Escrita
por M. A. Imprenta de J. Villalpando 1884.
El
excelentísimo. Sr. Dr. D. Tomás Barón y Morales, dignísimo Obispo de esta
Diócesis, se dignó conceder cuarenta días de indulgencias por cada día que se
rece de esta Novena. León, 1° de Setiembre de 1884.
COMENZAMOS: 28 de septiembre.
FINALIZAMOS: 6 de octubre.
FESTIVIDAD: 7 de octubre.
AL LECTOR
Señor
Gobernador de esta Sagrada Mitra:
He leído con atención y detenimiento la Novena para implorar el auxilio de la
siempre Virgen María Santa Madre de Dios, bajo el glorioso título de Reina del
Sacratísimo Rosario, que V. S. se dignó sujetar a mi humilde censura, y no
encontrando en ella cosa alguna contra el dogma ni las buenas costumbres, y
antes al contrario, juzgándola muy oportuna para fomentar la piedad de los
fieles, y avivar más y más en ellos la Santísima devoción al Rosario de María,
tan recomendada últimamente por N. S. P. León XIII, juzgo que puede V. S.
conceder la licencia que se solicita para imprimir dicha novena.
Tal es mi humilde juicio, que en todo sujeto
al más ilustrado y prudente de V. S. Dios guarde á V. S. muchos años. —León, Agosto 30 de 1884.
Francisco
de Sales Ginori.
León,
Setiembre 1° de 1884.
Visto el anterior dictamen: concedemos nuestra
licencia, para que se imprima la Novena á que se refiere, con calidad de que no
se publique sin que previamente sea cotejado el impreso con el original por el
mismo Señor Censor. Así el Sr. Gobernador de esta Sagrada Mitra lo decretó y
firmó.
M.
f. Dr. Zúñiga.
Jesús
María Aguirre,
Srio.
NOVENA PARA IMPLORAR el AUXILIO DE LA VIRGEN MARÍA SANTA MADRE
DE DIOS, bajo el glorioso título de MADRE DEL SACRATÍSIMO ROSARIO.
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos
Señor
✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN.
¿A dónde hemos de ir perseguidos por vuestra
justicia ¡oh amantísimo
Redentor nuestro! sino a la sombra y
amparo de vuestra misericordia?
¿A dónde iremos a ocultarnos de vuestro enojo ¡oh Dios Santo! cuando
estáis presente en todas partes, y “en donde no estáis por vuestra gracia,
estáis por vuestra venganza? ¿Quién
nos librará del castigo que merecemos, sino esa preciosa Sangre que por
nosotros habéis derramado? Después de tantos pecados como hemos
cometido, no nos queda otro medio para conseguir nuestra justificación que
acogernos a los méritos de vuestra pasión Sagrada. Estos méritos alegamos en
favor nuestro: Vos nos los habéis dado. Nos acogemos a vuestra preciosa Sangre
para que nos lave: imploramos vuestra misericordia para que nos perdone: nos
pesa de haberos ofendido y de haberos negado tantas veces con nuestra conducta
infiel. Dirigid a nosotros vuestro rostro y seremos salvos: convertíos a
nosotros y nos convertiremos á Vos: enviadnos el raudal de vuestra misericordia
antes que nos hiera el azote de vuestra indignación. No nos castiguéis ¡oh dulce Redentor nuestro! En vista de vuestras
preciosas llagas y de la mediación de vuestra Santísima Madre, a quien
invocamos para nuestro remedio. Perdonadnos ¡oh
buen Jesús! y concedednos la gracia de vivir ya como cristianos, de
confesar vuestra santa fe con la boca y con el corazón y de morir en el
cumplimiento de vuestra santa ley. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS.
¡Oh María Virgen incomparable y Santa Madre
de Dios! En medio de la tempestad que
nos agita de pasiones y de pecados y de castigos de Dios, en este mar de nuestra
vida, ¿qué remedio podemos tener sino dirigirnos a
Vos que sois la Estrella, la fulgentisíma Estrella que nos dirige al puerto de
salvación y nos libra de un naufragio eterno? A Vos, pues, volvemos
nuestros ojos llorosos para que os dignéis animarnos en nuestras fatigas: os
invocamos a Vos para que vengáis a auxiliarnos: os llamamos para que nos
tendáis una mano bienhechora. Venid ¡oh María! venid,
no tardéis, y a vuestro imperio cesará la tempestad y experimentaremos el
bienestar y la calma. Venid, consuelo de los afligidos, auxilios de los
cristianos: no permitáis que nos trague el abismo: reprimid la fuerza de
nuestros enemigos: acogednos bajo vuestro benéfico amparo. Venid, y suspended
los castigos que merecemos. Sin vuestro socorro, sin duda vamos a perecer. Si
no abogáis por nosotros, el azote de Dios nos alcanzará; la muerte no emprenderá su fuga, y no podremos recuperar
la vida. ¡Oh María! Jamás se ha oído
decir que hayáis desamparado a los que os invocan. Esta confianza nos hace
llamaros con más y más instancia. Por esto es que venimos a practicar la
devoción de vuestro Santísimo rosario que Vos misma revelasteis para nuestra
salvación. Queremos por este medio librarnos de los males que nos aquejan. ¡Ojalá y que no se pase un solo día de nuestra vida sin
que os invoquemos, mediante esta saludable devoción! ¡Ojalá y que sintamos en
nuestro terreno estéril la lluvia de bendiciones que por el Rosario habéis
ofrecido! Concedednos ¡oh María! el
triunfo sobre nuestras pasiones, obedeciendo la ley del Señor: libradnos de la eterna venganza y abridnos la puerta del cielo. Amén.
DÍA PRIMERO —28 de septiembre.
Hoy
que vivimos en un siglo que olvidado de Dios, que es el dador de todos los
bienes, solo se ocupa de elogiarse a sí mismo, sin tener presente que habiéndolo
recibido todo, de nada puede gloriarse: hoy que el
mundo descreído corre desenfrenado al abismo por una pendiente, de cuyo
precipicio solo Dios puede librarlo; que infatuado con sus adelantos
materiales, ha retrocedido al paganismo no
buscando más que pan y placeres, y que
constituido enemigo de Dios, ha llegado al grado de llamar escandalo al culto que se debe al mismo Dios: hoy que Satanás ha extendido su imperio por todas las naciones
destruyendo la moral cristiana en el individuo, en la familia y en los pueblos
propagando la incredulidad desprestigiando la virtud y fomentando el vicio,
negando el orden sobrenatural y solo dando crédito a lo que se ve y a lo que se
palpa: hoy que la serpiente insidiosa se ha enfurecido contra los
vivientes, haciendo innumerables victimas con el halago de las pasiones, con la vanidad de la moda,
con la soberbia de la vida: hoy que Dios se ve tan ofendido aun por los mismos
cristianos que nos preciamos de profesar la fe católica y que, por lo mismo
estamos haciendo más pesado el brazo de la
justicia divina; hoy como nunca se hace más imperiosa la necesidad que
tenemos de levantar nuestra alma a Dios, de humillarnos profundamente ante su
divino acatamiento, de hacer penitencia para que no nos castigue su mano ¿Más que
practica de devoción podremos adoptar tan eficaz y poderosa que en
circunstancias tan difíciles contenga el azote de Dios y obtenga de su bondad
la misericordia y el perdón? ¿Cuál es esa devoción tan feliz con que podamos
desagraviar a Dios y a su Santísima Madre por las blasfemias que se profieren,
y que los católicos no podemos escuchar sin lanzar un grito de horror y de
indignación?
El santísimo rosario: he
aquí la devoción invencible que siempre ha triunfado del error y de toda clase
de enemigos que combaten a los cristianos. El rosario es una de las devociones más
aceptas a Dios, más agradables a la Santísima Virgen, más provechosas para la
cristiandad. Su práctica ha sido recomendada con encarecimiento por los Sumos
Pontífices y últimamente por nuestro Santísimo Padre el Sr. León XIII, a fin de
implorar el auxilio divino en las necesidades de la Santa Iglesia. Por el rosario,
Dios ha bendecido a los pueblos, santificado a las almas y apartado el azote de
su justicia vengadora. La devoción del rosario y su
grande utilidad ha sido revelada por la misma Virgen Santísima a Santo Domingo
de Guzmán en el Siglo XIII, y en 1858, en Lourdes, ha recomendado su práctica en
las diez y ocho veces que se le apareció a Bernarda, pues en todas ellas se
dejó ver con el rosario en la mano, recorriendo sus cuentas a cada Ave María
que la pastorcita le rezaba.
María, dice San Bernardo, es la Restauradora de los Siglos; y
sin duda que lo será de este, si acudimos a tan excelsa Virgen, invocando su
protección con el Santísimo rosario.
Que el individuo, pues, que las familias y
los pueblos se unan de concierto para implorar el amparo de María con la
recitación del rosario. “Venid, naciones todas del mundo nos dice San
Juan Damasceno, venid, todos los habitantes de la
tierra, de toda edad, de toda lengua, de toda clase: abracemos todos el culto
de la que hace la alegría de los desgraciados, sirviéndoles de apoyo en sus
fragilidades, y de consuelo en sus desgracias”.
Atendamos a esta invitación: abracemos la práctica del Santísimo rosario, y el azote de
Dios no llegará a nosotros; Dios será bendito y María Santísima glorificada.
—Tres Ave
Marías en la forma siguiente:
—Dios te
Salve María Santísima, Hija de Dios Padre, Reina del sacratísimo Rosario. Ave
María.
— Dios te Salve María
Santísima, Madre de Dios Hijo, Reina del Sacratísimo rosario. Ave María.
—Dios te
Salve María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, Reina del Sacratísimo rosario.
Ave María.
—Gloria al Padre …
ORACIÓN PARA EL DÍA
PRIMERO.
“Santísima Madre
de Dios Refugio de los miserables, consuelo de los afligidos, Reyna de la
misericordia, poderosa Abogada de los pecadores, dignaos fijar vuestros Clementísimos
ojos sobre un desventurado que pide gracia: escuchad los gemidos y los suspiros
de la criatura más miserable que existe sobre la tierra: tended la mano a un
pobre ciego que se ha precipitado en el profundo abismo de todos los males,” y
enseñadme el camino que conduce a la vida. Haced que os ame ¡oh María! que yo os bendiga en todos los instantes de mi vida, y que en la
hora de mi muerte experimente vuestra maternal protección como fruto especial
de la práctica de vuestro Santísimo Rosario. Amén.
GOZOS
¡Oh
Jardín de la hermosura,
De
la gracia Relicario!
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
En
el rosario sagrado
Nos
diste, Virgen clemente,
Un
antídoto excelente
Contra
el error y el pecado.
Es
humillación segura
Para
el demonio incendiario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
Iris
que vino del cielo
Anunciando
la bonanza,
Inspiración
de esperanza
Y
tesoro de consuelo.
De
toda humana criatura
Es
feliz itinerario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
Es
el rocío celestial
De
gracias y de favores,
Que
libra a los pecadores
De
la sequía más fatal.
Es
de nuestra alma dulzura,
De
la oración es breviario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
Es
la armonía deliciosa
Que
despierta al pecador
Para
que vuelva al Señor
De
su vida licenciosa.
Lleno
de celo y ternura
Es
un misionero diario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
Es
el huerto floreciente
Donde
muestra su belleza
El
lirio de la pureza
Y
la flor del penitente.
Su
aroma sube a la altura
Como
de un rico incensario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
Es
la lágrima ferviente,
El
poderoso gemido
Que
al Señor Dios ofendido
Lo
calma y muestra indulgente.
Es
para toda amargura
Dulce
asilo hospitalario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
Es
la llave del perdón
Que
abre las puertas del cielo
Al
pobre que con anhelo
Impetra
su salvación
Premio
de eterna ventura
En
el celeste santuario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
Para
contar tanto bien
Del
rosario de consuelo,
Faltan
estrellas al cielo,
Faltan
flores al Edén.
De
riquezas tu finura
Nos
ha donado un erario.
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
¡Oh
Jardín de la hermosura,
De
la gracia Relicario!
Seas
bendita, Virgen pura,
Reina
excelsa del Rosario.
ORACIÓN FINAL
¡Oh María! Cuando veo que vuestra
ardiente caridad me ha ofrecido el rosario como remedio eficaz para todos mis
males, recuerdo que habéis sido comparada a un hermoso Olivo plantado en medio
de los campos; y en verdad que vuestras finezas corresponden perfectamente a
tan noble comparación. “Sois el hermoso olivo
símbolo de la paz, porque ofrecéis la paz y el reposo a todo aquel que viniere
a sentarse a vuestra sombra. Vos sois, además, el olivo plantado en medio de
los campos, y no encerrado en los muros de un jardín, para manifestar que cada
cual puede, sea justo o pecador, aproximarse a Vos con toda libertad, sin temor
de que nadie se lo impida ni lo rechace”. Yo, pues, abrumado de
inquietudes y de penas, a la sombra de este bello olivo he resuelto buscar un
abrigo: bajo la frescura de este árbol frondoso he resuelto buscar un refugio.
Aquí me proveeréis Vos del aceite de la caridad que me falta; calmareis la
agitación en que se encuentra mi alma, y me daréis la tranquilidad de los hijos
de Dios. Aquí me pondré a salvo del ardor de mis pasiones, y por vuestro medio
recuperaré la gracia y la amistad que me una con mi Dios. Aquí, por fin, me
libraré de la venganza divina y obtendré la garantía de mi eterna salvación. ¡Que más puedo desear a la sombra de vuestro seguro
amparo! “Recibidme, pues Augusta Reina, acogedme
Madre mía Nada de tibiezas nada de discordia entre nosotros: Vos seréis mi
Señora y yo vuestro siervo; Vos seréis mi Reina y yo vuestro súbdito; Vos seréis
mi buena Madre y yo vuestro hijo respetuoso. No daré sin Vos un solo paso; no
abriré la boca si no me lo mandáis, no formaré un solo pensamiento que no sea
para Vos.” Con el rosario en la mano os alabaré; con el Ave María en la
boca os bendeciré; con la meditación de vuestras glorias os pediré
misericordia. Miradme como cosa vuestra. Estoy desnudo y de Vos espero un
vestido que me dé a conocer que soy vuestro hijo: estoy hambriento y de Vos
espero el pan que me sustente; estoy enfermo y Vos seréis mi salud. Acordadme
vuestra gracia, vuestro socorro, vuestros favores. Admitidme a vuestra confianza, participadme vuestras maternales
solicitudes y conducidme a la gloria de vuestro Santísimo Hijo.
Amén.
NOTA. —Los fragmentos de
oraciones que están entre comillas, se tomaron de la obrita titulada: María, Estrella del Mar.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO —29 de septiembre.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
La palabra rosario
significa una guirnalda o corona con la cual se coronan las vírgenes y se adornan
las esposas. Y por cierta semejanza se llama rosario la forma de orar
por cuentas y de saludar a María cierto número de veces, como si en cada cuenta
tomáramos una rosa espiritual para tejer la corona con que adornar las Cándidas
sienes de la Virgen bendita y augusta esposa de Dios Espíritu Santo.
El rosario también se
llama salterio Mariano, por constar de ciento cincuenta Ave María, que
corresponden a los ciento cincuenta Salmos de que compone el salterio de David.
El origen del rosario se remonta hasta los
Apóstoles según grandes autores, y fué el primer breviario de que se valió la
primitiva Iglesia para orar.
Pero el orden admirable en que hoy se reza el
rosario meditando en el más augusto misterio de nuestra santa religión, se debe
al esclarecido Patriarca Santo Domingo de Guzmán a
quien la Madre de Dios reveló la utilidad de tan saludable devoción.
Italia y Francia estaban plegadas de herejes
que se oponían a las creencias católicas, causando a la Iglesia innumerables
males. Los pecados y las blasfemias se habían multiplicado a tal grado que la
venganza divina hubiera estallado, si María no
hubiera interpuesto sus ruegos por los culpados.
Estando Santo Domingo en oración delante del
Santísimo Sacramento en la Basílica de San Pedro, “vio a Jesucristo Nuestro Señor en el aire,
sentado en un trono real, con extraña representación de majestad y grandeza.
Tenía tres lanzas en la mano para asolar con ellas al mundo; y no pudiendo
nadie resistir a su justo enojo, vio que la Reina de los Ángeles, Nuestra
Señora, se arrojó a sus pies, suplicándole tuviera misericordia de los que
había redimido con su sangre, y le ofreció dos hombres que fueron el mismo
Santo Domingo y S. Francisco; y mostrando la piadosa Madre a su dulcísimo Hijo
estos dos Santos, le decía: que por la predicación de ellos y de sus hijos, el
mundo se reformaría, y los pecadores harían penitencia de sus pecados.” Jesucristo
acepto la oferta de su Santísima Madre, y Domingo y Francisco se conocieron
desde aquel día, y entablaron una amistad caritativa y edificante comenzando a trabajar
por la causa de Dios. Mas no satisfecha la piedad de María con tan insigne
protección en bien de los pecadores, manifestó a Santo Domingo en otra ocasión,
“que habiendo
sido en cierto modo la salutación angélica el principio de la redención del
género humano, convenía que esta misma salutación fuera el principio de la
conversión de los herejes y de la victoria sobre los infieles: que, por tanto,
predicando el rosario, vería maravillosos resultados de sus trabajos, y una continua
victoria sobre la herejía”. (Anuario
de María)
Santo Domingo se dedicó desde entonces a predicar
el mérito y las ventajas del santísimo rosario, consiguió la práctica de tan
sublime devoción, y por este medio con indecible gozo y bien de la Iglesia, convirtió
más de cíen mil herejes y redujo a penitencia a un inmenso número de pecadores.
Y los males que entonces se remediaron ¿no quedaran hoy
remediados con la misma practica del rosario?
Abramos nuestro corazón a la fe y a la piedad:
abracemos el ejercito del Santo rosario que no ha perdido su virtud salvadora
por más que digan los pretendidos, sabios de nuestro siglo. Sea el rosario nuestra alma poderosa con la cual
triunfemos de nuestros enemigos. Sea el rosario la oración eficaz, que desarme
el brazo de la divina justicia. Sea el rosario, por último, la felicidad de
nuestras familias, la paz de nuestra Patria, el bienestar de todos, y el
conducto por donde Dios nos comunique su misericordia.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN PARA EL DÍA
SEGUNDO.
Vos nos atraéis ¡oh María! con la suavidad de vuestras virtudes, así como la flor con la suavidad de su aroma. Vuestra ardiente caridad nos anima para venir a Vos no obstante que somos tan pecadores, porque sois la tierna Madre de los desgraciados: vuestra compasión nos alienta a mover los labios en vuestra presencia para pediros mercedes, porque á nadie despedís sin consuelo: vuestra misericordia nos llena de esperanza, porque en Vos halla salud el enfermo y conversión el pecador: vuestra hermosura, en fin, nos arrebata y nos deja suspensos de admiración por vuestra gracia y grandeza. Concedednos, ¡oh María! lo que por nuestra miseria no atinamos a pediros. Amén.
—Gozos y oración
final.
DÍA TERCERO —30 de septiembre.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
La eficacia y el mérito del rosario consiste
en la excelencia de las oraciones de que se compone, y en que la oración vocal
va acompañada de la meditación; de manera que en el rosario se honra a Dios y a
su Santísima Madre, interior y exteriormente, con los sentidos y con las
potencias, con el cuerpo y con el alma.
El mérito y la virtud de la oración del Padre nuestro, desde luego se comprende con solo recordar que
Jesucristo fué su autor. Salida de los labios
purísimos del divino Verbo humanado que conoce perfectamente lo que el hombre
debe a Dios y lo que el mismo hombre necesita para su salvación, nada deja que
desear en las peticiones que contiene. En ella se confiesa la presencia
de Dios, no solamente en el cielo en donde se manifiesta a sus escogidos, sino
en todas las partes del universo, lo cual es un consuelo para el afligido, y un
freno para el descarriado. En ella se pide que Dios
sea reverenciado y alabado, cuya petición es muy necesaria en estos tiempos en
que se ha hecho como de moda la horrible blasfemia que ofende gravísimamente a
Dios, a su Santísima Madre y a los Santos que reinan con Dios en el cielo, y en
que se debe bendecir y alabar a Dios con tanta mayor gratitud, cuanto mayores
son los beneficios que nos imparte diariamente. Se pide que el reinado
de Dios se establezca en nosotros por la gracia, para oponernos al reinado de
Satanás, que se ha extendido por todas partes, a fin de que podamos lograr el
eterno reinado de la gloria. Se pide la sujeción de nuestra voluntad a la
voluntad divina y a sus divinos preceptos, por medio de una obediencia pronta y
entera como la de los Ángeles. Se pide el sustento necesario no solo para el
cuerpo sino principalmente para el alma: el perdón de nuestros pecados, y que
nos libre Dios de entrar en la tentación, no de sentir la tentación, que esto lo
permite Dios para nuestro ejercicio y mayor corona, sino de consentirla que es lo que constituye el
pecado y lo que significa caer en la tentación. Pedimos, por último, que nos libre
Dios de todo mal, y todas estas peticiones hechas
bajo las palabras Padrenuestro, lo que nos hace orar con el afecto y confianza
con que un hijo puede dirigirse a su padre.
La oración dominical es la reina de las oraciones,
su perfecto modelo, y la única en el cristianismo que no puede ser reemplazada
por ninguna otra; porque en ella se piden todos los
bienes y que nos libre Dios de todos los males. Pues
esta oración tan santa y tan sublime, tan pequeña y tan eficaz es la que
preside en el rosario en todos y cada uno de sus misterios. He aquí uno
de los motivos que acreditan el mérito, la virtud, la eficacia y lo agradable
que es a Dios la práctica del santísimo rosario.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN PARA EL DÍA
TERCERO.
¡Oh María! La desnudez en que me han dejado mis enemigos está patente a vuestros ojos:
he perdido todo el caudal con que Dios me enriqueció; y sumergido en el seno de
la más vergonzosa degradación, he venido a ser el juguete de mis pasiones
desenfrenadas. Pero Vos sois muy rica y por eso vengo a Vos. “Revestidme del
amor de Jesucristo y del vuestro: es todo lo que os pido ¡Y qué cambio os prometo! Me
iré por todas partes manifestando mi hermoso traje, de suerte que tantos otros
tan miserables como yo, al verme vestido tan ricamente, querrán obtener la
misma felicidad y se apresurarán a ser admitidos a vuestro lado, para aumentar
así el número de vuestros servidores.” Cubridme también con la armadura de vuestro santísimo rosario, y de
esta manera, con vuestro auxilio, saldré siempre vencedor de todos mis
enemigos. Amén.
—Gozos y
oración final.
DÍA CUARTO —1º DE OCTUBRE.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
El Ave
María se
compone de la salutación angélica, de las palabras que Santa Isabel dirigió a
María Santísima en su Visitación, y de otras palabras que después añadió la
Santa Iglesia.
En cuanto a la
salutación angélica y palabras de Santa Isabel de que se compone el
primer coro del Ave María, ninguna oración, después
del Padre nuestro y puede encontrarse ni más
bella, ni más grata para María, ni mas útil y provechosa para nosotros.
Deseando Santa Matilde bendecir a María con
la salutación más digna y excelente que la inteligencia humana pudiera
inventar, la Santísima Señora se le apareció en medio de un puro resplandor y
de coros de ángeles, trayendo en su pecho escrita con letras de oro la salutación
angélica y le dijo: “Nunca pudo llegar el
hombre a inventar semejante salutación, ni me puedes saludar con otra que mas
me agrade que esta; porque con ella me saludó la Santísima Trinidad … quien me
hizo tan agradable á sí, que todos los que buscaren por mí la gracia la
hallarán.” (Fiesta
del Rosario Flos Sanctorum)
¿Y cómo no se ha de gozar María cuando con
el ángel y con Isabel la saludamos llena de gracia, siempre unida a Dios desde
el primer instante de su ser, siempre adherida a Dios en todas las
respiraciones de su vida, y cuando la proclamamos bendita entre las mujeres,
bendiciendo igualmente el fruto de su vientre Jesús? Cuando saludamos, por
tanto, a Nuestra Reina y Señora con el Ave María, la
felicitamos con las mismas palabras, con que Dios la felicitó; la bendecimos
con los mismos encomios con qué el Espíritu Santo la bendijo por ministerio del
ángel y por boca de Isabel, y le consagramos nuestras alabanzas en consorcio con
la mujer inspirada, con el nuncio celestial y con el mismo Dios autor de tan
feliz salutación. En ella se confiesa todo lo que es María: se publica toda su
gloria, se canta toda su grandeza, se agota toda su alabanza. Compendio de los
primores que Dios obró en María, con la salutación angélica se dice todo lo que
hay que decir de María sin que se le pueda agregar ni quitar nada, como que es
el panegírico que de la Virgen augusta hizo la Sabiduría infinita.
¡Qué júbilo celestial experimenta nuestra alma cuando
decimos, Dios te salve María, llena eres de gracia! ¡Qué esperanza tan
dulce nos anima cuando añadimos, el Señor es contigo! ¡Qué satisfacción y
alegría sentimos cuando honramos a nuestra Madre con estas palabras, bendita tú
entre las mujeres! ¡Y qué felicidad, por último, cuando concluimos diciendo, y
bendito el fruto de tu vientre Jesús! Con esta salutación se ahuyentan
los pesares, se mitigan los trabajos, se consuelan las aflicciones, se olvidan
las penas y se concibe una esperanza consoladora en la protección de nuestra
buena Madre y poderosa Abogada.
He aquí una parte del Ave María, de la oración sublime con que por
ciento cincuenta veces saludamos a la Virgen bendita en el rosario entero.
Bástenos, por ahora, esto solo para que nos formemos
una idea de las riquezas que contiene el santísimo rosario.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN
PARA EL DÍA CUARTO.
“Vos sois
¡oh María! esa Montaña de la casa del
Señor, predicha por el profeta, preparada desde el origen de los siglos,
elevada en la plenitud de los tiempos sobre la cima de los mas altos montes, y a
donde todas las naciones deben acudir … Vos sois esa Ciudad fortificada de que
habla Jeremías, a donde todos los desvalidos deben ocurrir y permanecer
tranquilos, porque les basta aproximarse a Vos, para ser socorridos.” En esta confianza corremos a Vos, seguros de que aliviareis
nuestras miserias porque tenéis un corazón muy compasivo. Oíd nuestras
súplicas, y despachadlas favorablemente. Amén.
—Gozos y
oración final.
DÍA QUINTO —2 de octubre.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
Nestorio, Patriarca de Constantinopla, abusando
del poder que le daba su dignidad y su carácter, tuvo la desgracia de enseñar a
los fieles que María no era Madre de Dios. Esta herejía que los fieles
escucharon con horror, consistía según él se expresaba, en que “el Verbo no se había hecho hombre; que se había unido, pero que
no había nacido de la Virgen María, por lo que distinguía el Hijo de Dios que
era el Verbo, del Hijo de la Virgen, la que según él no era Madre de Dios, sino
Madre del hombre y de Cristo.”
(Diccionario
Canónico—palabra “Efeso.”)
Como se ve, la horrible blasfemia de Nestorio
fué del todo contraría a la fe católica, consignada en nuestro manual catecismo
en estos términos: “Y aunque
decimos que en Cristo hay dos naturalezas, no por eso hemos de decir que hay
dos personas, sino solo una persona que es la divina; persona humana no hay en
Cristo, y asi el milagro de este misterio estuvo en unirse en un supuesto dos
naturalezas sin que resultase persona criada.” María, por tanto, es Madre de Cristo Dios y hombre verdadero, es
decir Madre de Dios.
El gran S. Cirilo Patriarca de Alejandría se
opuso fuertemente a la herejía de Nestorio, manifestando la fe católica que
había nacido con la Iglesia; mas como Nestorio insistió en negar a la Virgen
gloriosa su maternidad divina, el Papa S. Celestino, impuesto de todo, mandó
que en la Ciudad de Efeso se reuniera un Concilio general que declarara la
doctrina de la Iglesia en este punto. Al efecto envió el palio á S. Cirilo para
que en su nombre presidiera tan venerable Asamblea. El Concilio se celebró en
una Iglesia dedicada a la Madre de Dios en donde se reunieron doscientos Obispos
católicos. En su apertura, S. Cirilo pronunció un discurso de tantas
bendiciones para María, que mereció insertarse en las actas del mismo Concilio.
Los fieles, heridos profundamente por el ultraje
cometido contra la Madre de Jesús, se agruparon al rededor del templo, y
llenaron las calles y las plazas, ansiosos por saber la decisión del Concilio,
y seguros de que esta decisión era la declaración del Espíritu Santo.
María fué declarada verdadera Madre de Dios, por el
Santo Concilio, conservándole asi este título venerado y autorizado por la
creencia universal. Los errores de Nestorio fueron condenados por doce
formidables anatemas de S. Cirilo, y Nestorio mismo excomulgado y degradado
vergonzosamente en la misma Asamblea.
Los fieles, por fin supieron la esperada y
solemne decisión, la cual recibieron con trasportes de un júbilo verdaderamente
indescriptible.
Al salir los Padres del Templo, fueron
colmados de bendiciones y conducidos en triunfo hasta sus posadas, derramándose
flores y perfumes por donde pasaban. Por todas partes se bendecía a Dios y a la
Santa Madre de Dios, y toda la Ciudad iluminada prorrumpió en aclamaciones de
la más pura alegría.
El desventurado Nestorio fué desterrado por el
Emperador Teodosio el joven a un lugar de la Tebaida, en donde murió
miserablemente, después de carcomida su lengua sacrílega por los gusanos.
Desde este tiempo que fué el año de 431, la Santa
Iglesia agregó a la salutación angélica la oración que dice, Santa María
Madre de Dios etc. que es, digámoslo
así, como el segundo coro del Ave María.
Los fieles oyendo la predicación y las alabanzas
de la Madre de Dios, repetían frecuentemente estas palabras, Santa María,
Madre de Dios, y hasta los niños balbucientes honraban a su tierna
Madre con el glorioso título de Madre de Dios. ¡Qué triunfo tan espléndido obtenido por la
Madre de Dios! ¡Qué humillación para los enemigos de María!
Más la serpiente vencida continúa todavía haciendo
la guerra a la Mujer vencedora; y hoy, como en el siglo V se levantan blasfemos
que niegan a María su más glorioso título de Madre
de Dios; pero a pesar de ellos, María es
Madre de Dios; y nosotros esperamos morir primero en defensa de este
artículo de nuestra fe, antes que ceder en lo más mínimo con menoscabo de la
gloria de María.
Alabemos, por
tanto, en el rosario a la M adre de Dios: publiquemos en el rosario las glorias
de la Madre de Dios, y experimentaremos sin duda su protección y amparo.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN PARA EL DÍA
QUINTO.
Vos sois
¡oh María! la
Madre de la divina gracia. Vos siempre estuvisteis llena de ella, y sin embargo
habéis encontrado otra gracia que no fué concedida jamás a los ángeles ni a los
hombres, pues que fuisteis destinada para ser madre siempre Virgen del Verbo
del Padre. “Tal es la gracia de que fuisteis
prevenida y poseída aun antes de la creación de la luz. Esta fué vuestra gracia
propia, incomunicable a toda otra criatura Bendita seáis, Virgen augusta, por
todos los siglos de que habéis sido la Reparadora. Bendita seáis ¡oh! Vos llena
de gracia … Bendita seáis entre todas las mujeres, por haber sido sola entre
todas ellas preservada de la común maldición y destinada a reparar la falta de
otra mujer madre de la muerte, como Vos lo sois de la vida.” Admitidme,
por tanto, a la participación de esta gracia: comunicadme la respiración de esta vida, y muera yo para siempre a
la desgracia de mis apetitos sensuales y del pecado. Amén.
—Gozos y oración
final.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
La serenísima Virgen María, deseosa de
nuestra felicidad y de comunicarnos sus bendiciones, nos hace la más tierna
invitación, llamándonos a su presencia con estas palabras: Pasad a mí todos los que me deseáis y os llenareis de mis
generaciones (Ecco.
24 - 26). “Pasad
a mí y os daré mi misericordia … yo guardo a los casados en el matrimonio: a
las viudas en su estado; a las vírgenes en su pureza; para todos estos impetro
la gracia y prometo la gloría. — Pasad a mí: libremente debe venir el pobre a
la rica para que se enriquezca: el manchado a la fuente para que se purifique:
el débil a la fuerte para que se fortalezca: el muerto a la vida para que
resucite: el ciego a la luz para que vea: el enfermo a la medicina para que
sane Venid a mí, y os llenaré de mis generaciones, esto es, de las virtudes que
engendro en vosotros.” (Jacobo de
Vorágine)
Vengamos, pues, a María, mediante la recitación
del rosario. Por medio del rosario veremos que el espíritu de María es más
dulce que la miel: experimentaremos la lluvia de sus bendiciones, cuando nos
dirija sus miradas maternales y regeneradoras: sentiremos una consolación
indecible con la visitación de su clemencia; y aprenderemos de su bondad el retraimiento
de las vanidades del siglo, el respeto a la presencia de Dios y a su santa ley,
la castidad y la pureza y las demás virtudes que necesitamos para salvarnos. ¿Y cómo no hemos
de conseguir estos bienes, si recurrimos a María por medio del rosario? ¿No es el rosario
el arma poderosa de que los cristianos siempre se han valido con inmensas
ventajas en sus más apuradas situaciones? ¿No es el rosario el que ha dado el
triunfo en muchas ocasiones, con admiración del mundo entero, a las armas de
los fieles contra los enemigos del cristianismo? Sí: por el rosario
se han conseguido insignes victorias en la santa Iglesia que han humillado con
afrenta a los enemigos del Crucificado; y una de estas victorias, la de Lepanto,
conseguida el primer Domingo de Octubre de 1571, fué la que movió a S. Pío V. a
expresar su gratitud a María, a quien encomendó el buen éxito de la batalla,
consagrando a su culto y veneración el mismo día en que hizo a los cristianos
tan señalada merced: y el Sr. Gregorio XIII, convencido de que por la devoción
del rosario se obtuvo este beneficio, mandó que en toda la Iglesia se celebrara
la fiesta de Nuestra Señora del Rosario en la Dominica antedicha.
¿Y quién puede contar los bienes que se han obtenido por
el rosario? Herejes y pecadores convertidos,
tentaciones vencidas, malas ocasiones evitadas, discordias apagadas, matrimonios
compuestos, todo esto y mucho más se ha obtenido por la devoción del rosario. Y
es que María, por medio del rosario ha hecho ver constantemente que es la mujer
fuerte que aplastó la cabeza al enemigo de nuestra eterna salud, y que tiene la
misma virtud para continuar triunfando de las huestes de Satanás.
Recurramos, pues, a María, atentos a su llamamiento,
y admirando su gracia y sus virtudes, obtendremos por su medio la gracia y con ésta
imitaremos sus virtudes. Honrémosla con el rosario diariamente con afectuosa
reverencia, con filial confianza; que nada nos impida tan laudable devoción, ya
que nuestros enemigos no cesan de perseguirnos por todas partes. Que sea el
rosario una de las fervientes plegarias que elevemos a Dios, para contener su
justicia; y no dudemos que, al resonar el canto melodioso de la salutación
angélica, Dios se aplacará, retirará su azote, y nuestros enemigos quedarán
vencidos.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN PARA EL DÍA
SEXTO.
¡Oh María! “¡Cuán hermosos y agradables son vuestros tabernáculos! Todo respira en ellos magnificencia y
grandeza; todo es en ellos calma, tranquilidad y reposo: allí la concupiscencia
pierde sus aguijones, la carne vencida permanece sujeta al espíritu; allí, las
pasiones no tienen impetuosidad; allí, para decirlo de una vez, no tiene acceso
el pecado...... ¡Cuán bellos
son, pues, vuestros tabernáculos ¡oh Virgen augusta! y cuán apacibles! En ellos quiero yo habitar hasta mi último suspiro; en
ellos descansaré en el seno de la paz.” Vos me haréis participante, siquiera de las
migajas de vuestra mesa: Vos reanimareis mis fuerzas perdidas y me alegrareis
con el aroma de vuestros vestidos: Vos me permitiréis estar a vuestro lado y
contemplar vuestra gracia y hermosura. Concedédmelo,
¡oh María! y bendecidme.
—Gozos y oración
final.
DÍA SEPTIMO —4 de octubre.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
La devoción del santísimo rosario da gloría a
Dios, honor a María, gozo a los ángeles y bienaventurados y utilidad a los
fieles. El fin principal del rosario es glorificar a Dios, implorar su
misericordia, convertirse a su majestad y obedecer su santa ley. ¿Ya no es de
gran gloria para Dios el que, por medio del rosario que nos donó su
misericordia, cesen los vicios, se destruyan las pasiones, se desvanezcan las tinieblas
del error y de la ignorancia, y se levante la virtud triunfante en medio de los
enemigos de nuestra salvación? ¡Cuánta gloría se da a Dios con el rosario! ¡Qué honor para la
Madre de Dios, el que por su intercesión consiga el hombre sustraerse al
dominio de Satanás para someterse al reinado de Jesucristo! ¡Qué honor para
María, el que, por su medio, el pecador desprecie las vanidades y glorias
mundanas, dome sus pasiones y no tenga ya más aspiración que Dios, la Madre de
Dios, su eterna salud!
La corte celestial rinde a Jesucristo y a María,
eternas bendiciones y alabanzas por tan inefables misterios que se encierran en
el rosario. De aquí es que, cuando rezamos el Rosario, los ángeles y santos
están con grande atención y reverencia, prosternándose al escuchar el santísimo
nombre de Jesús, inclinando la cabeza al resonar el dulcísimo nombre de María,
preparándonos una corona de inmortalidad y rogando por nosotros que nos ocupamos
como ellos en bendecir a Dios y a su Santísima Madre. ¡Qué dulce esperanza debe animarnos, sabiendo
que cuando rezamos el rosario, se interesan por nuestro bien, no solamente los
santos y los ángeles, sino la soberana Virgen María y nuestro principal Abogado
Jesucristo nuestro bien! Ciertamente
que en cada rosario que recemos con devoción debemos confiar en que se nos
concederá una gracia especial.
Según fué revelado a Santa Brígida, nuestro
Señor Jesucristo prometió a su Santísima Madre, que a todo el que invocare su
nombre con propósito de la enmienda, se le concederían tres gracias: contrición de sus pecados, satisfacción de ellos y
fortaleza para aprovechar en la perfección.
Mas para invocar el nombre de María y esperar
su protección, y más todavía, para perseverar en el propósito de la enmienda,
es grandemente eficaz la devota práctica del santísimo rosario. En él hablamos
con María cuyo nombre es inmenso; invocamos a
María, cuya misericordia no puede faltar a los que la llaman; acudimos a la
Madre de Dios a quien el Señor ha comunicado todo el poder necesario y toda la
bondad maternal para salvarnos. En medio de los males que nos aquejan y que
demandan pronto remedio, el rosario es la devoción en que podemos pedir el
auxilio a María con la instancia y repetición con que piden socorro los que
están con extrema necesidad. En el rosario se
aumentará en nosotros más y más la filial confianza que debemos tener en
nuestra Madre consoladora: por medio de esta práctica nos alcanzará nuestra
Reina y Señora la saludable enmienda de nuestra vida y un propósito
inquebrantable de no ofender más a Dios: por
el rosario, en fin, daremos gloria a Dios, honor a María, gozo a los
bienaventurados y una deliciosa paz a nuestras conciencias.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN PARA EL DÍA
SETIMO.
¡Oh Madre
del amor hermoso y de la Santa esperanza! “Os diré hoy como S.
Anselmo decía en otra vez a vuestro Hijo: ¡Oh, Vos queme dais el valor para
pedir, dadme lo que os pido; Vos que me inspiráis el deseo de buscar, haced que
encuentre lo que busco: Vos que me concedéis la fuerza para llamar, abrid a este
pobre que llama!” Es
verdad que he sido muy cruel con vuestro Santísimo Hijo y que mis pecados son innumerables
y de una malicia enorme; pero acordaos que Vos habéis sido colmada de sentimientos
compasivos y misericordiosos precisamente para los desventurados como yo: acordaos que la disposición de vuestro Santísimo Hijo, es que yo me
salve por vuestro medio: pues que el deseo de un Dios y mi desgracia os hagan
una dulce violencia para dar la mano a un pobre hijo privado de todo consuelo.
La enormidad de mi malicia no puede superar a vuestra clemencia, ni el número
de mis pecados puede vencer a vuestra misericordia. Ea, pues, tened compasión
de mí.
—Gozos y
oración final.
DÍA OCTAVO —5 de octubre.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
Cuando S. Ramón Nonato era jovencito y guardaba
como pastor las ovejas de su casa, se retiraba con frecuencia a una ermita de
S. Nicolás en donde había una imagen de María con su divino Niño en los brazos,
a quienes el santo joven coronaba con flores que recogía del campo. La graciosa
Virgen aceptó con tanto agrado este cariño de su siervo, que le correspondió
con los admirables favores que se leen en su vida. Pero la bendita Virgen no se
complacía tanto con la guirnalda material que le ofrecía el pastorcito, como
con la espiritual con que la coronaba recitando en su presencia con encendida devoción
el santo rosario.
María puede decir con el Eclesiástico. Mis flores son frutos de honor y de honestidad. “Las flores de la siempre Virgen María, dice el Cardenal Hugo, son sus
virtudes, la violeta de su humildad, la rosa de su caridad, el lirio de su
virginidad; y estas flores son frutos de honor y de honestidad, para los que
las imitan, porque con estas virtudes se perfeccionan,” como sucedió
con S. Ramón Nonato y con todos los Santos que han honrado a María.
Si nos fuese dado coronar la casta frente de
María no solo con las piedras más preciosas engastadas en el oro más puro, sino
con el iris que aparece en el cielo después de que la lluvia ha regado los
campos, o con las estrellas más lucientes que admiramos en el firmamento, nos
parecería que esta corona era muy digna de su grandeza; pero hay otra corona
con que la bendita Virgen se complace y se alegra mucho más que con todas las
riquezas del cielo y de la tierra. Esta prodigiosa corona es el rosario.
María es comparada en la Santa Escritura á la Rosa de
Jericó, que, según S. Alberto Magno, se compone de ciento cincuenta
hojas, número de salutaciones de que se compone el rosario. Estas admirables
salutaciones son las flores que María desea: a estas flores podría aplicarse lo
que dice en los Cantares, coronadme con flores porque desfallezco de amor: y con estas flores quiere que le tejamos la guirnalda o
el rosario con que hemos de adornar sus sienes.
Si por dicha nuestra, cuando rezamos el rosario,
viéramos que nuestra Reina y Señora recogía de nuestra
boca, azucenas de cada Padre nuestro y rosas de cada Ave María, y que con
tales rosas y azucenas tejiera una guirnalda para ceñir con ella su frente
virginal, ¿no
nos llenaríamos de júbilo inefable al presenciar tan grato acontecimiento? ¿Y
qué seria si viéramos que María, en vez de coronarse con esta guirnalda, nos
coronara a nosotros mismos? Pues una y otra cosa vio que sucedía un
siervo de María en la recitación del rosario, según lo enseña piadosamente el
P. Rivadeneira, (Flos
Sanctorum)
tratando de la fiesta del Rosario.
Bendigamos,
pues, a la Madre de Dios con la práctica devotísima del rosario: coronémosla de
honor y de gloria: alabemos su pureza, su gracia y su hermosura: confesemos su perpetua
virginidad, su maternidad divina, todas sus excelencias; y esto para confusión
de la herejía que niega con descaro a la excelsa Virgen tan gloriosas
preeminencias. Bendigamos a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo Dios y hombre verdadero;
bendigámosla cuántas veces lo pide la salutación angélica en el rosario, y esto
para desagraviar a Dios por las blasfemias con que se ultraja a su Madre
bendita.
Ofrezcamos a María la guirnalda del rosario compuesta
de las azucenas y rosas del Padre nuestro y Ave
María, que, aunque las pronunciamos con labios indignos, no por eso
dejan de ser flores bellísimas, por ser de origen divino. Estemos seguros, muy
seguros de que María nos oirá en nuestras necesidades. No hay motivo el más leve
para dudar de sus piedades. Es muy buena, sobreabundantemente buena; muy rica,
muy poderosa, sobreabundantemente rica y poderosa; y su mayor delicia es que la
invoquemos, porque desea cumplir con el destino de Abogada para que Dios la
crio; porque anhela prodigarnos sus cuidados maternales; porque, en fin, quiere
participarnos de su grande felicidad.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN PARA EL DÍA
OCTAVO.
¡Oh María! “A Vos, en
calidad de Reina del cielo, conviene perfectamente una corona de estrellas,
compuesta no de los astros que brillan en el firmamento, sino de ángeles, de
serafines, de las almas más santas y virginales que brillando en la Jerusalén
celestial con diferentes grados de gloria, hacen vuestra diadema más rica y más
hermosa. — Pero a Vos también en calidad de Reina de la misericordia, conviene,
todavía mejor, aquella corona de vestías feroces y de monstruos de que habla el
Sagrado Cántico, es decir, de pecadores y de impíos convertidos. Salvados por
Vos, forman alrededor de vuestra cabeza la más rica diadema, la más
resplandeciente corona, aumentando así el esplendor de vuestra gloria.” ¡Oh buena Madre! salvadme,
triunfad de mis enemigos, de mí mismo, de mis propias pasiones, y llevadme en
triunfo, si no como un adorno de vuestra corona, al menos como un trofeo de
vuestras misericordias.
—Gozos y
oración final.
DÍA ÚLTIMO —6 de octubre.
Por la Señal...
Acto de contrición y oración para todos los días.
El insigne Doctor y Padre de la Iglesia S.
Alfonso María del Ligorio, en su preciosa obra titulada, Glorias de María, para estimularnos más y más a la práctica del santísimo
rosario, hace mérito del tesoro de indulgencias que los Sumos Pontífices le han
concedido.
Este glorioso santo dice: que al que reza la tercera parte del rosario, se le
conceden setenta mil años de indulgencia, y al que lo reza entero, ochenta mil;
y más al que lo reza en la Capilla del Rosario. Dice también, que el que rece a lo menos la tercera parte del rosario, con
rosarios bendecidos por los Padres Dominicos, gana todas las indulgencias
concedidas a las coronas de Santa Brígida, que son cien días de indulgencia
porcada Ave María y Padre nuestro; que, a más de esto, el que rece el rosario
gana indulgencia plenaria en todas las fiestas principales de María y de la
santa Iglesia, y también de los santos Dominicanos visitando sus Iglesias después
de la confesión y comunión; pero advierte el Santo que para ganar estas
indulgencias, se necesita estar inscritos en la Cofradía del Rosario, y que el
que se inscribe en dicha Cofradía, confesando y comulgando el día que lo
hiciere, gana indulgencia plenaria, y cien años si lleva el rosario. Advierte además, que para ganar las indulgencias del
rosario, se necesita meditar en los misterios que contiene, que como todos
saben, son los gozosos, los dolorosos y los gloriosos; pero que si alguno no
los supiere, bastará que contemple en algún paso de la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo.
Encarga el Santo, por último, que el rosario
se rece con devoción; porque más agrada a la Santísima Virgen una decena rezada
con devota atención, que las quince decenas del rosario rezadas con distracciones
y apresuramiento; y que es más provechoso rezar el rosario en compañía de otros
que solo.
A más de las indulgencias concedidas a los cofrades
del rosario por varios Sumos Pontífices, y ampliadas por Ntro. Smo. Padre el
Sr. Pió IX, el Sr. Benedicto XIII concedió benignamente a todos los fieles
cristianos de uno y otro sexo que devotamente y arrepentidos de sus pecados
rezaren el rosario, o por lo menos su tercera parte, por cada Padre nuestro y por cada Ave
María, indulgencia de cien días: y a los que rezan diariamente el mismo
rosario ó por lo menos su tercera parte por todo un año, indulgencia plenaria
una vez en el año, con tal que verdaderamente arrepentidos reciban los Sacramentos
de la penitencia y Sagrada Eucaristía, declarando que los fieles tengan la corona
o el rosario bendito por los Padres Dominicos, y que lo recen recordando
devotamente los misterios de nuestra reparación, aunque para ganar dichas
indulgencias bastará para los idiotas o incapaces de meditar solamente la
recitación del rosario. El mismo Smo. Padre Sr. Pio IX concedió diez años y
otras tantas cuarentenas de indulgencias que se han de ganar una vez al día, a
todos los fieles que, por lo menos arrepentidos, rezaren en común la tercera parte
del rosario, ya sea en la casa, o en la Iglesia o en los oratorios públicos o
privados y a los que rezaren la mencionada tercera parte del rosario, por lo
menos tres veces en cada semana, concedió indulgencia plenaria que se ha de ganar
en la última Dominica de cada mes, si verdaderamente arrepentidos recibieren
los Santos Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía y visitaren alguna Iglesia
u Oratorio público y allí hicieren oración según la mente de su Santidad. Todas
estas indulgencias son aplicables por las almas del purgatorio, (Decreta authent.)
Mas como en cada misterio se dice un Gloria
Patri y al fin del rosario la salve y las Letanías Lauretanas, es necesario
saber también, para utilidad y provecho nuestro, que el mismo Santo Doctor enseña
en su citada obrita: que, por cada gloria,
inclinando la cabeza al decirlo, están concedidas treinta días de indulgencia;
por la salve cuarenta días y por las Letanías Lauretanas doscientos días.
Se dice el Gloria
Patri en cada misterio para honrar a la Beatísima Trinidad y darle gracias
porque crio a María Santísima llena de gracia; y porque la escogió el Padre
para su Hija amadísima, el Hijo para su dignísima Madre y el Espíritu Santo
para su Esposa predilecta.
La salve es una preciosa antífona
de tanta unción y suavidad y de tal consuelo para los hijos de Adán, que la
Santa Iglesia la usa en el Santo Oficio y la canta con solemnidad.
Los Santos Padres
han hecho grandes elogios de esta antífona, y S. Bernardo y S. Buenaventura,
de cada palabra de la Salve han escrito discursos admirables y edificantes.
Las Letanías
Lauretanas tan autorizadas por la Santa Iglesia, compendian en cada
preconio o alabanza, las glorias de la inmaculada Virgen María, en vista de
cada una de las cuales, se le pide que ruegue por nosotros. Nuestro Smo. Padre
el Sr. Leon XIII, últimamente ha concedido, que después del preconio o alabanza
que dice: “Reina concebida sin
mancha. —
Ruega por nosotros,”
se agregue el de “Reina del Sacratísimo Rosario. —
Ruega por nosotros.”
¿Y
quién no ve en ésta última concesión de la Santa Sede, no solamente la utilidad
del rosario, sino la invitación que la misma Santa Sede nos hace para que
practiquemos esta sublime devoción?
Tenemos, pues, que, en el rosario, casi no hay
palabra que no esté enriquecida con indulgencias, y que, por lo mismo, el rosario es como la llave de oro que nos abre las
puertas del cielo.
Animémonos, por tanto, y decidámonos desde ahora
a abrazar constantemente una devoción que, honrando a Dios, lo desagravia y desarma
su justicia, y que, bendiciendo a María, la obligamos a que nos sea propicia en
el tiempo y en la eternidad.
—Las Ave
Marías como el día primero.
ORACIÓN PARA EL DÍA ÚLTIMO.
¿Quién mejor que
Vos ¡oh María! puede presentarnos a Jesús, a quien hemos ofendido tanto? ¿Quién
puede aplacarlo sino Vos y disponerlo a que nos perdone y nos reciba en su
gracia y amistad? En vuestra lengua está la ley
de la clemencia: en vuestros labios está difundida tanta gracia, que Dios no
puede menos que bendeciros eternamente. Hablad, pues, en favor nuestro:
presentadnos a Jesús: decidle que Vos defendéis nuestra causa, y nuestra causa
será ganada: decidle que Vos sois nuestra Madre y que no tenéis corazón para
ver condenar a vuestros hijos: decidle que somos precio de su sangre, y que
menos podéis sufrir ver perdido tan alto precio. Hablad por nosotros y vuestros ruegos desarmarán el brazo de la
eterna justicia, Dios nos admitirá en el seno de su gracia, y recobraremos
nuestra perdida felicidad.
—Gozos y oración final.
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