domingo, 11 de diciembre de 2022

NOVENA EN HONOR DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA.


 

COMENZAMOS: 29 de noviembre.

FINALIZAMOS: 7 de diciembre.

8 DE DICIEMBRE: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

 

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN

Pésame, Señor, de todo corazón de haberos ofendido por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, y propongo firmemente la enmienda.

ORACION PREPARATORIA PARA TODOS LOS DIAS.

¡Oh Maria, bello y resplandeciente sol del pureza y santidad!; ¡Cuán feliz y agraciada se ostenta vuestra alma en el momento de la concepción! Con cuánto placer os acompañamos en aquel dichoso instante en que el Padre os liberta del pecado original con su poder, el Hijo os preserva con su sabiduría y el Espíritu santo os dispensa con su amor: en que las tres Personas de la Trinidad beatísima exclaman a una, complaciéndose en vuestra hermosura y limpieza: toda eres hermosa, amada mía, y mancha no hay en ti. Iluminadnos, Señora, para que contemplando dignamente el sublime y consolador misterio de vuestra Concepción sin mancha, que es el misterio de vuestras grandezas, adoremos a Dios, alabemos vuestra pureza y merezcamos vuestros favores y las gracias del Señor. Amén.





PRIMER DÍA— 29 de noviembre

 

MEDITACIÓN.

María inmaculada en su Concepción es libertada del pecado original por el poder del Padre.

PUNTO I

Considera, alma mía, que, habiendo pecado nuestros primeros Padres y contraído por ende el pecado original, todos nosotros, como indeclinable consecuencia y como por juro de heredad, venimos al mundo con una naturaleza corrompida é inficionada, con el alma sujeta al pecado y a la dura esclavitud del demonio, y con un cuerpo destinado a la muerte y a sus naturales compañeras las enfermedades y dolencias. Considera también como, en medio de tan lúgubre cuadro de devastación y muerte, se destaca tan brillante como hermosa la sorprendente figura de Maria, libertada por el poder del Padre de las garras del demonio en el mismo supremo instante de su Concepción. Porque, como tenia profetizado David, el Padre se levantó al amanecer de eterno día para formar a Maria toda pura y toda hermosa. Y no pudiendo Maria aparecer así a los ojos del Señor sin haber triunfado del demonio, era preciso que fuese inmaculada en su Concepción; era preciso que aplastara y magullara la maldecida cabeza de la infernal serpiente, conforme había sido prometido a Adán y Eva, y en cumplimiento de la amenaza hecha por Dios al demonio en el paraíso. ¡Oh Maria! Obra sublime sois de la omnipotencia del Padre. Mientras todos los hombres quedan ennegrecidos y manchados en su concepción, Vos quedáis pura y hermosa.

PUNTO II.

Considera, alma mía, como en el mismo momento de la concepción de Maria en el vientre de su Madre, el demonio presuroso se abalanza a tomar posesión de aquella alma que de derecho cree pertenecerle. Mas ¿no ves, alma mía, como desiste de su infernal proyecto, como se retira avergonzado, como retrocede arrojando espumas de confusión e ira? ¿No ves como el alma de Maria sigue tan pura cual bajó del cielo? ¿No ves como los ángeles rasgan presurosos esta bóveda azul, techumbre del mundo, y alegres revolotean alrededor de una humilde casa de Nazaret? ¡Ah! sí. Se ha interpuesto la omnipotencia del Padre celestial. Maria defendida con tan impenetrable armadura, no teme las nocturnas asechanzas del enemigo: camina con el poder de Dios sobre el áspid y el basilisco; avanza con segura planta y victoriosamente conculca al león y al dragón. La mano omnipotente del Padre celestial sostiene a María, que no tropieza en la piedra de escándalo del pecado original, y que se ostenta hermosa y pura, adornada con el laurel de la victoria, centelleante de júbilo, radiante de placer. Nosotros contemplamos vuestro triunfo, o purísima Maria, y os congratulamos por él: damos las gracias al poderoso Dios de cielo y tierra, que aniquiló con su brazo la terrible fuerza del abismo. ¡Gloria a Dios!

PUNTO III.

Considera, alma mía, que en la Concepción inmaculada de María brilla por todas partes y de una manera portentosa el augusto poder del Padre eterno. Solo el poder de aquel Dios, único capaz de criar al mundo con una palabra у de sostener con un dedo solo la inmensa mole de la creación. Solo aquel Dios que, según el real Profeta, cabalga sobre el trueno, y a cuya vista humean los montes, se enciende el aire, la tierra tiembla y la creación se anonada, pudo libertar de la culpa original a María enlazada directamente con la estirpe corrompida del primer culpable. Considera que este estupendo milagro de la omnipotencia divina hizo brotar una rama frondosa de un tronco muerto, un vivo rayo de luz de oscuro foco, un raudal de agua pura de emponzoñado manantial, una planta incorruptible de podrida y degenerada simiente, un vaso precioso de inmundo barro, un vástago de bendición leal y noble de una raza infiel, reprobada y proscrita. Considera que solo el poder inmenso de Dios pudo hacer que Maria de una mujer destinada al pecado se convirtiese en una mujer madre de Dios y de los hombres. Todo esto por el poder de aquel Dios que sabe mudar a las piedras en hijos de Abrahán, como decía el Bautista. Adora, alma mía, la omnipotencia del Padre celestial que libertó a María y la ennoblece y eleva a superior grandeza. ¡Oh Maria! ¿Quién podrá referir el poderío del Señor? diremos con el sagrado texto.

JACULATORIA

¡Oh Maria! Dignaos hacerme esclavo vuestro. (Sta.  Juana de Francia.)

 

—Se dirá tres veces la jaculatoria, para que el pueblo la aprenda.

 

OBSEQUIO: Rezaremos con frecuencia el Ave Maria.

 

GOZOS A LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN.

 

Con aplauso general

Todos canten a porfía:

Sois concebida, María,

Sin pecado original.

 

Voz de Júbilo resuena

En la eterna Ciudad santa;

Voz de júbilo levanta

La Iglesia de emoción llena;

¿A quién, Virgen, no enajena

Tu pureza divinal?

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Habló en fin el gran Jerarca

Con divina inspiración:

María, a tu Concepción

Ninguna mancilla marca;

Que eres Tú tan solo el arca

En naufragio universal:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Gloria a Dios, que así confunde

La maldad del siglo impío:

Gloria a Dios y honor a Pio,

Que el gozo doquier difunde;

Mas rebrama y feroz hunde

Su frente en llamas Belial:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

 

España, que a tu Patrona

Aclamaste con ternura,

Toda hermosa, toda pura,

Un himno triunfal entona;

De tu antigua fe blasona,

Y di con amor filial:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Eres cual sol escogida

Y como la luna bella;

Refulgente como estrella;

Como luz esclarecida;

Dulzura, esperanza y vida

De la Iglesia universal:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Cuán perfecta el Dios potente,

Virgen santa, le creó

Sonrisa a tus labios dio,

Fulgor a tu hermosa frente;

Tu tierno mirar es fuente

De consuelo general:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Escogida eres Tú sola,

Y no hay, como Tú, ninguna;

Fulgura a tus pies la luna;

Brilla en tu sien aureola;

El Dios mismo te arrebola,

Y Él es tu manto real:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

¡Con qué resplandor circundan

Tu pura faz doce estrellas!

La belleza y la luz de ellas

Son las gracias que le inundan;

Tanto en Ti, María, abundan

Los dones del Inmortal:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Tú la hermosa: el mismo Eterno

En Ti fija su morada,

Y te llama bella, amada,

Dulce esposa, objeto tierno:

Tú la fuerte: el fiero averno

Tiembla a tu voz celestial:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Madre mía candorosa,

Ya que al candor te sonríes,

Toma blancos alelíes,

Blanco lirio, blanca rosa;

La azucena blanca, hermosa,

Orne tu sien virginal:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Ya extienda su negro manto

Con horror la noche fría;

Ya derramé el claro día

Nueva luz y nuevo encanto,

Suene siempre el dulce canto,

Toda hermosa.... sin igual:

Sois concebida, o María,

Sin pecado original.

 

Con aplauso general

Todos canten a porfía;

Sois concebida, María,

Sin pecado original.

¥. En tu Concepción, o Virgen, inmaculada fuiste.

R. Ruega por nosotros al eterno Padre cuyo Hijo pariste.

ORACIÓN

Señor y eterno Padre, que por la inmaculada Concepción de la purísima Virgen María, preparaste digna morada a tu eterno Hijo, Suplicámoste que, así como la preservaste de toda mancha y culpa original, por haber previsto la muerte de su hijo y tuyo, así también nos concedas, que, mediante su intercesión, lleguemos puros sin ninguna mancha a tu divina presencia. Lo cual te suplicamos por el mismo señor Jesucristo. Amén.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA

La Virgen santísima aprecia mucho que la saludemos con el Ave María, porque le recuerda la embajada del arcángel Gabriel y el misterio de la encarnación. La oye con mucho gusto, dice el venerable Kempis. Saludaremos pues a nuestra Madre con tres Ave Marías, en reverencia de sus tres purezas, al acostarnos y al levantarnos. Las rezaremos al toque de oraciones y cuando da el reloj. De todos estos modos honraron a María los santos, y en especial san Carlos Borromeo y el beato Alfonso Rodríguez.

 

—Ahora cada uno pedirá a María santísima lo que desee alcanzar de su maternal corazón en este día: en especial el perdón de los pecados y la gracia de no pecar más.

ORACIÓN DE SAN BERNADO PARA TODOS LOS DÍAS.

 

Acordaos, o piadosísima virgen Maria, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos acudo, o Virgen madre de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, o Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente. Amén.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¡Oh María! Hermosa sois como la plateada luna que desde nacarado trono ahuyenta con tranquila luz los horrores de la noche: escogida sois como el dorado sol que sobre brillante carroza recorre el mundo al que alienta у vivifica: risueña sois como la aurora que riela; rutilante como la estrella que fulgura en el azul del cielo; pura y graciosa como el aliento de la divinidad, como los inefables destellos de la eterna misericordia. Cedro sois incorruptible del Líbano, ciprés entero de Sion, palma elevada de Cades, bella rosa de Jericó, olivo especial de los campos, plátano frondoso plantado a la orilla de los ríos. Sois azucena cándida, violeta intacta, fresco lirio, poblado terebinto, vistoso cinamomo, bálsamo de olor, gloriosa y bella como el Carmelo y hermosa como el Saron. Tu cuello, o Maria, es la peregrina torre de David, tus labios cintas de grana, tu pecho ampo de nieve, tus ojos, ojos vivísimos de paloma. Tú la que llagaste el corazón del mismo Dios con el uno de tus ojos y con la una de las trenzas de tu dorada cabellera. Tú aquella deliciosa criatura cuyo retrato ya estaba perfectamente delineado en los eternos decretos del Altísimo antes que todas las cosas salieran del caos de la nada. Tú el objeto de las complacencias y de los amores de Dios antes de la creación del mundo. Tú la que estabas en la presencia de Dios deleitándole, enamorándole y ayudándole en todas sus composiciones. ¡Oh Madre amada! ¡Bella María, gala de la creación, obra preciada de las manos del Señor! Confesamos con el mayor placer, que fuisteis concebida sin pecado y vencedora egregia de Satanás vuestra Concepción augusta. Confesamos que, en medio de la inundación del pecado, quedasteis como fragantísima rosa entre punzantes espinas, como lirio de candidez entre el heno del campo, como romero oloroso entre las escabrosidades de los riscos. Confesamos con san Buenaventura, que bien puede Dios criar de nuevo otro cielo y otra tierra más preciosos que los que vemos; pero otra criatura como Vos de ninguna manera. Confesamos con san Epifanio, que sois superior a todas las criaturas, y más hermosa y pura por naturaleza que los querubines, serafines y todo el ejército de los ángeles. Y os llamamos con santo Tomás de Villanueva, santuario de Dios, casa de la Sabiduría, reliquiario del Espíritu santo, urna del maná celestial. ¡Oh María! todo con Vos, nada sin Vos, todo para vuestra gloria. Ea pues, dulcísima María, triunfad en nosotros del demonio que nos tienta para hacernos caer en el pecado, y sea el misterio de vuestra Concepción inmaculada emblema de salvación, signo de ventura y lábaro de salud para nosotros. Amén.




DÍA SEGUNDO—30 de noviembre

MEDITACIÓN

María inmaculada en su Concepción es adornada por el Padre con el poder.

PUNTO I.

Considera, alma mía, cuán grande y desastrosa fué la debilidad de nuestros primeros padres y cuán grande en competencia el poder que adquirió María en su Concepción dichosa. Eva escucha la serpiente, y con notable debilidad sucumbe al momento a sus perversas insinuaciones. Adán escucha a Eva, y con debilidad notoria sucumbe al momento a sus tentadores halagos. Adán y Eva prestan atento y curioso oído a las palabras de Satanás astuto y mentiroso cuando les prometía un porvenir de suprema grandeza y de envidiable ventura detrás del pecado y como consecuencia inmediata de su prevaricación y rebeldía. Y comen de un árbol cuya fruta les estaba entredicha por el Señor, y decaen inmediatamente del sublime grado a que graciosamente habían sido elevados por la misericordia divina. El demonio se apodera de sus almas, y la debilidad, el abatimiento y la miseria constituyen el funesto legado que trasmiten a su infortunada descendencia. Considera, alma mía, que aquel Dios, cuya misericordia no tiene número ni cuenta y se difunde de generación en generación, no podía permitir en manera alguna tal debilidad y abyección en el hombre, criado por él a su imagen y semejanza. El poder ha de reemplazar a la debilidad. El remedio se encuentra en la Concepción de Maria: Concepción victoriosa, merced al poder con que profusamente adorna el Padre celestial a su amada Hija. ¡Oh María! se levantó con Vos la generación humana; por Vos se rehabilitó la descendencia de Adán.

PUNTO II.

Considera, alma mía, que, como precisa consecuencia de su triunfo, quedó Maria en su Concepción investida y adornada con todo el poder del Padre eterno. Y así como el demonio por medio del pecado original quedó declarado príncipe de este mundo, así María por medio de su Concepción, libertada del pecado y vencedora del demonio, quedó declarada y constituida Reina del mundo у de todas las criaturas, como escribe san Bernardino de Sena. Así es que, como continua el Santo, todas las criaturas que sirven a la santísima Trinidad, sirven también a María; porque lo mismo los ángeles que los hombres, lo mismo las cosas del cielo que las de la tierra, están sujetas al imperio de Dios, y sujetas por ende al dominio de la santísima Virgen. Porque a María se le debe todo reino y potestad, como asegura el abad Guerrico. Por todo lo cual la Iglesia proclama a María reina de los coros Angélicos y reina de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires, Confesores, Vírgenes y de todos los santos; y por fin legitimación de este reinado, reina concebida sin mancha original. Y en efecto: ¿de dónde tanto poder, o María, más que por vuestra Concepción sin mancha? Sí, amada Madre, como a Reina y Señora os reconocemos y aclamamos; os prometemos fidelidad y nos sujetamos a vuestro imperio. ¡Salve, o gran Reina!

PUNTO III.

Considera, alma mía, aquellas palabras con que María santísima nos revela su poder. Antes, dice María, que de la nada sacara Dios todas las cosas; antes de la creación del mundo, ya era yo un objeto muy agradable para Dios. Cuando Dios ordenaba con armonía la máquina de los cielos; cuando ceñía los abismos con leyes justas; cuando colocaba las aguas con su natural equilibrio; cuando contrapesaba los fundamentos de la tierra; cuando establecía términos al mar, consistencia y solidez a los montes, sutileza y agilidad a los aires, bellos matices a las flores, alegres trinos y risueños cantos a las avecillas; cuando determinaba la situación del sol, de la luna y de las estrellas, ya estaba yo allí ayudándole en todas sus composiciones. Allí estaba yo y era el modelo y la idea de todos sus proyectos, y todas las criaturas del cielo y de la tierra no eran más que efluvios de mi luz, arroyos de mi fuente, tiernos renuevos que salían de mí, que soy la fecunda vid de perfección y santidad. ¿Has oído, alma mía, cosa de mayor asombro? Tal es el poder de María; poder recibido del Padre en su Concepción augusta: pues en razón a esta misma Concepción y a los destinos que por ella había de desempeñar María, asegura san Bernardino de Sena, que fué predestinada en la mente divina antes y sobre toda criatura. ¡Oh María! Concebida y predestinada fuisteis en los juicios eternos antes del mundo y del pecado, para vencer al pecado y salvar al mundo. Virgen poderosa, ruega por nosotros.

JACULATORIA.

¡Oh María! del todo me entrego a Vos; acogedme y conservadme. (Sta. María Magdalena de Pazzis.)

—Se dirá tres veces la jaculatoria, para que el pueblo la aprenda.

OBSEQUIO: Celebrar novenas en obsequio de María.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA

Vio santa Gertrudis, que María cobijaba amorosamente en su manto a multitud de personas que le habían hecho una novena. Procuraremos, por lo tanto, celebrar las novenas de sus festividades; pues en estas, dice san Ligorio, la santísima Virgen se hace toda amor, para dispensar a sus devotos innumerables y especialísimas gracias.




DÍA TERCERO—1º de diciembre

MEDITACIÓN

María inmaculada en su Concepción emplea su poder en beneficio del hombre.

PUNTO I.

Considera, alma mía, que la Concepción inmaculada de Maria fué altamente provechosa para el hombre. Ya había vaticinado Dios a la serpiente, que María quebrantaría su cabeza, declarándose una guerra de exterminio entre la serpiente y sus secuaces, y María у sus hijos. Considera, que estas notables palabras del Señor claramente explican el poder que había de recibir María en su Concepción purísima, por una parte, y por otra las grandes victorias que los devotos de la Inmaculada habían de alcanzar con su auxilio contra el demonio. Porque María libertada en su Concepción de las garras del demonio, libre del pecado original por el poder supremo del Padre, debía ser adornada por el mismo con la plenitud de este poder para emplearlo en beneficio y provecho de los hombres. Ve ahí, alma mía, porque la Concepción de María fué el objeto de las ansias de los justos, de los clamores de los patriarcas, de los anuncios de los videntes, de las aspiraciones del mundo, el término deseado de cuarenta siglos de expectación. ¡Oh María! ¡Oh poderosa Madre, vencedora egregia de Satanás y esclarecida defensora de los mortales! ¡Con cuánta razón os llama la Iglesia, vida, dulzura y esperanza nuestra! Salvadnos, Señora, os diremos con san Buenaventura, y toda la vida nos emplearemos en publicar vuestras alabanzas.

PUNTO II.

Considera, alma mía, a la nueva Judit de la ley de gracia, María purísima, que, armada con el invencible poder del Padre eterno, atraviesa impávida el campamento de los asirios, entra en la tienda del general, y degüella sin temor al orgulloso Holofernes. ¿Y cómo no, si María es asistida en aquel momento crítico de su Concepción por el poder del Padre? Considera que la nueva Betulia de la ley de gracia se ve libre ya del asedio de sus enemigos, del cerco que el demonio le tenía puesto, merced a la victoria incomparable de María. ¿Y cómo podía dejar de suceder así, estando María adornada con tanto poder para el bien del hombre, siendo María tan poderosa para favorecernos? ¿Y cómo podrá dejar de ser así, preguntaremos con san Bernardo, siendo Vos, o María, la Reina de la misericordia, y nosotros los miserables vuestros vasallos? ¿Y cómo podrá dejar de ser así, preguntaremos con san Gregorio de Nicomedia, siendo así que nada resiste a vuestro poder? Por ello os miramos confiadamente, oh María, como los ojos de los siervos miran las manos de sus señores, en las cuales ven el tesoro que necesitan. Vos sois nuestra señora benéfica y pródiga. El demonio huye de Vos porque sois concebida sin pecado: huye la culpa, la gracia se acerca.

PUNTO III.

Considera, alma mía, que por lo mismo que María con su triunfo en la Concepción fué adornada con el poder del Padre, y empleó y emplea este poder en provecho y beneficio de los hombres, es aclamada por toda la Iglesia como la madre, protectora y amparo del género humano. María continua siempre su guerra de exterminio contra el príncipe de las tinieblas, a quien siempre vence, porque le asiste el poder del Padre, con el cual ya venció en su Concepción purísima. Así es que escribe san Bernardino de Sena, que María también es reina del infierno y señora de los demonios, porque los domina y abate. De manera, dice san Bernardo, que, así como de las vides huyen todos los animales venenosos, así huyen los demonios de aquellas almas en las cuales se percibe el olor suavísimo de la devoción a María. María dice de sí misma, que fué elevada como cedro del Líbano; ya porque el cedro está libre de la corrupción, como lo estuvo María del pecado original; ya porque, así como el cedro con su olor ahuyenta a las serpientes, así María con su santidad pone en fuga a los demonios, escribe Hugo Cardenal. Nosotros, ¡oh María!, reconocemos que todo el poder que atesorasteis en vuestra Concepción sin mancha, lo empleáis en derrotar al demonio y enriquecer al hombre. Causa de nuestra alegría, consoladora de los afligidos, auxiliadora de los cristianos, ruega por nosotros.

JACULATORIA.

¡Virgen Madre! Haced que me acuerde siempre de Vos. (San Felipe Neri.)

OBSEQUIO: Procuraremos rezar todos los días el santo Rosario.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA

La misma Virgen enseñó a santo Domingo la devoción del Rosario, que es la principal para honrar a María. La Iglesia la ha enriquecido con muchísimas indulgencias. Cuidaremos, pues, de no dejar pasar día alguno de nuestra vida sin rezar el santo Rosario, como lo han hecho todos los santos y verdaderos devotos de María.




DÍA CUARTO—2 de diciembre

MEDITACIÓN

María inmaculada en su Concepción es preservada del pecado original por la sabiduría del Hijo.

PUNTO I.

Considera, alma mía, que era de todo punto imposible que la sabiduría del Hijo dejara de preservar a su Madre del pecado original. Jesucristo, que sabía que la Virgen estaba destinada a la más alta dignidad entre las dignidades todas, porque estaba destinada para su Madre: Jesucristo, que sabía que esto no hubiera podido suceder habiendo pecado María alguna vez, como dice santo Tomas, porque la ignominia de la Madre hubiera redundado en el Hijo, al modo que del honor de los padres los hijos participan, según el libro de los Proverbios: Jesucristo, que sabía que había de estar estrechamente unido a su Madre en la encarnación, como que ella le suministró su carne, lo cual no se hubiera verificado habiendo pecado María, como continua santo Tomás; porque, según san Pablo, Cristo y Belial no pueden vivir juntos: Jesucristo, que sabía que él mismo, eterna sabiduría del Padre, había de habitar en María, lo cual hubiera sido imposible pecando María en su Concepción, como concluye el angélico Doctor; porque, según el Espíritu santo, la Sabiduría no entrará en almas malévolas, ni habitará en cuerpos sujetos al pecado: Jesucristo, que todo esto sabia, y a quien su sabiduría prestaba medios para preservar a su Madre, ¿cómo no hacerlo? ¿Cómo, o María, no preservaros del pecado original vuestro propio Hijo? Imposible.

PUNTO II.

Considera, alma mía, que son muchas las razones que hacen ver muy claramente que la sabiduría del Hijo preservó a María del pecado original. Bien sabia el Verbo eterno que María estaba destinada para Reina de los ángeles, y por tanto no debía ser inferior a ellos en la justicia y santidad, lo cual hubiera sucedido indefectiblemente contrayendo el funesto pecado de origen, como asegura el eximio doctor Suarez. No ignoraba Jesús que su Madre debía aparecer con el bello conjunto de todos los privilegios, y necesitaba en gran manera y principalmente el importante privilegio de su Concepción purísima, en razón a los destinos que había de desempeñar sobre la tierra, como escribe el mismo sabio doctor. Jesús sabía muy bien que no era justo, como escribe Cornelio à Lapide, que la Madre de Dios fuese ni por un momento esclava de la culpa, y que sería una necedad en un arquitecto, según san Cirilo Alejandrino, el ceder a un enemigo la primera posesión de una casa edificada para sí. Jesús, que para tanto destinaba a María, y todo esto sabia, supo también preservar a María de las garras del demonio; supo enseñarle, por decirlo así, é infundirle el valor necesario para vencer: quedando así María siempre pura é inmaculada, y presentando con ello su Hijo la obra maestra de su sabiduría. ¡Oh María! Sin cesar bendeciremos al Verbo del Padre, porque tanto os privilegió haciendo uso de su infinito saber.

PUNTO III.

Considera, alma mía, que Jesucristo no ignoraba que su carne había de ser la misma carne de María, según escribe san Agustín: que no ignoraba que, en lenguaje del apóstol san Andrés, así como el primer hombre fue formado de una tierra inmaculada, así era necesario que de una virgen también inmaculada naciese el que reconquistara para los hombres la vida eterna que perdido había los mismos hombres. Y en atención a esto, y viendo Jesús que María había de ser nuestra corredentora, la cual no podría verificarlo ciertamente estando tachada de pecado, cuidó de santificar su tabernáculo, como profetizó David. Acudió, pues, su eterna sabiduría al alma de María en aquel terrible y angustioso trance de la Concepción; y la sabiduría, que es luz divina, ahuyentó al demonio, que es príncipe de las tinieblas y siempre se rodea de oscuridad; y la sabiduría que es toda de Dios, ahuyentó a la culpa que es toda del diablo. Y Satanás con todo el aparato de su maldad y perfidia huyó avergonzado a la vista de aquella mujer que entonces aparece vestida de la sabiduría, calzada de la sabiduría y coronada por la sabiduría, como apareció después a los asombrados ojos del extático Evangelista, vestida del sol, calzada de la luna y coronada por las estrellas. ¡Oh María! Si Satanás supo engañar a nuestros primeros padres para perderlos, Jesús supo expulsarle de vuestra alma para santificaros a Vos y salvarnos a nosotros. ¡Inefable felicidad!

JACULATORIA.

Madre de Dios, acordaos de mí. (San Francisco Javier.)

OBSEQUIO: Ayunaremos los sábados en obsequio de la Inmaculada.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA

El sábado es el día de la semana especial mente dedicado a la Virgen; y en su memoria san Carlos y otros muchos santos y venerables acostumbraron ayunar en semejante día. Trataremos, pues, nosotros de ayunar los sábados en honor de María y también las vísperas de sus festividades, con la seguridad de que María premiará nuestro ayuno, como lo ha hecho muchas veces.




DÍA QUINTO—3 de diciembre

MEDITACIÓN

María inmaculada en su Concepción es adornada por el Hijo con la sabiduría.

PUNTO I.

Considera, alma mía, que, habiendo María vencido en su Concepción al príncipe de las tinieblas, padre de la mentira y de la ignorancia, y habiendo conseguido tan importante resultado con la sabiduría del Hijo, de la cual como de brillantes resplandores se hallaba vestida y rodeada, quedó por su victoria poseedora de la verdadera sabiduría. María alcanzó un espíritu de inteligencia santo, según el sagrado Texto, único, de variada multiplicación, sutil, discreto, ágil, inmaculado, certero y suave. María, según el mismo Texto sagrado, quedó tan verdaderamente sabia, que tenía la ciencia de todas las cosas y aprendió todo cuanto hay escondido y no descubierto. Y esto precisamente debía suceder, porque el Verbo de Dios, eterna Sabiduría del Padre, preservó sabiamente a su Madre del pecado original, para que fuese su digno tabernáculo, y no debemos olvidar que la sabiduría verdadera no puede habitar en almas díscolas y en cuerpos sujetos al pecado. Y si toda sabiduría viene de Dios, y si Dios por ende es el autor de la verdadera sabiduría, ¿cómo, oh María, no reconocer que en Vos se difundió la sabiduría de Dios en toda su plenitud?

PUNTO II.

Considera, alma mía, de cuan distintos modos aparece que María fué investida y adornada por su Hijo con la verdadera sabiduría en premio de su Concepción purísima, sin cuyo requisito no hubiera llegado a ser Madre de Dios. La sabiduría del hombre, dice santo Tomás, es una participación de la divina sabiduría, la cual juzga todas las cosas y considera y reflexiona las altísimas causas de ellas. ¿No ves aquí, alma mía, por qué razón la Iglesia reconoce a María como la Madre y Maestra de todos sus Doctores? El impío ignora la ciencia, dice el Espíritu santo; María la posee porque posee la verdadera santidad. María es preservada en su Concepción del funesto y terrible pecado original: agrada a Dios con su pureza y hermosura: mira a Dios, y bebe allí la inspiración y sabiduría de las cosas del cielo. Así es, oh María, como, gracias a vuestra Concepción inmaculada, en la que el Hijo se complace, poseéis ya desde aquel momento aquella verdadera Sabiduría, a la cual encarnada después habíais de llevar en vuestro sagrado vientre, dándole alimento con el dulcísimo néctar de vuestros castísimos pechos. Y nosotros, con más fundada razón que la reina de Sabá, diremos que es mayor tu sabiduría que lo que la fama pública.

PUNTO III.

Considera, alma mía, que las virtudes en que tanto resplandeció María, atestiguan a placer que recibió en su alma la plenitud de la sabiduría de su divino Hijo. La verdadera sabiduría se consigue con la humildad, dice el papa san Gregorio; y san Antonino escribe lo siguiente: La bienaventurada Virgen poseyó la sabiduría en sumo grado; porque, como dice Salomón, en donde está la humildad allí está la sabiduría: y Tolomeo enseña, que entre los sabios aquel es más sabio que es más humilde. La bienaventurada María fué sobre todos humilde; y, según la regla establecida por su Hijo, el que se humilla será exaltado, y cuanto más se humille más exaltado será. Y como la virgen María fué exaltada sobre los coros de los ángeles, resulta que fue y por consiguiente muy sabia. Por lo cual, concluye el santo Arzobispo de Florencia, María de tal manera fué llena de la gracia de la sabiduría, que con rigor y verdad pudo decir: Vino sobre mí el espíritu de sabiduría. ¡Oh María! nosotros repetiremos con el sagrado Texto, que la Sabiduría se edificó una casa para morar en ella y llenarla de sus dones y vivísimo resplandor. Nosotros os diremos con la Iglesia: Trono y asiento de la sabiduría, ruega por nosotros.

JACULATORIA.

Virgen María, madre de Dios, rogad a Jesús por mí. (San Felipe Neri.)

OBSEQUIO: Visitar a menudo las imágenes de María.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA

Todos los devotos de María, dice san Ligorio, suelen visitar con grande afecto y a menudo las imágenes e iglesias dedicadas a su memoria. Esto mismo haremos nosotros, como lo hacían san Enrique y el padre Sánchez; pues las imágenes y templos dedicados a María son las ciudades de refugio en donde hallamos acogida en las tentaciones y en los castigos merecidos por nuestra culpa, dice san Juan Damasceno.

 



DÍA SEXTO—4 de diciembre.

MEDITACIÓN

María inmaculada en su Concepción emplea su sabiduría en beneficio del hombre.

PUNTO I.

Considera, alma mía, que la primera consecuencia que el beato Alberto Magno atribuye a la sabiduría, es la posesión de una fe sólida y robusta, con cuyo auxilio se consigue la eterna bienaventuranza. Considera que, como dice san Antonino, María poseyó en sumo grado esta fe tan recomendable; pues atestigua la Iglesia, que ella sola ha exterminado todas las herejías en el mundo. Porque habiendo exterminado al demonio con el triunfo de su Concepción, natural era que con la sabiduría en la Concepción adquirida exterminara a todos los herejes, que son los hijos primogénitos del diablo, como llamaba san Policarpo al heresiarca Marcion. Considera cuantos beneficios nos reportó María con esta su sabiduría triunfante, acabando con las herejías, que son la piedra de escándalo para los fieles, y facilitando así a sus devotos la posesión de la eterna bienaventuranza, que solo se consigue con la fe de la Iglesia; bien, así como solo se libertaron del diluvio los que se hallaban encerrados en el arca de Noé. ¡Oh María!; cuán cierto es que el deseo de la verdad y sabiduría, y ellas mismas, por consiguiente, conducen al reino eterno, como dice el Espíritu santo ¡Oh cuán cierto es, repetiremos con el sagrado Texto, que los que aman la sabiduría reinarán perpetuamente!

PUNTO II.

Considera, alma mía, que, según el mismo beato Alberto Magno, la segunda consecuencia de la verdadera sabiduría es el abstenerse de las cosas malas, porque se conoce su torpeza. Pues, como dice Job, la ciencia consiste en huir del mal. Observa ahora, alma mía, con san Antonino, que ninguna criatura se abstuvo jamás de todo pecado venial sino María. Esta impecabilidad de María fué consecuencia de la verdadera sabiduría de que estaba llena; como esta sabiduría fué consecuencia de su Concepción inmaculada, porque, según afirma san Alfonso de Ligorio, era imposible que María hubiese evitado todos los pecados, habiendo contraído como todos la culpa original. ¿Qué más quieres, alma mía? ¿Podía la Señora favorecer a los hombres de una manera más marcada y especial, que presentándose impecable por gracia a los ojos de Dios, digna Madre por tanto de Jesús, único impecable por naturaleza? Así es como María pudo ser, y lo fué, una digna Madre de Dios, y por ende una digna Madre y protectora de los hombres. Así es como María pudo ser nuestra corredentora, porque pudo preguntar como su Hijo: ¿quién me argüirá de pecado? Así es como María pudo ser nuestra abogada, porque solo aprovecha para abogado el que no está manchado con el mismo delito del reo a quien defiende. ¡Oh María! Ahora diremos como Salomón, que con la sabiduría nos vinieron todos los bienes e innumerables riquezas.

PUNTO III.

Considera, alma mía, que la tercera consecuencia de la sabiduría, según el beato Alberto, es el poder vivir y conversar entre los hombres sin contaminarse ni hacerse el hombre digno de castigo. Así lo hizo María, dice san Antonino, la cual por lo mismo es la que alumbra y hermosea a la Iglesia toda, y en la cual, según san Ambrosio, hallamos un vivo ejemplo de probidad que nos enseña lo que debemos evitar y que debemos hacer. ¿Y cómo se había de contaminar en su trato con los hombres la que no se contaminó con el pecado original? ¿Cómo manchar los hombres lo que a Maria a quien no pudo manchar toda la fuerza del demonio? Y es que María, según explica san Buenaventura, era aquella vara de Jesé sobre la cual debía descansar el Espíritu de la sabiduría, del entendimiento, del consejo, de la fortaleza, de la ciencia y de la piedad. Considera, alma mía, cuantas ventajas debía reportar el hombre, de que María se hallara revestida de este espíritu, para guiarnos en las tortuosas dificultades de esta vida y oponerse en favor nuestro a las terribles incursiones de nuestro enemigo. Porque la sabiduría, dice el Espíritu santo, alcanza de fin a fin con fortaleza y todo lo dispone con suavidad. Es decir, como comenta un docto escritor, porque la sabiduría comienza y acaba en nosotros la obra de la salud, y esto con tanta fuerza y suavidad, que no hay corazón, por duro que sea, que no ceda a sus santas inspiraciones y dulces movimientos. ¡Oh María! Sin vacilar decimos de Vos, lo que él Espíritu santo de la sabiduría: que sois la eseñadora de la ciencia de Dios y la electora y directora de sus obras.

JACULATORIA

Haced, o Señora, que Jesús no me arroje de sí. (San Efrén.)

OBSEQUIO: Inscribiremos nuestro nombre en las Cofradías de María.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA.

Las Congregaciones o Cofradías, especialmente las de Nuestra Señora, dice san Ligorio, son otras tantas arcas de Noé en las cuales encuentran refugio los pobres seculares en el diluvio de tentaciones y pecados, que inundan al mundo. San Francisco de Sales y san Carlos Borromeo exhortan a todos los cristianos a que se inscriban en las Cofradías. No nos descuidaremos, pues, en hacernos cofrades de María, seguros de su gratitud y correspondencia.




DÍA SÉPTIMO—5 de diciembre.

MEDITACIÓN

María inmaculada en su Concepción es dispensada del pecado original por el amor del Espíritu santo.

PUNTO I.

Considera, alma mía, que el amor del Espíritu santo desciende sobre María en el mismo momento de su Concepción como abundoso río de beneficios y consolaciones. ¡Oh incomparables proezas del amor! ¿Quién sino el amor pudo hacer a María antes hija de la gracia que, de la naturaleza, antes hija del cielo que, de la tierra, antes hija de Dios que hija del hombre? ¿Quién sino el amor, preguntaremos con san Cipriano, pudo dar a María el ser y la naturaleza de Adán, sin la culpa y pecado del mismo Adán? El amor de Dios escoge la concepción de María como motivo para portentosas manifestaciones; y como el amor todo lo trasforma y lo consigue todo, levanta a María antes de caer, la libra del cautiverio antes de ser cautiva, la purifica antes de mancharse, la redime del pecado antes de pecar, la salva del naufragio antes de naufragar. Solo a Dios incomprensiblemente bondadoso у de amor lleno, y tan grande en su amor como en su gloria; solo a Dios tocaba dispensar a María de una ley la más apremiante y universal, la más indispensable y absoluta de cuantas se han promulgado contra el hombre. Solo el Espíritu de amor debía preservar a María, hija del hombre, de la caída y desgracia del mismo hombre. ¡Oh María! vino sobre Vos el amor, y se ausentó el pecado antes de ocupar vuestra purísima alma.

PUNTO II.

Considera, alma mía, que son tan notables las amorosas operaciones del Espíritu santo en obsequio de María y en el momento de su Concepción, que podemos decir que todas las leyes de la naturaleza han sido trastornadas para dar lugar a los portentos de la gracia. El amor del Espíritu santo crea expresa y únicamente para María un nuevo orden de providencia, un nuevo estado de inocencia a los cuatro mil años de la creación. El amor de Espíritu santo crea un nuevo orden de cosas en el cual solo entra María, a quien nada alcanzan las humillantes y depresivas leyes del género humano: un nuevo orden de cosas todo sobrenatural, donde nadie está sino María y con ella la inocencia, la santidad y la gracia en toda su plenitud, en toda su extensión, en toda su profundidad: un nuevo mundo al cual siempre alumbra el Sol de justicia y del cual nunca se esconde la Luna misteriosa. El amor del Espíritu santo crea un nuevo paraíso impenetrable y cerrado a la infernal serpiente; paraíso a todas horas recreado por el soplo amoroso del Señor, siempre embalsamado con celestiales aromas; jardín precioso en que se deleita el Amado; jardín pródigamente fecundado por los caudalosos ríos de la gracia. El Espíritu santo crea para María un don, un privilegio, que, en su concesión, y en su esencia, y en sus circunstancias, y en su principio, y en su fin, y en sus causas, y en sus efectos, y en su realidad y hasta en sus figuras, revela al mundo las inexplicables grandezas y bondades de Dios y las inestimables riquezas de su amor. ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a María! ¡Oh amada Madre! verdaderamente os amó el Señor de todas las cosas, repetiremos con el libro de la Sabiduría.

PUNTO III.

Considera, alma mía, que, como nos refiere la sagrada Escritura, el rey Asuero condenó a muerte a todos los hebreos cautivos en su imperio. La reina Esther, que pertenecía a la raza sentenciada, se presentó al rey, el cual, al verla, escuchando al amor que la profesaba, le dijo de esta manera: No temas, que esta ley ha sido constituida por todos menos por ti: mi decreto a todos alcanza menos a ti. Así el Espíritu santo, con más amor y voluntad que el rey Asuero, hace retirar al demonio que ya se arrojaba contra el alma de María en el momento de su Concepción, y dice estas palabras a aquella a quien tanto amaba y destinada tenia para su querida esposa: ¡Oh María! no temas. En vano el enemigo común quiere alistarte bajo sus banderas de perdición. En vano el orgulloso Luzbel trata de fijar su torpe reinado y su maléfica influencia en tu corazón. En vano el ángel rebelde pone asechanzas a tu calcañal. Tú quebrantarás su cabeza; tú le vencerás; tú le dejarás corrido y avergonzado, porque yo, que soy el autor de todas las cosas, le amo con predilección, y la ley del pecado original a todos sujeta menos a ti. Esto mismo repetiremos nosotros, ¡Oh María! El pecado original a todos comprende menos a Vos: a todos alcanza menos a Vos.

JACULATORIA.

¡Oh María! no cese de amaros mi corazón y de alabaros mi lengua. (San Buenaventura.)

OBSEQUIO: Socorreremos con limosnas a los pobres, en obsequio de María.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA.

Procuraremos, en conformidad a nuestras facultades, el dar limosnas y socorros a los necesitados y visitar a los enfermos. Así lo hicieron san Adeodato, san Gerardo, san Everardo, el padre Martin Gutiérrez y otros a quienes recompensó abundantemente María, la cual, siendo reina y madre de misericordia, aprecia mucho que sus devotos sean misericordiosos y compasivos.




DÍA OCTAVO—6 de diciembre.

MEDITACIÓN.

María inmaculada en su Concepción es adornada por el Espíritu santo con el amor.

PUNTO I.

Considera, alma mía, que habiendo asistido el Espíritu santo con su amor y especial benevolencia a la Concepción inmaculada de María, y al notar a la Virgen santísima tan pura y tan resplandeciente en belleza y en gracia sin igual, la eligió como centro donde depositar la inmensidad de su amor. María triunfa del demonio en su Concepción purísima y agrada a Dios de una manera singular. El Espíritu santo la recibe por su esposa con un amor intenso, con un amor profundísimo; у la dota y reviste con este amor como en premio de su pureza y de su triunfo. ¿Quieres, alma mía, comprender la grandeza del amor con que el Espíritu santo adornó a María?; ¡Oh alteza, diré yo ahora con san Pablo, o profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡cuán incomprensibles son sus juicios é impenetrables sus caminos! Yo soy la Madre del amor hermoso, dice María; y san Francisco de Sales la llamó reina del amor. El corazón de María, en virtud de su inmaculada y purísima Concepción, atesoro tan preciosas riquezas de amor, que ya consideremos su amor a Dios, ya su amor a los hombres, nos veremos precisados a exclamar con David, que el amor de María es grande e insondable. ¡Oh amor! ¡Oh María! Reina у madre sois del amor.

PUNTO II.

Considera, alma mía, que el corazón de María fué un sagrado cuanto riquísimo depósito de amor a Dios. Habiendo experimentado tan de lleno el amor de Dios hacia ella en el momento de su Concepción, y hallándose con un corazón enteramente lleno de gracias y fervor por el triunfo conseguido contra el demonio, alimentó en su interior una llama tan viva y tan perenne de amor a Dios que, como escribe san Bernardino de Sena, sobrepujó su amor al de todos los ángeles y al de los hombres todos. Solo Dios, alma mía, es capaz de conocer los amorosos misterios que en todos tiempos se verificaban en aquel agradecido y purísimo corazón. Solo Dios, que a ningún corazón inflamó tanto como el de María, según se explica san Ligorio. Solo el Espíritu santo, el cual, como dice san Ildefonso, de tal manera se comunicó a María, que solo en ella se descubre la llama del mismo Espíritu y se percibe el fuego del amor de Dios. Solo María podría explicar cuan incomparables fueron los quilates de su amor: solo María, cuyo corazón fué comparado por santo Tomás de Villanueva a la zarza de Moisés que ardía sin consumirse. ¡Oh María! Vos sí que podéis exclamar como la esposa de los Cantares: Mi amado es todo para mí y yo toda para mi amado.

PUNTO III.

Considera, alma mía, que María amó también infinitamente a los hombres; porque esto es una deducción irrevocable y precisa del amor a Dios. Su inmaculada y gloriosa Concepción y el amor con que Dios la enriqueció en aquel momento, la prepararon para la altísima dignidad de Madre de Dios y de los hombres; y su Concepción y su amor y su dignidad la prepararon para amar a los hombres de tal manera, que, así como no hubo, dice san Ligorio, ni habrá quien ame más a María, así no hubo ni habrá quien haya amado más al prójimo que María. Por lo cual escribe el padre Nieremberg, que el amor de todas las madres a sus hijos es una sombra en comparación del amor que a uno solo de nosotros tiene María, porque nos ama más que todos los ángeles y santos juntos. Vio san Juan a María en su misterioso Apocalipsis, y la vio vestida del sol. Porque, así como nadie de la tierra se liberta del calor del sol, comenta el sabio Idiota, así no hay viviente en la tierra que esté privado del amor de María. ¡Oh Madre purísima! Permitid que os digamos con san Francisco de Sales, que sois la más amable, la más amada y la más amante entre todas las criaturas.

JACULATORIA.

Santa María, mi abogada, rogad a Jesús por mí. (Padre Cupati.)

OBSEQUIO: Cuidaremos de oír misa todos los días en obsequio de María.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA.

Siendo tan grande y excelente el santo sacrificio de la Misa, razón será que le oigamos todos los días, si ser pudiere, en obsequio de María, la cual reveló a un alma, que era muy de su agrado esta laudable devoción. Formaremos propósito de oír todas cuantas misas podamos, honrando así a María y ganando al mismo tiempo innumerables indulgencias concedidas por los Romanos Pontífices.



DÍA NOVENO—7 de diciembre

MEDITACIÓN

María inmaculada en su Concepción emplea su amor en



beneficio del hombre.

PUNTO I.

Considera, alma mía, que siendo de buena ley el amor de María para con los hombres, no podía permanecer en manera alguna ociosa: porque, así como es propiedad nativa de la luz el alumbrar al mundo, así es propiedad instintiva del amor el favorecer al amado. Esto considerado, y reconocido cuanto amor para los hombres recibió María en su Concepción sin mancha, fácilmente vendremos en conocimiento de que María emplea decididamente un inmenso amor en beneficio del hombre. Y todo esto procede de su señalado triunfo contra el demonio. Y a esto contribuye poderosamente el miedo que el demonio tiene a María; porque, como no puede olvidar la confusión y vergonzoso abatimiento de que le cubrió Maria en su Concepción gloriosa, huye como saeta disparada cuando ve que su vencedora protege al hombre y le defiende con su maternal amor. Pero ¿a qué cansarnos en buscar confirmaciones de la amorosa protección de María? Basta con que recordemos que es nuestra Madre y que nos consuela como una madre cariñosa, según ella misma dice en la sagrada Escritura, y en un orden más elevado y perfecto que las madres naturales. Madre nuestra sois, o dulcísima María; madre de amor, madre de consolación, madre de misericordia.

PUNTO II.

Considera, alma mía, que es tanto el amor de María para con los hombres que, movido por ello nuestro bondadoso Dios, ha dispuesto que todas las gracias y favores nos vengan por mano de María, como asegura y prueba san Alfonso de Ligorio. Así es que no duda escribir el sabio Gerson, que, consistiendo el reino de Dios en el poder y en la misericordia, se ha reservado Dios el poder y ha cedido en cierta manera la parte de la misericordia a su amada Madre. Bien claro lo atestigua el Maestro de los Doctores cuando dice, que María alcanzó la mitad del reino de Dios, para ser reina de la misericordia, quedando Jesucristo rey de la justicia. Atendiendo a lo cual enseña san Bernardo, que en María se encuentra la plenitud de todos los bienes, para que cuanto alcancemos de Dios, todo lo reconozcamos conseguido por medio de María. ¡Cuán consoladoras son, alma mía, estas verdades! ¡Qué felicidad la nuestra en tener una Madre tan empeñada en favorecernos y tan poderosa al mismo tiempo! Y siendo todo esto, como es, notoria consecuencia de la Concepción sin mancha de María, no aparecerá extraño que digamos con la santa Iglesia: Tu Concepción, o Virgen Madre de Dios, anunció el gozo a todo el mundo. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.

PUNTO III.

Considera, alma mía, con atención lo que nos encarga san Bernardo en las siguientes palabras, que son muy a propósito para inducirnos a amar a María, para convencernos de que María en todo y por todo nos favorece, y para encender nuestra devoción a la Concepción inmaculada de María, fuente de todas sus grandezas y prerrogativas. Oh tú, —así dice el Santo, —que te ves fluctuando entre los escollos y tempestades de esta vida, no apartes tus ojos de María resplandeciente y divinal estrella. Si se levantan contra ti los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de la tribulación, fija tus miradas en esta estrella, llama a María. Si te ves arrojado entre las olas de la soberbia, de la ambición, de la murmuración y de la envidia, fija tus miradas en esta estrella, llama a María. Si tu entendimiento se ve combatido por la ira, la avaricia у la lujuria, fija tus miradas en María. Si con turbado por la crueldad de tus vicios, confundido por la suciedad de tu conciencia, aterrorizado ante la perspectiva del juicio, te ocupa ya la tristeza del infierno y te ves ya sumido en el abismo de la desesperación, piensa en María; y en tus peligros y angustias y en todas tus dudas piensa en María y llama a María. ¡Oh María! Bendita sea vuestra Concepción sin mancha; bendito vuestro amor en el cielo y en la tierra.

JACULATORIA.

¡Oh Señora! No me abandonéis hasta la muerte. (Spinelli.)

OBSEQUIO: Frecuentar la sagrada comunión para agradar a María.

INSTRUCCIÓN PARA ESTE DÍA

Haremos todos los esfuerzos imaginables para recibir a menudo la sagrada comunión. Nada podremos hacer más grato a Dios que alimentarnos con su carne y sangre: nada más grato a María, la cual reveló a un alma devota, que no le podía ofrecer cosa más de su gusto que la sagrada comunión. Especialmente pediremos licencia al confesor para comulgar en los sábados y festividades de la Virgen.

 


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