Tomada
del devocionario “Áncora de Salvación”,
compilado y publicado por el Padre José Mach, SJ en 1860; con Imprimátur de
Mons. Antonio Rocca, Vicario General del Arzobispado de Buenos Aires, fechado a
31 de Marzo de 1949. Los Lamentos de las Benditas Ánimas del Purgatorio son
tradicionales, sin autor ni fecha conocidos.
COMENZAMOS: 24 de octubre.
FINALIZAMOS: 1º de noviembre.
FESTIVIDAD: 2 de noviembre.
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos
líbranos,
Señor
✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN - PARA
TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en
quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las
cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser Vos
quien sois, bondad infinita; pésame también porque merecí las terribles penas
del Purgatorio, y ¡ay!, tal vez las eternas
llamas del Infierno. Propongo firmemente nunca más
pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra
divina gracia. ¡Oh! Tenga yo, Jesús mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida
y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra
Sangre preciosísima y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO
PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Padre celestial,
Padre amorosísimo, que para salvar a las almas quisisteis que Vuestro
Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se
sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz
por nuestro amor; ¿cómo? ¿Dejaríais sufrir largo
tiempo a esas almas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y
siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Permitiríais fuese malograda Sangre de tan
grande valor?
Compadeceos, pues,
de esas pobrecitas almas, y libradlas de aquellas horrorosas llamas.
Compadeceos también de la mía, y libradla de la esclavitud del vicio. Y si
vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os
ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. ¡Ay! De poquísimo, de ningún valor son, en verdad; pero yo las uno con
los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre
santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la
tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que
celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la Gloria. Amén.
DÍA PRIMERO – 24 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: DE LA EXISTENCIA DEL PURGATORIO
PUNTO PRIMERO
Es un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna
culpa venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los
pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que llamamos
Purgatorio. Así
lo enseña la santa Madre Iglesia, columna infalible de la verdad; así lo
confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo
aseguran unánimemente los santos Padres griegos y latinos: Tertuliano, San
Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos
otros; así lo han definido los sagrados Concilios de Roma, Cartago, Florencia, Letrán
y Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la Iglesia no lo enseñase
así, ¿no lo
dice bastante la misma razón natural? Supongamos que sale de este
mundo un alma con algún pecado venial: ¿Qué hará Dios de ella? ¿La arrojará al Infierno y, siendo
su hija y esposa amadísima, la confundirá con los réprobos y espíritus
infernales? Eso repugna a la Justicia y Bondad divinas. ¿La introducirá
en el Cielo? Eso se opone igualmente a la santidad y pureza infinita
del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes y cuyo corazón está
limpio subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel reino
purísimo. ¿Qué
hará, pues, Dios de aquella alma? Ya
nos lo dice por Malaquías: “La pondré como en un crisol, esto es,
en un lugar de penas y tormentos, de donde no saldrá hasta que haya plenamente
satisfecho a la Justicia divina”.
¿Crees tú
eso, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es y
será así. Negar el Purgatorio, sólo poner en duda deliberadamente su existencia,
es ya pecado grave.
¿Crees tú
esta verdad, y con esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el
Purgatorio y con tus culpas amontonas tanta leña para arder en el más terrible
fuego?
—Medita un
poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a
aquellas almas afligidísima. Sí; en virtud de la Comunión de los
Santos, hay plena comunicación de bienes espirituales entre los Bienaventurados
que triunfan en el Cielo, los cristianos que militamos en la tierra y las
Ánimas que sufren en el Purgatorio. En
virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad y mérito
nuestro bajar al Purgatorio con nuestros sufragios y, a imitación de Jesucristo
después de su muerte, librar a aquellas almas, y alegrar al Cielo con un nuevo
grado de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella
patria felicísima. ¡Oh admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡Oh!
¡Qué dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar
a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por ellas, a
fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura de su Misericordia
infinita. Y nosotros somos estos dichosos medianeros y corredentores; de
nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas. Haz, pues, amado
cristiano, con fervor este santo Novenario. No faltes a él ningún día; ¿Quién sabe si
abrirás el Cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan
duro e insensible que les niegues este pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer
ese gran favor a tan poca costa?
—Medita lo
dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide, por
la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Entre
las muchas apariciones que confirman el dogma del Purgatorio y lo adeptos que
son a Dios los sufragios que ofrecemos por los difuntos, es muy notable la que
tuvo el gran caudillo de los ejércitos de Dios, Judas
Macabeo. Había este piadoso general derrotado a Gorgias, aunque no sin
pérdida de varios soldados que murieron en la batalla, y conociendo, por las
alhajas que se les encontraron ocultas en los vestidos, que habían muerto en
castigo de un robo cometido en el templo de Jamnia, exhortó al ejército a que
rogase por aquellos infelices. Hizo una cuestación, y reuniendo doce mil
dracmas de plata, las envió a Jerusalén para que se ofreciesen sacrificios en
sufragio de aquellas pobres almas. Conducta admirable, que el Espíritu Santo
alabó con estas memorables palabras: “Santa y saludable cosa es rogar por los
difuntos, para que se les perdone el reato de sus pecados”. Conducta que le
alcanzó de Dios una insigne victoria, pues habiendo sucedido a Gorgias el
soberbio Nicanor, y venido con un crecidísimo ejército y gran número de
caballos y elefantes, la víspera, cansado Judas de combinar el plan y de hacer
los preparativos de la batalla, se queda dormido; cuando he aquí que se le
aparecen el profeta Jeremías y el Sumo Sacerdote Onías, ya difuntos, y
presentándole una espada muy preciosa, le dicen: “Recibe
esta espada santa como una prenda que Dios te envía: con ella abatirás a los
enemigos de mi pueblo Israel”. Armado con esta visión y armado
con esta espada divina, embistió con un pequeño ejército al enemigo y mató a
treinta y cinco mil, siendo uno de los principales el mismo Nicanor.

ORACIÓN A JESÚS SUDANDO
SANGRE EN EL HUERTO
¡Oh Jesús
amantísimo, alegría de los Ángeles y gloria del Cielo! ¡Cómo os contemplo anegado en un mar de amargura en el
huerto de Getsemaní! ¡Ay!, responde San Agustín, “Rogabais
y sudabais sangre por las horribles penas que habían de sufrir las almas en el
Purgatorio”. ¡Y que
no pueda yo consolaros, oh Dios mío, y regocijar a la celeste Jerusalén,
librándolas de tan terribles tormentos! A lo menos aceptad, oh Padre
celestial, la tristeza y agonía que Jesús sufrió por ellas y por mí. Sí; por mí
está su alma triste hasta la muerte; por mi causa bajó un Ángel del Cielo a
consolarle; mío este sudor, mía esta Sangre preciosa que baña la tierra. Yo os la ofrezco, oh Dios de amor; aceptadla en expiación de mis
culpas y sufragio de las Ánimas. Y pues es sangre de valor infinito, dejad caer
una gota sobre mi corazón y quedarán borradas mis culpas. Caiga una gota
siquiera en el Purgatorio y se apagarán sus horribles llamas. ¡Ay!, no
merecemos tan gran favor; pero muévaos el afecto con que acudimos a vuestra
divina Majestad. Amén.
—Ahora se
dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio de
las Benditas Ánimas y para impetrar de Dios Nuestro Señor la gracia que se
desea recibir.
OBSEQUIO:
En sufragio de las santas Ánimas, tomar la generosa
resolución de asistir al Novenario cada día o de suplir haciendo la Novena en
casa, si alguno estuviese impedido de ir a la iglesia.
ORACIÓN A LAS ÁNIMAS EN
EL PURGATORIO
Esposas muy
queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís
indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios hasta que os purifiquéis,
como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a
vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro
dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y
aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias
pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere, a
excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo
tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo
a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro
inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio
infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a
esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de N., el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, almas
agradecidas, que tendré en vosotras poderosas medianeras que me alcancen del
Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, sojuzgue mis
pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.
LAMENTOS DE LAS BENDITAS
ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Oíd,
mortales piadosos,
Y
ayudadnos a alcanzar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
¡Oh
vosotros, caminantes,
Suspended,
oíd, parad!
Bastará
solo el oírnos
A
mover vuestra piedad:
Hoy
pide nuestra aflicción
Que
queráis cooperar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
¡No hay
dolor, angustia, pena,
Ni
martirio el más cruento,
Que llegue
a sombra o pintura
De nuestro
menor tormento!
Sólo
alivia nuestros males
De
vuestro amor esperar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Aquí
estoy en Purgatorio,
De
fuego en cama tendido,
Siendo
mi mayor tormento
La
ausencia de un Dios querido:
Padezco
sin merecer,
Por
mí no basto a alcanzar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
¡Ay de mí,
ay Dios severo!
¡Ay llama
voraz y activa!
¡Ay bien
merecido fuego!
¡Ay
conciencia siempre viva!
¡Ay
Justicia que no acabas!
Ay,
¿cuándo se ha
de llegar?
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
¡Ay culpa,
lo que me cuestas!
Nunca
pensé en tu fiereza:
Pues
con tanto fuego pago
Lo
que juzgué ligereza.
¡Cielos,
piedad! ¡Basta, Cielos!
¿Cuándo el
día se ha de llegar?
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Todo
lo que aquí padezco
Es
justo, santo y debido,
Pues
no se purga con menos
Haber
a un Dios ofendido.
¡Ay, que
pude no ofenderle!
¡Ay, que
no hay más que esperar!
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Padres,
hermanos, amigos,
¿Dónde
está la caridad?
¿Favorecéis
a un extraño
Y para mí
no hay piedad?
¡Ea, venga
una limosna,
Un
sufragio o un rogar!
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Hijo
ingrato que paseas
Tan
ricamente vestido,
Y
a costa de mis sudores
Descansas
en tanto olvido:
¡Mira a tu
padre quemando,
Y lo
puedes remediar!
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Quizá
en ti no será arbitrio,
Sí
obligación de justicia,
Pues
no cumples testamentos,
Aquí
estoy por tu perezosa malicia.
¡Abre los
ojos, despierta!
Paga,
haciendo acelerar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Hermanos
todos en Cristo,
Los
que oís estos suspiros,
Si
queréis podéis sacarnos
De
estos lóbregos retiros,
Con
sufragios, sacrificios,
Y
devotamente orar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
El
más alto sacrificio
Del
Cordero Inmaculado
Nos
es el primer sufragio
Para
purgar el pecado.
Su
santa Cruz y Pasión
Son
medios para lograr
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
De
Getsemaní en el Huerto
Sangre
sudó el Redentor,
Contemplando
de estas penas
El
gran tormento y rigor:
Al
Padre Eterno se ofrece,
No
cesando allí de orar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Es
María del Monte Carmelo
Y
su ilustre Cofradía,
Quien
nos libra de los males
Y
nos colma de alegría:
Su
nombre el mal nos mitiga,
Siendo
el medio de alcanzar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
En
vista de tal piedad,
No
te olvides, oh mortal,
De
este pío camposanto,
Cementerio
de hospital.
Sigue,
pues, la Cofradía
Que
tierna te insta a clamar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Atiende
y mira, cristiano,
Que
en aqueste cementerio
Tal
vez tus padres y deudos
Esperan
de ti el remedio.
A
la Virgen y a los santos,
Pedidles,
quieran mediar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Cofrades,
fieles, amigos,
Dad
crédito a estos lamentos:
Obrad
bien, evitad culpas,
Para
huir de estos tormentos.
¡Socorro,
piedad, alivio!,
Concluimos
con gritar:
Que Dios nos
saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Oíd,
mortales piadosos,
Y
ayudadnos a alcanzar
Que Dios
nos saque de penas
Y nos
lleve a descansar.
Antífona: Dales, Señor, el descanso eterno, y brille
para ellos la luz perpetua.
℣.
Y oí del Cielo una voz que me decía.
℟.
Bienaventurados los que murieron en el Señor.
ORACIÓN
Oh Dios, Creador y Redentor de todos los
hombres, conceded a las almas de
vuestros servidores y servidoras, la remisión de todos sus pecados, a fin de
que obtengan por nuestras humildísimas oraciones el perdón que ellas siempre
han deseado. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu
Santo. Amén.