Novena
dispuesta por el padre Fray José Francisco Valdés OFM, de la provincia de San
Diego, a expensas de un sacerdote devoto del beato, y publicada en México en
1818 en la imprenta de Alejandro Valdés.
COMENZAMOS: 15 de julio.
FINALIZAMOS: 23 de julio.
FESTIVIDAD: 24 de julio.
INTRODUCCIÓN
Todos los Santos son abogados nuestros en el Cielo: todos ruegan allí y piden por
nosotros; de todos debemos o podemos esperar el remedio de nuestras
necesidades, pero de ninguno con más confianza que de aquellos que
sobresalieron en este mundo en la caridad y misericordia con sus prójimos.
Entre estos tiene un lugar muy distinguido el glorioso confesor de
Jesucristo beato Antonio del Águila, hijo del gran Padre de la Iglesia el señor
San Agustín, y por tanto heredero de sus virtudes, en particular de la
misericordia con los pobres:
los demás santos y justos se han dedicado al servicio de los prójimos y al
socorro de los necesitados, con sus facultades, con sus riquezas, con sus
personas y con sus afanes y trabajos. Pero el beato
Antonio del Águila, a más de esto, se sacrificó al remedio de los enfermos, al
socorro de los necesitados y al socorro general de sus prójimos, con su
persona, con sus facultades, con sus arbitrios y hasta con su misma sabiduría,
para poder decir que no solo servía a sus prójimos con amor, con voluntad y con
gusto, sino también con su entendimiento, con su talento y con su humildad.
Este fue el blanco que se propuso, cuando desengañado de la vanidad del mundo,
determinó no hacer uso de su facultad médica y de sus conocimientos, sino a
beneficio de los pobres enfermos, y sin pretender otras utilidades o
emolumentos que los que promete Jesucristo Señor nuestro a quien se ejercita en
las obras de misericordia. Logró con esto que el Señor bendijese sus virtudes y
medicinas: pues con ellas y la señal de la Cruz, sanaba
a sus enfermos.
Aun
hizo mayores ventajas su caridad en la peste que se encendió en la ciudad de
Águila; porque no contento con asistir a los apestados,
con medicarles y consolarles, les ayudaba a morir; y si no había quien los
llevase a la iglesia a sepultarlos de muertos, él mismo se encargaba de este
trabajo: los conducía y aun hacía los oficios de la sepultura.
Si
la caridad se perfecciona en el Cielo y logra allí todos los incrementos de que
es capaz un alma; ¿qué fervorosa y qué ardiente será la caridad y la misericordia de
este bienaventurado allá en su patria, habiendo sido tan fervorosa en este
destierro? ¿Cómo no ha de inclinarse a oír los clamores de los que le llaman
ahora que puede remediarles con su poderosa intercesión, si tan pronto estaba a
escucharlos cuando aún no tenía tan cerca la fuente de los socorros?
Avivemos, pues, nuestra confianza, y clamemos al beato Antonio del
Águila, y en nuestra misma experiencia hallaremos acreditada su indecible
caridad y su poderosa intercesión.
La misma santa Iglesia se movió a concederle el culto que se le tributa por la
multitud portentosa de milagros que obró en vida, y que continúa obrando hasta
la presente.
El deseo de que se extienda su devoción y de que se multipliquen sus
milagros con utilidad del mundo cristiano, ha puesto en el corazón de un
amartelado suyo disponer esta Novena para que los necesitados que quieran experimentar
lo que él mismo experimentó cuando destituido de todo humano socorro se
encomendó al Santo, y se halló casi milagrosamente sano de una peligrosa
enfermedad, recurran como él a su piedad y beneficencia.
El
modo de hacerla será disponiéndose con una sincera y
cristiana confesión y devota comunión el día quince de julio, que se comienza,
para acabarla el día anterior al veinte y cuatro del mismo Julio, que es cuando
se celebra en la Iglesia, cerrándola con una confesión y comunión en honor suyo,
y como si fuera la última en lugar de Viático.
NOVENA
CONSAGRADA AL CULTO DEL GLORIOSO BEATO ANTONIO DE LA TORRE DEL ÁGUILA, DEL
SAGRADO ORDEN DEL GRAN PADRE Y DOCTOR SAN AGUSTÍN, CONOCIDO CON EL EPÍTETO POR
MÉDICO DE LOS POBRES
Dobladas
las rodillas y hecha la señal de la Cruz, se dice el acto de contrición
siguiente:
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del
Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Dulcísimo Redentor de las almas, Jesús mío: no
sé qué admire más, si mi ingratitud a tus beneficios, o tu paciencia en sufrir
mis ingratitudes. Hemos sudado a porfía: yo a ofenderte, y Tú a sufrir mis
ingratitudes; yo a repetir ofensas, y Tú a alargar el plazo de tu sufrimiento.
Mil veces hubieran arrojádome mis culpas al Infierno si Tú no hubieras sido tan
piadoso. Lo confieso Señor: y avergonzado de tan obstinada ingratitud, me
arrodillo ahora a tus pies, confiado en que no aguardas otra cosa para perdonarme,
sino un arrepentimiento. Me arrepiento, sí me arrepiento: y tanto, que quisiera
morir de dolor de haberte ofendido. Pues has tenido paciencia para sufrirme,
ten ahora la bondad de darme un dolor que me parta el corazón, y me dé el
consuelo de morir de pena de haber enojado a quien murió en una cruz por amor
mío. Amén.
DÍA PRIMERO – 15 DE JULIO
¡Oh felicísimo Antonio! ¡Qué empeñada anduvo la Divina Providencia desde tus primeros años
con el gobierno de tu vida! No quiso que te empeñases en otros estudios
que en los de la medicina y la cirugía, porque te proporcionaban más que otros
a los ejércitos de tu misericordia y caridad en que tanto resplandeciste.
Dichoso mil veces por haber dado tan buen empleo a tus conocimientos y luces;
ejercita desde el trono de majestad en que ahora vives, ejercita conmigo tus
piedades, y alcánzame de Dios nuestro Señor que sepa yo
dirigir mis acciones según el beneplácito divino; y que no me proponga en él
otro objeto que la gloria de Dios y el bien del prójimo. Amén.
—Se rezan
cinco Padrenuestros y cinco Avemarías, y se dice la siguiente oración que se
repite todos los días.
Antonio prodigioso, espejo
de humildad, pasmo de penitencia, asombro de caridad y epílogo de las más
eminentes perfecciones y virtudes. ¡A qué grado tan
alto de gloria te elevaste: con las alas de tu encendida caridad a Dios y al
prójimo! Fijaste tu habitación en las sangrientas heridas de tu amado, y
de ellas no te sacaban sino los clamores de la pobreza, las voces de la
enfermedad: embriagado en la sangre de tu crucificado dueño, salías por las
calles y plazas a buscar las delicias de tu alma en las llagas de tus prójimos,
en los achaques de tus hermanos, y en las necesidades de los míseros mortales.
Yo te doy los plácemes porque ha convertido Dios esos destrozos de la
humanidad, en piedras preciosas que adornan tu corona de inmortalidad: gózala
en hora buena, con el consuelo de que nada hay capaz de despojarte de ella;
pero inclina tus ojos hacia los que abrumados con el peso de nuestras iniquidades,
y atemorizados con el riesgo de perder a Dios, gemimos en este valle de
miserias, y suspiramos sin cesar por la gracia de curaciones con que te honró
Dios en vida, dando salud a los que se ponían en tus manos. Nadie
la necesita más que yo: sáname del mortal accidente de mis desarregladas
pasiones, de mis desordenados apetitos: y alcánzame de la divina bondad la
fortaleza que necesito para andar sin tropiezo el camino de los Mandamientos
del Señor, y no recaer en mis antiguas iniquidades. Amén.
—Se reza
una salve a María santísima y se concluye con esta oración:
Purísima María, Madre del verdadero Dios y
abogada de los hombres. ¡Qué bien
se hermana en ti la alteza de tu dignidad y la benignidad de tu Corazón! Eres
la mayor entre todas las puras criaturas, la más perfecta, la más santa: y por
el vínculo de sangre que te une con tu Hijo, entras en un grado casi divino;
mas no por eso te olvidas de nosotros, antes te alegras de podernos así
favorecer. Bendita la mano de aquel Señor que unió en ti tan alta majestad con
benignidad tan tierna, la grandeza de reina con las entrañas de madre: muestra
que eres Madre mía, apartando la vista de mis maldades, y poniéndola en las lágrimas
con que te pido me alcances de tu Hijo divinísimo verdadero dolor de mis
pecados, y un ardientísimo amor a aquel Señor que deseoso de dar despacho
favorable a mis súplicas, te nombró a ti por mi abogada en el tribunal de su
misericordia. Amén.
GOZOS
Pues
te hace médico el Cielo
De
pobres y desvalidos:
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
Ya
desde tu tierna edad,
Y
en tus primeros abriles,
De
diversiones pueriles
Huyes
con severidad.
¿Cuál será
tu santidad
Cuando
llegue a alzar el vuelo?
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
Estudiar
la medicina
Tratas
con grande prudencia;
Y
a una áspera penitencia
El
santo temor te inclina,
De
tu pureza la ruina
Evitar
es tu desvelo.
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
No
es el interés mundano
Quien
a esta ciencia te aplica;
Tu
caridad te dedica
A
dar al pobre la mano.
Pensamiento
tan cristiano
Fuerza
es que fomente el Cielo.
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
Como
tratas de abrasarte
En
fuego de amor divino,
En
la escuela de Agustino
Resuelves
incorporarte.
No
podías en mejor parte
Encontrar
un Mongibelo.
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
Cual
ángel de paz serenas
Discordias
escandalosas:
Y
las rabias venenosas
A
olvido total condenas.
Tus
voces de fuego llenas
Convierten
la tierra en Cielo.
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
Aun
de ti mismo te olvidas
Por
pensar en la pasión,
Y
fijas tu habitación
De
tu amado en las heridas.
A
que te imite convidas
De
las almas el desvelo.
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
Enfermedad,
desventura,
Pobrezas,
necesidad,
Remedio
halla en tu piedad:
Todo
tu mano lo cura.
Así
al muerto sepultura
Le
previene tu desvelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
En
éxtasis deliciosos
Tu
corazón se liquida:
Y
de Cristo en cada herida
Te
entras a tener mil gozos.
Tus
afanes amorosos
Allá
dirigen el vuelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
En
el instante prolijo
De
tu muerte, van tus ojos
A
ser hermosos despojos
De
un devoto crucifijo.
En
él tu espíritu fijo
Se
despide de este suelo.
¡Oh
Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea
piadoso el consuelo.
ORACIÓN
Cura, Señor, por
la intercesión de tu bienaventurado confesor Antonio, los achaques de nuestras
almas: y haz que, fortalecidos con la virtud de tu
gracia, corramos la senda de tus mandatos, de manera que seamos felizmente
conducidos a los gozos de una salud eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO – 16 DE JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio!
¡Oh joven prudentísimo! Conociste el riesgo
que corre la pureza entre las olas del mar inquieto de la juventud, y le
echaste el lastre de la mortificación y penitencia, entregándote a ella con
tanto rigor, que más parecías vivir de milagro que por el orden natural. Yo te
pido, con todas las mayores veras de mi corazón, me alcances de Dios nuestro
Señor lágrimas amargas de penitencia, para purificarme de las manchas pasadas;
y fortaleza cristiana para admitir la muerte antes que permitir vuelva mi alma
a mancharse con la más leve inmundicia de la carne. Amén.
—Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO – 17 DE
JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio! Que
anhelando a encenderte más y más en amor de Dios, te alistaste en la milicia
Agustina para participar más de cerca los ardores de aquel Vesubio animado y
Etna vivo que fue mi amado padre Agustino. Acercaste la elección, avivaste la
llama de tu amor entre las cenizas del humilde hábito, y copiaste a tu padre en
los dulces incendios de su asombrosa caridad. Envía
desde esa patria del divino amor un rayo a este mi helado corazón: y como el
fuego no puede estar ocioso, haz que ese fuego en que te abrasas prenda en mi
espíritu y en mi alma, hasta subir a arder en la esfera de la gloria.
Amén.
—Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA CUARTO – 18 DE JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio! Que
destinado por el Cielo para Ángel de paz que apagara el fuego de la discordia, supiste
desempeñar tan gloriosamente tu destino, que convertiste en remedio de la
gloria la ciudad que era teatro del infierno: haz
ahora con tus poderosos ruegos que reine en nuestros corazones el Dios de la
paz; y de tal suerte vivamos en este mundo, que nada haya que nos haga perder
la tranquilidad del alma, y nos aleje de llegar a perder el ser moradores de la
santa ciudad de Jerusalén, que es visión de paz. Amén.
—Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA QUINTO – 19 DE JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio! ¡Cuán profundas raíces han echado en tu corazón la
humildad, pues te hace salir huyendo de las aclamaciones y aplausos que te
habían granjeado tus portentosas curaciones y eminente santidad! Huye
enhorabuena de estos aplausos vanos: que en retorno de ellos Dios te concederá
las verdaderas alabanzas, que son las que salen de su divina boca, y las que tú
solo deseas: admite entre tanto las que ahora te tributa mi devoción: y en
retorno de ellas, te suplico infundas en mi alma el espíritu de la humildad
cristiana, para que abriendo los ojos para ver mis iniquidades, me sepa
humillar en el divino acatamiento, y hacerme digno de las gracias que tiene
Dios prometidas a los humildes de corazón. Amén.
—Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA SEXTO – 20 DE JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio, verdadero
discípulo de Cristo y fiel imitador de su inefable caridad! ¡Yo te veo andar como el hombre Dios, haciendo bien a todos,
repartiendo salud a los enfermos, socorro a los necesitados y generalmente
consuelo a todos los afligidos, persuadido santamente que no había trabajo o
miseria que no fuese acreedora a tu beneficencia!
Bendito sea para siempre aquel Señor que te dio entrañas tan compasivas.
Confiado yo en ellas, me pongo en tu presencia, y humildemente te
suplico veas las gravísimas necesidades de alma y cuerpo que me cercan. Ese
corazón que no ha olvidado en el Cielo su piedad y misericordia, no puedo creer
deje de moverse a los clamores de mis necesidades, y alcanzarme de Dios nuestro
Señor el remedio de todas ellas. Amén.
—Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA SÉPTIMO – 21 DE JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio! ¡Qué campo tan dilatado ofrece a tu misericordia y
compasión la peste que se ha encendido en la ciudad! ¡Cuál gloria para ti poder
servir a los apestados, ya recetándoles los medicamentos, ya aplicándoseles por
tus manos, ya visitándoles, consolándoles y auxiliándoles en sus agonías, y ya
llevando sobre tus hombros a los muertos y sepultándolos! ¡Bendito sea para siempre
Dios, que tan copiosamente te participó de sus entrañas de piedad! ¡Bendita sea
su bondad, que no desea otra cosa sino derramar sobre nosotros sus
beneficencias y piedades! Pues estás cerca de la fuente, pide
para mí las que necesito, para sanar de la peste de mis malos hábitos, y para
lograr la salud espiritual de mi alma, y morir en la amistad y gracia de Dios. Amén.
—Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA OCTAVO – 22 DE JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio! ¡Con cuán larga mano te paga Dios tus finezas amorosas! ¡Qué
delicias tan inefables inundan tu corazón, después de haberlo herido tú con la
tierna compasión de los atroces tormentos de tu crucificado dueño! ¡Oh, si
fuera yo tan feliz que me entrara por las llagas y heridas de mi sagrado
Redentor a gozar de ese divino manantial de deleites! ¡Oh, si lograra yo que
mis súplicas y ruegos fuesen oídos de tu piadosa compasión, y me alcanzases una
continua afectuosa memoria de la Pasión y muerte de mi amorosísimo Jesús! Haz que
logre yo imitarte en esa santa ocupación, y que no haya en el mundo cosa alguna
en que se emplee mi memoria y mi voluntad, sino en la muerte de mi Jesús. Amén.
—Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA NOVENO – 23 DE JULIO
Por
la señal…
Acto
de contrición.
¡Oh bienaventurado Antonio! ¡Qué
preciosa es tu muerte a los ojos de Dios! Mueres fijos los ojos en
la imagen de tu crucificado dueño: y, bañando tus labios con la Sangre que mana
de su santísimo Costado, las últimas palabras que pronuncia tu boca son: «¡En tu sangre Jesús, en tu Sangre Jesús!». ¡Oh muerte felicísima! ¡Oh muerte envidiable! ¿Pero qué podías tener en los labios en aquella hora,
sino lo que había sido toda tu vida el empleo de tu amor y de tu gratitud?
¡Miserable de mí, que no habiendo sabido apreciar esa
Sangre preciosísima, debo temer no me aproveche en la última hora! No
sea asi, Antonio amado mío; por esa misma Sangre te suplico no me
desampares en mi muerte. Por la Sangre preciosísima de mi Jesús, te pido, te
suplico y ruego hagas que logre mi alma a la hora de mi muerte, ser
participante de los triunfos de esa Sangre. Amén.
—Se rezan
cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se
rezarán todos los días.
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