Novena
dispuesta por el padre Fray Daniel Sánchez García OFM, del Convento de San
Francisco, y publicada en Guatemala de la Asunción por la Tipografía Sánchez y
de Guise en 1915, con licencia eclesiástica otorgada por Rafael Álvarez,
Secretario del Arzobispado, el 29 de Octubre de 1915.
COMENZAMOS: 1º de diciembre.
FINALIZAMOS: 9 de diciembre.
FESTIVIDAD: 10 de diciembre.
A LOS DEVOTOS
DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO.
Hace
algunos meses publicamos la MILAGROSA HISTORIA DE
LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO. Desde entonces hemos visto con
singular complacencia acrecentarse de día en día el culto de esta célebre
Imagen tan venerada en otro tiempo. Con frecuencia acuden a solicitar un poco
de aceite de la lámpara que arde ante la bendita Imagen, porque personas amigas
les han manifestado haber obtenido con él prodigiosas curaciones. Se han
celebrado y se celebran bastantes misas en acción de gracias por favores
extraordinarios que confiesan haber recibido por mediación de Nuestra Señora de
Loreto, venerada en los Templos de San Francisco y el Sagrado Corazón.
Repetidas veces me han manifestado algunos devotos sus grandes
deseos de tener una Novena de esta milagrosa Imagen, y juzgando muy digno el
acceder a ellos y muy a propósito para aumentar su culto, me resolví a escribir
la presente. En
las consideraciones de cada día de la Novena me he limitado únicamente a
estudiar la vida admirable de María Santísima en su
casita de Nazaret, tan famosa hoy día en el orbe católico con el nombre de la
Santa Casa de Loreto. En todo tiempo puede hacerse provechosamente esta
Novena, pero desde muy antiguo se viene celebrando con
solemnidad la fiesta principal de esta Imagen el 10 de Diciembre, y por
consiguiente la novena se hace en los nueve días anteriores. Con
seguridad el que lea la Milagrosa Historia de Ntra. Señora de Loreto, se hará
pronto su devoto.
Los
muchos y singulares favores que ha dispensado en lo pasado a los que acudían a
ella, son la mejor garantía de que favorecerá en lo por venir a los que se
acojan a su amparo. Esta es la firme esperanza que
abriga el que esto escribe, y por esto suplica a todos los que hagan esta
Novena, lo encomienden a Nuestra Señora de Loreto.
FRAY DANIEL SÁNCHEZ GARCÍA,
OFM.
Guatemala,
Febrero de 1915.
NOVENA DE
NUESTRA SEÑORA DE LORETO
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos
Señor
✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén
ACTOS DE FE, ESPERANZA Y
CARIDAD
Creo en Vos, Dios mío, porque
sois verdad infalible; espero en Vos, porque sois fiel en vuestras promesas; os
amo, porque sois bondad infinita. Pésame, Dios mío, de haberos
ofendido por ser Vos quien sois, y por qué os amo sobre todas las costas:
propongo nunca más pecar. (Indulgencia de siete
años y siete cuarentenas cada vez; plenaria al mes).
OFRECIMIENTO
Os ofrezco, Dios mío, esta
Novena a vuestra mayor gloria y en honra de Nuestra Señora de Loreto venerada
en este templo, por medio de la cual obráis tantos prodigios y derramáis tantas
gracias sobre los míseros mortales. Hacedme agradable a vuestros
divinos ojos para que sea digno de alabaros y bendeciros eternamente en el
cielo. Amén.
DÍA PRIMERO – 1 DE DICIEMBRE.
DESPOSORIOS
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN.
Hacía nueve años que María vivía en el templo, y deseaba con
toda su alma permanecer para siempre en la casa de Dios cuyo último lugar
prefería a las más altas dignidades del mundo; pero la ley se oponía a sus
deseos. Cuando
las vírgenes consagradas al servicio de los altares llegaban a los quince años
de su edad, eran de nuevo enviadas por el Sumo Sacerdote al seno de sus
familias, para que cumpliesen la rigurosa obligación del matrimonio, que el
orgullo nacional imponía a todas las hijas de Israel. No pudiendo, pues, la
Santísima Virgen prolongar su estancia en el templo contra el dictamen de la
ley, ni presentarse en el mundo sin un protector de su juventud, se sometió a
la costumbre de su país, confiando en que el auxilio del cielo la había de
proporcionar un medio para conciliar con el matrimonio su voto de virginidad.
La divina Providencia, que había predestinado a San José para que fuese fiel
custodio de la virginidad de María y padre adoptivo de Jesús, le hizo conocer
también por señales especiales que él era el elegido para ser esposo de aquella
Virgen inmaculada y santísima.
Se
celebra el desposorio con el castísimo José, y se retiran ambos esposos a vivir
a una humilde aldea llamada Nazaret. El exacto y puntual desempeño de los
ordinarios deberes domésticos y el gobierno interior de su casa forman el carácter
distintivo de la vida que comenzó a llevar María en su casita de Nazaret. En
este humilde retiro, María combate con su ejemplo esa piedad muelle y ociosa
que se observa en no pocas mujeres acomodadas, enemigas del trabajo, sólo
porque no necesitan de él para vivir. No; la piedad de María es muy diferente.
Sabía muy bien que pesaban sobre ella los deberes de presentar oportunamente el
alimento y el vestido a su querido esposo, y de cuidar con solicitud y esmero
de las cosas de su pobre morada, y no podía olvidar que todo esto tenía que
hacerlo por sí misma. ¡Ah! Si las esposas cristianas imitasen este hermoso ejemplo de María,
sin duda alguna veríamos pronto reinar en sus casas el aseo, el orden, el
bienestar y la dicha.
—Medítese
unos instantes sobre lo dicho, y hágase la petición. Ahora se rezarán tres
Avemarías y un Gloria.
JACULATORIA: Bendita sea la Santa e Inmaculada
Concepción de la beatísima Virgen María, Madre de Dios. (300 días de
indulgencia cada vez).
ORACIÓN FINAL PARA TODOS
LOS DÍAS
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás
se oyó decir que fuese abandonado de Vos ninguno de cuantos han acudido a
vuestra protección, implorando vuestro socorro y pidiendo vuestros auxilios.
Animado yo con igual confianza, acudo también a, Vos, oh Virgen Madre de las
vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro humilde a vuestras
plantas. No despreciéis, oh Madre del Verbo, mis
pobres súplicas, antes bien dignaos oírlas y acogerlas favorablemente.
Amén. (300
días de indulgencia cada vez; plenaria al mes).
—Se terminará con las Letanías de la Virgen, llamadas lauretanas
o sea de Loreto, a las cuales hay concedidas 300 días de indulgencia cada vez;
plenaria en las cinco fiestas mayores de la Virgen.
Letanía Lauretana
V. Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Cristo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, ten piedad de nosotros.
V. Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Cristo,
óyenos.
R. Cristo,
óyenos.
V. Cristo,
escúchanos.
R. Cristo,
escúchanos.
V. Dios,
Padre Celestial.
R. Ten
piedad de nosotros.
V. Dios
Hijo, Redentor del mundo.
R. Ten
piedad de nosotros.
V. Dios
Espíritu Santo.
R. Ten
piedad de nosotros.
V.
Trinidad Santa, un solo Dios.
R. Ten
piedad de nosotros.
V.
Santa María. R. Ruega por nosotros.
V.
Santa Madre de Dios. R. Ruega por nosotros.
V.
Santa Virgen de las vírgenes. R. Ruega por
nosotros.
V.
Madre de Cristo. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre de la Iglesia. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre de la divina gracia. R. Ruega por
nosotros.
V.
Madre purísima. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre castísima. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre virginal. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre incorrupta. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre inmaculada. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre amable. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre admirable. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre del Buen Consejo. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre del Creador. R. Ruega por nosotros.
V.
Madre del Salvador. R. Ruega por nosotros.
V.
Virgen prudentísima. R. Ruega por nosotros.
V.
Virgen digna de veneración. R. Ruega por
nosotros.
V.
Virgen digna de alabanza. R. Ruega por
nosotros.
V.
Virgen poderosa. R. Ruega por nosotros.
V.
Virgen clemente.
R. Ruega
por nosotros.
V.
Virgen fiel. R. Ruega por nosotros.
V.
Espejo de justicia. R. Ruega por nosotros.
V.
Trono de sabiduría. R. Ruega por nosotros.
V.
Causa de nuestra alegría. R. Ruega por
nosotros.
V.
Vaso espiritual. R. Ruega por nosotros.
V.
Vaso digno de honor. R. Ruega por nosotros.
V.
Vaso insigne de devoción. R. Ruega por
nosotros.
V.
Rosa mística. R. Ruega por nosotros.
V.
Torre de David. R. Ruega por nosotros.
V.
Torre de marfil. R. Ruega por nosotros.
V.
Casa de Oro. R. Ruega por nosotros.
V.
Arca de la Alianza. R. Ruega por nosotros.
V.
Puerta del cielo. R. Ruega por nosotros.
V.
Estrella de la mañana. R. Ruega por nosotros.
V.
Salud de los enfermos. R. Ruega por nosotros.
V.
Refugio de los pecadores. R. Ruega por
nosotros.
V.
Consuelo de los afligidos. R. Ruega por
nosotros.
V.
Auxilio de los cristianos. R. Ruega por
nosotros.
V.
Reina de los Ángeles. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina de los Patriarcas. R. Ruega por
nosotros.
V.
Reina de los Profetas. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina de los Apóstoles. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina de los Mártires. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina de los Confesores. R. Ruega por
nosotros.
V.
Reina de las Vírgenes. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina de los Santos. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina concebida sin pecado original. R. Ruega por
nosotros.
V.
Reina llevada al cielo. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina del Santísimo Rosario. R. Ruega por
nosotros.
V.
Reina de la familia. R. Ruega por nosotros.
V.
Reina de la paz. R. Ruega por nosotros.
V.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo.
R.
Perdónanos, Señor.
V.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo.
R. Escúchanos, Señor.
V.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo.
R. Ten misericordia de nosotros.
Bajo tu protección nos
acogemos Santa Madre de Dios, no desoigas nuestras súplicas en nuestras
necesidades; antes bien,
líbranos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita.
V.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
Nuestro Señor Jesucristo. Amén
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO – 2 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
SAN
GABRIEL ANUNCIA A MARÍA EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN.
María estaba en medio del mundo, pero no por eso vivía menos
sola y retirada; entre el trabajo y la oración ocupaba todas las horas del día.
El Arcángel San Gabriel
es enviado por Dios a María, que se encuentra sola, dice San Ambrosio, en su
aposento. Sólo un ángel podía llegar hasta su presencia, y aun la vista de un
ángel la llena de turbación y sobresalto. Y si la presencia del ángel la
sobresalta, no la turban menos las palabras que la dirige. El ángel se humilla
ante ella, y el saluda reverente diciendo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo;
bendita tú eres entre todas las mujeres. Esta manera de saludar no
se había oído jamás en el mundo, y la Santísima Trinidad la reservó, para
María, a fin de manifestar a todos los siglos su grandeza y su dignidad
incomparables. María no reconoce en sí misma la mujer a quien van dirigidos
aquellos elogios, y en su profunda humildad sólo contesta manifestando la
turbación de que está dominada: Turbáta est. María, dice San Bernardo, se
sonroja al oír que se la llama bendita entre las mujeres, porque sólo deseaba
las bendiciones de las vírgenes.
Vos lo sabéis, Dios mío, debió exclamar, yo he pasado la infancia en el sagrado
recinto del templo; la inocencia fue la fiel compañera de mis primeros pasos;
la virginidad me pareció una ofrenda digna de vuestra soberana grandeza, y Vos
recibisteis mi sacrificio; ¿será posible que mi pureza no os haya sido aceptable?
No temas, le
dice el ángel, tú tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús; será grande y
se llamará Hijo del Altísimo. ¡Yo!, exclamó María, ¡yo la Madre de mi Dios! ¡Me bastaría la
incomparable gloria de ser su más humilde sierva! Es cierto que le amo, que le
adoro, que yo sería sumamente feliz llevándole en mis brazos, velando su dulce
sueño, enjugando sus lágrimas, mezclando mi llanto con su sangre, llamándole
hijo mío y llamándome Él su madre; pero el Señor sabe lo que le prometí, y más
quiero complacerlo que mandarle. ¡Ah! si los designios que Dios tiene sobre mí
no pueden realizarse sin ofender a una virtud que me es tan amada, dejo gustosa
a las mujeres de Judá estas bendiciones, y renuncio a la maternidad divina
antes que dejar de ser virgen. ¿De qué manera, preguntó al ángel, se hará esto? Para disipar sus temores, fue preciso que el
ángel la tranquilizase, diciendo: No temas María; serás Madre, sin dejar de ser virgen. El
hijo que te anuncio será obra del altísimo. La maternidad divina, lejos de
empañar el brillo de tu virginidad, la hará infinitamente más hermosa y más
pura al habitar en tus entrañas el mismo Dios. A
imitación de María conformemos nuestra vida con los designios y pensamientos de
Dios, procuremos siempre hacer más aprecio del menor acto de virtud que de
todos los dones celestiales, porque no son estos dones los que glorifican a Dios
y santifican nuestras almas, sino las virtudes cuyo ejercicio es tan costoso
para la naturaleza.
—Medítese
un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: Dulce Corazón de María, sed mi salvación. (300 días de
indulgencia cada vez; plenaria al mes).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
DÍA TERCERO – 3 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
CONSENTIMIENTO
DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN.
Libre
María de toda duda acerca de su perpetua virginidad, asintió a las palabras del
ángel, y persuadida de que Dios, para ejecutar sus incomprensibles designios
dispone de maravillosos medios, dio sin la menor vacilación aquel
consentimiento que debía salvar al mundo. He aquí, dijo,
la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra. Hágase,
fiat; de esa manera se sirvió el Criador para sacar la luz de la nada.
No ignoraba María que la Encarnación del Verbo era una obra de la omnipotencia
de Dios, no menos estupenda que la creación del universo. A los honrosos
títulos que el ángel le prodiga, opone ella un título de humildad, del cual se
vale para expresar lo que es y lo que desea ser siempre: la esclava del Señor. ¡Oh milagro de los milagros!, exclama San Juan Crisóstomo, María es saludada como llena de gracia, y
protesta que sólo es la sierva del Señor. Apenas María hubo prestado
su consentimiento el ángel desapareció. El Espíritu Santo descendió en aquél
mismo instante, y formó en las entrañas de María de su purísima sangre el cuerpo del Hombre-Dios. ¿Quién será capaz de expresar las gracias
con que el Señor la enriqueció en aquel dichoso momento? Pues, así como este sol visible que nos alumbra,
no bien fue criado, cuando ya empezó a iluminar al mundo y a difundir por
doquiera su calor y sus benéficas influencias, así también el divino sol de
justicia, Jesucristo, no bien fue concebido y formado en las entrañas de María,
cuando la llenó de sus celestiales resplandores, y derramó sobre su alma
purísima los inagotables tesoros de su gracia. Pero la gloria de María no está
solamente en haber llevado a Jesús en su seno, sino en haberlo conservado por
amor en su corazón; en haber sabido unir las virtudes más eminentes con las más
elevadas distinciones, y honrar con su vida inmaculada la maternidad divina. María
dice San
Cipriano, se muestra verdaderamente sabia al
preferir un estado más perfecto sobre otro más honorífico y sublime; pues a
pesar de ser Madre de Dios, no fueron sus honores sino sus virtudes, las que
formaron su extraordinario mérito delante de Dios. El Señor miró más a su humildad que
a su virginidad, como María misma lo afirma en su cántico porque vio la humildad de su sierva. La humildad
es el escudo y la defensa de las demás virtudes. Y en efecto, ¿qué mérito, ni
qué valor tendría la pureza del cuerpo, si el corazón se hallase lleno de
soberbia? María, que fue siempre para nosotros un
modelo perfectísimo de pureza, lo es también de perfectísima humildad.
—Medítese
un rato. Récense
las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco a ti enteramente, y en prueba de mi
devoción te consagro hoy mis ojos, mis oídos, mi boca, mi corazón y todo mi
ser. Así, pues, ya que soy tuyo, ¡Oh buena
madre! guárdame y defiéndeme como a cosa y
posesión tuya. (100 días de indulgencia
una vez al día).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
DÍA CUARTO – 4 DE
DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
MARÍA,
MADRE DE DIOS.
Al
ser elevada a la dignidad de Madre de Dios, esta Virgen bendita entre todas las
criaturas entra en un estado más santo y perfecto. Desde ahora no basta ya
saludarla con el ángel, llena de gracia; es
necesario además admirar en ella el nuevo templo del Autor de la gracia, a
quien tiene encerrado en su casto seno. ¡Qué intimidad, qué comunicación tan
admirable y divina se estableció desde entonces entre la Madre y el Hijo! Mientras
que la Madre contribuye con su propia substancia a dar incremento y forma
conveniente al adorable cuerpo del Hombre-Dios, que ya constituye una sola cosa
con ella; el Hijo con su divina y adorable presencia, comunica a la Madre, por
decirlo así, su divina substancia, alimentándole espiritualmente el alma con
las luces de la sabiduría más pura, y el corazón con las vivas llamas de la
caridad más ardiente, haciendo de este modo con el espíritu de su Madre lo
mismo que ella con su adorable cuerpo. Los afectos y sentimientos del Hijo se
comunican al alma de la Madre, y entre los dos no forman moralmente más que una
sola cosa. María, que estaba enteramente transformada en Jesucristo, no tenía
gustos, inclinaciones ni sentimientos que no estuviesen conformes con los de su
divino Hijo. María puede decir con razón: Yo vivo, pero no soy yo la que vivo; es Jesucristo el que
vive en mí; y Jesucristo puede decir en cierto sentido: Yo vivo, pero no
soy yo el que vivo, es mi Madre la que vive por mí. Antes de llegar a ser Madre del divino Verbo,
María estaba constantemente en oración: pero al
presente es Jesucristo mismo el que ora y suplica en ella y con ella, y María a
su vez une su oración a la del Verbo encarnado de la manera más íntima y
perfecta. Para encontrar a Dios, no tiene esta santa Virgen la menor
necesidad de que su espíritu y su corazón se trasladen fuera de sí misma. Lo
tiene dentro de sí; su actual estado consiste en estar con Dios. También
nosotros a pesar de ser tan miserables y flacos, podemos participar de la
felicidad de María. Es cierto que el Corazón de María era una tierra bien
preparada y rica de desprendimiento, y que nuestros corazones están llenos de
egoísmo vergonzoso que todo lo atribuye a sí mismo y sofoca la divina semilla;
pero si conseguimos ser humildes como María la presencia de Jesús producirá en
nosotros los mismos efectos que produjo en ella. ¿No podemos también nosotros tener todos
los días la incomparable dicha de poseerlo dentro de nosotros, de la manera más
íntima, en la sagrada comunión? ¿Y no se nos presenta en un estado tan humilde
que aun parece mucho más pequeño que en su encarnación? Pero no se
contenta su amor con enseñarnos desde su tabernáculo; quiere también descender
a nuestro corazón para estrecharlo consigo y unirse a él inseparablemente.
Todavía no acaba aquí el ardiente amor de Jesús Sacramentado; quiere mezclar su
carne adorable con nuestra carne corrompida y pecadora, su sangre con nuestra
sangre, su alma con nuestra alma, su espíritu con nuestro espíritu, y su
voluntad con la nuestra. Y ¡qué monstruosa e inconcebible ingratitud la nuestra!
Jesús, vencido por el exceso de su amor, se entrega a nosotros
todos los días, y no por eso nos sentimos más conmovidos y obligados; al
contrario, casi llegamos a creer que Jesús debe agradecernos que le recibamos
con frecuencia.
—Medítese
un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: María, Madre de Dios y Madre de
misericordia, rogad por nosotros y por los fieles difuntos. (300 días de
indulgencia una vez al día).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
DÍA QUINTO – 5 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
El
milagro obrado en el seno de María por el poder del Altísimo es el secreto de
Dios, confiado a ella sola y al celestial mensajero encargado de anunciárselo;
el resto del universo ignora absolutamente esta inefable maravilla. El mismo
José, el santo esposo de María, no tiene conocimiento alguno de este misterio,
por lo cual empieza a concebir recelos y sospechas de su esposa. Esta sin embargo
no quebrantará su admirable silencio; llevará sin quejarse el peso de esta
ignominia, y será preciso que una revelación expresa del cielo venga a
tranquilizar a aquel afligido justo en los momentos mismos en que busca un
medio de separarse de su esposa sin dar lugar a un escándalo que la deshonre. ¿Será posible
comprender cual debió ser entonces la tribulación de la más pura de todas las
vírgenes? ¡Cuán admirable y heroico fue el silencio
de María! Una palabra suya, una
simple declaración de lo que el ángel le había anunciado, habría bastado para
justificarla plenamente, habría calmado a José, y hubiese cambiado sus
sospechas en una profunda veneración hacia ella. María
guarda profundo silencio. Su secreto es el de Dios, y ella no lo violará,
aunque tenga que perder su reputación y aun la misma vida. José por otra parte
podía difamarla públicamente, y según la ley se imponía la pena de muerte a
toda mujer infiel a su esposo. A pesar de todo esto, María
guarda profundo silencio, no dice a San José una sola palabra que le
ponga en conocimiento de la verdad; no se cuida de sí misma; se olvida de sus
intereses más queridos y los abandona enteramente en las manos de Dios. José
estaba ya a punto de dejar a María en secreto y sin escándalo, cuando Dios, que
nunca falta a sus siervos en la necesidad, y viene siempre en su auxilio
después de haber ejercitado suficientemente su virtud, le envió un ángel que
disipó todas sus sospechas e inquietudes, y cambió su tristeza en una alegría
tan extraordinaria como no la había experimentado jamás. Una vez ilustrado con
la luz del cielo, José concibió hacia su casta esposa la mayor veneración;
desde entonces vio en ella a la Madre de Dios, y redobló sus cuidados y
respetuosas atenciones. De esta manera fueron premiadas la prudencia y la
sabiduría de José y la paciencia de María; así fue glorificada aquella que
había buscado la humillación. ¡Oh, cuán buena cosa es sufrir en silencio, como sufrió
María! Dios no abandona jamás a aquellos
que, a ejemplo de esta humilde Virgen, se ponen en manos de su providencia. Y
antes enviará un ángel del cielo que dejar hasta el fin sumidos en la aflicción
a los que soportan humildemente los desprecios y depositan su confianza en el
Señor. No olvidemos este ejemplo admirable en las ocasiones que se nos
presenten, y soportemos la tribulación, la calumnia y la prueba todo el tiempo
que al Señor agradare.
—Medítese
un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: ¡Madre Santa! Imprimid profundamente en mi corazón las llagas de Jesús
crucificado. (300 días de indulgencia cada vez).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
DÍA SEXTO – 6 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
VIDA COMÚN
Y OCULTA DE MARÍA.
La vida que María hizo en Nazaret fue una vida ordinaria, común
y oculta, pero la más agradable para la Santísima Virgen. Vedla reducida a una mujer
ordinaria, viviendo en una población humilde. Su oración es tan sencilla como
sublime, y vive tan apartada de las cosas de la tierra que ni siquiera se
permite pensar en ellas un momento. No se observa en ella un recogimiento
extraordinario, ni una presencia de Dios aparente y sensible; ora
continuamente, pero en el fondo de su corazón nada notable ni singular se ve en
sus espirituales ejercicios. Las otras mujeres, sus vecinas, que la trataban,
no observaban en ella ninguna cosa sorprendente que les hiciese exclamar: he aquí una mujer en verdad piadosa y santa. Con
todos trataba, y a todos sin distinción se hacía accesible; en su aire, en su
manera de andar, en su conversación, en toda su persona, finalmente, nada veía
que no fuese sencillo y modesto. María llevaba en Nazaret una vida obscura en
cuanto le permitían su posición y sus circunstancias; recogida de continuo en su
humilde vivienda, apenas salía de ella no siendo impulsada por la caridad o por
la necesidad. Por otra parte, las mujeres de su condición no se hallaban en el
caso de presentarse en público ni de brillar en reuniones, por más que el
público y las reuniones de Nazaret fuesen por demás humildes; pero, como quiera
que fuese, María no se dejaba ver en ellas con frecuencia. Sus visitas, si alguna
hacía, estaban siempre inspiradas por la gracia y dictadas por la urbanidad,
por la caridad y por la buena educación; pero jamás la prolongaba más allá del
tiempo estrictamente necesario, ni las empleaba en tratar de cosas que no
fuesen edificantes y provechosas; nunca entraban en ellas la curiosidad, la
murmuración ni la maledicencia. Cumplidos sus deberes de caridad con el
prójimo, se retiraba alegre y satisfecha a la soledad de su casa. Jamás hablaba
de sí misma ni de su divino Hijo; antes, por el contrario, ocultaba con
discreción todo lo que a sí propia se refería, trataba sólo de aparecer a los
ojos de los demás como una mujer ordinaria. ¡Cuán difícil es cuando se han recibido grandes favores
de Dios, conducirse de manera que nadie los conozca, ni los sospeche siquiera! Sigamos el ejemplo de María, y hagamos
nuestras delicias de la vida común y ordinaria, para que imitando más de cerca
a nuestra augusta Madre, nos conservemos mejor en humildad, nos apartemos más y
más de la soberbia que ama las singularidades y distinciones, y hagamos la
virtud amable a nuestros prójimos, en vez de hacerla odiosa y difícil presentándola
bajo formas y apariencias casi impracticables.
—Medítese
un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: María, esperanza nuestra, ten piedad de
nosotros. (300 días de indulgencia).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
DÍA SÉPTIMO – 7 DE
DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
VIDA POBRE
Y LABORIOSA DE MARÍA.
Consideremos el admirable ejemplo que nos ofrece la augusta
Reina de los Cielos ocupada en trabajos que a nosotros nos parecen sobremanera
rudos, molestos y humillantes. Contemplémosla
unas veces rendida y agobiada bajo el peso de los objetos que se veía precisada
a llevar; otras cultivando la tierra con sus purísimas manos y bañado en sudor
su virginal rostro; ya cosiendo los vestidos para su familia según la costumbre
de las mujeres hebreas; ya conduciendo el agua necesaria para los usos
domésticos, imitando el ejemplo de las más ilustres mujeres de los Patriarcas;
ya finalmente, preparando la modesta y frugal comida para su divino Hijo y para
su casto esposo. ¡Ah!
¡Cuánta admiración causa el ver a esta Señora empleada en tan humildes
trabajos, mortificando al propio tiempo su inocentísimo cuerpo! ¡Avergüéncense
e imiten este hermoso ejemplo tantas mujeres cristianas dominadas por la
vanidad y la molicie, y enemigas declaradas del recogimiento y del trabajo! El trabajo de María era asiduo, diario y continuo; no era
en manera alguna un trabajo de gusto, ni de capricho, sino de absoluta
necesidad; era un trabajo penoso, humillante, oscuro y obligatorio; era, en una
palabra, el que correspondía a la esposa de un pobre artesano. Refiere
Orígenes que los paganos se mofaban de los primeros cristianos porque se
gloriaban de ser discípulos de un hombre nacido de una mujer tan pobre que se
sustentaba con el trabajo de sus manos. No difieren mucho de la opinión de los
paganos el lenguaje y las costumbres de muchas mujeres de nuestros días, aun de
las que pasan por piadosas, las cuales miran todos estos detalles de la vida
oculta de María como nimiedades indignas de la Madre de un Dios. Pero ¡ah!,
muy de otro modo le enseña el Espíritu Santo cuando al trazarnos el retrato de
la verdadera mujer fuerte, nos la presenta ocupada en todas las
particularidades de la vida privada y doméstica. Todos, por lo general,
despreciamos estas cosas que creemos pequeñas, y las miramos como indignas e
impropias de nuestro estado y de nuestra posición, pero María, Madre de un Dios
que se encarnó en su seno atraído por su humildad, tenía sus delicias en todas
aquellas cosas y ocupaciones que, por natural efecto de la soberbia, son
temidas y despreciadas por las personas que viven según las máximas del mundo. De este
funesto error se originan tantos desórdenes, tanta confusión, tanta ociosidad,
tantos vicios y tantos escándalos como por todas partes observamos en la
sociedad.
—Medítese
un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: Corazón Inmaculado de María, rogad por
nosotros. (100 días de indulgencia cada vez).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
DÍA OCTAVO – 8 DE DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
VIDA
SILENCIOSA DE MARÍA.
María, supuesta su cualidad de Madre de Dios, parece que debiera
ocupar un lugar importantísimo en la vida de su Hijo y en la historia de la
religión. Pero
sucede precisamente todo lo contrario. Apenas se le oye pronunciar algunas
palabras, y son bien raras las veces que el Evangelio la nombra. No consta que
hubiese hablado más que en cuatro ocasiones, y en éstas con mucha brevedad, e
impulsada por el deber o por la caridad. Teníamos ya en los antiguos Patriarcas
bastantes ejemplos que imitar en cuanto a las palabras y en cuanto a las obras;
pero necesitábamos un modelo para aprender a callar y a no darnos a conocer con
nuestras obras sino obligados por la necesidad. Era preciso que María, con sus
celestiales ejemplos, nos enseñase que la verdadera virtud es la de aquellas
almas que se circunscriben modestamente al exacto cumplimiento de sus deberes,
huyen de la gloria mundana y aman la humildad y el silencio. Aunque se hallaba
profundamente instruida en los misterios divinos, no tomó a su cargo el
comunicar a los demás la celestial sabiduría de que estaba llena. Mira tranquila que los Apóstoles anuncien por todas
partes los misterios del nuevo culto, y ella se contenta con adorar a Dios en
secreto, pidiéndole que bendiga su nueva obra. El amado discípulo, que
en la última cena tuvo la inefable dicha de reclinar su cabeza sobre el pecho
de Jesús, recibe también la honrosa misión de anunciar la divina generación del
Verbo; y María, que había llevado al mismo Redentor en su castísimo seno,
parece que no sabe sino callar. Y, sin embargo, ¿quién más a propósito que ella para
instruir al mundo en la nueva fe, y para hacerlo abrazar obrando estupendos
milagros? ¿No era ella la fiel depositaria de todos los tesoros de la sabiduría
y de la bondad de Dios? ¿No ha merecido ser Madre de la eterna vida y sabiduría
infinita? ¡Ah, cuán grande y misterioso es
este silencio! ¡Cuán admirable es María aun en aquello que en su vida parece
más obscuro y desconocido! Aprovechémonos del ejemplo de
María, amemos la vida retirada, y evitemos las conversaciones inútiles y
profanas. Viviendo en el mundo, es difícil tener horas fijas para practicar
como María, el silencio; porque cuando menos se piensa, hay obligación de
hablar; podemos, sin embargo, guardar silencio de un modo provechoso, hablando
solamente en tiempo oportuno y por necesidad, hablando bien de todos, mal de
ninguno, ni bien ni mal de nosotros mismos; podemos guardar perfecto silencio
cuando, hallándonos en compañía de otros, procuramos escuchar con modestia, sin
afectar una taciturnidad impertinente y entendida y sin mostrar agrado en la
murmuración; podemos guardar silencio cuando hablamos con moderación, sin
dejarnos arrebatar por la impetuosidad de nuestro carácter, y después de haber
examinado y elegido lo que debemos hablar.
—Medítese
un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: ¡Oh María, concebida sin pecado, rogad por
nosotros que acudimos a Vos! ¡Oh refugio de los pecadores, Madre de los
agonizantes, no queráis abandonarnos en la hora de nuestra muerte; alcanzad
para nosotros un dolor perfecto, una sincera contrición de nuestros pecados, la
digna recepción del Santísimo Viático, la corroboración del sacramento de la
Extremaunción, para que podamos presentarnos seguros ante el trono del justo,
pero también misericordioso Juez, nuestro Dios y Redentor! Amén. (100 días de indulgencia una vez cada día).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
DÍA NOVENO – 9 DE
DICIEMBRE
Por
la señal…
Actos
de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
APLICACIÓN
DE MARÍA AL ESTUDIO E IMITACIÓN DE JESÚS.
Nadie ha comprendido tan bien como María que en el estudio de la
vida de Jesucristo se hallan encerradas todas las gracias y todas las
bendiciones; por eso desde el inefable momento en que esta inmaculada Virgen
tuvo la dicha de ser Madre del Redentor hasta el último instante de su santa
vida, jamás perdió de vista a su divino Hijo. Su
mente y su corazón estaban ocupados en Jesús, no sólo en cuanto era objeto
queridísimo de su amor, sino también en cuanto lo era de su imitación. Sabía
muy bien que el Hijo de Dios se había hecho hombre para servirnos de modelo, y
se consideraba dichosa en tener siempre delante de sus ojos un ejemplar tan
perfecto, en conversar con Él con más intimidad y frecuencia que nadie, en ser
testigo inseparable de su manera de vivir y de obrar y fiel depositaría de sus
más tiernos afectos. María observaba con singular atención todas las acciones y
palabras de Jesús, y con ellas alimentaba su alma. Y por lo mismo que tenía con
Él más estrecha unión que ninguna otra criatura, se creía con justicia más
obligada a imitarle y seguirle con mayor perfección que los demás. Por esto
estudiaba y meditaba sin cesar su santísima vida, se fijaba con sumo cuidado en
todos sus modales y procuraba, en cuanto le era posible, conocer a fondo sus
intenciones interiores para imitarlas y uniformar a ellas las suyas. La principal ocupación de María sobre la tierra consistió
siempre en estudiar a Jesucristo; y aun durante el tiempo que vivió después de
su divino Hijo, recordaba con suma frecuencia sus milagros, sus obras, sus
palabras, su dolorosa Pasión y muerte y todas las demás circunstancias de su
vida. Todo lo restante del mundo era para ella en extremo indiferente y
ajeno a sus pensamientos. A ejemplo de María ocupémonos en estudiar a
Jesucristo todos los días de nuestra vida. Por muy larga que ésta llegue a ser,
jamás podremos terminar tan provechoso estudio, ni agotar tan importante
materia. Cuanto más asiduas y profundas sean nuestras investigaciones, tanto
más hallaremos qué investigar; y a medida de las luces que se nos vayan
comunicando, conoceremos que cada vez nos queda más qué aprender. Estudiémoslo
siempre cualquiera sea la condición o el estado en que nos encontremos; grandes
o pequeños, ricos o pobres, sanos o enfermos, en la prosperidad y en la
adversidad; no debemos olvidar jamás, si eficazmente queremos ser verdaderos
cristianos, que no podremos conseguirlo sino por medio de un constante estudio
de la vida y de los ejemplos de Jesucristo. Estudiemos a Jesús crucificado
como lo estudiaba María. El crucifijo será siempre el libro más elocuente, más
hermoso y más estimable para las personas cristianas. Este libro divino habla a
los sentidos, a la mente y al corazón; su lenguaje es el más dulce, persuasivo
y eficaz; todo lo expresa, todo lo enseña, a todo responde.
—Medítese
un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
JACULATORIA: ¡Oh, buen Jesús! Por el amor que tenéis a vuestra Madre, Ruégoos que, así
como Vos la amáis verdaderamente, y queréis que sea amada, me concedáis que yo
la ame muy de veras. (100 días de
indulgencia una vez al día).
—El
Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
—Para
obtener más favorablemente la protección de Nuestra Señora de Loreto se
recomienda grandemente la confesión y comunión en el último día de la Novena.
ORACIÓN A LA VIRGEN
SANTÍSIMA DE LORETO PARA DESPUÉS DE HABER RECIBIDO LA SAGRADA COMUNIÓN
¡Oh María,
Virgen y Madre Santísima! He aquí que he recibido a tu amadísimo Hijo,
al cual tú concebiste en tu seno inmaculado, engendraste, criaste y estrechaste
con dulcísimos abrazos. Mira, pues que te presento con amor y humildad a aquel
mismo Jesús con cuya vista te alegrabas y te llenabas de todas las delicias, y
lo ofrezco a tus brazos para que lo abraces, a tu corazón para que lo ames y
para que lo ofrezcas a la Santísima Trinidad en supremo culto de adoración, por
tu misma honra y gloria y por todas las necesidades mías y de todo el mundo. Ruégote,
pues, piadosísima Madre, me alcances perdón de todos mis pecados, y gracia
abundante para que desde ahora le sirva con más fidelidad; y por fin la
perseverancia final, para que pueda alabarle contigo por los siglos de los
siglos. Amén.
(100 días de indulgencia).
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