miércoles, 13 de noviembre de 2024

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL PATROCINIO.

 




Novena dispuesta por un clérigo de la diócesis de Barcelona, y publicado en esa ciudad por la imprenta de Valentín Torrás en 1844.

 

SE CELEBRA GENERALMENTE EL SEGUNDO DOMINGO DE NOVIEMBRE.

  

AL LECTOR

La Iglesia nuestra Madre recomienda eficazmente a todos los cristianos la devoción a la Virgen Santísima, y apoyada en su poderoso patrocinio, procura inspirarles una verdadera y sólida confianza hacia esta Señora; y efectivamente la fe y aun una feliz experiencia nos atestigua todos los días, con cuánta razón debemos esperar de su firme amparo toda suerte de gracias y beneficios. Debemos pues esforzarnos, cuanto esté de nuestra parte, a mantener a esta poderosa y eficaz Protectora la devoción más tierna, pero no una devoción estéril que consista únicamente en exterioridad y apariencia, sino que esté fundada en la fiel imitación de sus virtudes. Ningún efecto podemos prometernos de su poderoso patrocinio si no imprimimos en nuestro corazón esta saludable máxima, y la acreditamos con la bondad y rectitud de nuestros hechos; como lo evidencia el mismo sagrado libro de la ley divina, en donde está escrito: LA FE SIN LAS OBRAS, ESTÁ MUERTA. A este fin, pues, dedicamos a la Virgen Madre bajo el título del Patrocinio este devoto novenario, se propone en cada día una de las principales virtudes que practicó durante su vida mortal, para que esmerándonos muy particularmente sus devotos en seguir su ejemplo, podamos experimentar los suaves efectos del poder y valimiento que tan justamente ejerce con su divino Hijo.

 

Para consuelo de los fieles, conviene saber: que, en orden a la institución de esta fiesta, el Rey Felipe VI solicitó del Papa Alejandro VII a mediados del siglo XVII una bula por la cual se estableciese en España una fiesta anual en memoria y agradecimiento del Patrocinio de María Santísima; y el citado Sumo Pontífice, la concedió en Roma en el día 28 de julio de 1656. Para promover más la devoción el mismo Santo Padre Indulgencia plenaria y remisión de todos sus pecados a todos los fieles de uno y otro sexo, que verdaderamente contritos y arrepentidos, confesaren y comulgaren en el día del Patrocinio de Nuestra Señora, asistiesen a la Misa mayor y rogasen a Dios por los fines y necesidades de la Santa Iglesia. Esta festividad, que se asignó al segundo domingo de Noviembre, estriba en un principio de fe, dice el sabio Pontífice Benedicto XIV, a saber: que María Santísima intercede por nosotros haciendo oración en los Cielos a su hijo Jesucristo; así es que será tanto más eficaz y poderoso este patrocinio, cuanto mayores serán las razones, para que sean oídas nuestras súplicas. Y, ¿qué mayores pueden ser nuestras razones, Lector piadoso, cuando afectan tan profundamente nuestro espíritu, las aflicciones de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, insultada de tantos blasfemos, e impugnados sus dogmas por la malignidad de folletos escandalosos e impíos? ¿Cuando observamos con la mayor amargura conculcados sus preceptos, en especial el que manda la observancia de los días festivos, en que, por algunos, tan osadamente se apura el escándalo? ¿Cuándo la desmoralización se ha extendido por desgracia tan generalmente, hasta llegar su perversa semilla a inficionar el corazón de niños tiernos, en los cuales la malicia se adelanta a la edad? Busquemos pues la gracia, dice el verdadero devoto de María San Bernardo, y busquémosla en la Madre de Dios; pues esta Señora halla siempre lo que busca, ni pueden jamás quedar frustradas nuestras diligencias.

  

Como un humilde obsequio a nuestra Madre y protectora la Virgen María, he procurado arreglar este sucinto novenario, escrito a propósito muy llano, para la más fácil inteligencia de la gente sencilla; hallarás en él, no lo dudo, muchas faltas: pero disimula benigno, y persuádete de la pura intención y vivo deseo con que, por tu bien y aprovechamiento espiritual, te lo ofrece el más indigno de los Ministros del Señor,

 

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL PATROCINIO

 

Puesto humildemente de rodillas en presencia de una imagen de María Santísima, hecha la señal de la Cruz y con viva fe y firme confianza en su poderosa protección, hará fervorosamente el siguiente

   

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

    

ACTO DE RECONOCIMIENTO Y CONTRICIÓN

 

   Dulcísimo Redentor mío: humildemente a vuestras sagradas plantas, vengo a implorar por medio de la protección de vuestra divina Madre, el auxilio de vuestra infinita clemencia; no solo por las necesidades que acongojan mi pobre alma y la de mi prójimo, sino también por las que angustian a vuestra Santa Iglesia. Con el más vivo sentimiento de mi corazón, confieso que estoy muy lejos de merecer vuestra piedad, por la multitud y gravedad de mis culpas que, aunque lavadas con el saludable baño de la penitencia mediante el socorro de vuestra divina gracia, pero jamás me he esmerado en corresponder fielmente a vuestras santas inspiraciones; he vivido con suma tibieza y en tan amarga indiferencia, he permanecido hasta ahora ingrato a los inmensos beneficios de que me habéis colmado. Mas, ¡oh Jesús de mi alma!, ¡Oh Dios de mi corazón!, siento íntimamente el haberos ofendido por ser Vos quien sois, Bondad infinita y Bien inmenso; me pesa de corazón haber traspasado vuestra divina ley, confuso del todo me hallo en vuestra divina presencia, al acordarme que vuestra misericordia ha tolerado tan benignamente mis desacatos; mi refugio es volverme, como lo hago, al trono de vuestra infinita piedad, pidiéndoos perdón de todas mis ingratitudes en virtud de los méritos de vuestra dolorosísima Pasión y muerte en cruz. Propongo firmemente portarme en adelante con más fidelidad y fervor en vuestro santo servicio, renunciando al Mundo, Demonio y Carne, y detestando sus inicuas sugestiones; a cuyo fin os renuevo, ¡oh mi buen Jesús!, la sagrada fidelidad que por mi parte se os hizo en el santo Bautismo, y perseverar, ayudándome vuestra gracia, en vuestro santo temor y agrado todos los instantes de mi vida. Amén.

  

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 

   ¡Oh Virgen Santísima llena de poder y majestad!, siempre que registro el fondo de mi corazón, y hállole manchado con las feas culpas que le dominan, se apodera de mí un frío temblor, temiendo que el azote de un Dios vengador castigue mi alma con una eterna condenación; pero cuando levanto los ojos a Vos, y considero que sois mi Madre y Protectora, renace en mi interior el consuelo, y lleno de júbilo y alegría, concibo vivamente la esperanza de salvarme. Sí, dulce Madre mía: Vos sois nuestra Protectora, y como tal dice un fiel siervo vuestro, sois la escala por donde suben al Cielo los pecadores. Vos sois la tesorera del Cielo y dispensadora de las gracias, y por medio de vuestro poderoso patrocinio, llegan hasta nosotros las que vuestro divino Hijo reparte sobre la tierra. Protegednos, Virgen Santa, y dignaos aplicar un eficaz remedio a todas nuestras necesidades espirituales y temporales, y una paz sólida y verdadera, aquella paz cristiana que llena los deseos y tranquiliza el alma de los que fielmente siguen las huellas que nos dejó trazadas vuestro Hijo crucificado. Como Madre de suavidad y de misericordia, ablandad los corazones empedernidos de los que vomitan tantas blasfemias contra lo más sagrado de nuestra Religión sacrosanta; de tantos sacrílegos, que con horrible escándalo han perpetrado los más aleves atentados. Patrocinadnos a todos, Virgen piadosísima: a los pecadores, para que salgan del tenebroso caos de la culpa; a los tibios, que dejen ese funesto estado y os sirvan con fidelidad; y a los fervorosos, dadles una sólida perseverancia en el bien obrar; a cuyo fin os dedico, Madre mía, el ejercicio de estos nueve días, que consagro a vuestra reverencia y obsequio; suplicándoos rendidamente que os dignéis comunicarme aquel espíritu de verdadera devoción, y demás disposiciones necesarias para practicarlo con el debido fruto. Amén.

  


DÍA PRIMERO

 

En este día obsequiemos a María por su amor a Dios, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

   ¡Oh María, dulce protectora mía! ¡Cuán ardiente es el amor que profesáis al Hijo de vuestras entrañas, pues siendo este Señor un Bien infinito, no ha habido ni puede haber en el mundo otra criatura que, como Vos, tuviese un conocimiento más cabal de sus atributos y perfecciones, y por consiguiente de cuánto merece ser amado! Nadie ha recibido más gracias ni beneficios que Vos, Madre mía, de su inmensa beneficencia; y nadie tampoco le ha sido tan fiel y tan amante. ¡Qué caridad tan encendida abrasaba vuestro Inmaculado Corazón! ¡Qué luces tan brillantes del divino amor, resplandecían en vuestro espíritu! ¡Oh amantísima Señora!, enajenados vuestros sentidos con el embeleso de este santo amor, teníais incesantemente en vuestro casto Corazón y purísimos labios, estos sentimientos de la Esposa de los Cánticos: ¡Mi amado para mí, y yo para él! De este modo correspondíais a la estrecha unión y amor, que merecéis a vuestro hijo; dando muestras de gozar siempre de su augusta y suave presencia. Este singular amor es el que siempre ha ocupado vuestro Corazón, y cuya laudable circunstancia es la que principalmente me propongo imitar de Vos, Madre tierna, por ser el ejercicio más noble de todas las virtudes, el alma y perfección de todas ellas. Haced pues, Señora, que sin reserva alguna sepa entregarme del todo a mi Dios, que le ame con toda la efusión de mi espíritu, y que jamás llegue a desear cosa alguna que me aparte de este amor; siendo éste el motivo dominante de mi conducta. A este fin propongo firmemente ser más exacto en el cumplimiento de su santísima ley, no perdiendo de vista cuánto por su inmensa grandeza merece ser amado, glorificado y servido, y los innumerables beneficios que así de naturaleza como de gracia he recibido de su infinita liberalidad; y constante hasta morir en esta práctica cristiana, pueda continuar en el Cielo amándole, en unión con Vos, por toda una eternidad. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Aquí cada cual pedirá a la Virgen la gracia que desea alcanzar; y luego se rezará siete veces el Padre nuestro, Ave María con Gloria Patri en honor del Patrocinio de María Santísima, y se concluye con la siguiente oración.

  

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

 

   Soberana Emperatriz de Cielos y tierra: ya que por felicidad mía puedo gloriarme con el dichoso título de hijo vuestro, admitid con benignidad mis humildes súplicas, y elevadlas como activa protectora al trono de vuestro Hijo Jesucristo, para su feliz y pronto despacho. Por la excelencia de vuestras virtudes merecisteis ser Madre de Dios, y esta insigne dignidad os constituye en un estado de grandeza y protección, por las cuales no hay gracia que os sea imposible, peligro ni tentación de que no libertéis, necesidad y aflicción que no aliviéis. Por ser Madre de Dios, justamente sois llamada Madre de misericordia, Medianera de los pecadores, Reparadora del Mundo, Redentora de cautivos, Áncora firme de nuestra esperanza y Puerto seguro de nuestra salvación. Qué dicha para nosotros, oh dulcísima Señora, el poder exclamar con un santo Padre: que tenemos una Abogada que está en el Cielo con anticipación, la cual, como Madre del Juez y Madre de clemencia, trata con la mayor eficacia los negocios de nuestra salud; motivo por el cual sois nuestra intercesora, por quien recibimos en nuestras moradas al mismo Jesucristo. Favorecednos, Señora, con vuestro poderoso amparo; Vos podéis hacerlo: y, por lo tanto, después de Dios, en vuestros auxilios ponemos toda nuestra confianza, seguros que, por vuestra mediación, alcanzaremos lo que humildemente os suplicamos. Vos sois, Madre cariñosa, la Ester graciosa destinada a proteger esta Ciudad, y todo el resto de España, y alcanzar la revocación de la sentencia de exterminio, cuando por la rebeldía de sus desviados, esté para ejecutarla el divino Asuero. Sois la prudente Abigaíl que sale al encuentro, cuando como otro David irritado, desenvaina la espada de la divina justicia, para castigar la ingratitud de tantos Nabales. Sois la fervorosa Tecuita, que oráis con la mayor eficacia, y os interesáis a fin de que los Absalones, esto es los pecadores, se arrepientan y conviertan enteramente. Sois, en fin, divina Señora, un todo para nosotros, pues sois nuestra Madre destinada expresamente por el mismo Jesucristo, en la persona de San Juan. Dignaos, pues, darnos una mirada compasiva, y alcanzad para todos los Cristianos la inestimable prenda de celestiales bendiciones, y en especial para estos devotos vuestros; para que prosperando todos como verdaderos protegidos de tan poderosa Abogada en la práctica de las virtudes, de que sois un fiel dechado, merezcamos vuestro socorro en esta vida y sobre todo en la hora de la muerte; para acompañaros en el Cielo, dando las debidas alabanzas a Jesús Cristo y a Vos, digna Madre suya, por toda una eternidad. Amén.

 

Antífona: Santa María, socorre a los miserables, anima a los pusilánimes, fortalece a los flacos, ruega por el pueblo, pide por el clero, intercede por las mujeres devotas: experimenten los efectos de tu asistencia y amparo todos aquellos que veneran solemnemente tu santo Patrocinio.

  

. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

 

ORACIÓN

 

   Concédenos te suplicamos, Señor Dios, a nosotros tus siervos, gozar de perpetua salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las tristezas presentes, y conseguir las alegrías eternas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

  

LETRILLA MÍSTICA AL GLORIOSO PATROCINIO DE NUESTRA SEÑORA LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

  

De la vida en las peleas,

De que el santo Job gemía,

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

  

Hasta el Líbano volaste,

Águila de grandes alas,

Y del cedro nos regalas

La médula que sacaste:

La médula en que granjeas

Mi salud, oh Virgen pía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Del seno del Eternal

Acá el Verbo nos trajiste,

Pues de carne le vestiste

En tu seno virginal:

Madre y Virgen, dos libreas

Vistes desde aquel día:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Cuando al Padre te presentas

Con tan rica vestidura,

De su Hijo la sangre pura,

Que es sangre tuya, le ostentas;

Y dando Él lo que deseas

Añade con melodía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Contigo tan generoso

Si el Padre se muestra; ¿cuánto

En el Espíritu Santo

Lo será el amor de Esposo?

Pues tú sola me recreas,

Repite, ¡oh paloma mía!

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Muy mejor que Salomón,

Pedid Madre, el Hijo dice,

Que de mi piedad desdice

Desechar tu petición:

Antes bien otorgar creas

Que es mi gloria y mi alegría:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Como rueda de Ezequiel

De mil ojos matizada,

De mil ojos la mirada

Tiendes sobre el pueblo fiel:

No hay miseria que no veas

Y no alivie tu valía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

¿Qué de bienes generosa

No derramas en la tierra?

¿Qué de males no destierra

Tu derecha poderosa?

Por ti se vencen peleas,

Tú aniquilas la herejía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

¿Cuantos eran ya despojo

Del tartáreo gavilán,

Y a tu maternal afán

Los cedió el divino enojo?

De tu gloria estas preseas

Son la rica pedrería:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Más del Juicio a las señales

En la luna, sol y estrellas,

De pavor dando querellas

Están secos los mortales:

¿A quién, almas, como reas,

Clamaréis en la agonía?

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Levantad vuestra cabeza,

Llega vuestra redención,

De una gran constelación

Se aparece la belleza:

Cedan las señales feas

De estotra a la bizarría:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

La Mujer del sol vestida,

Que, de estrellas coronada,

De la luna está calzada,

Es el gran signo de vida:

En sus manos tus tareas

Y tu suerte, oh alma, fía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

¿Del Juez a la Majestad

Tu temblor ya se anticipa?

Mira al Iris que disipa

De su ira la tempestad:

Lejos, lejos las ideas

Del terror que te afligía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Sí, sí, oh Virgen, a ti acudo,

A tí clama el pecho mío,

Tu clemencia y poderío:

Es mi doble fuerte escudo:

Tú me guarda de las teas

Y quebranto de aquel día:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

De Jesús al diestro lado,

Madre mía, me coloca,

Y oiga allí yo de su boca:

Ven al reino preparado:

Para siempre le poseas

Cual don de mi Madre pía:

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

Pues, gran Reina, señoreas

Al pueblo que en ti confía,

Invencible escudo seas,

Patrocinio de María.

 

. La gracia se difunde por tus labios.

. Porque el Señor te bendijo para siempre.

  

ORACIÓN

 

   Habiendo recibido la sagrada prenda de nuestra salvación, concédenos te suplicamos, Señor, que merezcamos ser amparados en todo lugar y tiempo con la protección de la bienaventurada siempre Virgen María, en cuyo obsequio te hemos ofrecido estos dones. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  


DÍA SEGUNDO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

En este día obsequiemos a María por su amor al prójimo, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

   ¡Oh María, dulce protectora mía! ¿Qué amor, fuera el del Criador, podrá jamás compararse con el que Vos tenéis a los hombres? Si la caridad con Dios y con el prójimo, siendo verdadera, es inseparable y está muy estrechamente unida; se deduce con evidencia, que no habiendo existido criatura alguna, que haya amado más a Dios que Vos, tampoco la ha habido ni puede haberla que, a semejanza vuestra, haya ejercitado en más alto grado esta virtud para con el prójimo. Poseída sin interrupción, Madre mía, de estos cordiales sentimientos, procurasteis compasiva, alcanzar de vuestro amado Hijo, los más abundantes socorros para toda especie de necesitados. El mismo amor os obligó a rogarle que dispensase sus beneficios a las almas, aun por medio de portentos; como sucedió en las bodas de Caná de Galilea, en donde manifestasteis la amargura de aquella familia a causa de faltarles el vino para los convidados. Sería nunca acabar, ¡oh Virgen pura!, si intentase referir por menor los innumerables ejemplos de caridad, que vuestro abrasado Corazón ha franqueado liberalmente a los hombres. Pero donde brilló con mayor eficacia este amor fue cuando al consentir Vos, Señora, en ser Madre de Dios, os obligasteis a hacer el penoso sacrificio de vuestro Unigénito, hasta el extremo de dejar que fuese inmolado por la salvación de las gentes. Por este generoso consentimiento, cooperasteis en cuanto estuvo de vuestra parte, a la redención del linaje humano; de este modo, bondadosa Madre, acreditasteis vuestra ardiente caridad para con nosotros miserables pecadores. Pero ¡qué confusión la mía, oh Señora, al ver que tan mal he seguido hasta ahora, vuestra doctrina y ejemplo! La ley de vuestro divino hijo me enseña que los desagrados que he ocasionado a mi prójimo, los toma Dios por propios; con todo, si registro cuidadosamente mi conciencia, hallo que me arguye de tanta escoria de rencores, murmuraciones y envidia del bien ajeno. Mas, ¡oh piadosa Virgen!, protegedme y comunicad el ardor de vuestra entrañable caridad a mi tibio y empedernido corazón; que ya propongo practicar fielmente lo que Dios me manda, esto es: amar a mis hermanos como a mí mismo, y hacer por ellos lo que justamente quisiera se hiciese conmigo; y sin apartarme jamás de tan cristiana resolución, pueda vivir como buen discípulo vuestro, y entregar mi alma a vuestro Hijo al llamarla para la feliz eternidad. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mí alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.

  


DÍA TERCERO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

 

En este día obsequiemos a María por su viva fe, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

    ¡Oh María, dulce protectora mía! ¡Qué ejemplos tan instructivos y llenos de consuelo nos da la fe viva que animó vuestro espíritu, en los preciosos días que vivisteis en este mundo! Creyendo en el inefable misterio de la Santísima Trinidad, merecisteis que el Padre os enviase un Ángel con el feliz anuncio de que sois llena de gracia; creyendo en el Hijo os pronosticó que habíais de ser Madre del Verbo, pero sin detrimento de vuestra virginal pureza; y creyendo en el Espíritu Santo, os añadió que concebiríais por obra y virtud del mismo. En todos los demás misterios que obró la magnífica diestra del Omnipotente, disteis también un brillante testimonio de una fe firme y constante; pues sin embargo de que vuestro tierno Corazón estaba traspasado de dolor y amargura por la rebeldía de tantos ingratos, seguisteis siempre los pasos de vuestro Hijo santísimo, sin desampararle ni aun en su pasión y muerte. Allí, Madre amorosa, postrada al pie de la Cruz, le reconocisteis por vuestro Hijo y Redentor, con la esperanza cierta de su gloriosa resurrección. ¡Oh!, verdaderamente puedo apropiaros aquellas palabras proferidas por el Salvador en otro tiempo: ¡Mujer, grande es tu fe! Y si la vuestra, Señora, debe ser el modelo de la de los verdaderos creyentes, ¿cómo la mía es tan débil y vacilante, que frecuentemente obro tan al contrario de lo que creo? Es muy cierto que eta virtud es el fundamento de nuestra justificación, y que no puedo amar a Dios debidamente, si la fe no me lo hace conocer como Autor de la gracia; ¡cómo pues he vivido tanto tiempo en tinieblas basta precipitarme tantas veces en ofensas contra vuestro divino Hijo! Pero, ¡oh Virgen venerada!, sé que el verdadero devoto vuestro, esto es: el Justo vive por la fe, que prefiere lo eterno a lo temporal, y las penas y cruces a los placeres y a todo lo que deleita los sentidos. Propongo pues pedir continuamente a Dios una fe viva, sin la cual ninguna virtud puede adquirirse; una fe que me haga ver sus infinitas perfecciones y los beneficios a que ingrato hasta ahora he correspondido, y entienda también las obligaciones que debo a su inmensa beneficencia; a cuyo fin, haced os suplico, Abogada mía, que arregle de tal modo mis procedimientos en adelante, que abandone enteramente las máximas del mundo, y siga fielmente las verdades que vuestro Hijo me enseña por medio de su santa Iglesia: protestando con todas veras, que quiero vivir y morir en tan católicos sentimientos, y serán como un escudo contra los enemigos de mi salvación. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.


DÍA CUARTO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

En este día obsequiemos a María por su humildad, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

   ¡Oh María, dulce protectora mía! ¡Qué humillación tan profunda la vuestra! ¡Qué otra criatura puede existir en todo el Universo, que os haya llevado ventaja ni aun semejanza en la rígida profesión de esta sublime virtud! Durante vuestra vida, manifestasteis constantemente el primer carácter de humildad, que consiste en s formar un bajo concepto de sí mismo. ¡Más pura que el astro del día, elevada sobre los coros de los Ángeles y llena de celestiales bendiciones!, siempre se dirigían vuestras acciones a anonadaros más y más a los ojos de Dios y de los hombres. La singular prerrogativa de ser Madre de Dios, os hizo más humilde, y los maravillosos abatimientos de vuestro Hijo, perfeccionaron en Vos de tal manera esta virtud, que jamás pensasteis en sobreponeros a criatura alguna. Es verdad, Madre mía, que conocíais bien que Vos sola habíais recibido más gracias que todas las personas juntas; pero este conocimiento de la grandeza y bondad de Dios, os humillaba más profundamente; pues es propio de un Corazón sin mancha, el ser más humilde y agradecido. Cuanto más perfecto y santificado se halla, más bajo concepto forma de sí mismo, porque reconoce su absoluta nulidad en comparación del Criador. ¡Oh mansísima Paloma! ¡Cómo reprende mis locuras y soberbia, vuestra rara humildad! ¡Cómo confunde mi arrogancia, en gloriarme de lo que tengo, siendo digno de vituperio! ¡Cómo mi vanagloria en querer ser aplaudido de las gentes! ¡Cómo mi obstinación en no rendirme al prudente juicio de mi prójimo! Mas, ¡oh Clementísima Señora!, ya detesto de veras estas funestas señales de soberbia, que por largo tiempo han dominado mi ingrato corazón. Dadme, Protectora amable, que sepa en adelante imitaros practicando la virtud contraria a este maldito vicio; a cuyo fin propongo con firmeza, no perder de vista mis frecuentes recaídas en agravios contra vuestro Hijo crucificado, y el sumo abatimiento a que le condujo voluntariamente su extremada caridad; huir absolutamente la vana estimación de los hombres, y seguir constante en vencer mis pasiones desordenadas. De este modo, Madre mía, a imitación vuestra, mereceré en el Cielo la exaltación prometida a los humildes por infinidad de siglos. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.

  



DÍA QUINTO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

En este día obsequiemos a María por su obediencia, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

   ¡Oh María, dulce protectora mía! Siendo Vos modelo de perfecta obediencia, y nunca degenerasteis de la exacta observancia de esta divina virtud. Ya desde niña tierna, mirasteis como la voluntad de Dios, la de vuestros Padres Joaquín y Ana. Atenta de continuo a sus disposiciones y consejos, les prestasteis incesantemente la más cabal sumisión sin manifestar la más mínima repugnancia. Prueba evidente de ello son también, Señora, vuestro fiel cumplimiento a lo prescrito por el Sumo Sacerdote, colocada ya en el Templo; y el tan admirable como edificante comportamiento, que Ejercitásteis en todo el tiempo que fuisteis desposada con el Santo Patriarca José. ¡Oh Madre humilde! Tan grabado teníais en vuestro Corazón este espíritu de obediencia, que, en el grande misterio de la purificación, ansiosa os presentasteis al Templo, como las demás mujeres, siendo así que la dignidad de Madre de Dios os eximía de la ley. ¡Oh Virgen benignísima! ¡Qué bien se ajusta con vuestra profunda mansedumbre, está feliz disposición de vuestra alma! Por eso fuisteis siempre digna de todo elogio, y elegida por Dios para obrar en Vos cosas grandes. Si Vos pues, Madre mía, después de Jesucristo fuisteis el ejemplar más cumplido de obediencia: ¿Cómo infeliz de mí, tan rebelde a las divinas inspiraciones, he presumido imitar vuestras virtudes, y merecer vuestra protección? Si el obedecer pronta y ciegamente a los Padres y demás Superiores, por respeto a Dios, es señal clara de querer hacer la voluntad de Dios: ¿Cómo he podido caer en tantas faltas teniendo fe del mérito de esta virtud? ¡Ah!, mi extremado amor propio, reconozco que ha sido el resorte que me ha apartado de tan justa sujeción. De éste ha echado mano el común enemigo para armar lazos a mi devoción, hasta lograr hacerla infructuosa; pues queriendo tan frecuentemente conducirme por mí mismo, solo me he llenado de dudas y perplejidades. Pero, ¡oh Virgen Madre!, con vuestro poderoso amparo, no será así en adelante, me sujetaré con gusto al parecer de los que me mandan; haré el sacrificio de mi propia voluntad, ofreciéndola enteramente a Dios, manifestada en la persona de los Superiores; y acordándome siempre de Vos y en especial de vuestro Hijo, que fue obediente hasta la muerte de cruz, procuraré no olvidar el ejemplo de tan dignos y primorosos modelos, para merecer después el goce de la patria celestial. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.

 


DÍA SEXTO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

En este día obsequiemos a María por su pureza, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

 

   ¡Oh María, dulce protectora mía! ¡Cuán digna sois de toda alabanza e imitación, pues merecisteis que descendiese en vuestro casto seno el mismo Dios, que no quiso nacer sino de una Virgen sin mancha! Sí, Madre castísima: pura en vuestra concepción por una especial gracia del Criador, pura en vuestro nacimiento y en todo el tiempo de vuestra preciosa vida, nunca padeció el menor menoscabo vuestra integridad virginal. Como tal fuisteis siempre digno objeto de las complacencias del Espíritu Santo, que os eligió por Esposa suya castísima. ¡Oh Corazón purísimo! ¡Oh María! A tan sublime precio estimasteis esta joya riquísima de la castidad, que no consentisteis en ser Madre de Dios, hasta que supisteis que sería sin detrimento de vuestra virginal pureza. Ni aun después de vuestro dichoso tránsito, estuvo sujeto a corrupción vuestro adorable cuerpo, pues conducido por un ejército innumerable de Ángeles hasta el trono del mismo Dios, fuisteis colocada en el Cielo a recibir el premio de vuestras esclarecidas virtudes, e interceder por nosotros. ¡Ay de mí, Madre inmaculada! Tiemblo de mí mismo, al acordarme de mi fragilidad y miseria, que, sin un sumo cuidado, puedo caer tan fácilmente en el vicio opuesto a esta heroica virtud. Y ¿cómo no debo ir con la más exquisita precaución en la guarda de este inestimable tesoro, pues tantos siervos vuestros han habido, que habiendo sido muy observantes de la virginidad y continencia, han dado después tan repetidas caídas, e incurrido en una desgracia eterna? ¡Pero no, Madre bondadosa, no se verifique en mí tan infausto acaecimiento! Vos, siendo toda pura y hermosa, sois también apacible y clemente; y con tan favorables auspicios, espero que interpondréis vuestra poderosa intercesión, para que pueda adquirir esta virtud con el socorro de vuestra gracia. Nunca cesaré, Señora, de pediros este particular beneficio, pues sois especial protectora para conservar este don celestial. A este fin propongo con firmeza, oh Virgen purísima, trabajar sin cesar para lograr y conservar hasta la muerte esta preciosa virtud de la castidad, viviendo con más vigilancia, y resistiendo con prontitud a todo pensamiento, a toda mirada y a toda palabra que pueda ofenderla; mortificando con diligente atención mis sentidos, y entregándome de veras a la oración. Así pues, haciéndome cada día más puro y agradable a los ojos de Dios, y fiel imitador de vuestras virtudes, mereceré veros y gozaros en la patria de los Justos. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.

 


DÍA SÉPTIMO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

En este día obsequiemos a María por su paciencia, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

   ¡Oh María, dulce protectora mía!, adornada de tantas gracias, fuisteis siempre ejemplar de excelencia y perfección, pues nadie como Vos acreditó más eficazmente el amor a Dios, observando fielmente su santísima ley; y como las penas son el patrimonio de las almas justas, de aquí es que cuanto fuisteis más santa y perfecta, tanto más se purificó vuestra paciencia en el crisol de la mortificación. ¡Oh Madre de amargura! ¡Cuánto tuvisteis que sufrir hasta la encarnación del Verbo, pues la pureza de vuestras costumbres era la sombra más desapacible para los viciosos de aquel tiempo! ¡Qué inalterable paciencia manifestasteis en el absoluto abandono que de Vos hicieron los hombres, en la época de vuestro dichoso embarazo, pues tuvisteis que recogeros en un miserable albergue, para dar a luz al que venía a redimirnos! ¡Qué admirable sufrimiento en la persecución de vuestro Hijo, huyendo a países remotos, para guardarlo de caer en manos inicua! ¡Qué heroica mortificación, viendo despreciada la doctrina y santos ejemplos de Jesucristo por la turba de aquellos hombres obcecados e ingratos! Pero, ¡oh Madre mia!, donde se acrisoló más vuestra constancia en los padecimientos, fue en la aciaga ocasión de la Pasión y muerte del tierno Hijo de vuestras entrañas, y, sin embargo; ¡oh portento de mortificación! Vos, Virgen prudente, siempre sufrida y anonadada en la más profunda humildad, habéis sido perfecto modelo de una paciencia sin igual. Más: ¿qué mucho, Señora, que me haya desviado tanto de seguir vuestro ejemplo, si faltado de fortaleza y tranquilidad de ánimo para sufrir los trabajos indispensables en esta vida, he incurrido en tantas impaciencias y enojos? ¿Si, sin atender a que muchas veces he merecido el desprecio de mis hermanos por mi vanidad y orgullo, he sufrido con tanta repugnancia y desagrado los sabios consejos y advertencias de personas celosas de mi bien y felicidad? Propongo, pues, Virgen pacientísima, imitaros más fielmente en adelante en el ejercicio de esta virtud necesaria para entrar en el reino de los Cielos; sufriendo con la resignación posible toda suerte de adversidades que el Señor tenga a bien permitirme, y considerando que la infinita misericordia de vuestro divino Hijo se digna hacérmelas experimentar para purificar mi alma de toda mancha y conducirme por este medio por el camino de la salvación, y que guía a la morada de los escogidos en donde, junto con Vos, Madre mía, alabe a Dios por eternidades de siglos. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.

 


DÍA OCTAVO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

En este día obsequiemos a María por su modestia, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

  

   ¡Oh María, dulce protectora mía! Un interior como el vuestro tan santamente arreglado, no podía menos de producir la más edificante modestia en todas vuestras acciones y palabras. Tanto era el dominio que teníais sobre vuestras potencias y sentidos, que todos vuestros modales iban adornados del recato, la decencia y el pudor. Ellos eran una prueba convincente del candor que hermoseaba vuestra alma purísima. ¡Oh Madre mía!, ¡qué moderación en el hablar! ¡Qué compostura en el vestir! ¡Cuánto recato en los ojos! ¡Cuánta dulzura y suavidad para con los que tenían la dicha de tener comunicación con Vos! Con razón pues, Señora, pueden vuestros devotos esmerarse en seguir vuestro ejemplo, ya que vuestra modestia fue en todos tiempos el objeto de todo elogio y alabanza. Esta amable y celestial virtud que tan eminentemente resplandeció en Vos, Virgen pura, es la que, por un reprensible descuido, he omitido practicar con harta frecuencia; pues por mi descomposición interior, he discurrido vanamente por las cosas terrenas, que me han conducido a varios desórdenes. ¿Cuántas veces habré dado mal ejemplo al prójimo, y causándole tal vez la ruina de su alma? ¿Cuántas veces mi vista poco recogida se ha fijado en objetos pecaminosos? ¿Cuántas mi porte irregular y poco ajustado ha abierto brecha a la profanidad y desvío de algunas almas sencillas e inocentes? ¡Ah! Sin duda que esta triste negligencia la ha ocasionado mi poco estudio en pensar que estuve a la presencia de Dios; no atender que Vos, como Madre tierna y deseosa de favorecerme, os constituís como testigo de mis acciones y palabras; y que, como fiel discípulo de vuestro Hijo, debo conformar con su santa ley todos mis discursos, mis pasos y mis obras. Mas ¡oh Soberana Madre!, conozco mi ingratitud, y resuelvo con toda eficacia no apartarme un instante de seguir el modelo que presenta Jesucristo en su santísima Vida, y el que ofrecéis Vos, que tan fielmente le imitasteis como dechado de la más edificante modestia; de este modo, esta virtud regida por el interior unido y recogido, contribuirá a glorificar vuestras perfecciones como Madre de Dios, a edificar a mis hermanos y procurar el aprovechamiento de mi alma para merecer después la posesión de la eterna gloria. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.

 


DÍA NOVENO

Por la señal…

Acto de contrición y Oración para todos los días.

 

En este día obsequiemos a María por su oración, e invoquemos Su patrocinio para imitarla en esta virtud.

 

   ¡Oh María, dulce protectora mía! ¡Vos, cual hermosa paloma, os remontáis sobre todas las cosas terrenas para tener feliz descanso en las celestiales y eternas, por medio de la contemplación y oración! Absorta vuestra alma en la meditación de las excelencias y atributos del Criador, aprendisteis perfectamente el ejercicio de todas las virtudes. ¡Oh Virgen bienaventurada! Si en alguna criatura se ha verificado lo que dijo vuestro Hijo, de que conviene siempre orar, fue sin duda en Vos; pues en la oración fundasteis vuestras delicias y placeres; y por ella, os colmó el Señor de dones y beneficios. Con el fervor y constancia en la misma, adquirió nuevos grados de excelencia vuestra devoción; y los consuelos del Cielo fueron más sublimes y elevados. ¡Qué aspiraciones tan tiernas! ¡Qué lágrimas tan afectuosas! ¡Qué transportes y éxtasis tan dulces, pensando en el precioso objeto de vuestro amor! En esta divina práctica merecisteis, Madre bienaventurada, la dichosa embajada del Arcángel San Gabriel. En la feliz ocasión de orar, fuisteis acreedora a las bendiciones del Altísimo, participándoseos que erais llena de gracia. Pero, ¡qué diferente conducta la mía, oh Virgen pura! Ahora conozco claramente que mis muchas imperfecciones y el poco fruto de mis devociones han provenido de no dedicarme con fervor y perseverancia en tan útil y recomendable ejercicio. Por esta falta he sido tan infiel a las inspiraciones del Señor, y han sido defectuosas las obras dirigidas a su Divina Majestad. ¡Cuán vanamente he presumido alcanzar por medio de vuestra intercesión las misericordias de vuestro Unigénito, si he hecho tan poco caso de tan cristiana ocupación! Mas miradme con compasión, Madre mía, no será así en adelante, pues ya propongo aplicarme constantemente a la santa práctica de la oración, para saber conocer y agradecer mejor las bondades y clemencias de todo un Dios tenidas para conmigo, miserable pecador; y adquirir el difícil conocimiento de mí mismo para servirle con más fidelidad, confuso como me hallo, atendido el crecido número de mis ingratitudes; y así trabajando incesantemente en enmendarme y perfeccionarme, pueda felizmente lograr el fin para que fui criado, que es gozar de Dios en compañía vuestra, sin interrupción y por siempre. Alcanzadme, Madre poderosa, esta gracia y la que os pido en esta novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

  

—Pedir la gracia que se desea recibir. Rezar siete Padre nuestros, Ave Marías y Gloria Patri. Las Oraciones y la Letrilla se dirán todos los días.

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