COMENZAMOS: 25 de octubre.
FINALIZAMOS: 2 de Noviembre (DÍA DE LA CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES
DIFUNTOS) Si es posible frente a la Cruz Mayor.
DÍA PRIMERO—25 de octubre.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz,
de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En
el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío, Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber
siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de
haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita; pésame también
porque merecí las terribles penas del Purgatorio y ¡ay!
tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más
pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra
divina gracia. ¡Oh! tenga yo, Jesús mío, la dicha de confesarme bien,
enmendar la vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por esas benditas
Ánimas, por vuestra Sangre preciosísima y por los dolores de vuestra
afligidísima Madre. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO. (Para todos los días de la Novena).
MEDITACIÓN.
EXISTENCIA DEL PURGATORIO.
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — Es
también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas Almas afligidísima.
Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena comunicación de bienes
espirituales entre los Bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos
que militamos en la tierra, y las Almas que sufren en el Purgatorio. En virtud
de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad y mérito nuestro,
bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y a imitación de Jesucristo,
después de su muerte, librar a aquellas Almas, y alegrar al cielo con un nuevo
grado de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella
patria felicísima. ¡Oh, admirable disposición de la Sabiduría divinal! ¡Oh!
¡qué dicha y felicidad la nuestra! Viéndose
Dios obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que
intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura
de su Misericordia infinita. Y nosotros somos estos dichosos medianeros y corredentores;
de nosotros depende la suerte de aquellas pobres Almas. Haz, pues, amado
cristiano, con fervor este santo Novenario. No faltes a él ningún día; ¿quién sabe si
abrirás el cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan
duro e insensible que les niegues este pequeño sacrificio, pudiéndoles hace rece
gran favor a tan poca costa?
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Entre las muchas apariciones que
confirman el dogma del Purgatorio, y lo adeptos que son a Dios los sufragios
que ofrecemos por los difuntos es muy notable la que tuvo el gran caudillo de los
ejércitos de Dios, Judas Macabeo. Había este piadoso general derrotado a
Gorgias, aunque no sin pérdida de varios soldados que murieron en la batalla, y
conociendo, por las alhajas que se le encontraron ocultas en los vestidos, que
habían muerto en castigo de un robo cometido en el templo de Jamnia, exhortó al
ejército a que rogase por aquellos infelices. Hizo una cuestación, y reuniendo
doce mil dracmas de plata, las envió a Jerusalén para que se ofreciesen
sacrificios en sufragios de aquellas pobres almas. Conducta admirable, que el
Espíritu Santo alabó con estas memorables palabras: Santa y saludable cosa es
rogar por los difuntos, para que se les perdone el reato de sus pecados. Conducta que le alcanzó de Dios una insigne victoria,
pues habiendo sucedido a Gorgias el soberbio Nicanor, y venido con un
crecidísimo ejército y gran número de caballos y elefantes, la víspera cansado Judas
de combinar el plan y de hacer los preparativos de la batalla, se queda
dormida; cuando he aquí que se le aparecen el profeta Jeremías y el Sumo
Sacerdote Onías, ya difuntos, y presentándole una espada muy preciosa, le
dicen: Recibe
esta espada santa como una prenda que Dios te envía: con ella abatirás a los
enemigos de mi pueblo Israel. Armado con esta visión y armado
con esta espada divina, embistió con un pequeño ejército al enemigo y mató a
treinta y cinco mil, siendo uno de los principales el mismo Nicanor.
ORACIÓN
A Jesucristo sudando sangre en el Huerto.
¡Oh Jesús amantísimo, alegría de los Ángeles y gloria del
cielo! ¡Cómo os contemplo anegado en un mar de amargura en el huerto de
Getsemaní! ¡Ay!, responde San Agustín, rogabais y sudabais sangre por las
horribles penas que habían de sufrir las Almas en el Purgatorio. ¡Y que no pueda
yo consolaros, oh Dios mío, y regocijar a la celeste Jerusalén, librándolas de
tan terribles tormentos! A lo menos aceptad, oh Padre celestial, la
tristeza y agonía que Jesús sufrió por ellas y por mí. Sí; por mí está su alma
triste hasta la muerte; por mi causa bajó un Ángel del cielo a consolarle; mío
este sudor, mía esta Sangre preciosa que baña la tierra. Yo os la ofrezco, oh Dios de amor; aceptadla en expiación
de mis culpas y sufragio de las Ánimas. Y pues es sangre de valor infinito,
dejad caer una gota sobre mi corazón, y quedarán borradas mis culpas. Caiga una
gota siquiera en el Purgatorio y se apagarán sus horribles llamas.
¡Ay!, no merecemos tan gran favor; pero
muévaos el afecto con que os saludamos, diciendo cinco Padre nuestros, cinco
Ave María y un Gloria Patri.
Obsequio
—En sufragio de las santas Ánimas tomar la generosa
resolución de asistir al Novenario cada día, o de suplir haciendo la Novena en
casa, si alguno estuviese impedido de ir a la iglesia.
ORACIÓN: A LAS ÁNIMAS EN EL
PURGATORIO.
Esposas muy queridas del Señor,
que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo
de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de
las reliquias que os dejaron las culpas; ¡con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a
vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro
dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y
aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere
ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante (diga el tiempo que quiera), a excepción de aquellas que
por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para
satisfacer por vosotras a la Justicia Divina, apelo a la piedad de los Justos,
a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la
intercesión de María Santísima y al precio infinito de la sangre de Jesucristo.
Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de N. N., el deseado consuelo
y descanso. Pero confío también, Almas agradecidas, que tendré en vosotras
poderosas medianeras que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas,
adelante en la virtud, sojuzgue mis pasiones y llegue a la eterna
bienaventuranza. Amén.
DÍA SEGUNDO—26 de octubre.
MEDITACIÓN
SOBRE LA PENA DE SENTIDO GENERAL.
Punto Primero. —
Ven, mortal; tú que vives como si después de esta vida no te quedase nada que
temer, ni que esperar; ven; penetra con el espíritu en aquellos horrendos
calabozos donde la Justicia divina acrisola las Almas de los que mueren con
algún pecado venial; mira si, fuera del infierno, pueden darse penas mayores, ni
aun semejantes a las que allí se padecen Considera todos cuantos dolores han sufrido
los enfermos en todos los hospitales y lugares del mundo; aquellos dolores de
cabeza y de vientre tan agudos, aquellos tan rabiosos de costado y de muelas, aquellas
convulsiones y contorsiones espantosas de miembros, aquellas llagas y postemas
insoportables, aquellos dolores y males de corazón tan vivos, que han acabado con
la vida de tantas personas; ¿igualarían todos estos males reunidos a los dolores que
padece un Alma en el Purgatorio? No,
dice San Agustín, pues éstos exceden a todo
cuanto se puede sentir, ver o imaginar en este mundo.
Añadid a todos estos males los suplicios y tormentos que la crueldad de los
Nerones, Dioclecianos, Decios y demás perseguidores de la Iglesia inventaron
contra los cristianos. Aquellas tenazas y garfios de hierro con que les despedazaban
las carnes, aquellas parrillas con que los asaban vivos, aquellas catastas y
ecúleos con que les desconyuntaban los miembros, aquellas ruedas de navajas y
puntas de hierro, aquellas prensas y máquinas con que los martirizaban; todo
este horrible aparato de dolores y tormentos acerbísimos ¿no igualaría al Purgatorio? Tampoco,
dice San Anselmo, pues la menor pena de
aquel lugar de expiación es más terrible que el mayor tormento que se pueda
imaginar en este mundo. Pues,
¡qué penas
serán aquéllas! ¡Ah! son
tales, dice San Cirilo de Jerusalén, que
cualquiera de aquellas almas querría más ser atormentada hasta el día del
juicio con cuantos dolores y penas han padecido los hombres desde Adán hasta la
hora presente, que no estar un solo día en el Purgatorio sufriendo lo que allí
se padece. Pues todos los tormentos y penas que se han sufrido en este mundo,
comparados con los que sufre un alma en el Purgatorio, pueden tenerse por
consuelo y alivio. Solatio erunt. ¡Ah! ¡quién no tiembla!
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — ¿Y quiénes son
esas Ánimas tan horriblemente atormentadas en el Purgatorio? ¡Ay! ¡qué motivo éste tan grande para hacernos temblar! Son
obra maestra de la mano del Omnipotente, y vivas imágenes de su divinidad; son amigas,
hijas y esposas amadísimas del Señor; ¡y no obstante son tan severamente castigadas! Dios las amó desde la eternidad, las redimió con
la sangre de sus venas, ahora las ama con un amor infinito, como que están en
su gracia y amistad divina; ¡y no obstante sufren penas imponderables! ¡Ay! ¡Purgatorio!
¡Purgatorio! ¡Cuán claramente nos manifiestas la justicia y santidad
de Dios! ¡Qué horror debes inspirarnos al pecado! Pues si con tanto
rigor trata Dios a sus estimadísimas Esposas por faltas ligeras, ¿cómo serás
tratado tú, pecador, tú que vives abandonado al arbitrio de las pasiones?
Si en el árbol verde hacen esto, en el seco ¿qué
harán? Si el hijo y heredero del cielo es así castigado por faltas, que
a muchos parecerán virtudes, ¿cómo serás castigado tú, pecador y enemigo de Dios, por
vicios y pecados tan horrendos y abominables? Piénsalo bien y enmienda tu vida.
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor
obligación, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Refiere Tomás de Cantimprato que,
a un hombre muy virtuoso, pero que, a causa de una larga y terrible enfermedad,
estaba muy deseoso de morir, se le apareció el Ángel del Señor y le dijo: “Dios
ha aceptado tus deseos; escoge, pues: o pasar tres días en el Purgatorio y
después ir al cielo, o ir al cielo sin pasar por el Purgatorio, pero sufriendo
todavía un año de esa enfermedad”. Eligió
lo primero: murió y fué al Purgatorio. No había aún pasado un día, cuando el
Ángel se le presentó de nuevo. Apenas le hubo visto aquello pobre alma, “no
es posible, exclama, que tú seas el Ángel bueno, pues me has engañado así. Me
decías que sólo estaría tres días en este lugar, ¡y hace ya tantos años que
estoy sufriendo aquí las más horribles penas!
— Tú eres quien te engañas, contestó el Ángel: todavía
no ha pasado un día; tu cuerpo está aún por enterrar; si prefieres sufrir un
año más esta enfermedad, Dios te permite aún salir del Purgatorio y volver al
mundo.
— Sí, Ángel santo, replicó; no
-sólo esta enfermedad durante un año, sino cuantas penas, dolores y males haya
en el mundo sufriré gustoso, antes que padecer una sola hora las penas del
Purgatorio”. Volvió,
pues, a la vida y sufrió con admirable alegría un año más de aquella
enfermedad, publicando a todos lo terrible que son las penas del Purgatorio.
ORACIÓN
A JESÚS PRESO POR NUESTRO AMOR.
¡Oh
Padre celestial! no me espanta el ver a vuestras
amabilísimas Esposas presas y tan severamente castigadas en el Purgatorio. Las
infelices ofendieron un día a vuestra divina Majestad, y pisaron vuestra ley
santísima. Lo que me pasma es ver entregado por el traidor Judas y preso como
un facineroso por hombres vilísimos e inhumanos ¿a quién? a Jesús, centro de vuestras complacencias infinitas. ¡Ah!
le veo con una soga al cuello, tirado por tierra, atadas sus manos, cargado de
oprobios y de cadenas. Mas por otra parte ¡oh dichosas cadenas! ellas son mi esperanza,
y serán el consuelo y alivio de las benditas Almas del Purgatorio. Sí. Padre de
clemencia; usad con ellas y conmigo de misericordia; y pues Jesús se deja prender
por darnos libertad, aceptad las ignominias, injurias y golpes cruelísimos que
padece por nuestro amor. Aceptadlas en remisión de nuestras culpas y en
sufragio de nuestros hermanos difuntos; dadles la libertad, que con ansia
esperan, para alabaros eternamente en el cielo. Amén.
—Para más obligar al Señor, digamos cinco
Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.
Obsequio
Asistir mañana y todos los días que se pueda, al santo
sacrificio de la Misa en sufragio de las Almas del Purgatorio.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
DÍA TERCERO—27 de octubre.
MEDITACIÓN
SOBRE EL FUEGO DEL PURGATORIO.
Punto Primero. — Considera, amado cristiano, el
tormento que, causa a las Almas el fuego abrasador del Purgatorio. Si el fuego
de este mundo, creado para servicio del hombre, y efecto de la bondad divina,
es ya el más terrible de todos los elementos; si es ya tal su virtud, que
consume bosques, abrasa edificios, calcina mármoles durísimos, hace saltar
piedras y murallas espantosas, derrite metales, y ocasiona horrendos
terremotos, ¿qué
será el fuego del Purgatorio, encendido por un Dios santísimo y justísimo, para
con él demostrar el odio infinito que tiene al pecado? Es
tal, dice San Agustín, que
el fuego de este mundo, comparado con él, no es más que pintado. ¡Tanquam ignis
depictus! Dios mío, ¡qué expresión!
¡Las llamas que vomitan los Vesubios, las que devoraron a Roma y tantas otras
ciudades, el fuego de Babilonia, el que Elías hizo bajar del cielo, hasta el
diluvio de llamas que, en tiempo de Lot, llovió sobre las nefandas ciudades de
Sodoma y Gomorra, todo es fuego pintado en comparación del que atormenta a las
Almas del Purgatorio! ¡Tamquan ignis depictus! Ahora bien; si tener
el dedo en la llama de una vela sería para nosotros insoportable dolor, ¿qué
tormento será para aquellas Almas estar sepultadas en un fuego que es, dicen
Santo Tomás y San Gregorio, igual en todo, menos en
la duración, al del infierno? Sí; escuchadlo, almas tibias, y estremeceros. Con el
mismo fuego se purifica el elegido y arde el condenado; con la única
diferencia, que aquél saldrá cuando haya satisfecho por sus culpas, y éste arderá
allí eternamente. ¿Y en esas abrasadoras llamas quieres tú caer por tu tibieza? ¡Oh ceguera! ¡Oh locura sin igual!
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — Considera
cuáles son las faltas por las que Dios infinitamente bueno y misericordioso
castiga a sus amadísimas esposas con tanto rigor, y verás que son faltas leves,
y a veces un solo pecado venial. ¡Oh! ¡y qué mal tan grave debe ser éste delante de Dios!,
cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio. En efecto; el
pecado venial es leve, si se le compara con el mortal, pero en sí es mayor mal
que la ruina de todos los imperios y que la destrucción del universo es un mal
tan espantoso, que excede en malicia a todas las desgracias y calamidades del
mundo; es un mal tan grande, que si cometiéndolo pudieses convertir a todos los
pecadores, sacar a todos los Condenados del infierno, librar a todas las Almas
del Purgatorio, aun entonces no debieras cometerlo, pues todos estos bienes no
igualarían la malicia del pecado más leve, porque aquéllos son males de la
criatura, y éste es un mal y una ofensa hecha al mismo Creador. ¿Puedes oír esto
sin horrorizarte y sin mudar de conducta? Pero ¡ay! ¿qué es tu vida,
sino una serie no ininterrumpida de pecados? ¡Pecados
cometidos con los ojos, con los oídos, con la lengua, con las manos, con todos
los sentidos! ¡Cuántas culpas por la ignorancia crasa y olvido voluntario de tus
obligaciones! . . . ¡Cuántas indiscreciones
por la distracción de tu espíritu, por la violencia de tu genio, por la
temeridad de tus juicios, por la malicia de tus sospechas! ¡Cuántas faltas por
no querer mortificarte, ni sujetarse a otro, por tu ligereza en el hablar! ¡Ay!
llora, cristiano, tu ceguedad; y a la claridad del fuego espantoso del
Purgatorio, comprende por último cuán grande mal es cometer un pecado venial.
Pero ¡ay! es un mal tan grande; ¡y tú, lejos de llorarle, lo cometes sin
escrúpulo, a manera de juego, pasatiempo y diversión! ...
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Nada hace tan sensible la malicia
del pecado venial como las muchas almas, de que consta por varias y auténticas
apariciones, que han expiado en el Purgatorio faltas, según nuestro modo de hablar
muy ligeras.
Unas fueron condenadas a él por
haber hablado en la iglesia sin necesidad, como una niña de siete años, según refiere
Cesáreo; otras, como la hermana de San Pedro Damiano, por haber escuchado con gusto
una canción profana. Murió Vitalina, noble doncella romana, tenida por Santa
Mónica en tan buena opinión que encomendaba a su hijo Agustín en sus oraciones;
y a pesar de esto, se apareció muy triste a San Martín obispo, diciéndole: Estoy
ardiendo por haberme lavado dos o tres veces la cara con demasiada vanidad. Un
religioso fué al Purgatorio, por no haber hecho inclinación de cabeza al decir
Gloria Patri, al fin de los Salmos; otros por estarse a la lumbre más de lo
ordinario en tiempo de invierno; allá fué a parar San Severino por ciertas negligencias
en el rezo divino; un niño de nueve años por no haber pagado o devuelto algunas
frioleras que había tomado; muchos años estuvo en aquel fuego un padre de familia
por haber descuidado la buena educación de sus hijos; San Valero por haber
favorecido demasiado a un sobrino suyo; y así de otros muchos.
ORACIÓN
A JESÚS CONDUCIDO DE TRIBUNAL EN TRIBUNAL.
¡Oh
Padre amantísimo! cuando consideró las innumerables ofensas que cada día
cometo contra vuestra soberana Majestad, cuando me veo siempre iracundo, soberbio,
vengativo, falto de virtudes y lleno de defectos y vicios, no puedo menos de
temblar al postrarme a vuestros pies. ¿Y cómo me atreveré yo a interceder por las afligidas
Almas del Purgatorio, siendo yo merecedor de penas más graves que las suyas? No obstante, me anima vuestro benignísimo y
pacientísimo Hijo. ¡Ah! si le
veis cargado de cadenas y conducido de tribunal en tribunal, es por mi amor;
sí, a pesar de ser Juez de vivos y muertos, oye las más inicuas acusaciones y
falsos testimonios, si le veis insultado, escupido, abofeteado y pisoteado, es
por mi amor. Aceptad, pues, oh Padre amantísimo, la paciencia inalterable de mi
dulce Redentor; aceptad su silencio, humildad y mansedumbre asombrosos. Estas
virtudes confunden y condenan es verdad, mi altivez, mis impaciencias e ímpetus
de ira y de venganza; mas, por tan sublime santidad, perdonaréis a las pobres
Ánimas del Purgatorio, y purificándome de mis defectos y manchas, me
transformaréis todo en Vos. ¡Oh! concededme
estas gracias, Jesús mío benignísimo; y para más obligaros diremos cinco Padre nuestros, cinco
Ave Marías y un Gloria Patri.
Obsequio:
—Mañana procuraremos sufrir con paciencia,
así los trabajos que Dios nos envíe, como las molestias del prójimo, en
sufragio de las benditas Almas del Purgatorio.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
DÍA CUARTO—28 de octubre.
MEDITACIÓN
SOBRE LA PENA DEL DAÑO.
Punto Primero. — Por
horrorosos que sean los tormentos que padecen las Ánimas en el Purgatorio, por
espantosas que sean las llamas en que se abrazan, no igualarán jamás la pena
vivísima que sienten al verse privadas de la vista clara de Dios. En efecto;
aquéllas constituyen la pena de sentido, ésta la de daño; aquéllas son
limitadas; ésta infinita; aquéllas privan a las almas de un bien accidental, cual
es el deleite; por ésta carecen de un bien esencial a la bienaventuranza, en el
cual consiste la felicidad del hombre, y es la posesión beatífica de Dios.
Ahora no comprendemos esta pena; pero ella es atroz, incomprensible, infinita. ¡Ah! ¡pobres Ánimas! Vosotras conocéis a Dios,
no con un conocimiento oscuro, como nosotros, sino con una luz clara y
perfectísima; veis que es el centro de vuestra felicidad, que contiene todas
las perfecciones posibles y en grado infinito; sabéis que, si cayera en el
infierno una sola gota de aquel océano infinito de delicias que en sí encierra,
bastaría para extinguir aquellas llamas y hacer del infierno el paraíso más
delicioso. Comprendéis todo esto perfectísimamente, y así os lanzáis hacia aquel
Bien infinito con más fuerza que una enorme peña desgajada de la montaña se
precipita a lo profundo del valle; ¡y no obstante no le podéis abrazar ni poseer! ¡Qué pena!
¡Qué tormento! Absalón, privado
solamente dos años de la amable vista de su padre David, vive desconsoladísimo;
nada le alegra: ni riquezas, ni amigos, ni delicias; continuamente suspira por
verle, hasta llegar a elegir la muerte antes que verse más tiempo privado de su
presencia, siendo su padre un simple mortal; ¡qué será, pues, para vosotras el vero
privadas de Dios, y con Él de todo bien, de todo consuelo y felicidad!
Preciso fuera sentirlo, para formarse una idea cabal y completa de
estado tan horriblemente angustioso.
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — Si tan
horribles penas sienten las Ánimas, viéndose privadas del hermosísimo rostro de
Dios, ¿cuál
debería ser tu desconsuelo, oh pecador, que vives privado de su gracia y
amistad? Las Almas benditas del
Purgatorio no poseen aún a Dios, es verdad; pero están seguras de poseerle un
día, porque son amigas, hijas y esposas suyas muy queridas. Pero tú, infeliz,
sabes que, viviendo como vives, no poseerás jamás a Dios. Sabes que desde el
momento en que te rebelaste contra Él perdiste su gracia, y con ella la rica
herencia de la gloria. ¡Ah! Cómo
dices: ¿Padre
nuestro, que estás en los cielos? Te engañas: Dios ya no es tu padre, ni tu señor, ni tu
rey. ¿Sabes quién es tu padre y señor? ¡Ay de ti! Es el
demonio: Vos ex patre diaholo estis. A él te entregaste pecando, él es tu
compañero inseparable; tú eres su esclavo. Si Dios rompiera el hilo
delgado de tu vida, ¡ay! el demonio se
apoderaría de ti y arrastraría su presa al fuego del infierno. ¡Ay! ¿Crees esto, pecador, y no obstante duermes tranquilo? Dios todopoderoso es tu enemigo, tiene firmada
contra ti la sentencia de condenación eterna; ¡y tú, lejos de borrarla con una buena
confesión, juegas, ríes, te diviertes, pasas días, meses, años y la vida entera
en el pecado! ¡Oh deplorable ceguedad! ¡Oh insensibilidad más que de bruto
irracional!
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Refieren varios autores que,
estando un religioso carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto
con semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres tú?
¿Qué es lo que quieres?, preguntó
el religioso.
— Soy,
respondió, el
pintor que murió días pasados, y dejé cuanto había ganado para obras piadosas.
— ¿Y cómo padeces tanto, habiendo llevado una vida tan
ejemplar?, volvió a decirle el
religioso.
— ¡Ay!, contestó el difunto; en el tribunal del supremo
Juez se levantaron contra mí muchas almas, unas que padecían terribles penas en
el Purgatorio, y otras que ardían en el infierno, a causa de una pintura
obscena que hice a instancias de un caballero. Por fortuna mía se presentaron
también muchos Santos, cuyas imágenes pinté, y dijeron para defenderme que
había hecho aquella pintura inmodesta en la juventud, que después me había
arrepentido, y cooperado a la salvación de muchas almas, pintando imágenes de
Santos; y, por último, que había empleado lo que había ganado, a fuerza de
muchos sudores, en limosnas y obras de piedad. Oyendo el Juez soberano estas
disculpas, y viendo que los Santos interponían sus méritos, me perdonó las
penas del infierno, pero me condenó a estar en el Purgatorio mientras dure aquella
pintura. Avisa, pues, al caballero N. N., que la eche al fuego; y ¡ay! de él si
no lo hace. Y en prueba de que es verdad lo que digo, sepa que dentro de poco
tiempo morirán dos de sus hijos.
Creyó, en efecto, el caballero la
visión y arrojó al fuego la imagen escandalosa. Antes de dos meses se le murieron
dos hijos, y él reparó con rigurosa penitencia los daños ocasionados en las
Almas.
ORACIÓN
A JESÚS TRATADO COMO LOCO Y PROPUESTO A BARRABÁS
¿Qué decíais, oh Ángeles del cielo, cuando visteis a la
Majestad y Sabiduría infinita tan vilmente despreciada en casa de Herodes y en
pretorio de Pilatos? ¿Cómo? ¡Vos, oh Jesús mío, vestido de ropa blanca y tenido por
loco! Vos, ¡Rey de cielos y tierra, conducido así por las calleé de Jerusalén,
cargado de oprobios e ignominias! Vos,
¡el Hijo de
Dios, pospuesto al más vil facineroso! Pero ¡ay de mí! ¡yo también os he
tratado de necio prefiriendo las locas máximas del mundo a vuestra ley
sapientísima! ¡Yo también ingrato os he abandonado y pospuesto a un vil
interés, a un sucio deleite, a un puntillo de honra por un miserable qué dirán!
¡Ay!, merecía estar por siempre privado de vuestra presencia
amabilísima, pero ya que por mí sufristeis escarnios tan crueles, tened compasión
de mí y de las pobres Ánimas del Purgatorio. Sí, Jesús mío; por esas vuestras
ignominias curad mi loca vanidad y soberbia; por aquel grito tremendo que
oísteis en casa del juez, gritando todos a una voz: Crucificadle,
crucificadle, haced que yo crucifique mis pasiones,
para que, junto con las Ánimas del Purgatorio, logre un día alabaros
eternamente en la gloria. Amén.
—Para más obligaros, os
saludamos con cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.
Obsequio:
Mañana, en sufragio de las benditas Ánimas,
y en satisfacción de las palabras altivas que hubiéremos dicho, besar tres
veces la tierra; y el que quiera aún humillarse más, podrá hacer con la lengua
una pequeña cruz en el suelo.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
DÍA QUINTO—29 de octubre.
MEDITACIÓN
REMORDIMIENTO DE UNA ÁNIMA EN EL PURGATORIO.
Figúrate, cristiano que esto meditas, a un alma que haya llevado en este mundo una vida enteramente semejante a la tuya; que haya vivido tibia, inmortificada, distraída en los ejercicios de piedad como tú, sin tener horror más que al pecado mortal y al infierno. Supongamos, no obstante, que haya tenido la dicha (no sabes si tú la tendrás) de hacer una buena confesión, morir en gracia e ir al Purgatorio. ¿Qué pensará en aquel horrible fuego entre penas y tormentos tan espantosos? ¡Ay! dos pensamientos la afligirán sobremanera.
Primer Pensamiento. —
Pude librarme de estas penas y no quise. Sí; ¡yo misma he encendido estas llamas! ¡Yo
soy la causa de estas penas atrocísimas!
Dios no hace más que ejecutar la sentencia que yo en el mundo pronuncié
contra mí misma.
¡Qué medios no me había proporcionado para ahorrarme
estos tormentos! Caricias, amenazas, beneficios,
todo lo había agotado gracias singularísimas de inspiraciones, buenos ejemplos,
libros piadosos, padres, vigilantes, celosos confesores, maestros y predicadores
fervorosos, remordimientos continuos, todo lo había empleado. Mas ¡qué locura tan
grande la mía! Por no privarme de
un frívolo pasatiempo, por ir a bailes, por divertirme o jugar con tal
compañía, por no abstenerme de una mirada, de un vil gusto, de una vana
complacencia, por hablar de los defectos del prójimo, me sujeté voluntariamente
a tantas penas y tormentos. ¡Me lo decían todos los años, me lo predicaban y
repetían! ¡más yo no hacía caso!... ¡Dichoso San Pablo, primer ermitaño!,
¡dichosas Gertrudis, Escolástica, y tantos otros Santos! que,
habiendo satisfecho a la Justicia divina en el mundo, subisteis al cielo sin
pasar por el Purgatorio ¡Yo podía hacer lo que vosotros, pero no quise! ¡Oh
locuras mundanas, oh conversaciones frívolas, oh pasatiempos, oh vanidad, y qué
caro me costáis ahora! ¡Oh amarga memoria! ¡Estoy sufriendo penas y tormentos
acerbísimos; y yo los he querido! ¡Podía evitarlos fácilmente, y no quise!
—Medita
un poco sobre lo dicho.
¡Ah pobres infelices Almas! No
era necesario nada de esto; con mucho menos podíais apagar esas abrasadoras
llamas, sin hacer más que lo que hacíais cada día, pero haciéndolo con
perfección, evitabais estos tormentos. Sí; los
mismos Sacramentos, pero recibidos con mejores disposiciones, las mismas Misas,
pero oídas con más recogimiento y atención; las mismas devociones, pero practicadas
con más fervor; las mismas mortificaciones, ayunos y obras de misericordia,
pero hechas con menos ostentación, únicamente por agradar a Dios, no sólo os
hubieran librado de todas esas penas, sino también asegurado a vosotras y a
muchas otras Almas la posesión del reino de los cielos. Ahora no os
canséis, vuestros deseos son inútiles; ya no es tiempo de merecer; ya ha llegado
para vosotras aquella noche intimada por San Juan, en la que nadie puede hacer
obra alguna meritoria; ahora es necesario sufrir, y sufrir penas inexplicables,
y sufrirlas sin mérito alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude facilísimamente evitar estos
tormentos, y no quise! ¡Quisiera poder evitarlos ahora, y no puedo!
¡Dichoso cristiano que oyes esto! Tú tienes tiempo todavía; no es aún llegada para ti
aquella noche tenebrosa. ¿Y perderás días tan preciosos? ¿No tomarás la seria
resolución de confesarte bien, de enmendar tu vida?
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Estaba Santa Brígida en altísima
contemplación, cuando fué llevada en espíritu al Purgatorio. Allí vió, entre
otras, a una noble doncella, y oyó que se quejaba amargamente de su madre, por
el demasiado amor que le había tenido:
“¡Ah!, decía, en vez de reprenderme y
sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios; me excitaba a ir a los bailes,
saraos, teatros, y hasta me engalanaba ella misma. Es verdad que me enseñaba
algunas devociones, pero ¿qué gusto podían dar éstas a Dios, yendo mezcladas
con tanto galanteo y profanidad? No obstante, como la misericordia del Señor es
tan grande, por aquellas pocas devociones que hacía, Dios, me concedió tiempo
para confesarme bien y librarme del infierno. Pero ¡ay! ¡qué penas estoy
padeciendo! Si lo supieran mis amigas ¡qué vida tan distinta llevarían! La
cabeza, que antes ataviaba con dijes y vanidades, está ahora ardiendo entre
llamas vivísimas; las espaldas y brazos, que llevaba descubiertos, los tengo
ahora cubiertos y apretados con hierros de fuego ardentísimo; las piernas y
pies, que adornaba para el baile, ahora son atormentados horriblemente; todo mi
cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado, ahora se halla sumergido en toda
clase de tormentos”. (Aunque el cuerpo no va al Purgatorio, es, no obstante,
cierto que las almas sufren lo mismo que si estuvieran unidas con él. Y así el
rico Epulón podía muy bien experimentar aquella sed de que nos habla el
Evangelio: tanto más, que aun en esta vida mortal, no es propiamente el cuerpo,
sino el alma en cuanto da vida al cuerpo, la que siente el dolor).
Contó la Santa esta visión a una
prima de la difunta muy entregada también a la vanidad, y ésta cambió de vida
en términos que, entrando en un convento de muy rigurosa observancia, procuró
con rigidísimas penitencias reparar los desórdenes pasados, y auxiliar a su
parienta, que estaba padeciendo tanto en el Purgatorio.
ORACIÓN
A JESÚS AZOTADO EN LA COLUMNA.
¡Oh Jesús amabilísimo! ¡Vos desnudo y azotado por mí! ¡Ves
la inocencia y santidad infinitas, despedazado por mi amor con innumerables
azotes! ¡Ay! ¡qué extraño es que se paguen caros en el Purgatorio los gustos
del pecado, si así pagáis Vos en vuestro purísimo cuerpo las sensualidades del
mío! ¡Ay infeliz de mí! Yo soy quien he pecado; yo
merecía ese castigo tan humillante y riguroso; y, no obstante, lejos de
mortificar mis apetitos y de castigar con penitencias una carne impura, no
busco sino delicias y regalos. Mas no será así en adelante, dulcísimo Jesús. Caiga
sobre mi corazón una gota de esa Sangre preciosa, y arrepentido abrazaré la
mortificación, y quedaré todo encendido en vuestro santo amor. Y Vos, Padre celestial, ya que vuestro Hijo santísimo
satisfizo sobreabundantemente a vuestra divina Justicia, perdonad mis culpas,
usad de clemencia con las benditas Ánimas del Purgatorio, aceptad en sufragio
de ellas todo cuanto yo sufriere en este día, aceptad la cruel flagelación de
Jesús y los dolores de su Madre Santísima. Amén.
Obsequio:
Mañana, no comer fuera de las horas
acostumbradas, o hacer alguna mortificación corporal en sufragio de las benditas
Ánimas del Purgatorio.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
DÍA SEXTO—30 de octubre
MEDITACIÓN
PACIENCIA Y RESIGNACIÓN DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
Punto Primero. — Es
verdad que las Almas del Purgatorio padecen imponderables penas, y sin mérito,
pero las padecen con una paciencia y resignación admirables. Conocen a Dios con
luz perfectísima, le aman con purísimo amor, y desean ardentísimamente
poseerlo, pero al ver sus faltas, bendicen y adoran la mano justa y amorosa que
las castiga. ¡Oh! y con cuánta más resignación que los hermanos de
José, exclaman: ¡Mérito
boec patimur! Con mucha razón nos castigáis, Señor; pues cuando
pecamos no temimos vuestro poder y justicia, frustramos los designios de
vuestro amor y sabiduría, despreciamos vuestra majestad y grandeza, y ofendimos
vuestras perfecciones infinitas. Justo es que seamos castigadas. Hombres sin
conocimiento de la verdadera religión fueron agradecidos a sus bienhechores;
Faraón hizo a José virrey de Egipto, porque le interpretó un sueño misterioso.
Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros empleos de la Persia, porque le
descubrió una conspiración; hasta los osos y leones y otras fieras indómitas, agradecidas
defendieron a sus bienhechores; y nosotras, creadas a vuestra imagen, redimidas
con vuestra Sangre, honradas con bienes de fortuna y exaltadas con tantos dones
de la gracia, ingratas ¡ay! Os abandonamos
en vida. Sí; purificadnos en este fuego; ¡por acerbas que sean nuestras penas, bendecidnos y
ensalzaremos vuestra justicia y misericordia infinita! Justus es, Domine, et rectum judicium tuum.
Todavía más: es tanta la fealdad del pecado, por leve que sea, que, si
Dios abriera a esas Almas las puertas del cielo, no se atreverían a entrar en
él, manchadas como están, sino que suplicarían al Señor las dejara purificarse
primero en aquellas llamas. No de otra suerte que una doncella escogida
por esposa de un gran monarca, si el día de las bodas apareciese una llaga
asquerosa en su rostro, no se atrevería a presentarse en la Corte, y suplicaría
al Rey que difiriese las bodas hasta que estuviera perfectamente curada. ¡Oh pecado! por leve que parezcas, ¡qué mal eres tan grave, cuando las mismas
Almas preferirían los horrores del Purgatorio a entrar en el cielo con la menor
sombra de tu mancha!
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. —-
Mira, cristiano, si puede darse locura mayor que la tuya. . .
Te reconoces deudor a la Justicia
divina de horribles penas por los pecados enormes que cometiste en la vida
pasada, y por las innumerables faltas en que al presente caes todos los días; que
no basta confesarte; que la absolución borra, sí, la culpa, mas, no condonando
toda la pena, es preciso satisfacer a la Justicia divina en este, o en el otro
mundo; y, no obstante, jamás te cuidas de hacer penitencia. Ahora podías expiar
tus culpas fácilmente, y con mucho más mérito tuyo: una confesión bien hecha,
una Misa bien oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera mortificación,
una limosna, una indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción, podría
excusarte espantosos suplicios; y tú todo lo descuidas, todo lo dejas para la
otra vida. ¡Ay!
¿Has
olvidado, por ventura, cuán horribles son y cuánto tiempo duran aquellos
tormentos? ¿No sabes que, según afirman ciertos autores, fundados en
revelaciones muy respetables, varias de aquellas Almas han estado siglos
enteros en el Purgatorio, y otras estarán allí hasta el juicio final? ¡Insensato! Las
Ánimas, dice San Cirilo de Jerusalén, mejor
querrían sufrir hasta el fin del mundo todos los tormentos de esta vida, que
pasar una sola hora en el Purgatorio; y tú quieres más arder siglos enteros en
el Purgatorio, que mortificarte en esta vida un solo momento. ¡Oh espantosa locura!
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Había en Bolonia una viuda noble,
que tenía un hijo único y muy querido. Estando divirtiéndose un día con otros
jóvenes, pasó un forastero y les interrumpió el juego. Le reprendió ásperamente
el hijo de la viuda, y resentido el forastero, sacó un puñal, se lo clavó en el
pecho, y dejándole palpitando en el suelo, echó a huir calle abajo con el puñal
ensangrentado en la mano, y se metió en la primera casa que encontró abierta.
Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le ocultase; y ella, que era
precisamente la madre del joven asesinado, le escondió en efecto. Entre tanto
llegó la justicia buscando al asesino; y no hallándole allí, “sin duda,
dijo uno de los que les buscaban, no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo
supiera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar aquí”.
Poco faltó, para que muriese la madre de
sentimiento al oír estas palabras. Mas
luego, cobrando ánimo y conformándose con la voluntad divina, no sólo perdonó
al que había matado a su único y estimado hijo, sino que le entregó todavía una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese con más prontitud; y después le adoptó por hijo. Pero ¡cuán agradable fué a Dios esta generosa conducta! Pocos días después
estaba la buena señora haciendo oración por
el alma del difunto, cuando de pronto se le apareció
su hijo, todo resplandeciente y glorioso, diciéndole:
“Enjugad, madre mía, vuestras lágrimas y
alegraos, que me he salvado. Muchos años tenía que estar en el Purgatorio, pero
vos me habéis sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis
perdonando y haciendo bien al que me quitó la vida. Más os debo por haberme librado
de tan terribles penas, que por haberme dado a luz. Os doy las gracias por uno
y otro favor; adiós, madre mía, adiós; me voy al cielo donde seré dichoso por
toda la eternidad”.
ORACIÓN
A JESÚS CORONADO DE ESPINAS.
¡Oh
amabilísimo Redentor mío! ¡Los pecadores se
coronan de rosas, los reyes de la tierra se ciñen coronas de diamantes y
perlas, y Vos, Rey inmortal de los siglos estáis coronado de espinas! ¡Oh! ¡si
esa vuestra corona se clavase en mi cabeza, para arrancar de una vez mi
soberbia y malos pensamientos! ¡Oh! ¡Si a lo menos una de esas espinas
atravesara mi conciencia, y no me dejaba reposar hasta que hubiese mudado de
vida! Señor, no quiero ya más coronarme
de flores en este mundo, sino de espinas por vuestro amor. Y Vos, Padre
Misericordiosísimo, aceptad, en sufragio de las pobres Almas del Purgatorio, aquellas
befas, humillaciones y dolores acerbísimos que sufrió vuestro amable Hijo
cuando le coronaron de espinas. Por aquellas asquerosas salivas que recibía, por
aquellos escarnios con que le ultrajaban, por aquella sangre que corría de su
cabeza santísima, a fuerza de los cruelísimos golpes que sobre las espinas le
daban, por aquel dolor que atravesó el corazón de su angustiadísima Madre,
aliviad, os suplico, a las afligidas Almas del Purgatorio y concededles pronto
la corona incorruptible de la gloria. Y para alcanzar de Vos esta gracia diremos cinco Padre
nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.
Obsequio.
En sufragio de las Almas del Purgatorio, aplicar los cien
días de indulgencia.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
DÍA SÉPTIMO—31 de octubre.
MEDITACIÓN
DESCUIDO DE LOS MORTALES EN ALIVIAR A LAS ÁNIMAS DEL
PURGATORIO
Punto Primero. — ¡Pobres
Almas! Están padeciendo tormentos y
penas inexplicables ¡no pueden merecer, ni esperar alivio sino de los vivos!;
y éstos, ingratos, ¡no se cuidan de ellas! Tienen en el mundo tantos hermanos, parientes y amigos, y no
hallan, como José, un Rubén piadoso que las saque de aquella profunda cisterna.
Sus tinieblas son más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no encuentran un
Rafael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro hermosísimo de
Dios. Se abrazan en más ardiente sed que el criado de Abraham, y no hallaron
una oficiosa Rebeca que se la alivie. Son infinitamente más desgraciadas que el
caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio; mas no encuentran un
Samaritano, u otra persona compasiva que las consuele. ¡Pobres
Almas! ¡Qué tormento tan grande será para vosotras este olvido de los mortales!
¡Podrían tan fácilmente aliviaros y libertaros del Purgatorio; bastaría una
Misa, una Comunión, un Vía Crucis, una indulgencia que aplicasen; y nadie se
cuida de ofrecérosla!
¿Y quiénes son esos ingratos? ¡Ahí son vuestros mismos parientes y
amigos, vuestros herederos, vuestros hijos mismos! Ellos se alimentan y recrean con los bienes que les
dejasteis; y ahora desconocidos no se acuerdan ya de vosotras. Tal vez por
haberlos estimado y complacido demasiado, por haberlos enriquecido con usuras y
otros modos ilícitos, ardéis en esas llamas; y los ingratos se divierten ahora,
sin compadecerse ni acordarse de vuestras penas... ¡Pobres
Almas! Con mucha más razón que David
podéis decir: si un extraño que no hubiese jamás recibido ningún favor de mi
mano, si un enemigo me tratara así, por sensible que me fuera, podría
soportarlo con paciencia; ¡pero tú, hijo mío, que me debes tantos beneficios, y te
sustentas y regalas con el sudor de mi rostro; tú, hija mía, por quien pasé
tantos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas
pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis
incesantes favores; que tú me trates así, que descuidando los sufragios que
tanto te encargué, me dejes en este fuego, sin querer socorrerme!. ¡Ah! ¡esta
sí que es ingratitud y crueldad superior a toda ponderación!
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — ¡Pobres Almas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si no las
socorremos. Acuérdate, gritan los difuntos, de cómo he sido yo juzgado, porque
así mismo lo serás tú. A mí ayer; a ti hoy. Tú, también serás del número de los
difuntos, y tal vez muy pronto. Y por rico y poderoso que seas, ¿qué sacarás de
este mundo? Lo que nosotros
sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡qué consuelo! Si malas, ¡qué desesperación!
Como tú hayas hecho con nosotros, harán contigo. — ¿Lo oyes?
Si ahora eres duro e insensible con las benditas Ánimas, duros e
insensibles serán contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no
es este el parecer de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría infinita que nos
dice por San Mateo: Con la misma medida con que
midiereis, seréis medidos. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos portado
con las almas de nuestros prójimos, se portarán los mortales también con nosotros;
y ¡Ay de
aquel que no hubiese usado de misericordia, porque le espera, dice el Apóstol Santiago, un juicio sin misericordia! ¿Y no tiemblas tú, heredero y testamentario, insensible
para con los difuntos? Si lleno
de indignación el Juez supremo arroya al infierno al que niega la limosna a un
pobre que tal vez era enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y rigor condenará al que
niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los bienes que le pertenecían?
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Derrotado por Cayano el ejército
de Mauricio, y hechos prisioneros gran número de soldados, Cayano pidió al
Emperador una moneda, y no de valor muy subido, por el rescate de cada prisionero.
Mauricio se negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos valor; y
habiéndosela también rehusado, exigió por último una Ínfima cantidad; la que no
habiendo podido lograr tampoco, irritado el bárbaro, mandó cortar la cabeza a
todos los soldados imperiales que tenía en su poder. Mas ¿qué sucedió? Pocos días después Mauricio tuve una espantosa
visión. Citado al tribunal de Dios, veía gran multitud de esclavos que
arrastraban pesadas cadenas, y con horrendos gritos pedían venganza contra él. Oyendo
el Juez supremo tan justas quejas, se vuelve a Mauricio y le pregunta: “¿Dónde
quieres más ser castigado: en ésta, o en la otra vida?
—¡Ah! benignísimo Señor, responde
el prudente emperador, prefiero ser castigado en este mundo.
Pues bien, dijo el Juez, en pena de tu
crueldad con aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar a tan poco
precio, uno de tus soldados te quitará la corona, fama y vida acabando con toda
tu familia”. En efecto, pocos días después se
le insurreccionó el ejército, proclamando a Focas por emperador. Mauricio
fugitivo se embarcó en una pequeña nave con algunos pocos que le seguían; más
en vano; furiosas las olas lo arrojan a la playa, y llegando los partidarios de
Focas, le atan a él y cuantos le seguían y los llevan a Eutropia, en donde, ¡oh padre
infeliz! después de haber visto
con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de cinco hijos suyos, fué
muerto ignominiosamente, y no pasó mucho tiempo sin que el resto de su familia
sufriese la misma desgracia.
¡Ah! cristianos que oís esto; no son unos pobres soldados, son
vuestros propios hermanos y vuestros propios padres los que han caído
prisioneros de la Justicia divina. Este Dios misericordioso pide por su rescate
una muy pequeña moneda; de gran valor, es verdad, pero muy fácil de dar. ¿Y seréis tan
duros que se la neguéis? ¿Tan insensibles seréis a la felicidad de las Ánimas y
a vuestros propios intereses?
ORACIÓN
A JESÚS LLEVANDO LA CRUZ A CUESTAS
¡Oh dulcísimo Jesús, y qué sensible habrá sido a tu
corazón mi olvido e indiferencia para con las Almas del Purgatorio!; pues tanto las amas, por una parte, y por otra eres tan
caritativo, que cuando subías a la montaña del Calvario olvidaste tu dolor
acerbísimo para consolar a aquellas piadosas mujeres que lloraban tu suerte.
Aplaque, pues, oh Padre celestial, tu ira la caridad inmensa de tu Hijo
santísimo. Acepta esos dolorosos pasos que da, oprimido con el enorme peso de
la cruz acepta esas tres lastimosas caídas, junto con los escarnios y con el
sudor y sangre que derrama por nuestro amor. Yo te lo ofrezco todo, en remisión
de mi poca paciencia en los trabajos, y en sufragio de las pobres Almas del
Purgatorio. ¡Ah! compadécete de sus lágrimas; enjúgalas, oh Padre
clementísimo, y haz que dichosas participen cuanto antes de la gloria de tu
rostro divino en la patria celestial. Amén.
Digamos cinco Padre nuestros, cinco Ave
Marías y un Gloria Patri para alcanzar del Señor esta gracia.
Obsequio:
El mayor sufragio que reclaman las benditas
Ánimas, el más necesario para nosotros y el más adepto a Dios es hacer una
buena confesión, sin callar pecado alguno al confesor.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
DÍA OCTAVO—1º de noviembre.
MEDITACIÓN
CÓMO RECOMPENSARÁ EL SEÑOR A LOS DEVOTOS DE LAS BENDITAS
ÁNIMAS
Punto Primero. —
Supongamos, cristiano piadoso, que movido por estas
meditaciones haces una sincera y dolorosa confesión, y ganando la indulgencia
plenaria de este santo Novenario, sacas un Alma de la horrenda prisión del
Purgatorio. ¡Ay! ¡y qué grande será tu dicha! Si perseveras, ¡qué galardón tan grande recibirás en el cielo! Si los reyes de la tierra, siendo miserables
mortales, recompensan con tanta munificencia al que libra a uno de sus vasallos
de un gran peligro, o expone su vida sirviendo generosamente a los apestados; ¿cómo pensáis
vosotros que premiará el Señor al que libre a una o más Almas de las
abrasadoras llamas del Purgatorio? Decid,
padres y madres: si aquel hijo, que es la niña de
vuestros ojos, cayese en un río o en el fuego, y un hombre generoso os le
sacara y presentara vivo, ¿cómo se lo agradeceríais? Si vosotros fueseis ricos y potentados, y él
pobre, ¿cómo
le premiaríais? Ahora bien: ¿qué tiene que
ver el cariño del padre más amoroso con el amor que Dios profesa a aquellas
Almas, que son sus hijas y esposas muy amadas? ¿Qué son todos los peligros y
males de este mundo, comparado con las espantosas penas del Purgatorio? ¿Y qué
comparación hay entre el Poder y la generosidad de un miserable mortal y el
poder y la generosidad infinita de Dios, que promete un inmenso premio de
gloria por la visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un vaso de agua a un
pobre por su amor? ¡Ah, cristiano! no dudo decir que
miro como asegurada tu salvación, si logras sacar a una sola Alma del
Purgatorio. ¿Y no harás lo posible para lograrlo?
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — No
pienses, alma cristiana, ser ésta una reflexión piadosa; es una promesa formal
de Jesucristo, verdad eterna, que no puede faltar a su palabra. No nos dice en
el sagrado Evangelio: Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Fundado
en estas palabras infalibles, hasta ahora, dice el Padre San Gregorio: “Yo no sé qué se
haya condenado ninguno que haya usado de misericordia con el prójimo”. ¡Ah! Dios
quiere mucho a las Almas; todo cuanto se hace por ellas lo mira, agradece y
premia como si a Él mismo se le hiciera; En verdad
os digo que todo cuanto habéis hecho con uno de esos pequeños hermanos míos, lo
habéis hecho conmigo. ¡Ah! dichosos
cristianos; si socorréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, “venid, os dirá
un día nuestro liberalísimo Juez; venid, benditos de mi Padre celestial.
Aquellas pobres Almas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis
alimentado con el pan de vida de mi sacratísimo Cuerpo; morían de sed y oyendo
o haciendo celebrar Misa, les habéis dado a beber mi Sangre preciosísima;
estaban desnudas, y con vuestras oraciones y sufragios las habéis vestido con
una estola de inmortalidad; gemían en la más triste prisión, y con vuestros
méritos e indulgencias las habéis sacado de ella. Y no es precisamente a las
Ánimas a quienes habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho: pues
todo cuanto hicisteis por ellas. Yo lo miro por tan propio como si lo hubieseis
hecho para Mí mismo. Por lo tanto, venid, benditos de mi Padre celestial, a
recibir la corona de gloria que os está preparada en el cielo”. ¿Y no querríais, cristianos, lograr tanta dicha? Pues
en vuestra mano está.
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Tenía una pobre mujer napolitana
una numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por
deudas. Reducida a la última miseria, presentó un memorial a un gran señor,
manifestándole su infeliz estado y aflicción; pero con todas las súplicas no
logró más que unas monedas.
Entra desconsolada en una
iglesia, y encomendándose a Dios, siente una fuerte inspiración de hacer decir
con aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y pone toda su confianza en Dios,
único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño! Oída
la Misa, se volvía a casa, cuando encuentra a un venerable anciano, que
llegándose a ella le dice: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre
le explicó sus trabajos y miserias. El anciano consolándola le entrega una
carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas. Éste abre
la carta, y ¿cuál
no es su sorpresa cuando ve la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto?
¿Quién os ha dado esta carta? — No lo conozco, respondió la mujer, pero era un anciano
muy parecido a aquel retrato; sólo que tenía la cara más alegre. Lee de nuevo la carta, y observa que le dicen: “Hijo
mío muy querido, tu padre ha pasado del Purgatorio al cielo por medio de la
Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer. Con todas veras la encomiendo a
tu piedad y agradecimiento; dale una buena paga, porque está en grave
necesidad”. El caballero,
después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con copiosas
lágrimas de ternura: “Vos, dice a la afligida mujer, vos, con la limosna que
os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado padre; yo ahora haré la
vuestra, la de vuestro marido y familia”.
En efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la cárcel, y tuvieron
siempre de allí en adelante cuanto necesitaban y con mucha abundancia.
Así recompensa
Dios, aun en este mundo, a los devotos de las benditas Ánimas.
ORACIÓN
A JESÚS CLAVADO EN LA
CRUZ
¿De qué trabajos puedo quejarme, oh Jesús
dulcísimo, cuando os contemplo clavado en la cruz, desamparado de vuestro Padre
celestial, padeciendo la más cruel sed y agonía por mi amor? ¿Cómo no esperaré cuando por
todas esas llagas abiertas, como por otras tantas bocas o volcanes de amor,
pedís misericordia y perdón? Sí; aliéntate, pecador; pronto está
Dios a borrar culpas pasadas, alentaos también vosotras, Almas benditas del
Purgatorio; ya se acerca la hora de vuestro rescate y de vuestra libertad. Mañana,
con las comuniones que se os ofrecerán, será el dichoso día de vuestra redención.
¡Oh! haced que así sea, dulcísimo Jesús, moved el
corazón de estos fieles para que no nieguen este sufragio a las Ánimas, apagad
la sed ardentísima que esas Almas tienen de veros, de gozaros, de reinar con
Vos y bendeciros por siglos infinitos. Amén.
Cinco Padres nuestros,
cinco Ave Marías y un Gloria Patri para alcanzar esta gracia del Señor.
Obsequio:
Hacer una limosna en sufragio de las Almas del
Purgatorio.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
DÍA NOVENO—2 DE NOVIEMBRE.
MEDITACIÓN
AGRADECIMIENTO DE LAS BENDITAS ÁNIMAS PARA CON SUS
DEVOTOS
Punto Primero. — Ved aquí el día feliz; hoy, con las numerosas comuniones
y sufragios que los fieles han ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en
tantas otras iglesias, muchas de aquellas Almas, ayer tan afligidas y
desgraciadas, han pasado a ser dichosos habitantes y príncipes felicísimos de
la Corte celestial. Ya ven cara a cara la Hermosura y Majestad infinita;
ya poseen a Dios, que contiene en sí cuánto hay de amable, de grande, delicioso
y perfecto. Su entendimiento ya no puede experimentar ni más alegría, ni más
suavidad, ni más dicha. ¡Ay! ¡si pudieses, amado cristiano, penetrar hoy en
aquella dichosa patria y contemplar el transporte de aquellos Bienaventurados!
¡Qué enhorabuenas, qué abrazos se dan tan amorosos! ¡Qué cánticos entonan en
acción de gracias al Dios de las misericordias y a los generosos cristianos que
las han sacado del Purgatorio! ¡Oh! ¡cómo dan por bien empleadas las penas que
en este mundo padecieron! ¡Oh! Con cuánta alegría está diciendo cada
una de ellas: Dichosas confesiones y comuniones;
dichosas las Misas que oía, las limosnas, oraciones, penitencias y obras buenas
que yo practicaba; dichosas las burlas y escarnios que yo sufría por ser
devota. Y con qué magnificencia pagáis, Señor, ¡hasta los sacrificios más pequeños e
insignificantes que hice por vuestro amor! ¿No
quisieras, cristiano, tener tú la misma suerte? Pues pelea contra las pasiones; que sin pelear no se
alcanza victoria; sin pena, no hay felicidad.
—Medita
un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — ¡Y qué dicha,
cristiano, la tuya, si has logrado librar del Purgatorio a alguna de aquellas
Almas! El
cielo debe a tus sufragios el nuevo regocijo y la nueva gloria accidental que
ahora experimenta. Y aquellas Almas dichosas te deben la libertad, y con ella
la posesión de una felicidad infinita. ¿Qué súplicas, pues, tan fervorosas no
harán a Dios por ti? ¿En qué necesidad podrás encontrarte que no cuiden de
socorrerte? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las gracias necesarias para
vencer las tentaciones, adquirir las virtudes y triunfar de los vicios? Y si alguna vez te vieres en peligro de pecar y
de caer en el infierno, con cuánto más celo que el pueblo de Israel lo hizo en
favor de Jonatás, dirán al Señor: ¿Y
permitiréis, oh gran Dios, que se pierda eternamente un cristiano que me ha
librado a mí de tan horribles penas? ¿No prometisteis que alcanzarían
misericordia con el prójimo? ¿Y consentiríais ahora que cayese en el infierno
aquel que con sufragios me abrió las puertas del cielo? ¡Ah dichoso cristiano! ¡cuánto envidio tu dicha! Persevera,
y tienes segura la palma de lo gloria.
—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios
las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Santa Gertrudis, aquella esposa
tan regalada del Señor, había hecho donación de todos sus méritos y obras
buenas a las pobres Ánimas del Purgatorio; y para que los sufragios tuviesen más
eficacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su divino Esposo le manifestase
por qué Alma quería que satisfaciese. Se lo otorgaba su Divina Majestad, y la
Santa multiplicaba oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y otras
penitencias, hasta que, aquella alma hubiese salido del Purgatorio. Sacada una,
pedía al Señor le señalara otra; y así logró librar a muchas de aquel horrible
fuego. Siendo ya la Santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte tentación
del enemigo que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo has aplicado a las Ánimas del Purgatorio, y
no has satisfecho todavía por tus pecados! Cuando mueras, ¡qué penas y
tormentos te aguardan!” No dejaba de acongojarla este pensamiento,
cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló diciendo: “Gertrudis,
hija mía muy amada; no temas: los sufragios que tú ofreciste a las Ánimas del Purgatorio,
me fueron muy agradables; tú no perdiste nada; pues en recompensa no sólo te
perdono las penas que allí habías de padecer, sino que aun aumentaré tu gloria
de muchísimos grados. ¿No había prometido yo dar el ciento por uno, pagando a mis
fieles servidores con medida buena, abundante y apretada? Pues mira, yo haré
que todas las Almas libertadas con tus oraciones y penitencias te salgan a
recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y que, acompañada de este numeroso
y brillante cortejo de bienaventurados, entres en el triunfo de la gloria”.
ORACIÓN
A LAS BENDITAS ALMAS LIBERTADAS DEL PURGATORIO POR LOS
SUFRAGIOS OFRECIDOS DURANTE EL NOVENARIO
¡Oh almas dichosas y felices, a quienes nuestro dulcísimo
Jesús acaba de admitir ¡hoy en su patria celestial! Os felicitamos, y damos en nombre de toda la Iglesia mil enhorabuenas
por esta dicha tan grande. Unimos nuestra alegría con la vuestra y con la de
los Ángeles y Serafines; juntamos nuestras acciones de gracia con los cánticos
y alabanzas que vosotras entonáis al Creador por tan inestimable beneficio. Sí,
Almas santas y dichosas; alegraos: ya se han acabado para vosotras las penas y
tristezas, las aflicciones y trabajos, los peligros y tentaciones de esta miserable
vida. Sólo os queda una eternidad de descanso, de alegría, de delicias y de
bienaventuranza infinita. ¡Qué dicha también la nuestra, si con estos sufragios os
hemos acelerado la posesión de tanta gloria! Sí, triunfad en el
cielo; pero no hagáis como hizo aquel ingrato copero de Faraón con José; no
olvidéis a vuestros pobres hermanos, que militamos aún en este valle de
lágrimas; echad una mirada compasiva sobre nosotros; ¡mirad de cuántos y cuán fieros enemigos nos
vemos rodeados! Ahora que sois tan poderosas delante de Dios,
interceded por nosotros, para que siendo fieles y constantes en su servicio
podamos en vuestra compañía alabarle y glorificarle un día eternamente.
—Cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y
un Gloria Patri a las cinco llagas de Cristo Señor nuestro en sufragio de las
benditas Ánimas del Purgatorio.
Obsequio:
Formar una firme resolución de ofrecer todas nuestras
obras satisfactorias en sufragio de las pobrecitas Ánimas.
—Finalizar con la oración a las almas del Purgatorio.
NOVENA A LAS
ÁNIMAS DEL
PURGATORIO.
SACADA DEL
ANCORA DE SALVACIÓN.
Por el R. P. JOSE MACH (de la Compañía de Jesús).
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