestro Santísimo Rosario. Amén.

GOZOS

¡Oh Jardín de la hermosura,

De la gracia Relicario!

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

En el rosario sagrado

Nos diste, Virgen clemente,

Un antídoto excelente

Contra el error y el pecado.

Es humillación segura

Para el demonio incendiario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

Iris que vino del cielo

Anunciando la bonanza,

Inspiración de esperanza

Y tesoro de consuelo.

De toda humana criatura

Es feliz itinerario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

Es el rocío celestial

De gracias y de favores,

Que libra a los pecadores

De la sequía más fatal.

Es de nuestra alma dulzura,

De la oración es breviario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

Es la armonía deliciosa

Que despierta al pecador

Para que vuelva al Señor

De su vida licenciosa.

Lleno de celo y ternura

Es un misionero diario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

Es el huerto floreciente

Donde muestra su belleza

El lirio de la pureza

Y la flor del penitente.

Su aroma sube a la altura

Como de un rico incensario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

Es la lágrima ferviente,

El poderoso gemido

Que al Señor Dios ofendido

Lo calma y muestra indulgente.

Es para toda amargura

Dulce asilo hospitalario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

Es la llave del perdón

Que abre las puertas del cielo

Al pobre que con anhelo

Impetra su salvación

Premio de eterna ventura

En el celeste santuario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

Para contar tanto bien

Del rosario de consuelo,

Faltan estrellas al cielo,

Faltan flores al Edén.

De riquezas tu finura

Nos ha donado un erario.

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

 

¡Oh Jardín de la hermosura,

De la gracia Relicario!

Seas bendita, Virgen pura,

Reina excelsa del Rosario.

ORACIÓN FINAL

   ¡Oh María! Cuando veo que vuestra ardiente caridad me ha ofrecido el rosario como remedio eficaz para todos mis males, recuerdo que habéis sido comparada a un hermoso Olivo plantado en medio de los campos; y en verdad que vuestras finezas corresponden perfectamente a tan noble comparación. “Sois el hermoso olivo símbolo de la paz, porque ofrecéis la paz y el reposo a todo aquel que viniere a sentarse a vuestra sombra. Vos sois, además, el olivo plantado en medio de los campos, y no encerrado en los muros de un jardín, para manifestar que cada cual puede, sea justo o pecador, aproximarse a Vos con toda libertad, sin temor de que nadie se lo impida ni lo rechace”. Yo, pues, abrumado de inquietudes y de penas, a la sombra de este bello olivo he resuelto buscar un abrigo: bajo la frescura de este árbol frondoso he resuelto buscar un refugio. Aquí me proveeréis Vos del aceite de la caridad que me falta; calmareis la agitación en que se encuentra mi alma, y me daréis la tranquilidad de los hijos de Dios. Aquí me pondré a salvo del ardor de mis pasiones, y por vuestro medio recuperaré la gracia y la amistad que me una con mi Dios. Aquí, por fin, me libraré de la venganza divina y obtendré la garantía de mi eterna salvación. ¡Que más puedo desear a la sombra de vuestro seguro amparo! Recibidme, pues Augusta Reina, acogedme Madre mía Nada de tibiezas nada de discordia entre nosotros: Vos seréis mi Señora y yo vuestro siervo; Vos seréis mi Reina y yo vuestro súbdito; Vos seréis mi buena Madre y yo vuestro hijo respetuoso. No daré sin Vos un solo paso; no abriré la boca si no me lo mandáis, no formaré un solo pensamiento que no sea para Vos.” Con el rosario en la mano os alabaré; con el Ave María en la boca os bendeciré; con la meditación de vuestras glorias os pediré misericordia. Miradme como cosa vuestra. Estoy desnudo y de Vos espero un vestido que me dé a conocer que soy vuestro hijo: estoy hambriento y de Vos espero el pan que me sustente; estoy enfermo y Vos seréis mi salud. Acordadme vuestra gracia, vuestro socorro, vuestros favores. Admitidme a vuestra confianza, participadme vuestras maternales solicitudes y conducidme a la gloria de vuestro Santísimo Hijo. Amén.

NOTA. —Los fragmentos de oraciones que están entre comillas, se tomaron de la obrita titulada: María, Estrella del Mar.

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


DÍA SEGUNDO —29 de septiembre.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   La palabra rosario significa una guirnalda o corona con la cual se coronan las vírgenes y se adornan las esposas. Y por cierta semejanza se llama rosario la forma de orar por cuentas y de saludar a María cierto número de veces, como si en cada cuenta tomáramos una rosa espiritual para tejer la corona con que adornar las Cándidas sienes de la Virgen bendita y augusta esposa de Dios Espíritu Santo.

   El rosario también se llama salterio Mariano, por constar de ciento cincuenta Ave María, que corresponden a los ciento cincuenta Salmos de que compone el salterio de David.

   El origen del rosario se remonta hasta los Apóstoles según grandes autores, y fué el primer breviario de que se valió la primitiva Iglesia para orar.

   Pero el orden admirable en que hoy se reza el rosario meditando en el más augusto misterio de nuestra santa religión, se debe al esclarecido Patriarca Santo Domingo de Guzmán a quien la Madre de Dios reveló la utilidad de tan saludable devoción.

   Italia y Francia estaban plegadas de herejes que se oponían a las creencias católicas, causando a la Iglesia innumerables males. Los pecados y las blasfemias se habían multiplicado a tal grado que la venganza divina hubiera estallado, si María no hubiera interpuesto sus ruegos por los culpados.

   Estando Santo Domingo en oración delante del Santísimo Sacramento en la Basílica de San Pedro, “vio a Jesucristo Nuestro Señor en el aire, sentado en un trono real, con extraña representación de majestad y grandeza. Tenía tres lanzas en la mano para asolar con ellas al mundo; y no pudiendo nadie resistir a su justo enojo, vio que la Reina de los Ángeles, Nuestra Señora, se arrojó a sus pies, suplicándole tuviera misericordia de los que había redimido con su sangre, y le ofreció dos hombres que fueron el mismo Santo Domingo y S. Francisco; y mostrando la piadosa Madre a su dulcísimo Hijo estos dos Santos, le decía: que por la predicación de ellos y de sus hijos, el mundo se reformaría, y los pecadores harían penitencia de sus pecados.” Jesucristo acepto la oferta de su Santísima Madre, y Domingo y Francisco se conocieron desde aquel día, y entablaron una amistad caritativa y edificante comenzando a trabajar por la causa de Dios. Mas no satisfecha la piedad de María con tan insigne protección en bien de los pecadores, manifestó a Santo Domingo en otra ocasión, “que habiendo sido en cierto modo la salutación angélica el principio de la redención del género humano, convenía que esta misma salutación fuera el principio de la conversión de los herejes y de la victoria sobre los infieles: que, por tanto, predicando el rosario, vería maravillosos resultados de sus trabajos, y una continua victoria sobre la herejía”. (Anuario de María)

   Santo Domingo se dedicó desde entonces a predicar el mérito y las ventajas del santísimo rosario, consiguió la práctica de tan sublime devoción, y por este medio con indecible gozo y bien de la Iglesia, convirtió más de cíen mil herejes y redujo a penitencia a un inmenso número de pecadores.

   Y los males que entonces se remediaron ¿no quedaran hoy remediados con la misma practica del rosario?

   Abramos nuestro corazón a la fe y a la piedad: abracemos el ejercito del Santo rosario que no ha perdido su virtud salvadora por más que digan los pretendidos, sabios de nuestro siglo. Sea el rosario nuestra alma poderosa con la cual triunfemos de nuestros enemigos. Sea el rosario la oración eficaz, que desarme el brazo de la divina justicia. Sea el rosario, por último, la felicidad de nuestras familias, la paz de nuestra Patria, el bienestar de todos, y el conducto por donde Dios nos comunique su misericordia.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO.

   Vos nos atraéis ¡oh María! con la suavidad de vuestras virtudes, así como la flor con la suavidad de su aroma. Vuestra ardiente caridad nos anima para venir a Vos no obstante que somos tan pecadores, porque sois la tierna Madre de los desgraciados: vuestra compasión nos alienta a mover los labios en vuestra presencia para pediros mercedes, porque á nadie despedís sin consuelo: vuestra misericordia nos llena de esperanza, porque en Vos halla salud el enfermo y conversión el pecador: vuestra hermosura, en fin, nos arrebata y nos deja suspensos de admiración por vuestra gracia y grandeza. Concedednos, ¡oh María! lo que por nuestra miseria no atinamos a pediros. Amén.

—Gozos y oración final.

DÍA TERCERO —30 de septiembre.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   La eficacia y el mérito del rosario consiste en la excelencia de las oraciones de que se compone, y en que la oración vocal va acompañada de la meditación; de manera que en el rosario se honra a Dios y a su Santísima Madre, interior y exteriormente, con los sentidos y con las potencias, con el cuerpo y con el alma.

   El mérito y la virtud de la oración del Padre nuestro, desde luego se comprende con solo recordar que Jesucristo fué su autor. Salida de los labios purísimos del divino Verbo humanado que conoce perfectamente lo que el hombre debe a Dios y lo que el mismo hombre necesita para su salvación, nada deja que desear en las peticiones que contiene. En ella se confiesa la presencia de Dios, no solamente en el cielo en donde se manifiesta a sus escogidos, sino en todas las partes del universo, lo cual es un consuelo para el afligido, y un freno para el descarriado. En ella se pide que Dios sea reverenciado y alabado, cuya petición es muy necesaria en estos tiempos en que se ha hecho como de moda la horrible blasfemia que ofende gravísimamente a Dios, a su Santísima Madre y a los Santos que reinan con Dios en el cielo, y en que se debe bendecir y alabar a Dios con tanta mayor gratitud, cuanto mayores son los beneficios que nos imparte diariamente. Se pide que el reinado de Dios se establezca en nosotros por la gracia, para oponernos al reinado de Satanás, que se ha extendido por todas partes, a fin de que podamos lograr el eterno reinado de la gloria. Se pide la sujeción de nuestra voluntad a la voluntad divina y a sus divinos preceptos, por medio de una obediencia pronta y entera como la de los Ángeles. Se pide el sustento necesario no solo para el cuerpo sino principalmente para el alma: el perdón de nuestros pecados, y que nos libre Dios de entrar en la tentación, no de sentir la tentación, que esto lo permite Dios para nuestro ejercicio y mayor corona, sino de consentirla que es lo que constituye el pecado y lo que significa caer en la tentación. Pedimos, por último, que nos libre Dios de todo mal, y todas estas peticiones hechas bajo las palabras Padrenuestro, lo que nos hace orar con el afecto y confianza con que un hijo puede dirigirse a su padre.

   La oración dominical es la reina de las oraciones, su perfecto modelo, y la única en el cristianismo que no puede ser reemplazada por ninguna otra; porque en ella se piden todos los bienes y que nos libre Dios de todos los males. Pues esta oración tan santa y tan sublime, tan pequeña y tan eficaz es la que preside en el rosario en todos y cada uno de sus misterios. He aquí uno de los motivos que acreditan el mérito, la virtud, la eficacia y lo agradable que es a Dios la práctica del santísimo rosario.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO.

   ¡Oh María! La desnudez en que me han dejado mis enemigos está patente a vuestros ojos: he perdido todo el caudal con que Dios me enriqueció; y sumergido en el seno de la más vergonzosa degradación, he venido a ser el juguete de mis pasiones desenfrenadas. Pero Vos sois muy rica y por eso vengo a Vos. “Revestidme del amor de Jesucristo y del vuestro: es todo lo que os pido ¡Y qué cambio os prometo! Me iré por todas partes manifestando mi hermoso traje, de suerte que tantos otros tan miserables como yo, al verme vestido tan ricamente, querrán obtener la misma felicidad y se apresurarán a ser admitidos a vuestro lado, para aumentar así el número de vuestros servidores.” Cubridme también con la armadura de vuestro santísimo rosario, y de esta manera, con vuestro auxilio, saldré siempre vencedor de todos mis enemigos. Amén.

—Gozos y oración final.

DÍA CUARTO —1º DE OCTUBRE.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   El Ave María se compone de la salutación angélica, de las palabras que Santa Isabel dirigió a María Santísima en su Visitación, y de otras palabras que después añadió la Santa Iglesia.

   En cuanto a la salutación angélica y palabras de Santa Isabel de que se compone el primer coro del Ave María, ninguna oración, después del Padre nuestro y puede encontrarse ni más bella, ni más grata para María, ni mas útil y provechosa para nosotros.

   Deseando Santa Matilde bendecir a María con la salutación más digna y excelente que la inteligencia humana pudiera inventar, la Santísima Señora se le apareció en medio de un puro resplandor y de coros de ángeles, trayendo en su pecho escrita con letras de oro la salutación angélica y le dijo: “Nunca pudo llegar el hombre a inventar semejante salutación, ni me puedes saludar con otra que mas me agrade que esta; porque con ella me saludó la Santísima Trinidad … quien me hizo tan agradable á sí, que todos los que buscaren por mí la gracia la hallarán.” (Fiesta del Rosario Flos Sanctorum)

   ¿Y cómo no se ha de gozar María cuando con el ángel y con Isabel la saludamos llena de gracia, siempre unida a Dios desde el primer instante de su ser, siempre adherida a Dios en todas las respiraciones de su vida, y cuando la proclamamos bendita entre las mujeres, bendiciendo igualmente el fruto de su vientre Jesús? Cuando saludamos, por tanto, a Nuestra Reina y Señora con el Ave María, la felicitamos con las mismas palabras, con que Dios la felicitó; la bendecimos con los mismos encomios con qué el Espíritu Santo la bendijo por ministerio del ángel y por boca de Isabel, y le consagramos nuestras alabanzas en consorcio con la mujer inspirada, con el nuncio celestial y con el mismo Dios autor de tan feliz salutación. En ella se confiesa todo lo que es María: se publica toda su gloria, se canta toda su grandeza, se agota toda su alabanza. Compendio de los primores que Dios obró en María, con la salutación angélica se dice todo lo que hay que decir de María sin que se le pueda agregar ni quitar nada, como que es el panegírico que de la Virgen augusta hizo la Sabiduría infinita.

   ¡Qué júbilo celestial experimenta nuestra alma cuando decimos, Dios te salve María, llena eres de gracia! ¡Qué esperanza tan dulce nos anima cuando añadimos, el Señor es contigo! ¡Qué satisfacción y alegría sentimos cuando honramos a nuestra Madre con estas palabras, bendita tú entre las mujeres! ¡Y qué felicidad, por último, cuando concluimos diciendo, y bendito el fruto de tu vientre Jesús! Con esta salutación se ahuyentan los pesares, se mitigan los trabajos, se consuelan las aflicciones, se olvidan las penas y se concibe una esperanza consoladora en la protección de nuestra buena Madre y poderosa Abogada.

   He aquí una parte del Ave María, de la oración sublime con que por ciento cincuenta veces saludamos a la Virgen bendita en el rosario entero.

   Bástenos, por ahora, esto solo para que nos formemos una idea de las riquezas que contiene el santísimo rosario.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO.

   “Vos sois ¡oh María! esa Montaña de la casa del Señor, predicha por el profeta, preparada desde el origen de los siglos, elevada en la plenitud de los tiempos sobre la cima de los mas altos montes, y a donde todas las naciones deben acudir … Vos sois esa Ciudad fortificada de que habla Jeremías, a donde todos los desvalidos deben ocurrir y permanecer tranquilos, porque les basta aproximarse a Vos, para ser socorridos.” En esta confianza corremos a Vos, seguros de que aliviareis nuestras miserias porque tenéis un corazón muy compasivo. Oíd nuestras súplicas, y despachadlas favorablemente. Amén.

—Gozos y oración final.

DÍA QUINTO —2 de octubre.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   Nestorio, Patriarca de Constantinopla, abusando del poder que le daba su dignidad y su carácter, tuvo la desgracia de enseñar a los fieles que María no era Madre de Dios. Esta herejía que los fieles escucharon con horror, consistía según él se expresaba, en que el Verbo no se había hecho hombre; que se había unido, pero que no había nacido de la Virgen María, por lo que distinguía el Hijo de Dios que era el Verbo, del Hijo de la Virgen, la que según él no era Madre de Dios, sino Madre del hombre y de Cristo. (Diccionario Canónico—palabra “Efeso.”)

   Como se ve, la horrible blasfemia de Nestorio fué del todo contraría a la fe católica, consignada en nuestro manual catecismo en estos términos: Y aunque decimos que en Cristo hay dos naturalezas, no por eso hemos de decir que hay dos personas, sino solo una persona que es la divina; persona humana no hay en Cristo, y asi el milagro de este misterio estuvo en unirse en un supuesto dos naturalezas sin que resultase persona criada.” María, por tanto, es Madre de Cristo Dios y hombre verdadero, es decir Madre de Dios.

   El gran S. Cirilo Patriarca de Alejandría se opuso fuertemente a la herejía de Nestorio, manifestando la fe católica que había nacido con la Iglesia; mas como Nestorio insistió en negar a la Virgen gloriosa su maternidad divina, el Papa S. Celestino, impuesto de todo, mandó que en la Ciudad de Efeso se reuniera un Concilio general que declarara la doctrina de la Iglesia en este punto. Al efecto envió el palio á S. Cirilo para que en su nombre presidiera tan venerable Asamblea. El Concilio se celebró en una Iglesia dedicada a la Madre de Dios en donde se reunieron doscientos Obispos católicos. En su apertura, S. Cirilo pronunció un discurso de tantas bendiciones para María, que mereció insertarse en las actas del mismo Concilio.

   Los fieles, heridos profundamente por el ultraje cometido contra la Madre de Jesús, se agruparon al rededor del templo, y llenaron las calles y las plazas, ansiosos por saber la decisión del Concilio, y seguros de que esta decisión era la declaración del Espíritu Santo.

   María fué declarada verdadera Madre de Dios, por el Santo Concilio, conservándole asi este título venerado y autorizado por la creencia universal. Los errores de Nestorio fueron condenados por doce formidables anatemas de S. Cirilo, y Nestorio mismo excomulgado y degradado vergonzosamente en la misma Asamblea.

   Los fieles, por fin supieron la esperada y solemne decisión, la cual recibieron con trasportes de un júbilo verdaderamente indescriptible.

   Al salir los Padres del Templo, fueron colmados de bendiciones y conducidos en triunfo hasta sus posadas, derramándose flores y perfumes por donde pasaban. Por todas partes se bendecía a Dios y a la Santa Madre de Dios, y toda la Ciudad iluminada prorrumpió en aclamaciones de la más pura alegría.

   El desventurado Nestorio fué desterrado por el Emperador Teodosio el joven a un lugar de la Tebaida, en donde murió miserablemente, después de carcomida su lengua sacrílega por los gusanos.

   Desde este tiempo que fué el año de 431, la Santa Iglesia agregó a la salutación angélica la oración que dice, Santa María Madre de Dios etc. que es, digámoslo así, como el segundo coro del Ave María.

   Los fieles oyendo la predicación y las alabanzas de la Madre de Dios, repetían frecuentemente estas palabras, Santa María, Madre de Dios, y hasta los niños balbucientes honraban a su tierna Madre con el glorioso título de Madre de Dios. ¡Qué triunfo tan espléndido obtenido por la Madre de Dios! ¡Qué humillación para los enemigos de María!

   Más la serpiente vencida continúa todavía haciendo la guerra a la Mujer vencedora; y hoy, como en el siglo V se levantan blasfemos que niegan a María su más glorioso título de Madre de Dios; pero a pesar de ellos, María es Madre de Dios; y nosotros esperamos morir primero en defensa de este artículo de nuestra fe, antes que ceder en lo más mínimo con menoscabo de la gloria de María.

   Alabemos, por tanto, en el rosario a la M adre de Dios: publiquemos en el rosario las glorias de la Madre de Dios, y experimentaremos sin duda su protección y amparo.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO.

   Vos sois ¡oh María! la Madre de la divina gracia. Vos siempre estuvisteis llena de ella, y sin embargo habéis encontrado otra gracia que no fué concedida jamás a los ángeles ni a los hombres, pues que fuisteis destinada para ser madre siempre Virgen del Verbo del Padre. “Tal es la gracia de que fuisteis prevenida y poseída aun antes de la creación de la luz. Esta fué vuestra gracia propia, incomunicable a toda otra criatura Bendita seáis, Virgen augusta, por todos los siglos de que habéis sido la Reparadora. Bendita seáis ¡oh! Vos llena de gracia … Bendita seáis entre todas las mujeres, por haber sido sola entre todas ellas preservada de la común maldición y destinada a reparar la falta de otra mujer madre de la muerte, como Vos lo sois de la vida.” Admitidme, por tanto, a la participación de esta gracia: comunicadme la respiración de esta vida, y muera yo para siempre a la desgracia de mis apetitos sensuales y del pecado. Amén.

—Gozos y oración final.

DÍA SEXTO —3 de octubre.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   La serenísima Virgen María, deseosa de nuestra felicidad y de comunicarnos sus bendiciones, nos hace la más tierna invitación, llamándonos a su presencia con estas palabras: Pasad a mí todos los que me deseáis y os llenareis de mis generaciones (Ecco. 24 - 26). “Pasad a mí y os daré mi misericordia … yo guardo a los casados en el matrimonio: a las viudas en su estado; a las vírgenes en su pureza; para todos estos impetro la gracia y prometo la gloría. — Pasad a mí: libremente debe venir el pobre a la rica para que se enriquezca: el manchado a la fuente para que se purifique: el débil a la fuerte para que se fortalezca: el muerto a la vida para que resucite: el ciego a la luz para que vea: el enfermo a la medicina para que sane Venid a mí, y os llenaré de mis generaciones, esto es, de las virtudes que engendro en vosotros.” (Jacobo de Vorágine)

   Vengamos, pues, a María, mediante la recitación del rosario. Por medio del rosario veremos que el espíritu de María es más dulce que la miel: experimentaremos la lluvia de sus bendiciones, cuando nos dirija sus miradas maternales y regeneradoras: sentiremos una consolación indecible con la visitación de su clemencia; y aprenderemos de su bondad el retraimiento de las vanidades del siglo, el respeto a la presencia de Dios y a su santa ley, la castidad y la pureza y las demás virtudes que necesitamos para salvarnos. ¿Y cómo no hemos de conseguir estos bienes, si recurrimos a María por medio del rosario? ¿No es el rosario el arma poderosa de que los cristianos siempre se han valido con inmensas ventajas en sus más apuradas situaciones? ¿No es el rosario el que ha dado el triunfo en muchas ocasiones, con admiración del mundo entero, a las armas de los fieles contra los enemigos del cristianismo? Sí: por el rosario se han conseguido insignes victorias en la santa Iglesia que han humillado con afrenta a los enemigos del Crucificado; y una de estas victorias, la de Lepanto, conseguida el primer Domingo de Octubre de 1571, fué la que movió a S. Pío V. a expresar su gratitud a María, a quien encomendó el buen éxito de la batalla, consagrando a su culto y veneración el mismo día en que hizo a los cristianos tan señalada merced: y el Sr. Gregorio XIII, convencido de que por la devoción del rosario se obtuvo este beneficio, mandó que en toda la Iglesia se celebrara la fiesta de Nuestra Señora del Rosario en la Dominica antedicha.

   ¿Y quién puede contar los bienes que se han obtenido por el rosario? Herejes y pecadores convertidos, tentaciones vencidas, malas ocasiones evitadas, discordias apagadas, matrimonios compuestos, todo esto y mucho más se ha obtenido por la devoción del rosario. Y es que María, por medio del rosario ha hecho ver constantemente que es la mujer fuerte que aplastó la cabeza al enemigo de nuestra eterna salud, y que tiene la misma virtud para continuar triunfando de las huestes de Satanás.

   Recurramos, pues, a María, atentos a su llamamiento, y admirando su gracia y sus virtudes, obtendremos por su medio la gracia y con ésta imitaremos sus virtudes. Honrémosla con el rosario diariamente con afectuosa reverencia, con filial confianza; que nada nos impida tan laudable devoción, ya que nuestros enemigos no cesan de perseguirnos por todas partes. Que sea el rosario una de las fervientes plegarias que elevemos a Dios, para contener su justicia; y no dudemos que, al resonar el canto melodioso de la salutación angélica, Dios se aplacará, retirará su azote, y nuestros enemigos quedarán vencidos.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA SEXTO.

   ¡Oh María! “¡Cuán hermosos y agradables son vuestros tabernáculos! Todo respira en ellos magnificencia y grandeza; todo es en ellos calma, tranquilidad y reposo: allí la concupiscencia pierde sus aguijones, la carne vencida permanece sujeta al espíritu; allí, las pasiones no tienen impetuosidad; allí, para decirlo de una vez, no tiene acceso el pecado...... ¡Cuán bellos son, pues, vuestros tabernáculos ¡oh Virgen augusta! y cuán apacibles! En ellos quiero yo habitar hasta mi último suspiro; en ellos descansaré en el seno de la paz.” Vos me haréis participante, siquiera de las migajas de vuestra mesa: Vos reanimareis mis fuerzas perdidas y me alegrareis con el aroma de vuestros vestidos: Vos me permitiréis estar a vuestro lado y contemplar vuestra gracia y hermosura. Concedédmelo, ¡oh María! y bendecidme.

—Gozos y oración final.

DÍA SEPTIMO —4 de octubre.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   La devoción del santísimo rosario da gloría a Dios, honor a María, gozo a los ángeles y bienaventurados y utilidad a los fieles. El fin principal del rosario es glorificar a Dios, implorar su misericordia, convertirse a su majestad y obedecer su santa ley. ¿Ya no es de gran gloria para Dios el que, por medio del rosario que nos donó su misericordia, cesen los vicios, se destruyan las pasiones, se desvanezcan las tinieblas del error y de la ignorancia, y se levante la virtud triunfante en medio de los enemigos de nuestra salvación? ¡Cuánta gloría se da a Dios con el rosario! ¡Qué honor para la Madre de Dios, el que por su intercesión consiga el hombre sustraerse al dominio de Satanás para someterse al reinado de Jesucristo! ¡Qué honor para María, el que, por su medio, el pecador desprecie las vanidades y glorias mundanas, dome sus pasiones y no tenga ya más aspiración que Dios, la Madre de Dios, su eterna salud!

   La corte celestial rinde a Jesucristo y a María, eternas bendiciones y alabanzas por tan inefables misterios que se encierran en el rosario. De aquí es que, cuando rezamos el Rosario, los ángeles y santos están con grande atención y reverencia, prosternándose al escuchar el santísimo nombre de Jesús, inclinando la cabeza al resonar el dulcísimo nombre de María, preparándonos una corona de inmortalidad y rogando por nosotros que nos ocupamos como ellos en bendecir a Dios y a su Santísima Madre. ¡Qué dulce esperanza debe animarnos, sabiendo que cuando rezamos el rosario, se interesan por nuestro bien, no solamente los santos y los ángeles, sino la soberana Virgen María y nuestro principal Abogado Jesucristo nuestro bien! Ciertamente que en cada rosario que recemos con devoción debemos confiar en que se nos concederá una gracia especial.

   Según fué revelado a Santa Brígida, nuestro Señor Jesucristo prometió a su Santísima Madre, que a todo el que invocare su nombre con propósito de la enmienda, se le concederían tres gracias: contrición de sus pecados, satisfacción de ellos y fortaleza para aprovechar en la perfección.

   Mas para invocar el nombre de María y esperar su protección, y más todavía, para perseverar en el propósito de la enmienda, es grandemente eficaz la devota práctica del santísimo rosario. En él hablamos con María cuyo nombre es inmenso; invocamos a María, cuya misericordia no puede faltar a los que la llaman; acudimos a la Madre de Dios a quien el Señor ha comunicado todo el poder necesario y toda la bondad maternal para salvarnos. En medio de los males que nos aquejan y que demandan pronto remedio, el rosario es la devoción en que podemos pedir el auxilio a María con la instancia y repetición con que piden socorro los que están con extrema necesidad. En el rosario se aumentará en nosotros más y más la filial confianza que debemos tener en nuestra Madre consoladora: por medio de esta práctica nos alcanzará nuestra Reina y Señora la saludable enmienda de nuestra vida y un propósito inquebrantable de no ofender más a Dios: por el rosario, en fin, daremos gloria a Dios, honor a María, gozo a los bienaventurados y una deliciosa paz a nuestras conciencias.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA SETIMO.

   ¡Oh Madre del amor hermoso y de la Santa esperanza! “Os diré hoy como S. Anselmo decía en otra vez a vuestro Hijo: ¡Oh, Vos queme dais el valor para pedir, dadme lo que os pido; Vos que me inspiráis el deseo de buscar, haced que encuentre lo que busco: Vos que me concedéis la fuerza para llamar, abrid a este pobre que llama!” Es verdad que he sido muy cruel con vuestro Santísimo Hijo y que mis pecados son innumerables y de una malicia enorme; pero acordaos que Vos habéis sido colmada de sentimientos compasivos y misericordiosos precisamente para los desventurados como yo: acordaos que la disposición de vuestro Santísimo Hijo, es que yo me salve por vuestro medio: pues que el deseo de un Dios y mi desgracia os hagan una dulce violencia para dar la mano a un pobre hijo privado de todo consuelo. La enormidad de mi malicia no puede superar a vuestra clemencia, ni el número de mis pecados puede vencer a vuestra misericordia. Ea, pues, tened compasión de mí.

—Gozos y oración final.

DÍA OCTAVO —5 de octubre.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   Cuando S. Ramón Nonato era jovencito y guardaba como pastor las ovejas de su casa, se retiraba con frecuencia a una ermita de S. Nicolás en donde había una imagen de María con su divino Niño en los brazos, a quienes el santo joven coronaba con flores que recogía del campo. La graciosa Virgen aceptó con tanto agrado este cariño de su siervo, que le correspondió con los admirables favores que se leen en su vida. Pero la bendita Virgen no se complacía tanto con la guirnalda material que le ofrecía el pastorcito, como con la espiritual con que la coronaba recitando en su presencia con encendida devoción el santo rosario.

   María puede decir con el Eclesiástico. Mis flores son frutos de honor y de honestidad. “Las flores de la siempre Virgen María, dice el Cardenal Hugo, son sus virtudes, la violeta de su humildad, la rosa de su caridad, el lirio de su virginidad; y estas flores son frutos de honor y de honestidad, para los que las imitan, porque con estas virtudes se perfeccionan,” como sucedió con S. Ramón Nonato y con todos los Santos que han honrado a María.

   Si nos fuese dado coronar la casta frente de María no solo con las piedras más preciosas engastadas en el oro más puro, sino con el iris que aparece en el cielo después de que la lluvia ha regado los campos, o con las estrellas más lucientes que admiramos en el firmamento, nos parecería que esta corona era muy digna de su grandeza; pero hay otra corona con que la bendita Virgen se complace y se alegra mucho más que con todas las riquezas del cielo y de la tierra. Esta prodigiosa corona es el rosario.

   María es comparada en la Santa Escritura á la Rosa de Jericó, que, según S. Alberto Magno, se compone de ciento cincuenta hojas, número de salutaciones de que se compone el rosario. Estas admirables salutaciones son las flores que María desea: a estas flores podría aplicarse lo que dice en los Cantares, coronadme con flores porque desfallezco de amor: y con estas flores quiere que le tejamos la guirnalda o el rosario con que hemos de adornar sus sienes.

   Si por dicha nuestra, cuando rezamos el rosario, viéramos que nuestra Reina y Señora recogía de nuestra boca, azucenas de cada Padre nuestro y rosas de cada Ave María, y que con tales rosas y azucenas tejiera una guirnalda para ceñir con ella su frente virginal, ¿no nos llenaríamos de júbilo inefable al presenciar tan grato acontecimiento? ¿Y qué seria si viéramos que María, en vez de coronarse con esta guirnalda, nos coronara a nosotros mismos? Pues una y otra cosa vio que sucedía un siervo de María en la recitación del rosario, según lo enseña piadosamente el P. Rivadeneira, (Flos Sanctorum) tratando de la fiesta del Rosario.

   Bendigamos, pues, a la Madre de Dios con la práctica devotísima del rosario: coronémosla de honor y de gloria: alabemos su pureza, su gracia y su hermosura: confesemos su perpetua virginidad, su maternidad divina, todas sus excelencias; y esto para confusión de la herejía que niega con descaro a la excelsa Virgen tan gloriosas preeminencias. Bendigamos a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo Dios y hombre verdadero; bendigámosla cuántas veces lo pide la salutación angélica en el rosario, y esto para desagraviar a Dios por las blasfemias con que se ultraja a su Madre bendita.

   Ofrezcamos a María la guirnalda del rosario compuesta de las azucenas y rosas del Padre nuestro y Ave María, que, aunque las pronunciamos con labios indignos, no por eso dejan de ser flores bellísimas, por ser de origen divino. Estemos seguros, muy seguros de que María nos oirá en nuestras necesidades. No hay motivo el más leve para dudar de sus piedades. Es muy buena, sobreabundantemente buena; muy rica, muy poderosa, sobreabundantemente rica y poderosa; y su mayor delicia es que la invoquemos, porque desea cumplir con el destino de Abogada para que Dios la crio; porque anhela prodigarnos sus cuidados maternales; porque, en fin, quiere participarnos de su grande felicidad.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO.

   ¡Oh María! “A Vos, en calidad de Reina del cielo, conviene perfectamente una corona de estrellas, compuesta no de los astros que brillan en el firmamento, sino de ángeles, de serafines, de las almas más santas y virginales que brillando en la Jerusalén celestial con diferentes grados de gloria, hacen vuestra diadema más rica y más hermosa. — Pero a Vos también en calidad de Reina de la misericordia, conviene, todavía mejor, aquella corona de vestías feroces y de monstruos de que habla el Sagrado Cántico, es decir, de pecadores y de impíos convertidos. Salvados por Vos, forman alrededor de vuestra cabeza la más rica diadema, la más resplandeciente corona, aumentando así el esplendor de vuestra gloria.” ¡Oh buena Madre! salvadme, triunfad de mis enemigos, de mí mismo, de mis propias pasiones, y llevadme en triunfo, si no como un adorno de vuestra corona, al menos como un trofeo de vuestras misericordias.

—Gozos y oración final.

DÍA ÚLTIMO —6 de octubre.

Por la Señal...

Acto de contrición y oración para todos los días.

   El insigne Doctor y Padre de la Iglesia S. Alfonso María del Ligorio, en su preciosa obra titulada, Glorias de María, para estimularnos más y más a la práctica del santísimo rosario, hace mérito del tesoro de indulgencias que los Sumos Pontífices le han concedido.

   Este glorioso santo dice: que al que reza la tercera parte del rosario, se le conceden setenta mil años de indulgencia, y al que lo reza entero, ochenta mil; y más al que lo reza en la Capilla del Rosario. Dice también, que el que rece a lo menos la tercera parte del rosario, con rosarios bendecidos por los Padres Dominicos, gana todas las indulgencias concedidas a las coronas de Santa Brígida, que son cien días de indulgencia porcada Ave María y Padre nuestro; que, a más de esto, el que rece el rosario gana indulgencia plenaria en todas las fiestas principales de María y de la santa Iglesia, y también de los santos Dominicanos visitando sus Iglesias después de la confesión y comunión; pero advierte el Santo que para ganar estas indulgencias, se necesita estar inscritos en la Cofradía del Rosario, y que el que se inscribe en dicha Cofradía, confesando y comulgando el día que lo hiciere, gana indulgencia plenaria, y cien años si lleva el rosario. Advierte además, que para ganar las indulgencias del rosario, se necesita meditar en los misterios que contiene, que como todos saben, son los gozosos, los dolorosos y los gloriosos; pero que si alguno no los supiere, bastará que contemple en algún paso de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

   Encarga el Santo, por último, que el rosario se rece con devoción; porque más agrada a la Santísima Virgen una decena rezada con devota atención, que las quince decenas del rosario rezadas con distracciones y apresuramiento; y que es más provechoso rezar el rosario en compañía de otros que solo.

   A más de las indulgencias concedidas a los cofrades del rosario por varios Sumos Pontífices, y ampliadas por Ntro. Smo. Padre el Sr. Pió IX, el Sr. Benedicto XIII concedió benignamente a todos los fieles cristianos de uno y otro sexo que devotamente y arrepentidos de sus pecados rezaren el rosario, o por lo menos su tercera parte, por cada Padre nuestro y por cada Ave María, indulgencia de cien días: y a los que rezan diariamente el mismo rosario ó por lo menos su tercera parte por todo un año, indulgencia plenaria una vez en el año, con tal que verdaderamente arrepentidos reciban los Sacramentos de la penitencia y Sagrada Eucaristía, declarando que los fieles tengan la corona o el rosario bendito por los Padres Dominicos, y que lo recen recordando devotamente los misterios de nuestra reparación, aunque para ganar dichas indulgencias bastará para los idiotas o incapaces de meditar solamente la recitación del rosario. El mismo Smo. Padre Sr. Pio IX concedió diez años y otras tantas cuarentenas de indulgencias que se han de ganar una vez al día, a todos los fieles que, por lo menos arrepentidos, rezaren en común la tercera parte del rosario, ya sea en la casa, o en la Iglesia o en los oratorios públicos o privados y a los que rezaren la mencionada tercera parte del rosario, por lo menos tres veces en cada semana, concedió indulgencia plenaria que se ha de ganar en la última Dominica de cada mes, si verdaderamente arrepentidos recibieren los Santos Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía y visitaren alguna Iglesia u Oratorio público y allí hicieren oración según la mente de su Santidad. Todas estas indulgencias son aplicables por las almas del purgatorio, (Decreta authent.)

   Mas como en cada misterio se dice un Gloria Patri y al fin del rosario la salve y las Letanías Lauretanas, es necesario saber también, para utilidad y provecho nuestro, que el mismo Santo Doctor enseña en su citada obrita: que, por cada gloria, inclinando la cabeza al decirlo, están concedidas treinta días de indulgencia; por la salve cuarenta días y por las Letanías Lauretanas doscientos días.

   Se dice el Gloria Patri en cada misterio para honrar a la Beatísima Trinidad y darle gracias porque crio a María Santísima llena de gracia; y porque la escogió el Padre para su Hija amadísima, el Hijo para su dignísima Madre y el Espíritu Santo para su Esposa predilecta.

   La salve es una preciosa antífona de tanta unción y suavidad y de tal consuelo para los hijos de Adán, que la Santa Iglesia la usa en el Santo Oficio y la canta con solemnidad.

   Los Santos Padres han hecho grandes elogios de esta antífona, y S. Bernardo y S. Buenaventura, de cada palabra de la Salve han escrito discursos admirables y edificantes.

   Las Letanías Lauretanas tan autorizadas por la Santa Iglesia, compendian en cada preconio o alabanza, las glorias de la inmaculada Virgen María, en vista de cada una de las cuales, se le pide que ruegue por nosotros. Nuestro Smo. Padre el Sr. Leon XIII, últimamente ha concedido, que después del preconio o alabanza que dice: “Reina concebida sin mancha. Ruega por nosotros,” se agregue el de “Reina del Sacratísimo Rosario. Ruega por nosotros.”

   ¿Y quién no ve en ésta última concesión de la Santa Sede, no solamente la utilidad del rosario, sino la invitación que la misma Santa Sede nos hace para que practiquemos esta sublime devoción?

   Tenemos, pues, que, en el rosario, casi no hay palabra que no esté enriquecida con indulgencias, y que, por lo mismo, el rosario es como la llave de oro que nos abre las puertas del cielo.

   Animémonos, por tanto, y decidámonos desde ahora a abrazar constantemente una devoción que, honrando a Dios, lo desagravia y desarma su justicia, y que, bendiciendo a María, la obligamos a que nos sea propicia en el tiempo y en la eternidad.

—Las Ave Marías como el día primero.

ORACIÓN PARA EL DÍA ÚLTIMO.

   ¿Quién mejor que Vos ¡oh María! puede presentarnos a Jesús, a quien hemos ofendido tanto? ¿Quién puede aplacarlo sino Vos y disponerlo a que nos perdone y nos reciba en su gracia y amistad? En vuestra lengua está la ley de la clemencia: en vuestros labios está difundida tanta gracia, que Dios no puede menos que bendeciros eternamente. Hablad, pues, en favor nuestro: presentadnos a Jesús: decidle que Vos defendéis nuestra causa, y nuestra causa será ganada: decidle que Vos sois nuestra Madre y que no tenéis corazón para ver condenar a vuestros hijos: decidle que somos precio de su sangre, y que menos podéis sufrir ver perdido tan alto precio. Hablad por nosotros y vuestros ruegos desarmarán el brazo de la eterna justicia, Dios nos admitirá en el seno de su gracia, y recobraremos nuestra perdida felicidad.

—Gozos y oración final.




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